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en la república faltando él, que no su propio acabar-
se. Habia enviado por su hijo Honorio que no estaba
allí, y alivióse con verlo, y levantose una mañana á
hallarse en los juegos circenses de caballos que corria, 2
y se hacian por la victoria que hubo de Eugenio. Es-
tando en la fiesta, súbito sintió gran flaqueza y desina-
yo. Levantóse para irse á su palacio, mandando á Ho-
norio que se estuviese quedo hasta que se acabase la
fiesta. Murió luego aquella noche muy sosegadameo-1
te, faltando un príncipe muy religioso, acrecentador
de la Iglesia Católica, y digno de ser preferido à to-
dos los emperadores pasados, que son las mismas pa-
labras que dél dice el conde Marcelino. Las de san Agus-
tin en su loor son muy extendidas, y dicen asi. Des-
de el principio de su imperio nunca cesó de hacer levis
justísimas y de grande religion contra los herejes y
gentiles, por favorecer la Iglesia Católica, que se ha-

peleando con las ayudas tambien de los contrarios, con su esfuerzo y fuerza de los suyos, lo comenzó á desbaratar Manifestóse luego mas el ayuda del cielo con un gran milagro, muy celebrado por todos los autores de aquellos tiempos. Levantóse un bravo torbellino de la parte de Teodosio, con un viento que iba á dar muy furioso en los rostros y en los ojos de sus enemigos: con el cual no solamente se impedian las saetas y los otros tiros, sino que se volvian contra ellos, así como las lanzaban. Por el contrario todo lo que los imperiales arrojaban ayudado con la furia del viento, alcanzaba de mas lejos, y hacia el golpe mas cierto y con mas fuerza, que son casi las mismas palabras de san Agustin, y dice haberlas oido à hombres que se hallaron en la batalla. Esto acabó de vencer los enemigos, en quien los | del emperador hicieron gran carnicería, hasta que ellos mismos arrojando las armas, pedian por misericordia la vida Teodosio se la concedió mandando á los capi-llaba muy afligida con lo mucho que el emperador tanes que le trujesen á Eugenio preso.

Valente había favorecido á los arrianos. Porque siempre tuvo en mas Teodosio ser miembro de la Iglesia, que ser señor tan grande en la tierra. Mandó derribar por todo su imperio los templos de los gentiles, y hacer pedazos sus ídolos, como quien entendia bien que aun los bienes de la tierra no están en el poder de les demonios, sino en solo el poderío del verdadero Dios¿Qué cosa hubo mas digna de admiracion, que su bamildad cristiana? cuando habiendo cometido el grave pecado de crueldad en Tesalónica, reprehendido con la severidad que suele usar la Iglesia, de tal manera hus penitencia, que el pueblo rogando á Dios por él, no temia la magestad imperial, sino lloraba bien de veras de gozo por verla abatida y postrada por el suelo en a Iglesia. Antes desto habia dicho así. Como mas celusa de mantener su fé, que extender su señorío, no solamente se la guardó al emperador Graciano en su vida sino que despues de muerto, y sucediéndole su hermano Valentiniano, muchacho de poca edad, á quien fuera fácil cosa quitarle el imperio del occidente, si Teodosio tuviera mas deseo de extender su señorío, que de responder con el agradecimiento debido: como buen cristiano tomó al mozo huérfano en su amparo, y con aficion de padre le restauró y sosegó su imperio, cuando por la tiranía de Máximo lo tenia perdido. Con le hijos de sus enemigos que habian sido muertos no por su mandado, sino por la furia de la guerra, se hubo Teodosio tan benignamente, que aunque no eran eristianos, por solo que se retiraron á la Iglesia, tomo esta ocasion de hacerlos cristianos, y amolos con caridad cristiana, no solo no quitándoles sus haciendas. sino acrecentándolos mucho con cargos y honras es público. Al fin concluye este Santo con decir. Estas y otras buenas obras semejantes, que seria probijidad contarlas, llevó consigo Teodosio deste temporal humo de la alta cumbre y sublime estado de la terra. el premio de las cuales es la bienaventuranza eterna, la cual da Dios á solos los que de veras son cristianos San Ambrosio tambien alaba á este santo princive. Así se le cumplió á Teodosio lo que el santo mon- y celebra sus grandes virtudes. Hizo para esto un ra ge Juan le habia profetizado de la victoria, y tambien zonamiento 6 sermon en sus obsequias, y dando ab se cumplió luego la profecía de su muerte, pues no las causas del mucho amor que le tuvo dice desta mavivió mas que cuatro meses justos despues, muriendo nera. Yo amé en el emperador Teodosio un hombre en Milan á los diez y siete de febrero del año siguiente misericordioso, humilde en el imperio, dotado de lim trescientos y noventa y cinco. Su enfermedad fué hi- pio corazon y blando y manso pecho, el cual surie dropesía, y sintiéndose luego mortal se aparejó con amar Dios nuestro Señor, pues dice por su profeta 1 mucho cuidado para esperar la muerte. Congojándo-¿Sobre quien descansaré, sino sobre el humilde y man le mas, como dice Nicéforo, el mal que podia suceder

