Historia de un corazón

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L. López, 1880 - 404 páginas
 

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Página 132 - Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte me agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba.
Página 129 - Aquel ruiseñor amante es quien respuesta me da, enamorando constante a su consorte, que está un ramo más adelante. Calla, ruiseñor; no aquí imaginar me hagas ya, por las quejas que te oí, cómo un hombre sentirá si siente un pájaro así.
Página 132 - ¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera, pues ves desde tu altura esta falsa perjura causar la muerte de un estrecho amigo, no recibe del cielo algún castigo? Si en pago del amor yo estoy muriendo, ¿qué hará el enemigo? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Página 133 - No hay corazón que baste, aunque fuese de piedra, viendo mi amada hiedra de mí arrancada, en otro muro asida, y mi parra en otro olmo entretejida, que no se esté con llanto deshaciendo hasta acabar la vida.
Página 130 - No así con verdes abrazos me hagas pensar en quien amas, vid; que dudaré en tus lazos, si así abrazan unas ramas, cómo enraman unos brazos. Y si no es la vid, será aquel girasol, que está viendo cara a cara al sol, tras cuyo hermoso arrebol siempre moviéndose va. No sigas, no, tus enojos, flor, con marchitos despojos, que pensarán mis congojas: si así lloran unas hojas, cómo lloran unos ojos.
Página 133 - Vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío Llevaba, por pasar allí la siesta, A beber en el Tajo mi ganado; Y después de llegado, Sin saber de cuál arte, Por desusada parte Y por nuevo camino el agua se iba; Ardiendo yo con la calor estiva, El curso enajenado iba siguiendo Del agua fugitiva.
Página 133 - Soñaba que en el tiempo del estío llevaba por pasar allí la siesta, a beber en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte, por desusada parte y por nuevo camino el agua se iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso, enajenado, iba siguiendo del agua fugitiva.
Página 133 - ¡Ay cuánto me engañaba! ¡Ay cuán diferente era, Y cuán de otra manera Lo que en tu falso pecho se escondía! Bien claro con su voz me lo decía La siniestra corneja, repitiendo La desventura mía: Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Página 132 - ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, Y al encendido fuego en que me quemo Más helada que nieve, Galatea!
Página 133 - Tu dulce habla ¿en cuya oreja suena? Tus claros ojos ¿a quién los volviste? ¿Por quién tan sin respeto me trocaste?

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