Imágenes de páginas
PDF
EPUB

de ocho leguas de un camino pesado por efecto de las lluvias, que no cesaron de molestarla, y sin haber tomado alimento alguno. Alojados y racionados los cuerpos, celebróse en aquella misma noche una junta de generales y otros personajes, en que se espuso lo crítico de la situacion y se divagó no poco acerca de si seria conveniente atacar con preferencia á Evans ó á Espartero: prevaleció el primer dictámen, y acto contínuo dióse la órden general para que á las cinco de la madrugada del siguiente dia, se hallase la columna sobre el puente de Tolosa en direccion de Hernani, para emprender en seguida la marcha sobre esta villa. Los partes que se recibian sin intervalo, hicieron que los generales y ministros volviesen á vacilar acerca del definitivo partido que debia adoptarse, y para mayor seguridad enviaron un posta á los jefes de Guipúzcoa para que dijesen si podrian sostenerse hasta la llegada de la columna, en cuyo caso volaría ésta en su auxilio. Los guipuzcoanos contestaron afirmativamente, y en su vista se emprendió la marcha entrando en Hernani á las seis y media de la mañana del 16 el 6.o de Guipúzcoa y las demás fuerzas sucesivamente.

La llegada de las tropas de refuerzo, fué saludada con gritos de entusiasmo por las que se hallaban combatiendo tan denodadamente y resistiendo el porfiado empeño de las columnas inglesas, cuyos proyectiles alcanzaban á la villa de Hernani, próxima ya á caer en sus manos. La columna que queda referido, vino á redoblar el ardor de las tropas de Guipúzcoa, que despues de tan incesante combatir se hallaban fatigadas. El aspecto que por otra parte presentaban las familias, que aterradas abandonaban la villa de Hernani, y huian en direccion de Tolosa, no era nada apropósito para inspirar aliento á los que iban á reforzar las fuerzas combatientes. Mujeres ancianas y niños llorando, viejos decrépitos que lentamente marchaban acompañando carretas, en que se veian hacinadas las tímidas moradoras de los conventos, los ganados que corrian confundidos, y el pobre ajuar de tanto infeliz que se trasportaba como era posible, completaba aquel cuadro aterrador. La juventud de ambos sexos quedó en Hernani al cuidado de los heridos, que no pocas veces doncellas entusiastas retiraban del fuego: eran acaso sus hermanos ó amantes.

Tales escenas presentaban las inmediaciones de Hernani al llegar la coluinna auxiliar: dióse la órden para que inmediatamente los batallones de Aragon por la izquierda, los de Alava por la derecha y otros de Navarra por el centro se lanzasen al combate. Entonces tuvo lugar una escena que acaso para algunos no tendrá importancia; pero que ofreció al ejército un espectáculo tierno é imponente. El capellan del 3.o alavés puesto á su cabeza y ya bajo el fuego enemigo, descubriéndose la suya y sacando un Crucifijo, exhortó á los soldados á que hiciesen acto de

contricion y se dispusiesen al combate: instantáneamente y cual un solo hombre caen todos de rodillas y reciben la bendicion del anciano sacerdote, marchando enardecidos á cruzar sus armas con sus contrarios y á recibir muchos de ellos una muerte gloriosa, que creian santa. Pero narremos la batalla.

Poco despues de haber amanecido, arrojó Evans las avanzadas del enemigo de las alturas que ocupaban al frente del liberal, y las forzó á retirarse dentro de los muros de Hernani, que con las alturas atrincheradas de Santa Bárbara, y un reducto que las ligaba con el pueblo, eran los únicos puntos que poseian.

La posicion que ocupaban entonces los liberales, formaba un ángulo cuyo vértice era el reducto de Oriamendi, estendiéndose á la izquierda hasta la cima que domina á Astigarraga, y á la derecha por la altura de Arriete; algunos batallones en guerrilla ocupaban los altos intermedios entre Hernani y el reducto. Esta formidable posicion era defendida por inmensa infantería y artillería con cohetes á la congreve. Los carlistas tenian en Hernani siete piezas colocadas en sus baterías, y cuatro más volantes. Apoyaban su izquierda en el Campo Santo, y la derecha en el barrio de Ergovia. El general don Pablo Sanz mandaba las fuerzas hasta la presentacion del infante, y por su órden reconoció la línea, al frente del 6.o (1) de Guipúzcoa, al que mandó se posesionase de la altura de Bertizaran, empresa difícil por ser dominante la posicion, y defendida por fuerzas superiores y atrincheradas; pero era preciso sostener el campo hasta la llegada de don Sebastian, y formando Oliden su batallon, en columnas por compañías, le hizo armar bayoneta, le arengó con militar energía, y á la cabeza de siete compañías, precediendo la de cazadores en guerrilla, emprende la marcha: sufriendo un diluvio de balas, sin contestar, sube á la altura, y penetrando entre la fuerza enemiga, la arrroja á bayonetazos, colocándose en el mismo campo, en el que se ostentó el enemigo como en una parada militar. Este arrojo contribuyó sin duda en gran parte al resultado de la batalla de aquel dia, pues dió tiempo á la llegada del socorro, tan necesario. Los liberales, que comprendieron la grande importancia de aquel punto, volvieron sobre él, y le reconquistaron.

