PRÓLOGO AL LETOR. y sacar El prólogo sirve de decir el autor el intento que le movió á escribir á luz su libro, declarando en él aquello en que el letor puede reparar, ó por escuro ó dudoso, respondiendo á las objeciones que se le pueden oponer. Mi intento es escribir la Jornada de Africa, pérdida y muerte del Rey Don Sebastian y de Don Alonso de Aguilar, que fué coronel de los castellanos en ella, natural de Montilla, mi patria, y tan vecina de su casa la mia, que ninguna lo es más. Para esbribirla, demás de haber visto los más de los autores que en latin, castellano y portugués han escrito este suceso, me informé de muchos soldados que se hallaron en la batalla, ansí castellanos como portugueses; con la verdad que he sacado de ellos, y claridad que alcanza mi ingenio, va escrita. Y aunque el Xarife no es el principal de quien se trata, como él fué la causa, y la que tuvo de su justicia el concierto y trato de su abuelo Mahamed con su hermano, es fuerza que en el primer capítulo se trate de ello. La correccion justa estimaré en pago del deseo que tengo de servirte. Vale. Á DON JUAN FERNANDEZ DE CÓRDOBA, Y AGUILAR, VALENTIN DE MORALES, SILVA. Si en letras carmesies se redujera á epitome la historia, su sangrienta memoria que anima el tiempo en láminas turquíes, en eternos rubies, espíritu le diera á el pollo altivo al sol que la ilumina y la fomenta, libró á la eternidad con que le aclama, porque un Córdoba hubiera que en Africa á la edad materia diera entre nos admirables, como en Europa en versos lamentables el que invicto se atreve á el cielo comular piras de nieve; JORNADA DE ÁFRICA AÑO DE 1578. 295 sepulcro á tanto fuego, al romano ambicion, envidia al griego. Al fin á vuestra sombra, Aguilar generoso, sale aquella batalla, alumno de fatal estrella, que imaginada asombra; aquella que enternece si se nombra espíritus diamantes; aquella que á los árabes triunfantes sin vencedora espada les dió la flor al alba destroncada, cuyas conchas en perlas matutinas duplicaron la púrpura á sus quinas. Vereis en breve suma fatal oposicion, funesto estrago, y en proceloso lago vestido el Mutacen de roja espuma. Vos defended la pluma en materia tan triste, donde de luto y de coral se viste en la sangre, y la tinta con que verdades pinta, trasladadas de aquellos que vieron los alfanges en sus cuellos, y en sus piés las cadenas que dieron voz al eco de sus penas. y en ellos aquel jóven invencible, nadie bastante á contrastarlo fuera, y así su valor mismo dió contra sí venganza á el paganismo, siendo el mayor contrario él mismo, de sí mismo temerario. Oh cuanto en tanta afrenta su fortuna los Reyes escarmienta; que el inconsiderado pierde vencido lo que intenta osado. Vereis la Lusitana generosa nobleza sin su sacra cabeza, á quien alfange bárbaro profana, de la luna africana miserables despojos, y prendiendo en aljófares los ojos, á vuestro heróico abuelo fiando los espíritus al cielo suyos, yacer en la sangrienta arena, que de diluvios de difuntos llena pirámides al cielo le levanta generosa piedad y oblacion santa. La pluma eternizad á quien se debe la terneza á que mueve, pues la verdad presente no pudiera, señor, ser tan valiente que á llanto provocara si bien con sus efectos admirara. Amparad un ingenio peregrino cuyo decir tan fácil y divino |