Estaba Eugenio apartado del lugar donde se peleaba, esperando por momentos la nueva de la victoria que tenia por muy cierta, habiendo mandado ántes de la batalla muy de propósito, que se tuviese mucho cuidado de no matar á Teodosio, sino que se lo trajesen vivo delante. Bien sé, decia Eugenio, que ha de entrar hoy como desesperado en la batalla, y con deseo de morir en ella. Mas yo quiero me le traigais vivo á mi presencia. Con esta tan vana esperanza preguntó á sus capitanes, que ya venian á prenderle, si traian vivo á Teodosio como les habia mandado. No le traemos, respondieron ellos, ántes venimos para llevarte á tí delante dél, porque hoy le ha Dios ensalzado, y abatido tu soberbia. Diciendo esto lo prendieron, y lo llevaron delante el emperador, y allí á sus piés le mataron los soldados, y poco despues se mató á sí mismo Arbogasto.

El dia desta victoria fué á los diez y siete de setiembre, el año trescientos y noventa y cuatro, y es muy celebrada ella, y el insigne milagro con que se alcanzó por san Agustin que vivia en este tiempo, y por todos los historiadores y poetas que en él escribieron. Nicéforo refiere (1), que el mismo dia de la batalla un endemoniado dijo en Constantinopla lo que pasaba en ella. Y fué desta manera. Hallábase aquel dia este endemoniado en el templo de san Juan Bautista, donde diji– mos que habia hecho oracion el emperador cuando se partia para esta guerra. Arrebatóle allí de súbito el malvado espíritu, y comenzó á decir algunas blasfemias contra san Juan Bautista, como que altercase con él. Entre las otras cosas dijo. Descabezado, tú me vences, y andas poniendo asechanzas á mis ejércitos. Como oyeron esto los que se hallaron presentes, y en toda la ciudad habia mucho cuidado y congoja desta guerra, parecióles que hablaba della, y escribieron el dia, y despues con la nueva de la victoria, entendieron como era el mismo en que allí habian tenido aquel aviso.

(1) En el c. 39, del lib. 12.

so de corazon? Amé en él un hombre que me pre(1) Esaia 66.

1

Da mas cuando le reprehendia, que si le lisonjeara; elante mí se quitó todas las insignias reales, y llopúblicamente en la Iglesia su pecado, que por instiion engañosa de otros se le habia pegado, y con lamas y gemidos me pidió el perdon. No rehusó el perador lo que los hombres particulares rehuyen vergüenza, hacer en público penitencia, y despues ca hubo dia en que no lamentase aquel su error. é en él un hombre que en lo último de su vida el postrero anhelito me buscaba, y me llamaba. é un hombre que cuando ya se estaba muriendo, s se congojaba del estado y peligro en que quedaban iglesias, que no de sus propios daños. Otras mus cosas dice el santo Doctor deste glorioso príncipe. exto Aurelio, como quien vivió en tiempo de Teoio, trata al cabo de su vida mas en particular de as sus virtudes y otras cosas suyas, diciendo así. las condiciones, hechos y deseos fueron tan semees Trajano y Teodosio, que no se lee cosa ninguna primero en los autores antiguos, que no se pueda ir por igual con verdad del otro. Porque tenia Teoio un animo benigno y misericordioso, y una igualnotable para con todos, creyendo que no debia renciarse dellos mas que en el traje, y en las inias reales. A todos honraba, pero mas largamente s buenos. Ainaba los hombres de llano ingenio, teido admiracion de los que lo tenian ensalzado y rnado con letras sin perjuicio de nadie. Hacia con nde ánimo grandes mercedes, amando sus antiguos gos y conocidos, aunque no hubiese pasado el amisde haber sido en la guerra su camarada. A ésdaha dineros, y cargos, y les hacia otras merce, principalmente á los que habia hallado fieles y daderos amigos en sus adversidades y las de su paComo hombre que estimaba en mucho la honesd y cuidado en ella, vedó por leyes que en los cons no hubiese ningun regocijo deshonesto, de los que mujeres que cantaban y tañian, y con otras soltuse solian usar. Comparado en las letras que sabia, los excelentes en ellas, podia pasar por mediano; poner mucha diligencia, y tener harta viveza, en er por las historias los hechos de los pasados; aboando siempre y afeando con palabras lo que leia er hecho alguno con soberbia, con crueldad, y daño de la libertad, y sosegada manera de vivir de hombres. Enojábase con mucha furia cuando tenia on, mas aplacábase luego, y así con pequeña dila

