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Córte, sin dinero suficiente para las negociaciones que se le encargaban, y por último, teniendo para todo que ponerse de acuerdo con el marqués de Castel-Rodrigo, residente en Bruselas 1.

A pesar de estas contrariedades, Peñaranda, recien llegado á Munster, conoce perfectamente su posicion y lo que debe hacer, y así lo prueban sus cartas. Con Francia era imposible hacer la paz sin dejarle, no sólo lo que ocupaba, sino que hasta se alargaban á pedir todo el reino de Navarra; el Emperador, casi impotente para continuar la guerra, estaba dispuesto á abandonarnos, si nó por él, por lo que influían en su ánimo el duque de Baviera y otros Príncipes del Imperio; de Italia nada podiamos esperar, ántes por el contrario, Roma y Venecia, cuyos Embajadores eran los medianeros para la paz, se mostraban inclinados á llevarla á cabo en favor de Francia, sacrificando nuestros derechos é intereses; y la situacion en que se encontraba España, no podia ser más lamentable, sublevado Portugal y Cataluña, invadida ésta por un ejército francés, y Flándes á su vez por los holandeses y franceses, con guerra en Italia y con el Turco; la situacion parecia desesperada.

No amilana ni turba á Peñaranda situacion tan dificil, conoce que lo que podia conseguirse era hacer la paz con Holanda y retardar todo lo posible la del Imperio con Francia; y á ello dirige sus esfuerzos con éxito completo, mostrando tanta resolucion como

1 Página 164, línea 5 de este mismo volúmen.

firmeza 1, y tanta destreza como saber, para lo que tiene que valerse de toda clase medios; y al efecto, consigue que un servidor del duque de Longueville le entregue copia de los despachos del Gobierno francés á sus Embajadores; que otros que están al servicio del Nuncio y del conde de Trauttmansdorff le den cuantas noticias necesita; que espías que tiene en el Haya, París y casi todas las córtes de Alemania le tengan al corriente de lo que en ellas sucede, y de este modo, y mejor enterado de cuantos Ministros residian en Munster, consigue el resultado apetecido para España y el único posible en aquellas circunstancias.

de

El trabajo que impone al conde de Peñaranda la importante mision que desempeña en Munster, y que dan brillante muestra los despachos numerosos que publicamos, no impidieron á tan ilustre prócer proteger las ciencias y las artes; á él debe el pintor Terburg su celebridad y el ser conocido, y nuestra Biblioteca Nacional uno de sus más preciados

1 «Dans ces circonstances Peñaranda montra autant de resolution que fermeté.»-Mr. Gachard en su obra ya citada, pág. XX.

2 Gerardo Terburg nació en 1608 en Zvolle, provincia de OverIssell (Holanda), hijo de un oscuro pintor, de quien aprendió los elementos de su arte; poco conocido el mismo, llegó á Munster en 1646, en donde se hizo amigo de un pintor que por orden del conde de Peñaranda estaba haciendo para este señor un cuadro de la Crucificcion, que terminó con la ayuda de Terburg: noticioso de ello el Conde, y reconociendo en el artista un pintor notable, le mandó hacer su retrato, y desde entónces comenzó su fama; casi todos los diplomáticos que asistian al Congreso quisieron que Terburg los retratase, y al venir á España el conde de Peñaranda, el pintor acompañó á su protector, siendo bien recibido por Felipe IV, á quien retrató, así como á otros muchos señores de la

códices 1; y él, en fin, al mismo tiempo que se ocupá en restaurar parte del convento de San Francisco en donde habita y en favorecer á la órden, hace oir su voz en los Consejos de Felipe IV, escribiendo verCórte: el Rey mandó expedir en su favor ejecutoria de nobleza. De España fué á Lóndres y París, de donde volvió á su pátria, en la que despues de ser Burgomaestre de Deventer murió en 1680.

Una de las obras más importantes de Terburg es el cuadro llamado El Congreso de Munster, pintado sobre una plancha de cobre, ancha, de 58 centímetros y alta de 45, está firmado G. T., Borh. F. Monasteri, an. 1648. En poder de uno de los descendientes de Terburg, fué comprado para la galería Van Leiden, á la venta de la cual lo adquirió el Príncipe de Talleyrand en 14.000 francos, adornando el salon de este diplomático cuando en él se firmaron los Tratados de paz de 1814; propiedad despues de la Duquesa de Berry, se vendió en 1837 á Mr. Anatole Demidoff en 45.500 francos, y por último ha llegado al precio de 182.000 en la venta de la galería San Donato.

Este cuadro famoso, en vez de representar como se habia creido la Paz de Westfalia, es decir, el Tratado firmado en Munster entre Francia y el Imperio, representa por el contrario, la ratificacion de la paz que á pesar de los esfuerzos de aquella Nacion llevaron á cabo España y Holanda; y para convencerse de ello, basta leer la inscripcion que tiene el magnífico grabado que de este cuadro hizo Suyderhoef, contemporáneo de Terburg, y que dice así: Icon exactissima qua ad vivum exprimitur solemnis conventus legatorum plenipotentariorum Hispanarium regis Philippi IV, et ordinum generalium federati Belgii, qui pacem perpetuam paulo ante sancitam, extraditis utrinque instrumentis, juramento confirmarum, Monasterii Westphalorum in domo senatorio, anno CIƆ IC XLVIII idibus maii.

