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la escolta de honor esclusivamente destinada al cuidado de su persona, y que se permitia colocar dos centinelas, no solo á la puerta de su alojamiento, sino á la de su cámara particular.

Uranga, de acuerdo con Zaratiegui, trató de ir interrumpiendo la marcha de Espartero, que acudia á hacer frente á las fuerzas espedicionarias de don Cárlos, y al efecto, en buenas posiciones, atacó el 2 de junio el flanco y retagu irdia de los liberales, que solo se cuidaron de llegar pronto á Pamplo a, sin que sus numerosas fuerzas trataran de corresponder á la provocacion de los carlistas que les causaron alguna pérdida; más era el objeto de Espartero ir avanzando, y no eran sus enemigos tan poderosos que pudieran detener su marcha; solo se detuvo en fortificar á Lerin, y pasando el Ebro, se dirigió á Aragon. En su vista, se acordó la espedicion de Zaratiegui. Uranga marchó á Estella, y desde este punto dirigió un nueva alocucion (1)

Para llamar Uranga la atencion del general Ceballos Escalera y conseguir que la columna espedicionaria no fuese hostigada en su reta

(1) A la division guipuzcoana, paisanos armados y habitantes.

«La constancia con que habeis conservado por tanto tiempo vuestro territorio. habia llamado ya la admiracion de todos. La línea interpuesta entre vosotros y los enen.igos ha sido como un dique que se burla de los repetidos embates de las olas. Las numerosas tropas de mar y tierra, tanto nacionales como estranjeras, que la revolucion ha podido reunir, con la artillería y proyectiles de toda clase, para obligarles á cederles el paso, no han servido sino para aumentar vuestras glorias, porque desplegando vuestro valor en proporcion á los peligros que habia que arrostrar, babeis vencido tantas cuantas veces se ha presentado la ocasion, acompañando muchas de ellas á los enemigos con las puntas de las bayonetas hasta los muros de sus fortificaciones. No ha babido rasgo de heroismo que no haya tenido lugar entre vosotros durante la permanencia de la línea. Y despues, abandonada esta por nosotros, y cuando el rebelde Espartero, con su formidable columna se lisonjeaba con la idea de señorearse impunemente del interior de esa provincia, no solo habeis repelido sus tentativas vigorosamente, causándole una pérdida de más de dos mil hombres, si no que obligándole á hacer su travesía á Pamplona por caminos estraviados, le picasteis la retaguardia con el mayor ardor, llegando por último tan oportunamente el dia 2, que con vuestra activa cooperacion conseguí arrojarlos ignominiosamente de las alturas sobre Larrumbe, obligándole á guarecerse en Pamplona.

Al dar cuenta á S. M. de estas últimas jornadas, he hecho de vosotros el elegio que de justicia os corresponde; pienso tambien impetrar de la real munificencia las recompensas à que os habeis hecho acreedores; más sin embargo, no quiero dejar de dar desde luego las gracias en nombre del rey N. S. y en el mio, al digno general, jefes, oficiales y voluntarios de todas clases, paisanos armados y habitantes de esa leal provincia, que á costa de tantos sacrificios han sabido preservar su territorio de los furiosos acometimientos de los revolucionarios, prometiéndome de su infatigable heroismo vivirán siempre alerta para permitirle hollarlo ya jamás con sus inmundas plantas. Cuartel general de Estella 16 de junio de 1837.—Uranga (a).⋅