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mano y de su hermana, y tambien trataba con grande amor á sus parientes por sangre, ó casamiento. Sus banquetes eran pulidos, y con honestidad muy regocijados, sin ser de ninguna manera suntuosos. Sus platicas en la conversacion eran diversas conforme á la dignidad, aficion y ejercicio de la persona con quien trataba, siendo siempre su habla grave, sin faltarle buena mezcla de alegría y dulzura. Con sus dos mujeres guardó siempre mucha concordia, y con sus hijos tuvo blandura. Ejercitábase de ordinario, y no tan poco que fuese flojedad y regalo, ni tanto que llegase á ser cansancio. Su mayor recreacion era pasear largo á pié, cuando los negocios le daban lugar. Con esto restauraba su ánimo, y con la templanza en el comer conservaba la salud. Hasta aquí prosigue Sexto Aurelio.

Murió Teodosio de edad de cincuenta años, habiendo tenido el imperio diez y seis. Nicéforo dice vivió mas de sesenta años; mas en esto contradice á Sexto Aurelio, que como dijimos, señala que habia treinta y tres años cuando le dieron el imperio. Pues es cierto que no lo tuvo mas que diez y seis, segun por la sucesion de los cónsules claramente parece. Fué casado dos veces, porque muerta Placila, tomó por mujer á Gala Augusta, hija del emperador Valentiniano el viejo. Tuvo tres hijos, los dos emperadores Arcadio y Honorio de Placila, y la princesa Gala Placidia de su segunda mujer. Habíanse vuelto á juntar en él los dos imperios de oriente y occidente, y dejóseles á sus dos hijos bien pacíficos y sosegados, y él se fué al cielo á reinar allá con Dios, y gozar con él, como dice Nicéforo, el premio de su viva fé y grande a mor que con él tuvo, y del odio encendido con que aborreció y persiguió los gentiles y los herejes.

Es harto de notar á esta sazon, como siendo el emperador Teodosio español, y habiendo sido tan buen señor, no se hallan por España piedras escritas, donde ella se gloriase del bien que en esto tenia. Mas él fué tan modesto y tan ageno de ningun género de vanagloria, que cierto debió vedar se le pusiesen estatuas ni otras memorias. Haciéndole Sexto Aurelio tan semejante en todo con Trajano, dice que solamente le dejó de parecer en los dos vicios que tuvo. Era Trajano demasiadamente amigo del vino, y Teodosio muy templado en beberlo. A Trajano, como vimos, le llamaron yerba parietaria, porque con deseo de memoria y fama, en cada pared y en cada piedra holgaba quedase escrito su nombre. Mas á Teodosio ningun deseo de cosa se

i se ablandaban muchas veces sus crueles ejecucio-mejante se le conoció. Y esta es la causa por qué no haFué Teodosio mejorando siempre en su buen ser an virtud, y cuanto acrecentaba en la potencia y ›río (lo que acontece muy raras veces en los príns), crecia en mas bondad y moderacion. Señaladate pareció esto despues de las grandes victorias hubo de Máximo y Eugenio. Entonces tomó siemmayor cuidado en mandar proveer en la abundande pan y de todos mantenimientos. De sus dineros ituyó y satisfizo algunos robos de gran suma de y plata, que el tirano Eugenio habia hecho; hadoso tenido hasta entonces por gran benignidad de príncipe, cuando en semejantes guerras volvia á dueños las heredades destrozadas y destruidas. as cosas insignes habia en este príncipe, que aunson menores, y de las de dentro de su casa, mas ser secretas parece que se descan mas saber. «Honba y reverenciaba á su tio hermano de su padre, mo si verdaderamente fuera su padre.» Tenía copor propios hijos á sus sobrinos, hijos de su her

llamos por España ninguna memoria suya. Y á la verdad, ya se iba perdiendo esto del todo, y no se acostumbraba poner estatuas á los emperadores, ni otros títulos en piedras. Porque la religion cristiana poco á poco habia cercenado en los príncipes estas pompas de vanagloria, y habia apremiado tambien à la lisonja para que no tratase de semejantes demostraciones. Así ya se hallan aun en Roma pocas piedras destos tiempos, y en España y otras provincias casi ningunas.

CAPÍTULO XLVI.

Dos cosas notables que hubo para la religion cristiana en tiempo del emperador Teodosio, y de los primeros cónsules cristianos.