Al comenzar Evans á tomar las disposiciones necesarias para un ataque general, observó que por la parte de la carretera de Tolosa avanzaban hácia Hernani considerables refuerzos eran los que conducia don

(1) Este batallon fué conocido hasta aquel dia con el apodo de Madera, porque el 10 de febrero del año anterior, se presentó en el ataque contra Iriarte en la misma linea armado de palos; pero desde la toma de Bertizaran adquirió el nombre de batallon de Acero.

Sebastian-que poco despues se pusieron en movimiento hácia la izquierda, mientras otra fuerte columna, avanzando por la misma direccion, desembocó por retaguardia de las alturas de Santa Bárbara hácia la derecha liberal.

Don Sebastian se habia decidido á dar la batalla contra el parecer de Moreno, y es fama que dijo el jóven caudillo que, si la perdia, se pegaria un pistoletazo. Responsable él solo de sus consecuencias, formó su plan, se resolvió á ejecutarlo, y mandó á Iturriza y á Sopelana que, con tres batallones y los guipuzcoanos que se hallaban en Astigarraga forzando el difícil paso de este puente, atacasen la izquierda liberal por toda la cumbre, hasta arrojar al enemigo más allá del reducto de Oriamendi, el ataque de la derecha fué confiado á los brigadieres Iturriaga y Quilez; con la brigada aragonesa y el 1.° y 5.o de Guipúzcoa; el del centro con el 1.o de Alava, 1.o de Castilla y granaderos, se encargó al valiente Villarreal; los jefes de brigada Alzáa y Goiri, debian secundar estos ataques con parte de las fuerzas que estaban á sus órdenes, protegidas por la batería de Hernani, quedando de reserva el 1.° de Navarra y el Rey con Perez de las Vacas.

El movimiento de estas fuerzas fué el que obligó á Evans á suspender las disposiciones. El 4.° de Alava, á la cabeza de la columa carlista, pasó rápidamente por el puente de Ergovia á la retaguardia del flanco liberal, á pesar de que Evans habia colocado un batallon español y otro inglés en una posicion dominante. Si estos batallones hubieran permanecido firmes, el resultado de la atrevida tentativa de los carlistas por este punto, no hubiera podido ser otro que el compromiso y destruccion de su columna; pero se replegaron en desórden en el momento en que fueron atacados, y desordenaron á las tropas que estaban á su retaguardia, obligándolas á retirarse.

Villarreal, al recibir las órdenes de atacar por el centro, y viendo la heróica resistencia de los liberales, comprendió que solo un rasgo de heroismo podia, quizá, conceder la victoria: mandó á sus tropas arma al brazo, dirigió una arenga tan lacónica como enérgica y espresiva, cuya reproduccion no es lícita, y con un palo en la mano avanzó por entre una lluvia de balas á ganar la altura que se le habia mandado. El fuego de fusilería, de artillería y de cohetes á la congreve, no le impidió llegar à la Venta Quemada, haciendo replegar á los liberales. Lo mismo hicieron los que defendian la derecha, siendo víctimas los que trataron de hacerse fuertes en algunas casas. El avance de Villarreal y Sopelana les permitió unirse, renovar juntos el ataque y llevar el desórden y la derrota á sus contrarios.

La bizarría de algunas tropas permitió conservar notables ventajas, y que se estableciera el órden á la izquierda de los puntos más esencia

les, repeliendo contínuamente los ataques del enemigo. Pero como los batallones que se habian replegado despues á la estrema izquierda no habian recuperado su formacion, no pudo Evans tomar la ofensiva en aquella ala sin retirar las tropas que habia dejado para proteger á Ametzagaña y otros puntos adquiridos á la orilla derecha del Urumea, y que creyó de la mayor importancia el conservar para las operaciones ulteriores. Hostigado por los carlistas, tuvo que declararse en derrota y abandonar el campo y las posiciones que dias antes habia conquistado.

El combate fué reñido, sangriento; cada posicion tomada á paso de carga, y los cadáveres ingleses marcaban los puntos que habian defendido. En uno intermedio á Bertizaran y Oriamendi, se colocó un jefe inglés á caballo con una bandera en la mano, y al rededor de éste se iban reuniendo con órden los soldados de su nacion, y atacados por los carlistas, se mezclaron luchando á brazo partido. José Arteaga, soldado del 6.o de Guipúzcoa, se puso á dos pasos de distancia del caballero inglés, que hirió al carlista en la mano izquierda de un sablazo, más no le impidió disparar su fusil, y causar la muerte de su adversario, de cuya bandera se apoderó: era la del 9.o regimiento de la legion inglesa.