(a) Al pié de esta alocucion, impresa en la Gaceta oficial de Oñate, de donde la trascribimos, se hallan las siguientes líneas: Habiendo visto impresa la precedente alocucion del escelentísimo señor capitan general con una variacion que altera sensiblemente su sentido, se inserta en la Gaceta, segun lo ha dispuesto S. E. para que el público sepa cual es el verdadero.>>

guardia, ó aprovecharse en otro caso de la ausencia de sus contrarios, hizo un movimiento sobre Peñacerrada desde el pueblo de Zúñiga el dia 27 de julio, llevándose los batallones navarros 3.° y 8.°, y el único escuadron que le quedaba, cuyas fuerzas se unieron á las alavesas que bloqueaban aquel pueblo, habiendo hecho de antemano construir baterías y aun aproximar la artillería de batir por si las circunstancias permitian usar de ella; más en el mismo dia que llegó á Losa, que fué el siguiente, se presentó la columna portuguesa al mando del baron de Das-Antas, en combinacion con la de Escalera, y hubo de ceder Uranga á tan superiores fuerzas y retirarse sin comprometer una accion, poniendo á cubierto la artillería depositada en lugar conveniente. Firme sin embargo, en su propósito de proporcionar una marcha cómoda á la division espedicionaria, hizo que el general Goñi, luego de su arribo á Los Arcos, pasase á Lodosa con los dos batallones mencionadas, llevándose un morterete y porcion de granadas para entretener á la columna de la Ribera; lo que ejecutó completamente, regresando despues al mismo punto.

Hallándose en él, supo Uranga que la citada columna de Escalera emprendia de hecho su marcha desde Miranda hacia el interior de Castilla, y en tal persuasion, trató de atacar formalmente á Peñacerrada y ocuparla á toda costa. Pero como todavía podian oponerle los liberales fuerzas numerosas, era menester que reuniese las suficientes para repeler su ataque, en el caso probabilísimo de que viniesen á socorrer á los sitiados, sin cesar por esto en su empresa contra la plaza, ni en mover la artillería, operacion dificilísima por razon de su pesadez, atendidas especialmente las circunstancias locales, á cuyo efecto aumentó algunas fuerzas á las ya reunidas.

Estando en camino, supo que una columna de la reina habia salido de Vitoria á hacer un reconocimiento sobre Peñacerrada, con la cual trabaron accion los batallones alaveses y vizcainos; apresura Uranga su marcha, pero llegó al sitió de la accion, finalizada ya ésta, sin que pudiese dar alcance á su enemigo, á quien solo causó alguna pérdida de rezagados.

La reunion de las fuerzas constitucionales le impidió llevar á cabo el proyecto de la toma de Peñacerrada, y desistió de él por entonces, limitándose á tratar de que los cuerpos navarros volviesen á cubrir las atenciones que habian tenido que abandonar momentáneamente.

En este estado y á las siete de la tarde del 4 de agosto recibió un oficio del comandante de armas de Los Arcos en que le participaba que los enemigos habian llegado á Sesma, é inmediatamente dió órden al mariscal de campo don José Antonio Goñi para que con todas las fuerzas navarras marchara en direccion de dicho pueblo, con encarg o

de

que procurase estar en él para el medio dia del dia siguiente, lo que ejecutó exacto, llegando Uranga á Bargota en la tarde del 5.

TOMA DE PEÑACERRADA POR LOS CARLISTAS.

XCIII:

No abandonaba Uranga su proyecto de tomar á Peñacerrada, y el 24 de agosto se dispone nuevamente aprovechando los momentos de ausencia de las columnas constitucionales: prepara con la mayor presteza la artillería de batir, y comenzó el fuego en la madrugada del mismo dia. El acierto de los disparos de los sitiados apagó á poco rato los fuegos de los carlistas inutilizando sus tres piezas. Considerando Uranga las consecuencias que habian de seguirse de desistir de la empresa, se empeñó en llevarla adelante á todo trance, para lo cual hizo habilitar las piezas, y construir por la noche una nueva y sólida batería, principiando otra vez el fuego á la mañana siguiente con el mejor éxito. Contestábanle con teson los sitiados, sosteniéndole con bizarría; pero, viendo por instantes destruirse sus fortificaciones, y avanzar las compañías destinadas á dar el asalto, hicieron la señal de capitulacion. Dos oficiales se presentaron á entablarla pidiendo se les concediese la libertad de retirarse á Vitoria con armas y bagajes; pero no accediendo el jefe carlista á ninguna de sus peticiones, sino á considerarles como simples prisioneros de guerra, se llevó á efecto la capitulacion mediante las condiciones convenientes por ambas partes.