Por la correspondencia que publicamos, puede verse que en efecto, la paz entre España y Holanda se ratificó en 15 de Mayo de 1648, mientras que la de Westfalia no tuvo lugar hasta el 14 de Octubre del mismo año; por lo tanto, los retratos del cuadro son los del conde de Peñaranda, Arzobispo de Cambray y Consejero Brun, Plenipotenciarios españoles, y los de Pauw, Quenuyt y los demas holandeses; tambien se dice que está el de Terburg. Larousse. Dictionaire Universel du XIX siècle.

1 Es un libro de horas en vitela con preciosas miniaturas, y tiene las siguientes notas:

«En el año de 1628, el Rey Cristianísimo Luis XIII de Francia,

dades que no sabemos que otro alguno dijese á aquel Monarca 1. No es por lo mismo de extrañar los elogios que de el conde de Peñaranda hacen varios escritores, esperando nosotros que con la

me dió estas horas, que fueron de Cárlos VIII, hijo de Luis XI, como se ve en la última oracion.

No sé de quién sea esta letra. Infiero pueda ser de algun Ministro nuestro en Francia, ó de algun Confesor español de la Reina Doña Ana, mujer de Luis XIII. Lo cierto es que estas horas con este papel quedaron entre los libros del Conde de Peñaranda (Don Gaspar), y por muerte de su hijo el conde Don Gregorio pasaron á Don Gaspar de Bracamonte, su hijo, no legítimo, y de su poder vinieron al mio. Téngolas por alhaja propia de que pare en el Rey, ó en su Biblioteca, á la cual me parece se entregue, 25 de Junio 1708.-El Marqués de Mejorada y de la Breña.-Reservado.— 6.a-6.»

1 En carta de 7 de Febrero de 1648, al Secretario Pedro Coloma le dice Peñaranda, á propósito de los viajes de Felipe IV á Zaragoza:

«El año de 45 y 46, se contentó S. M. de mudar la Córte de Madrid á Zaragoza; bien se ve lo que sucedió. Este año no ha salido de Madrid; tambien se ve lo que ha sucedido. Si los ejemplos antiguos no bastan á persuadir, á lo ménos las experiencias propias, parece que habian de tener gran fuerza. Aquí estamos gritando porque el Emperador se meta en campaña, y averiguando lo mismo que nos sucede allá; y á mí mismo, que lo escribo, me han respondido más de una vez reconviniéndome con S. M., y en mi conciencia, digo que cuando se oia por acá que S. M. salia de la Córte para meterse en campaña, preguntando cuántas leguas habia desde Zaragoza, donde S. M. reside, al ejército, se ha reido alguno conmigo con harta falsedad de que esto se llame campaña, porque con ser estas provincias de Alemania tan grandes, no hay hombre en toda Alemania tan retirado que viva veinte leguas de la guerra. Y en suma, señor Pedro Coloma, Dios no hizo los reinos para los Reyes, sino hizo los Reyes por los reinos y para los reinos, y aunque S. M. no pueda estar en tantas guerras á un tiempo, cumple con Dios y consigo mismo estando en alguna, porque así hace lo que puede, donde al contrario vemos que se pierde todo, empezando por la reputacion, que arrastra y ha arrastrado siempre tras sí á todo lo demas. Vuelvo á suplicar á vuestra merced, que, si le pareciere cumple al servicio del Rey, queme esta carta; pero si entendiese que puede importar al bien pús blico que haya algun vasallo que hable con esta sinceridad y franque

publicacion de esta correspondencia, algunos de nuestros diplomáticos se ocupe en escribir la biografía de este eminente hombre político, tan poco conocido hoy entre los españoles; á nosotros nos basta la satisfaccion de sacarlo del olvido y de contribuir con la publicacion de la correspondencia diplomática de los Plenipotenciarios españoles en el Congreso de Munster, á facilitar el estudio de las importantes y laboriosas negociaciones que tuvieron lugar en dicha ciudad y en la de Osnabruck, que dieron por resultado, segun llevamos dicho, la Paz de Wesfalia que puso término á la sangrienta y desastrosa guerra llamada de los treinta años, y que fué al mismo tiempo que un tratado de pacificacion entre las partes beligerantes, la ley fundanemtal y constitucion política del Imperio Germánico.

Desgraciadamente, dice Mr. Gachard, los des

za, á cualquier riesgo imaginable, quiero ser yo y hablar con mi Rey.» Más notable todavía es la escrita al mismo Felipe IV, desde Bruselas en 4 de Marzo de 1649, en la que ocupándose de la muerte de Cárlos I de inglaterra, le dice lo siguiente: «Obliga á gravísimo reparo la constitucion é influencia de este tiempo; el ódio en que va entrando en todas partes el nombre de Rey, la aprehension que el pueblo hace de su autoridad y de sus fuerzas; la resolucion con que se hace justicia así mismo, trayendo á la memoria que es el pueblo quien introdujo y dió autoridad á los Reyes para su defensa y conservacion; y si abusan de esta autoridad, se la podrá quitar quien se la dió. No me toca dilatar el discurso sobre este sujeto, ni sobre los medios que convendria elejir para ser amado y temido el que gobierna, lo que no puedo dudar es, que esta trajedia amonesta y obliga á mucha consideracion, y así no dudo que V. M. y sus Ministros aplicarán el ánimo y el consejo como pide la importancia del negocio.»

Otras muchas pudiéramos citar, pero no lo hacemos por no dar demasiada extension a esta nota, y porque nuestros lectores pueden verlas en la Correspondencia que damos á luz,

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