Hubo dos cosas muy señaladas entre otras muchas para la religion cristiana en tiempo deste singular principe. La primera derribarse por la ley que él hizo públicamente por toda la tierra de ambos imperios los ídolos y sus templos. Que aunque ya estaba muy ex

tendida la Iglesia cristiana desde Constantino, y los así lo afirma san Agustin expresamente. Y así aunque emperadores siguientes siempre habian ido acrecen- | fué cónsul, no hay para qué se haga memoria del en tando mucho en ella, mas todavía no estaba del todo esta cuenta. No muchos años despues el noventa y dos desarraigada la secta de los gentiles, como está dicho. de nuestro Redentor, fué cónsul en Roma Marco Arīli Ahora ya quedó la gentilidad toda deshecha en públi- Glabrion, en tiempo del emperador Domiciano, yê k co, y los rastros, que aun quedaron della, fueron par- mandó matar poco despues, habiéndole antes desterraticulares en algunas partes, y en otras ocultos y secre- do. Fray Onufrio Panuinio en su corónica eclesiástara, tos, con miedo siempre de las penas en que incurrian. dice que fué martirizado por ser cristiano. Él no dire La otra cosa muy señalada fué haber habido en Ro- allí mas desto, y en los fastos ninguna mencion hire ma desde el tiempo deste emperador mucha gente prin- dello, cuando puso este cónsul en su año. Escrfbela cipal y patricia cristiana, bautizándose muchos de los Dion Casio harto claro á mi juicio, por estas palabras, senadores públicamente, como del poeta Prudencio se hablando del año noventa y seis de nuestro Redentor, entiende, atribuyéndolo todo á la gran cristiandad y como por los cónsules parece. El mismo año mard zelo del emperador Teodosio. Y aun podria alguno pen- Domiciano matar á muchos, y entre los otros á Flavio sar, que deste emperador adelante no hubo cónsul nin- Clemente, que era entonces cónsul, aunque era sasguno que no fuese cristiano, habiéndolo sido Avianio brino, y estaba casado con Flavia Domicilia, que tam, Simmaco, hombre gentil, el año trescientos y noven-bien era su parienta. El crímen que les impuso fué de ta y uno, que es un año antes de la muerte de Valen-infidelidad y desacato contra los dioses en la religion. tiniano el Segundo, por la cual Teodosio quedó señor Por esta misma causa fueron condenados muchos que de Roma y de todo el occidente. Y digo que Simmaco era gentil, pues fué el que trujo la embajada por las virgenes vestales, y por los otros dioses á Valentiniano, como escribiendo del poeta Prudencio se dijo (1).

se habian vuelto cristianos. Algunos dellos mataron, y
á otros les quitaron las haciendas. A Domicila no bi-
cieron mas que desterrarla en la isla Pandarria. Tam-
bien mandó matar á Glabrion, el que había sido cós-
sul con Trajano, habiéndole acusado entre otras cosas
del mismo crímen que á los ya dichos. Éstas son las
palabras de Dion. Y aunque donde yo traslado aqu

judíos, cosa es manifiesta que se ha de entender as
como yo digo. Porque teniéndose por tan cierto, com
se tiene en la Iglesia cristiana, que Flavia Domicile fea
cristiana, y desterrada por esto, no hay que dudir
sino que su marido y Glabrion fueron tambien cristia-
nos, y muertos por serlo, como en las palabras de Die
está claro. Y desta señora y su cristiandad, y lo qu
padeció por ella, grandes testimonios tenemos en 1
historia eclesiástica de Eusebio (1), en Nicéforo Gar-
tópulo (2), y en otros autores. Los martirologios re-
manos de Beda y Usuardo la ponen mártir, y refieret.
su pasion á los siete de mayo. Tambien cuentan dete
lós obispos Equilino y Lipomano y otros autores que
escribieron de santos. Y algunas iglesias aun acá en Es-

Parece que hasta ahora, aunque habia habido muchos consules cristianos, desde el tiempo de Constantino, tambien habia habido siempre hartos de los gentiles, como claramente lo entenderá, quien con aten-cristianos, en los libros griegos y latinos de Dion dire cion leyere las inscripciones antiguas destos tiempos, que fray Onufrio Panuinio pone en sus fastos, y Aldo Manucio en su ortografía. Allí verá como los cónsules y sus hijos, ponian estatuas á los gentiles, y hacian otras cosas que muestran como perseveraban en su error. Y harto he yo deseado de saber cuáles fueron los dos primeros cónsules que hubo en Roma cristianos. Que por ser este cargo tan principal en aquella ciudad, era cosa digna de saberse y escribirse, cuando comenzaron á tenerlo cristianos. Y me espanto del descuido que todos los santos y historiadores eclesiásticos de aquellos tiempos tuvieron en no escribir algunas particularida- | des en esto. Refieren y celebran otras cosas de ménos grandeza en nuestra religion cristiana, y nunca señalaron ésta, que fué de tanta gloria y triunfo para ella.paña, y entre ellas la de Toledo, le hacen la fiesta. Asi Yo pondré aquí lo que he podido averiguar en esto, habiéndolo con mucha diligencia inquirido. Y con no ser cosa de España, por ser tan notable en la Iglesia de Dios, osaré tomarme esta licencia.