El número de prisioneros, segun el parte de Uranga, ascendia á trece oficiales y trescientos cuarenta indivíduos de tropa, apoderándose además de doce caballos, un obus de siete pulgadas, un cañon de á doce y dos de á ocho con setenta y dos y media arrobas de pólvora, ciento ochenta y seis mil cartuchos de fusil, gran número de estas armas, quinientas cuarenta y ocho balas de todos calibres, trescientas ocho granadas, y balas de iluminacion, é importante cantidad de comestibles y otros efectos, que mostraba todo la posibilidad de mayor resistencia.

A este suceso contribuyó poderosamente el famoso Eguilaz, cura de Dallo, defensor el año anterior de Peñacerrada en el partido liberal, y hoy su conquistador en el carlista, en el que militaba nuevamente.

Uranga consideraba á Peñacerrada como la principal llave de comucacion entre la Rioja y el interior de las Provincias; y juzgando que podria servirle de defensa, manda rehabilitar las fortificaciones y ponerla en completo estado de resistencia, colocando al efecto la misma artillería y municiones que sirvieron á los vencidos, con una guarnicion de cuatrocientos hombres.

Arreglado esto, vuélvese Uranga á Navarra, donde le llamaban nuevas empresas.

DON LEOPOLDO O'DONNELL.

XCIV.

El 12 de enero de 1809, nació O'Donnell, en Santa Cruz de Tenerife. Su padre, teniente general de los ejércitos y director de artillería, pertenecia á una de esas ilustres familias irlandesas cuyo catolicismo les hizo abandonar su desventurado país, y hallar en España una nueva patria que les consideró como á sus propios hijos.

Siguiendo O‘Donnell la carrera de sus predecesores, ingresó el 30 de diciembre de 1819 en el regimiento Imperial Alejandro, en clase de subteniente, que obtuvo por gracia especial, 'pues apenas contaba once años de edad.

El sistema liberal alejaba á su familia de España; pero detenido en el camino, fué conducido á Peñafiel y Tordesillas, donde permaneció arrestado, mientras se le formaba causa; en 1823 se presentó en Burgos, ingresó en la plana mayor de la division de Castilla de ayudante del general, y haciendo aquella corta campaña, estuvo en el sitio y rendicion de Ciudad-Rodrigo, y ascendió el 17 de mayo á teniente, en cuya clase ingresó un año despues en el tercer regimiento de granaderos de la Guardia Real de infantería. Marchó en 1827 con el ejército de observacion del Tajo; fué luego á Cataluña á sofocar la insurreccion de aquel año, y ascendió á capitan de la Guardia en 1828.

Con la guerra civil comenzó un período interesante en la vida de O'Donnell. La religiosidad de su familia, la hacia, con más pasion que lógica, considerar como enemiga la causa liberal; pero si en 1820 era demasiado niño O'Donnell para seguir los impulsos de su corazon, en 1833 era ya hombre, y los seguia, no mintiendo la boca los sentimientos que su alma alimentaba. Y mucho habia de costarle su resolucion: sus hermanos, su madre, todos los objetos que le eran más queridos, se apresuraban á defender la causa de que él se separaba é iba á combatir. La lucha para él era fratricida, y no dudó sin embargo. Su honor y sus convicciones le impulsaban á defender la libertad. Sus hermanos pidieron su licencia absoluta, y corrieron á las filas carlistas. Don Leopoldo siguió sus banderas, y marchó con su regimiento al Bajo Aragon en cuanto comenzó aquí la guerra.

Al organizarse á principios de febrero de 1834 la brigada de Linares de Butron, mandaba O'Donnell los ciento ochenta granaderos de la Guardia que iban con ella; concurrieron á la accion de Lumbier el 23 de

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