Cinco horas de un fuego horroroso y mortífero, brillantes cargas á la bayoneta y asalto de varias casas, bien defendidas algunas por los valientes de Oviedo, redujeron á los liberales á las alturas de Oriamendi, que fué la posicion que quisieron defender á toda costa. Pero á los gritos de Aurrerac y de viva Cárlos V, se lanzan los carlistas con impetuosidad sobre sus enemigos; el ruido de una fuerte esplosion anuncia el abandono del reducto; y al disiparse el humo que causara, se ven lucir las bayonetas carlistas sobre los parapetos de Oriamendi.

Los vencedores persiguieron encarnizadamente á los vencidos; pero se dejaban á un lado los españoles para correr tras de los ingleses, á los que sacrificaban sin compasion. Muchos carlistas ostentaban luego las casacas coloradas de los que habian sacrificado. Don Sebastian mandó se hiciesen algunos prisioneros. Más se hubieran hecho, y mayores desastres habrian esperimentado los liberales, sin la presentacion en la carretera de un batallon de la marina real inglesa, con bayoneta armada y la artillería preparada á tronar. Al ver los jefes carlistas aquella novedad, y una muralla de hierro inmóvil, ordenaron el alto, y los fugitivos se guarecieron tras de aquella salvadora línea, que imponia.

El ejército liberal tuvo sobre cuatrocientos muertos, novecientos heridos y ciento treinta y siete prisioneros, inclusos ocho oficiales y noventa soldados de Oviedo, aprisionados en un caserío; perdiendo piezas de artillería, fusiles, cartuchos y otra porcion de efectos. Los carlistas tuvieron ochenta y ocho muertos, seiscientos sesenta y nueva heridos, y algunos prisioneros, entre ellos el coronel Mongut. En uno y otro campo

murieron apreciabilísimos jefes, y basta solo la relacion que acabamos de hacer de la batalla para demostrar el valor que se empleó en ella por los carlistas (1), el lauro que adquirieron.

Los batallones 6.° de Guipúzcoa y 4." de Alava, tuvieron ocasion de sobresalir, mereciendo los aplausos del ejército y paisanaje.

Entre los jefes se distinguieron Villarreal, Zabala, que quedó herido, Sanz, Sopelana, el coronel Oliden, el comandante Guinea, que alcanzó heróica muerte, y otros.

El país esperimentó igualmente gran pérdida; más de doscientas familias quedaron sin albergue por el incendio de sus hogares, situados en las inmediaciones de San Sebastian, Lezo, Alza, Astigarraga y Hernani, y si bien la mayor parte han sido reedificados, aun se ven las ruinas de algunos. Estos incendios, exigidos algunos por la terrible necesidad de la guerra, y ocasionados otros por el afan de destruir, exasperaron á los moradores de los caseríos abrasados, tomaron las armas en contra de sus arruinadores, y los padres que no ingresaron en los bata llones, formaron partidas, teniendo por jefe á su alcalde, y la de Lezo se componia de sesenta indivíduos, la de Alza de cincuenta, y otra en la calzada de San Sebastian, prestando todos grandes servicios á la causa carlista, como prácticos en el país.

Don Carlos concedió una cruz de distincion, propuesta y dibujada por don Sebastian, para todos los que tuvieron parte en esta batalla. Sobre el mismo campo, y á los pocos dias, la colocó el mismo don Sebastian en el pecho de Villarreal; los soldados la recibieron de sus capitanes, éstos de sus comandantes, y así sucesivamente (2).

El estado en que quedo el ejercito, liberal puede juzgarse por este notable documento, que debemos insertar íntegro.

Cuerpo de ejército de operaciones de la costa de Cantabria:

»Incluyo á vd. dos oficios, uno de la brillante y feliz accion del 15, el otro del severo revés que hemos esperimentado: habiendo el enemigo recibido refuerzos, y habiéndonos desalojado el 16 de la misma posicion, formidable que habian capturado nuestras tropas con tanta bizarría, las tropas de los diferentes cuerpos sobrecogidas de un terror pánico, sin. ninguna causa aparente, se desorganizaron completamente. Hubiera

(1) Entre las recomendaciones que se hicieron por los liberales, fué notable la de don Ignacio Gurrea, ayudante de Evans.

(2) La cruz concedida, tenia en su centro un corazon atravesado con una espada, y estaba sobre un círculo á cuyo estremo se leia: El rey, á los valientes. Dos cañones y dos fusiles formaban las aspas de una cruz; la coronaba un castillo, y una corona, al parecer de encina, orlaba toda la medalla. En el círculo del reverso decia: Oriamendi, 16 de marzo de 1837. La cinta sobre que pendia, era de color de fuego con franjas negras.

« AnteriorContinuar »