Podríamos decir que el primer cónsul romano que recibió la fé de Jesucristo, fué Sergio Paulo el proconsul de Asia, á quien convirtió san Pablo en la isla de Chipre, á los diez años despues de la pasion de nuestro Redentor, como san Lucas en los actos de los apóstoles lo cuenta (2). Porque aunque el cargo de procónsul se daba algunas veces por aquellos tiempos, á quien | no había tenido el consulado, mas lo ordinario era preceder aquella dignidad á este cargo. Y el no hallarse nombrado Sergio Paulo entre los otros consules en las listas y memorias que dellos hay, no es inconveniente, porque pudo ser de los cónsules sufectos, que como yo advertí, en aquel tiempo mucho se usaban. Mas aunque éstas sean buenas conjeturas, no hay afirmar con ellas nada por cierto.

De Séneca ya he dicho como no fué cristiano, (1) Al fin del lib. 1. contra Simmaco. (2) Cap. 13

pues

tenemos ya de aquí estos dos cónsules Glabrion y Qmente. cristianos, que sin duda parece fueron los primeros. Y era cónsul Flavio Clemente aquel mismo año que lo mataron, noventa y seis de nuestro Redentor cuatro años despues que Glabrion lo habia sido.

Nuestro poeta Aurelio Prudencio parece quiso tratar algo de cónsules cristianos (3), en estos sus tiempos de Graciano y Teodosio, mas de doscientos y sesenta años despues de lo que ahora acabamos de decir. H3blando de los dos hermanos Sexto Anicio Provino. ! Sexto Anicio Hermogeniano Olibrio, que fueron cons3les juntos el año en que murió Teodosio, trescientos y noventa y cinco de nuestro Redentor, refiere como e uno dellos, pasando por la iglesia de San Lorenzo ( § 30 que parece) mandó á sus lictores que abatiesen sus faces para pasar con humildad y sujecion por delante ei Santísimə Sacramento, y del templo del santo Mártir. que fué demostracion cristianísima, y digna de qar nuestro poeta así la celebrase.

(1) En el D. 3, c. 18. (2) En el lib. 3, c. 9. (3) A¡ ́@** lib. I. contra Simmaco.

FIN DEL LIBRO DÉCIMO Y CASI DEL SEÑORIO DE LOS ROMANOS EN ESPAÑA.

- NOTA. Aunque aqui termina el tomo I de las Glorias Nacionales, rogamos a nuestros suscritores que no se lo hagan encuadernar hasta que les reser tamos los apéndices al mismo, y los indices, que se imprimiran mas adelante.

AL TOMO PRIMERO DE LAS GLORIAS NACIONALES.

TROZOS

DE

FLORO, T. LIVIO, Y J. CÉSAR,

PARA ILUSTRACION DE LA HISTORIA DE ESPAÑA.

DE FLORO. (LIB. II,) XVII. —Sucesos de España. - Despues le Corlato, llególe su turno á Numancia, como después de artago le habia llegado el suyo à Corinto; y nada queó desde entonces libre de nuestras armas, porque tras os dos famosos incendios de aquellas ciudades, se proagó simultànea y universalmente la guerra, como si as pavesas esparcidas por el viento hubiesen comunicado el fuego a todo el orbe.

España, sin embargo, no quiso nunca levantarse en nasa contra nosotros, midiendo las suyas con nuestras uerzas, para sacudir nuestra dominacion ó defender Hladinamente su libertad; porque si lo hubiese intenado, su misma situacion habria hecho imposible basta ltovadirla, defendida como esta por el mar y por el aluarte que le forman los Pirineos. Vióse atacada por os romanos antes de que ella misma conociese á dónde legaban sus fuerzas, y fué entre todas la única provin ia que basta despues de vencida no supo lo que valia. a lucha que en ella se sostuvo, aunque interrumpida veces, segun lo requerian los tiempos, duró cerca de loscientos años, desde los primeros Scipiones hasta el César Augusto; pero estuvo empeñada al principio, mas que con los españoles, con los cartagineses que ocubaban España, y que fueron el origen y la primitiva causa de tan larga série de guerras.

Publio y Neyo Scipion fueron los primeros que con las enseñas romanas atravesaron el Pirineo: derrotaron en eñalados combates á Hanon y à Asdrúbal, hermano de Anibal; y se hubieran apoderado seguidamente de toda España, si vencedores por mar y por tierra aquellos sforzadisimos varones no hubiesen sido víctimas de la nala fé cartaginesa. Para vengar al padre y al tio, la nvadió de nuevo aquel otro Scipion Tlamado mas adeante el Africano, quien, despues de haberse apoderado e Cartagena y de otras ciudades, no contento con haber xpelido a los cartagineses, la hizo provincia tributaria uestra, sometióla toda aquende y allende el Ebro, y ué el primer caudillo romano que llegó vencedor hasta Cadiz y á las orillas del Océano.

