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la buena armonía que hasta entonces mediara entre ambos jefes, con harto sentimiento del que lo era del Norte, como lo demuestran sus escritos, pues nunca habia dejado de apreciar y protejer á su compañero de glorias y desgracias. Por esto fué grande la sensacion que le causaron los oficios de Oráa, máxime cuando Espartero ni le habia hecho prevenciones ni dado órdenes, como decia, no obstante poder hacerlo, por hallarse revestido de las facultades necesarias; solo le hizo indicaciones, y con especial cuidado de evitar toda espresion de autoridad.

Este incidente, que habríamos pasado desapercibido si no tuviera influencia con las operaciones militares, ocasionó su paralizacion; porque contando Espartero con la ayuda de las tropas del ejército del Centro, y combinando en Santa Eulalia sus movimientos para caer sobre don Cárlos, hubo de suspenderlo todo, detenerse más de lo que se habia propuesto en aquel punto, y se dió así tiempo á que los carlistas operasen á su gusto.

Oráa podia vanagloriarse de este perjuicio que se irrogaba á la causa liberal, y nos estraña que él, tan decidido por su triunfo, tan prudente en sus juicios y procederes, se hubiera ofuscado hasta el punto de anteponerle á su patria y convicciones; pero era el gobierno el más culpable.

Espartero que comprendia el conflicto en que le ponia Oráa, que no le comprendió éste sin duda, porque no creemos en el vencedor de Chiva tamaña injusticia, espuso al gobierno su situacion en una esposicion sentida, prudente y digna (1).

Las tropas que guiaba Espartero, empezaban á sentir las escaseces que eran tan frecuentes, y el jefe tuvo que acudir con generoso desprendimiento á sus propios intereses, para proporcionar dos dias de raciones al soldado, pudiendo así moverse con más desembarazo.

La posicion de los liberales continuaba siendo en la ribera del Cella: aprovechándose el enemigo de esta forzosa detencion, pronunció su movimiento hacia el Ebro, lo cual obligó á que se destruyesen y recogiesen todas las barcas y pontones que pudieran servirle.

Oráa reconoció al fin que habia errado, y el 24 escribió al conde desde Rubielos, convencido ya por las amigables y justas observaciones que le hizo: dió cumplimiento á anteriores disposiciones prestándose á cooperar con él contra los carlistas, y se halló pronto á seguir las instrucciones que le comunicara (2).

(1) Véase documento núm 9.

(2) Es notable este párrafo de la comunicacion de Oráa á Espartero-Póngase V. E. de mi parte, y juzgue si deberé estar lleno de resentimiento contra un gobierno, que sin trasladarme las órdenes que tenía dadas á V. E., hallándome con otras en contrario, sin costestar á la mayor parte

En su consecuencia, el 27 disponia el conde verificar su movimiento para el dia siguiente á Visedo, el 28 á Camarillas, y el 29 á Fortanete, en combinacion ya con Oráa y siguiendo el plan de operaciones que éste habia formado. Al último punto llegó á las cinco de la tarde del dia prefijado, habiéndole abandonado don Basilio que le ocupaba con cinco batallones castellanos y navarros y cuatro escuadrones y tomó la direccion de Cantavieja. Oráa debia pernoctar esta noche en Mosqueruela, hácia donde estaba Quilez.

ESPEDICION DE ZARATIEGUI.

DON JUAN ANTONIO ZARATIEGUI.

LVIII.

Otras graves atenciones iban á establecer y hacer verdaderamente crítica y apurada la situacion de los ejércitos reunidos. Una nueva espedicion se destacaba del Norte al interior: la guiaba un jóven que no carecia de audacia y de valor, y era preciso hacerle frente.

Era este jefe don Juan Antonio Zaratiegui y Celigueta, que nació el 27 de enero de 1804, en la antigua Oligitum y moderna Olite, fundada por el godo Suintila.

