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En pos del accidente epiléptico que acometió al duque de la Azucena en presencia de toda la aristocracia de Madrid, que habia concurrido al suntuoso baile con que se propuso obsequiar á su antigua amiga la marquesa de Verde-Rama, sufrió aquel personage una grave enfermedad, que puso en gran peligro sus dias, por las frecuentes convulsiones é incesante delirio que le atormentaban.

El proyecto del doble enlace no era ya un misterio; pero la

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aparicion en el baile de la misteriosa y gentil gitanilla que cruzára el salon, velada de luto, cuya sola presencia habia bastado para poner en peligro la vida del duque, dió márgen á los comentarios. de los chismosos que tanto abundan en el gran mundo, y á ridículas historietas que los ociosos se holgaban en inventar.

En esta sabrosa tarea aguzaba don Agapito en primer término su ingenio de poeta, y con la intencion de ver si lograba descomponer los consabidos matrimonios, inventó fábulas diabólicas. Desgraciadamente para él, la marquesa mamá estaba demasiado iniciada en los secretos del duque, para que no conociera la falsedad de cuanto se murmuraba contra el paciente, y aun el origen de las calumnias de don Agapito. Reíase, en consecuencia, de todas las hablillas de la córte, y tanto ella como su hija mostrábanse cada dia mas apasionadas de sus futuros esposos.

Esto, añadido á los contínuos desaires que sufria el pobre alumno de Apolo de su ingrata Filis, indújole á meditar una séria venganza.

Entretanto iba el duque convaleciendo, y se hallaba ya casi enteramente restablecido, merced á los auxilios del arte, á los esmeros del viejo Ambrosio, y asíduos cuidados de don Eduardo, que no se apartaba un momento del lado de su padre.

Viendo que le faltaba poco para su completo restablecimiento, no quiso dilatar mas el cumplimiento de la primera promesa que habia hecho á su novia, y salió de casa cuando juzgó que ya su presencia no era indispensable.

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Con todo, apenas estuvo un cuarto de hora ausente, y á su regreso, corrió solícito en busca de su padre y le preguntó con afectuoso acento:

¿Cómo está usted, padre?

-Bien, hijo mio, muy bien-respondió el duque; -pienso salir hoy mismo de casa, y espero que no tendrás inconveniente en acompañarme.

-Ninguno... muy al contrario, tendré un gran placer en que se apoye usted en mi brazo, si no vamos en coche.

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—Lo sé, Eduardo, lo sé. Siempre he creido que serias el báculo de mi vejez. Ya ves que ha llegado la hora de que se realice mi esperanza.

Si vivimos los dos treinta ó cuarenta años mas, seré entonces el báculo de la vejez de usted; pero ahora..... ahora daré el brazo á un convaleciente, no á un viejo.

-Llevo medio siglo á cuestas, hijo mio.

¿Y qué es eso? La mejor edad del hombre. Aun le queda á usted otro medio siglo que recorrer.

-Yo bien lo quisiera, pero...

-i Bah! bah! ¿Quién se acuerda de la vejez en vísperas de

casarse?

-Dices bien.

-¿Y á dónde quiere usted ir?

-Hoy nos concretaremos á hacer una sola visita.

-¿A la marquesa, por supuesto?

-Es claro..... Ya ves tú que hay poderosos motivos para que tanto ella como su hija merezcan nuestra preferencia.

-Es verdad.

-No solo por los vínculos que vamos á contraer, sino por el interés que han manifestado en esta ocasion.

-Es cierto.

-Ni un solo dia han dejado de mandar recado mañana y tarde.

Así es.

-Y muchos dias han venido en persona á verme..... ó mejor dicho, á vernos.

-No hay duda.

-Hoy nos limitaremos á cumplir esta sagrada obligacion de gratitud y... de amor, ¿no es verdad?

Ya se vé
que sí.

-Y si, como espero, sigo bien...

-¿Pues no ha de seguir usted bien?

-Mañana ó el otro... pagaremos las visitas de los amigos.

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-Nuestra visita á la marquesa es urgente por muchos conceptos. En primer lugar es tiempo ya de que se fije el dia de nuestro enlace..... porque..... ya ves..... otras veces te he dicho que le considero como el remedio de mis infortunios..... y de todos mis males. Tambien te conviene á tí por la razon que sabes...

-A mí me basta que dependa de él la felicidad de usted.
-¿Con que tan á gusto te casas, hijo mio?

-Con tal de verle á usted feliz haria yo un sacrificio.

-Es que no se trata aquí de sacrificarte, Eduardo, si no de hacer tambien tu dicha. ¿Te repugna acaso tu enlace con la hermosa marquesita?

-Si me fuera odioso, no hubiera dado hoy el paso que he dado.

¿ Pues qué paso has dado, hijo mio?..... Cuéntamelo sin

reserva.

-He estado en casa de un pintor.

-¿De un pintor?

-Para que me haga el retrato en miniatura.

-¡Ah! ya... quieres regalárselo á tu Elisa.

-Me manifestó deseos de poseerlo, despues de haberme dado el suyo.

-¡ Cáspita! pues estais mas finos que nosotros. ¡Si vieras que gusto me das con eso! ¿Y se ha empezado ya el retrato?

-No señor.

-¿Cómo así?

-He llamado á la habitacion del pintor. He oido correr hácia la puerta, y cuando pensé que iban á abrir, he oido un grito de niña, al cual ha seguido un profundo silencio. He llamado otra vez, y entonces un vecino de la misma casa me ha dicho que el pintor y su muger habian salido juntos á paseó.

-¡A paseo! eso es... y si uno los necesita..... Los artistas no deben nunca abandonar su taller.

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El lector habrá ya comprendido que cuando Enriqueta fué á abrir la puerta de su casa creyendo que eran sus padres, vió á don Eduardo por la ventanilla sin ser ella vista. Esta inesperada aparicion, despues del funesto vaticinio de la Bruja, debió causar una violenta impresion en el tierno corazon de la enamorada adolescente, y cayó desmayada en los brazos de la Bruja, que ocupada en socorrerla, se curó poco de si habian vuelto á llamar á la puerta.

-Pienso volver un dia de estos á casa del pintor—continuó don Eduardo.

—Mañana mismo-dijo el duque-y si no está en su estudio, tanto peor para él............. te haces retratar por otro. Apuradamente no hay mas que pintores de sobra en Madrid.

-Mamarrachistas los mas.

-Pues el que has ido á elegir, no será de gran mérito cuando pasa las horas holgando.

Me han asegurado que es el mejor de Madrid.

-¿Y cómo desperdicia el tiempo paseándose?

Todos los que trabajan, padre mio, necesitan sus horas de recreo y descanso.

-Pero el paseo es mas á propósito para cansarse que para descansar. No quieras disculparle, y creeme: si mañana no está en casa, busca otro, El caso es que el retrato se haga sin dilacion. La pobre Elisa lo estará esperando con la impaciencia... con la ansiedad de una enamorada, porque se conoce que te ama de veras, Eduardo. Ya verás cuán dichoso vas á ser con ella.

Nada respondió don Eduardo, que parecia embebido en alguna meditacion importante.

El duque no reparó en la reciente distraccion de su hijo, y mirando su reloj, exclamó:

-¡Cáspita! es mas tarde de lo que me figuraba. Y quiero estar de vuelta al anochecer... No es cosa de echarla de valiente el primer dia que sale uno de casa........... y con el frio que hace.....

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