Es, con todo, mas fácil conquistar una provincia que onservarla; y asi fué luego necesario enviar generales diferentes distritos, para que enseñasen la sumision à quellos pueblos feroces que habian conservado hasta utonces su libertad y rechazaban nuestro yugo; lo que o pudieron conseguir sin mucho trabajo y solo despues e sangrientos combates. Caton, el censor, domó pecando a los celtiberos, que eran el núcleo de los espaoles: Graco, el padre de los Gracos, castigó á los misnos pueblos con la ruina de ciento y cincuenta ciudades: 1 gran Metelo, que así como se apellido el Macedónico ubiera merecido llamarse el Celtibérico, añadió á la loria de haberse apoderado de Contrebia, castigandola jemplarmente, la de haber perdonado à Nertobriga: uculo sometió à los Túrdulos y á los Vacceos, de quie. es obtuvo tambien épimos despojos Scipion el Joven, espues de haber provocado y vencido á su rey en sinular combate; y por último Décimo Bruto se adelantó asta sojuzgar á los Celtas, á los Lusitanos y á todos los ueblos de Galicia, haciendo pasar à sus soldados el paa ellos tan formidable rio del Olvido, recorriendo venedor las orillas del Océano, y no dando la vuelta hasta

ТОМО 1.

haber presenciado como el sol se hundia en el mar apagando sus fuegos en las aguas, aunque temeroso y casi horrorizado de hater cometido con ello un sacrilegio.

De todos esos pueblos, los lusitanos y los numantinos fueron los que sostuvieron mas empeñada la lucha; porque ellos fueron los únicos que tuvieron generales que les mandasen: y sin duda la hubieran sostenido tambien los celtiberos, a no haber sucumbido al principio de la guerra su caudillo Salóndico, hombre industrioso y audaz, que blandiendo su lanza de plata como recibida del cielo, parecia inspirado y se habia atraido todas las voluntades. Con temerario arrojo quiso una noche penetrar en el campamento del consul, y junto à la misına tienda le alcanzó un dardo del centinela.

Viriato fue quien infundió aliento à los lusitanos. Dotado de inteligencia y valor, couvertido de cazador en bandolero, y de bandolero en caudillo y general de ejército, hubiera sido el Rómulo español, á haberle protegido la fortuna. No contento con defender la libertad de los suyos, llevólo todo à sangre y fuego por espacio de catorce años, aquende y allende el Ebro y el Tajo; atacó hasta los atrincheramientos de los pretores; derrotó á Claudio Ummano, exterminando casi completamente su ejército; y levantó por insigne trofeo en sus montañas las trabeas y fasces que habian caido en su poder. El cónsul Fabio Máximo logró al cabo contrarestarie con ventaja; pero su sucesor Servilio mancilló la victoria, porque con el ansia exagerada de poner fin á aquella guerra, cuando aquel caudillo estaba ya reducido á la extremidad y á punto de rendirse, no tuvo reparo en valerse del fraude y de la traicion, haciéndolo asesinar por sus propios servidores. Así dió al enemigo ta gloria de que pareciese que no habia podido ser vencido de otra ma

nera.

XVIII.-Guerra de Numancia. Aunque inferior en Tiquezas à Cartago, Capná y Corinto, Numancia las igualó & todas por su fama y su valor, siendo la que por sus guerreros dió mayor lustre y gloria à España, pues sin murallas, sin torres, situada en una humilde colina junto al Duero, con solos cuatro mil celtiberos resistió durante catorce años á un ejército de cuarenta mil hombres, y no solamente resistió, sino que hizo sufrir à sus sitiadores repetidas y considerables derrotas, imponiéndoles pactos vergonzosos, hasta que, reputada ya invencible, se dió el encargo de someterla al que habia destruido a Cartago.

A la verdad, no ha habido nunca ninguna guerra que tuviese una causa mas injusta. Habian los numantinos đado asilo á sus parientes y aliados, los segedenses, escapado de la opresion de los romanos: intercedieron Juego por ellos, aunque en vano, y á pesar de haberse mantenido siempre neutrales, intimoseles la órden de deponer las armas, si querian conservar nuestra alianza. Para aquellos barbaros, tanto valiera mandar que se les cortaran las manos: así to consideraron ellos, y tomando luego por jefe à Megara, hombre dotado de singular valor, empuñaron las armas y se dirigieron contra Pompeyo, con quien capitularon, à pesar de que les hubiera sido muy facil el derrotarle. Atacaron en seguida á Hostilio Mancino; y con repetidos combates lo estrecharon de manera que ya ningun romano podia

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sin estremecerse sufrir la mirada 6 escuchar la voz de un numantino. Sin embargo, le concedieron tambien capitular, contentándose con que el ejército hiciese entrega de sus armas, cuando estaba en sus manos el exterminarlo.

