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ni de más utilidad y ejemplo, que con sus escritos darnos en las manos el dechado universal de virtudes, y ponernos delante un claro espejo, donde los hombres ilustres y insignes (imitando este nuevo Scipion), podrán ver el verdadero camino de la gloria, y triunfo que en este mundo deben procurar todos los nobles y valerosos caballeros? Queriendo, pues, yo entre los demás aventurarme, aunque me conozco insuficientísimo de poder, á vueltas de los otros escritores, tomar á cargo la milésima parte de sus gloriosos hechos, me he atrevido á escribir la jornada de los Gelbes, que, aunque desnuda de estilo y arte, va llena de verdad, como la han aprobado muchas personas principales de autoridad y crédito, que se hallaron presentes, con quien yo lo he comunicado; donde aliende de otros increibles y intolerables trabajos que allí se padecieron, se verá que la abstinencia de Nínive, donde los mozos, niños y viejos con solas hiervas se mantenian, ni el cerco de Jerusalen, donde los padres por hambre comian á sus hijos, no son

de comparar con el del fuerte de los Gelbes, pues en él, ni nacian hiervas, ni se criaban hijos; y áun el elemento de que más abundancia hay en todo el mundo, que es el agua, allí les faltó, con ser cosa que siempre se ve tener tanta de ella el más pobre como el más rico, y allí, ni la tuvieron de la tierra, ni cayó jamás del cielo. Y á todos estos trabajos, y al infinito número de enemigos resistieron mucho tiempo, por el prudentísimo consejo y extremado valor y esfuerzo deste invicto Capitan, hasta que sus proprios soldados y compañeros del todo le dejaron solo y desamparado, los cuales por huir aquellas necesidades y peligros cada dia se le pasaban á los enemigos.

Y porque quien deste desgraciado suceso quedare afligido tenga con que se alegre y consuele, he querido poner con este libro la presa del Peñon, y el sitio y socorro de Malta, que de lengua italiana he traducido en la nuestra española; donde nuestro Señor fué servido que restaurásemos, con grandísima honra de la religion cristiana y reputa

cion de la nacion española, lo que en los Gelbes perdimos. Recíbelo, pues, amigo lector, con el buen celo que te lo ofrezco, que es de hombres magnánimos y virtuosos agradecer las buenas obras que se les hacen.

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ESPUES de concluida y efectuada la paz tan deseada de toda la cristiandad entre el Católico y potentísimo rey de España y el Cristianísimo de Francia, á tres de Abril del año de mil y quinientos y cincuenta y nueve; deseando frey Juan de Valleta, gran Maestre de Malta, echar de Tripol y de otros lugares de Berbería á Drogut, famoso corsario, el cual dende allí hacía grandes robos y daños en todas las islas y riberas del mar Mediterráneo, lo trató con don Juan de la Cerda, duque de Medinaceli, Virey y Capitan general en el reino de Sicilia, y todos dos escribieron á su Majestad sobre ello, ofreciendo el gran Maestre cierto número de gente y galeras: y porque á la sazon se hallaba en España, por Embajador de la Religion, el comendador Guimaran, le cometieron que de parte de todos

lo solicitase, y pusiese gran diligencia hasta efectuarlo. El comendador Guimaran lo trató, y informó de la facilidad de la empresa, así por la mucha experiencia y prática que los caballeros de aquella Orden tienen en Berbería, como por la prudencia del gran Maestre y duque de Medina. Su Majestad, con el ardentísimo deseo que siempre tuvo de ensalzar y amplificar la religion cristiana y destruir los enemigos della, pospuestos los grandes y excesivos gastos de las guerras pasadas y de los que en esta se habian de hacer, mandó que esta jornada se hiciese, declarando por General de ella al duque de Medina, y por su lugarteniente á don Alvaro de Sande, coronel de la infantería española del reino de Nápoles. Escribió al gran Maestre, cómo á instancia y persuasion suya mandaba se hiciese, rogándole la guiase y encaminase con su buen juicio, como mejor conviniese al buen suceso della, y que no faltase de dar la gente que habia ofrecido. Escribió asimismo al duque de Sesa, Gobernador del Estado de Milan, y al duque de Alcalá, Virey de Nápoles, que cada uno de ellos enviasen á Sicilia al duque de Medina dos mil españoles; á don Alvaro de Sande que fuese por coronel de toda la infantería espa

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