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Y VALEROSÍSIMA DEFENSA QUE HIZO DE SU
FORTALEZA DON ÁLVARO DE SANDE HASTA
SU PÉRDIDA, DEDICADA AL SERENÍSIMO
SEÑOR EMMANUEL FILIBERO, DUQUE
DE SABOYA, ETC.

POR

DIEGO DEL CASTILLO

MADRID

IMPRENTA DE M. GINESTA HERMANOS
1888

Al Serenísimo y alto señor Emanuel Filiberto, duque de Saboya, Príncipe del Piamonte, Gran Maestre de la Religion de San Mauricio y San Láza

ro, etc. etc.

Diego del Castillo.

Deseando hacer á V. A. algun servicio, y considerando que á los grandes Príncipes se les han de presentar cosas de gran valor y estima, me pareció no era esta obra indigna de llegar á sus reales manos, pues el sugeto principal de ella es de la guerra (de que V. A. es tan prudente maestro), y las cosas señaladas que algunas personas principales han hecho en la jornada que se hizo para Trípoli y presa del Peñon y socorro de Malta, y especialmente las del insigne varon y padre de la milicia don Alvaro de Sande, á quien V. A. es muy aficionado, así por su resplandeciente virtud y valor, como por la ilustre y antigua sangre

de sus progenitores. A V. A. suplico humilmente lo reciba con el generoso y acostumbrado ánimo que los Reyes de gloriosa memoria, de quien V. A. deciende, aceptaban lo que con puro y sincero ánimo se les ofrecia, que con sola esta confianza me he atrevido á publicarlo; teniendo por cierto, que debajo de su real proteccion y amparo, las obras y yo estaremos seguros de los mordaces detractores, los cuales por fuerza han de enfrenar sus rabiosas lenguas con el respeto que todo el mundo debe á V. A., cuya Serenísimay alta persona guarde nuestro Señor, y sus estados y señoríos acreciente.

EL AUTOR

Á LOS LECTORES.

La fama de los heróicos hechos y notables hazañas del excelentísimo capitan don Alvaro de Sande tiene el mundo tan admirado, que no hay nadie que se atreva á escribirlos, porque á mi parecer cada uno considera que sería entrar con Hércules en la batalla de la serpiente Hidra, que en cortándole una cabeza le nacian luégo otras siete; así que, no pudiendo uno solo escribirlos todos, es necesario que el trabajo se reparta entre muchos, y que cada uno tome un poco, como algunos han comenzado, que los que en ello se ocuparen no podrán dejar de quedar muy bien galardonados, con que gozará de aquel perpétuo loor que alcanzan los que grandes cosas emprenden. Pues ¿cuál puede ser mayor,

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