Avergonzado entonces el pueblo romano de aquella capitulacion, que reputaba tan ignominiosa como la otra de Caudium, pensó de pronto lavar su afrenta con la entrega de Mancino à los numantinos; y quiso luego vengarse, enviando por general à Scipion, quien con el incendio de Cartago se habia amaestrado en destruir ciudades. Al principio tuvo este que luchar mas en su campamento que en el campo de batalla, y antes por sus propios soldados que con los de Numancia; pues para disciplinarlos, los ocupa ba sin descanso en faengs rudas y serviles, haciendo traer estacas para la empalizada á los que no habian sabido empuñar las armas y embadurnarse de lodo á los que habían tenido miedo de tiznarse con la sangre del enemigo. Despidió tambien del campamento la turba de mujeres perdidas y criados; no permitió mas equipaje que el absolutamente necesario; y babiendo acreditado con su porte cuán cierto es que el general hace el ejército, reformado así el soldado, pudo entrar fuego en batalla y se vió entonces por primera vez lo que todos creian imposible, que los numantinos volviesen las espaldas. Por fin hubieran estos Tratado de rendirse, si se les hubiesen impuesto condiriones aceptables; pero Scipion quiso lograr cumplida la victoria, y los estrechó de manera que no tuviesen mas recurso que morir peleando. Resolvieron, pues. prepararse para el último combate con un funeral banquete, saciandose de carne medio cruda y embriagán dose de celia, nombre que daban á una bebida extraida del trigo; 'mas entendió su resolución el general ro. mano, y queriendo negarles hasta este último consuelo de morir en el campo de batalla, los circunvaló con foso y empalizada y con cuatro campamentos, para que los exterminase el hambre. Pidieron entonces por favor el combate; negóselo Scipion; y probaron por último una infructuosa salida, en la que murieron mu. chisimos, cuyos cadaveres sirvieron de alimento à los que quedaron con vida. Cuando trataron luego de salvarse con la fuga, se lo impidieron sus mujeres, que llevadas de un amor criminal, por lo excesivo, cortaron las cinchas de los caballos. Perdida por último toda esperanza, determinaron acabar, como lo hicieron, con el hierro y el veneno, y pegando fuego à la ciudad, que dar todos sepultados en sus ruinas, ellos, sus caudillos y su patria,

¡Gloria a ti, ciudad esforzada, y para mi la mas venturosa en medio de tus mismas desventuras! Tú amparaste fielmente á tus aliados; tú resististe sola por largos años al pueblo que tenia en su mano las fuerzas todas del universo; y cuando caiste al cabo vencida por el mas grande de los generales, no le dejaste ni un trofeo siquiera en que pudiera gozarse; ninguno de tus hijos hubo de arrastrar las cadenas del cautiverio; como pobre que eras no pudieron cebarse en tu botin los enemigos, porque hasta tus armas fueron presa de las llamas: triunfaron, nó de ti, sino solamente de tu nombre.

(LIB. III. IX. · Guerra contra las Baleares.- Como la familia de Metelo of Macedónico estaba acostumbrada à intitularse con sobrenombres que recordasen sus guerras, luego que uno de sus hijos se apellido el Crelense, no tardó otro de ellos en llamarse el Baleárico.

Los baleares infestaban à la sazon el mar con su piratería, y aunque es de admirar que aquellos hombres agrestes y salvajes se atreviesen siquiera á contemplarlo desde la cima de sus peñascos, no obstante, embarcados en toscos barquichuelos, fueron muchas veces el terror de los navegantes que se acercaban á sus islas. Cuando descubrieron la nota romana que se dirigia hacia ellos, la miraron como una presa y tuvieron la osadia de salirle al encuentro, disparandole al primer choque un diluvio de piedras y peñascos. Cada uno de aquellos isleños peleaba con tres hondas; y no es de admirar que fuesen certeros sus tiros, porqué siendo aquella su única arma, se amaestraban en su manejo desde la infancia, de modo que hasta la inadre no daba al niño otra comida que la que, puesta por blanco, acertaba aquél con su disparo. Poco duró, Sin embargo, el terror que infundieron á los romanos, pues luego que pudo llegarse al abordaje y experimentaron el daño que les causaban nuestros espojones y nuestros dardos, buscaron su salvacion en la playa, huyendo como un rebaño con clamorosa griteria. Para vencerlos luego, despues de dispersos, fué menes1er rebuscarlos en las fragosidades de los montes.

(LIB. III.) XXIII. — Guerra contra Sertorio. - La guerra contra Sertorio no fué mas que una consecuencia de las proscripciones de Syla; y no se si la llame civil 6 ex, tranjera, porque si bien fueron lusitanos y celtiberos

los que la sostuvieron, tambien fué su general un ro

mano.