Dedicado á la curia por no poder seguir una carrera literaria, no abandonó los libros, á cuya lectura se entregaba con pasion, y especialmente si eran de historia ó trataban de guerras, de las que se mostraba entusiasta por instinto ó por pasar sus años juveniles, oyendo siempre los clarines y el estampido de los cañonazos; sobrada causa para inflamar en bélicos deseos su flexible corazon, como se inflamaban los de todos los españoles que amaban su independencia. Esto habia hecho renacer la antigua costumbre en Navarra de hacer los niños un ensayo de lo que veian en los militares, y Zaratiegui asistia á estos simulacros pueriles, en los que le daban el mando por su particular estrategia, la cual le condujera muchas veces á la victoria. Para mejor ejecutar su pa

de mis comunicaciones, y teniendo á este ejército sin recursos de ninguna clase en los momentos más criticos, como continúa aun hoy, une á esto el mandarme disponer de tropas que no estaban bajo mi direccion ni autoridad, y que por esta razon segun me insinuó su jefe dejaron de concurrir á Moya, Requena ó Utiel, como las tenia indicado, privándolas de este modo de completar los resultados de la gloriosa batalla de Chiva......

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pel, arengaba á sus subordinados componiendo al efecto proclamas, to-. mando los trozos que le parecian más oportunos en las historias que leia, haciendo á veces en sus arengas el estraño maridage de César con Carlo-Magno, y de Cárlos V con Alejandro.

Al enarbolar Quesada en Navarra, en 1822, el estandarte contra el sistema constitucional, se unió nuestro jóven, que apenas contaba diez y ocho años, con otros cincuenta de su edad, á una partida realista mandada por don Lorenzo Unzué, que en una noche de julio del mismo año se presentó en Olite. Se incorporaron con don Santos Ladron, que estaba organizando fuerzas, y nombró á Zaratiegui su secretario, cargo que desempeñó durante la guerra, con el cuidado de redactar el Diario del ejército. Por su valor en la accion contra Salcedo el 26 de marzo de 1823, en la de Tamarite y otras, y por sus servicios, llegó á obtener el grado de capitan y la cruz de San Fernando de primera clase.

En 1824 vino Zaratiegui á Madrid en compañía de don Santos, y quedó destinado en la Inspeccion de infantería, hasta que reemplazado Aimerich por Llauder que se propuso liberalizar sus oficinas, le mandó incorporar á su regimiento, 1.° ligero, que se hallaba en Zaragoza. Marchó en setiembre de 1826, y en esta ciudad tuvo por jefe á don Tomás de Zumalacarregui, teniente coronel de su cuerpo, antiguo compañero y amigo suyo, á las órdenes de don Santos Ladron. Siguió Zaratiegui á su regimiento en todas sus vicisitudes, ya en el tiempo que estuvo de observacion en el ejército del Tajo, ya en las guarniciones de Valencia, Cartagena, Navarra, Vich, Seu de Urgel, Gerona y otros puntos hasta mayo de 1831; siendo honrado de un modo muy especial por su jefe Auguet, á quien sobraba de honradez lo que le faltaba de instruccion.

Destinado con placer suyo al 6.° ligero, partió á Barcelona, donde recibió órden de presentarse al conde de España, en virtud de haber sido envuelto en una causa formada contra un oficial llamado Zaldua, habili tado de su anterior cuerpo 1.° ligero. Estuvo Zaratiegui algunas horas preso, y al ponerlo en libertad ordenó la sala de alcaldes de casa y córte, se le diese una reparacion honorífica.

Bien recibido por Llauder, virey entonces de Navarra, á su llegada á Pamplona, le concedió un mes de licencia para visitar á su familia, de cuyos brazos le arrancó la diputacion de Navarra, para que plantease la secretaría de la subinspeccion de voluntarios realistas, al tenor de lo acordado por las córtes de Navarra en 1828.

En 1832 se incorporó á su regimiento en Leon, destinado luego á formar parte del ejército de observacion en la frontera de Portugal, al mando de Sarsfield. Necesitando el coronel don Cárlos Tolrá, en virtud de una órden recibida del general en jefe, colocar un oficial esperto sobre la misma frontera, para desempeñar una importante comision, eligió

TOMO IV.

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