Varon de virtud heroica y funesta, desterrado y buyendo de las tablas de proscripcion, corrió la tierra y fos mares llenándolos con el eco de sus desgracias despues de haber probado fortuna en Africa y en las b las Baleares, se abandonó al Océano, llegó hasta las islas Fortunadas, y de alli pasó á España a armaria contra el poder de Roma. Como hombre animoso, simpatiz luego con otros valientes; y nunca brilló con mayor gioria el ardimiento del soldado español, que cuando este estuvo mandado por un general romano. Sertorio no se contentó además con sublevar la España, sino que aliandose con Mitridates y con los pueblos del Ponto, auxil á aquel rey con una flota; de modo que recelosa la república y poco segura del éxito de la guerra, creyó que no bastaria un solo general para resistir a tan poderose enemigo, y envió à Neyo Pompeyo al lado de Melele Con repetidos combates, aunque de incierto resultado, acosaron los dos juntos las huestes del caudillo enemgo, hasta que éste sucumbíó por último, nó en el cam po de batalla, sino víctima de la perfidia y traicion de los suyos. Sus tropas fueron Juego perseguidas por toda España, sin que se empeñase nunca ninguna accion decisiva.

Los lugartenientes de cada partido, á saber, Domicio y Torio por un lado, y los dos Herculeyos por el otro, fueron los que en esta guerra dieron los primeros combates, mas luego vencidos estos cerca de Segovia, y aquellos junto al Ana, vinieron luego a las manos los mismos generales, quedando tambien ambos derrotados, el une en Laurona y el otro en Sucrona. Entretuviéronse entonces en talar los campos y asolar las ciudades, hacien do pagar a la infeliz España la pena de la discorda m que estaban los caudillos romanos; hasta que, muerte Sertorio por la felonia de sus servidores, vencido y pri sionero Perpenna, se sometieron à Roma las ciudades de fluesca, Termes, Turia, Valencia y Auximia, y luego la de Calahorra, cansada de sufrir los rigores del hambre. Así quedó apaciguada toda España, y los generales vencedores quisieron que esta guerra fuese considerada como extranjera, para que se les concediesen los bonores del triunfo.

(LIB. IV.) II.-Guerra de César y Pompeyo, - Sangrienta y de dudoso éxito fué por mucho tiempo la guerra que César hizo en España á los tenientes de Pompeye Petreyo y Afianio. Hallandolos acampados cerca de Lerida junto al rio Segre, se empeñó en sitiarios en st campamento interceptando sus comunicaciones con la ciudad, pero la pronta crecida del río por la primavera fué causa de que no pudiese llegarle el necesario bas timento, y asi aquejada su hueste por el hambre, fald muy poco para que el sitiador acabara por verse sitiado. Cuando menguaron las aguas y quedaron expeditas the comunicaciones, renovóse con ardor la lucha, estre chólos con ahinco, y persiguiéndolos luego en su relirada, los alcanzó en la Celtiberia, donde pudacorralar los cercándolos de fosos y trincheras, hasta obligarios i rendirse. La sumision de la España Citerior fué causa de que se sometiera tambien luego la ulterior porq ¿cómo había de resistirse una sola legion, cuando cinco hablan tenido que deponer las armas? Luego que ron se hubo voluntariamente rendido, todos se apresraron à reconocer la buena fortuna de César, hasta Cadiz, el estrecho y el Océano.

Var

Renacieron otra vez la lucha y los partidos, con igust ardor como si principiasen de nuevo, y cuanto habia aventajado el Africa á la Tesalia, tanto aventaja Espada al Africa en el furor de la guerra, Favorecia al un par tido el tener por caudillos à dos hermanos, à dos Pompeyos en vez de uno; y asi no es estraño que no se bo biese peleado nunca con mayor encarnizamiento, mi que nunca se hubiese presentado mas indeciso el resultado de la lucha.

Los lugartenientes Varo y Didio, fueron los primero que entraron en combate à las puertas mismas del Océano, donde sus escuadras hubieron de luchar, ma que entre si, con los elementos; pues como si el mat hubiese querido darnos el castigo por nuestras disea dias, las destruyó á entrambas con el naufragio. Her roroso fué aquel combate! Las olas, los vientos, les hombres, las naves. las armas, todo luchó á la vez: 1 acrecentaba lo terrible del trance el ver por un lado los costas de España y por el otro las de la Mauritania que se van gradualmente acercando como para obrazatse. el presenciar el choque de los dos mares interior y el terior, y el descubrir las colunas de Hércules qu levantaban imponentes, testigos del combate y de lempestad.

Los ejércitos de ambos partidos corrieron en seguièr i sitiar y destruir ciudades, castigandolas uno y otro per su alianza con los romanos, hasta que se dió la última decisiva batalla de Munda. En ella pareció que à Ce queria abandonarle su buena suerte; pues estuve pl

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