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ruano para que se impusiera de cuales eran los límites que aquel consideraba convenientes. Pedemonte asintió, como de costumbre, con docilidad.

Que Bolívar estaba de acuerdo con Gamarra lo indica un párrafo suyo de una carta á don Joaquín Mosquera, quién residía entonces en Popayán, de donde había de salir á ocupar la Presidencia de Colombia: "No dudo que conseguiremos la paz para junio, por uno de los tres caminos siguientes: 1o por la conquista de Guayaquil y la amenaza al Perú; 2 por la llegada de nuestras fuerzas al Pacífico; y 3o por una insurrección combinada de Gamarra con Santa Cruz, que manda ya en Bolivia." [30]

La última duda sobre la duplicidad de Gamarra y el lazo en que anhelaba que cayese La Mar, se disipa al leer, en otra carta de Bolívar al mismo don Joaquín Mosquera: “La Mar no ha podido reforzar á Guayaquil, como quería, por que Gamarra, que lo contraría, se lo ha impedido". [31]

La conquista de Guayaquil se convirtió en un imposible para los colombianos, una vez que la guarnición peruana rechazó valerosamente al general don Juan José Flores [32] y condujo presos hasta á bordo de un buque á los emisarios de Bolívar; y si aquel, al fin, entró en la ciudad, ello obedeció á un arreglo pacífico, posterior al derrocamiento de La Mar. Las fuerzas marítimas que Bolívar anuncia iban á arribar á nuestras costas, consistían en la fragata Cundinamarca, salida del mar de las Antillas y que tardaría mucho en su viaje por Río Janeiro y el Cabo de Hornos, siendo aventurado suponer que, sólo con sus cañones, decidiese la contienda. Las amenazas de una invasión por tierra merecían nada más que una sonrisa de quienes no ignoraban que

[30] Biblioteca Popular, Colección de grandes escritores nacionales y extranjeros, Bogotá 1895, t. XI, p. 58. Esta obra inserta cartas de Bolívar que no trae O' Leary en sus Memorias.

[31] Ibid. t. XI, p. 59.

[32] Primer Presidente de la República del Ecuador. Originario de Venezuela. Guerrero denodado de la independencia de Colombia, político activo y astuto, fué enemigo del Perú, cuya hospitalidad recibió al perder su poder. Luchó por recuperarlo sin tregua y sin escoger los medios. Regresó, como particular, al Écuador á la sombra del Gobierno de García Moreno, y allí murió.

Bolívar, á fuerza de errores políticos, de genialidades y de despotismo, no tenía seguro en los Estados que acababa de independizar sino el espacio que hollaba su caballo y donde alzaba su voz bronca, hiriente y terminante, como la de un César romano. Los puñales de los conspiradores setembristas, eco fatal y doloroso del atropello sufrido por los derechos de diez millones de hombres, en el momento mismo en que tales derechos debían adquirir realidad y eficacia ¿no amenazaron, en su propio Palacio, su pecho respetado por las balas españolas?

Era, pues, la insurrección de Gamarra el punto de apoyo del Libertador para una solución general, comprendida en ella la de las dificultades de fronteras.

La nulidad militar de Bolívar ante nosotros la declaró él mismo, tambien en carta á Mosquera: "La guerra del Pe rú se ha concluído, y bien pronto la paz quedará sellada, aunque sin garantías, no poseyendo los medios para arrancárselas." (33)

Gamarra, cómplice, por ambición personal, de un atentado contra su país, atentado que no admite otra atenuación que la época en que se le cometió, é inspirado por apasionados devotos del vencedor de Boyacá, tenía que mirar con ojos despreocupados y benévolos los actos de Larrea y Loredo y Pedemonte. Además, le urgía que la paz internacional consolidase su usurpación del mando supre

mo.

Llegamos á la parte de nuestra investigación á la cual vinculamos los datos de mayor interés surgidos de en medio de la sinceridad y del abandono de la correspondencia epistolar de los personajes que han desfilado ante los lectores.

El general Mosquera comunicó á Bolívar, desde Guayaquil, cuando venía á cumplir sus instrucciones diplomáticas en el Perú: "Entre los documentos que me entregó el general

(33) Biblioteca Popular cit., XI, p. 61.

Espinar (34) para la Legación de que he sido encargado, hay una copia de la real cédula española que mandó agregar. en 1803, la provincia de Maynas al Perú. Según se deduce de las comunicaciones de Joaquin mi hermano, cuando estuvo encargado de esta misión, no la hay en el Perú, y parece que se quemó en el Archivo del Gobierno. Por tanto, deberé manejar los negocios apoyándome en la cédula que agregó la Presidencia de Quito al Vireinato de Nueva Granada; pero en caso de que se me presenten documentos sehacientes, desearía tener intrucciones sobre el particular, pues como el artículo 5.° del tratado sienta por base el utipossidetis de 1809, podrían, con justicia, reclamar la ribera izquierda del Marañón.” (35)

Bolívar, Gual y los dos Mosqueras conocían la real cédula de 1802 (36) que, descubierta en Chachapoyas, forma la piedra angular de nuestra defensa en Madrid. En Lima, según lo hemos hecho constar, no se la encontró entonces, ó si se la encontró en un instante para desaparecer despues, antes de que negociáran Pedemonte y Larrea y Loredo, no se estimó prudente arrojarla al rostro de Bolívar como una prueba que podía adquirir el aspecto de un guante de desafío. Larrea y Loredo y Pedemonte, aparte de sus estrechas vinculaciones con el Libertador, carecieron de documento tan importante y decisivo para desvirtuar las declaraciones enemigas y fijar, con certeza que excluye toda duda, los límites de nuestro país.

A la exhumación del protocolo Mosquera-Pedemonte, verdadero ó no, realizada entre los aplausos ecuatorianos, nos permitimos oponer la frase textual del Plenipotenciario colombiano que hubo de negociarlo, frase que es el más explí

(34) Don José Domingo Espinar. Natural de Colombia, fué Secretario del Libertador durante la campaña del Perú, hasta la batalla de Junin. También lo fué cuando Bolívar vino á Quito con motivo de la campaña de Tarqui. En 1830 desempeñó la Prefectura del Istmo (Panamá) y con ese carácter dictó un decreto (Odriozola, Documentos históricos del Perú, t. X.. p. 298) de honores fúnebres al saber oficialmente la muerte de Bolívar. Regresó al Perú, donde murió, habiendo vuelto á ejercer funciones públicas en varias ocasiones, entre ellas la Dictadura de Salaverry, del que fué Secretario general.

(35) Memorias cit., t. X.,

p. 169.

(36) Esta es la fecha de la real cédula, no la que le atribuye Mosquera, quien vuelve á equivocarse más adelante invocando el uti possidetis de 1809, en lugar de 1810.

cito reconocimiento de nuestros derechos: "EN CASO DE QUE SE ME PRESENTEN DOCUMENTOS FEHACIENTES, PODRÍAN, CON JUSTICIA, RECLAMAR LA RIBERA IZQUIERDA DEL MARAÑÓN.”

¿Qué documento más fehaciente que la real cédula mencionada? Expresa en ella, á la letra, el monarca español "que se segregue del Vireinato de Santa Fé [ó Nueva Granada] y de la provincia de Quito y se agregue al Vireinato del Perú el Gobierno y Comandancia general de Maynas, por estar á las orillas del río Napo ó en las inmediaciones, extendiéndose aquella Comandancia general, no solo por el río Marañón abajo, sino tambien por todos los demás rios que entran al Marañón por sus márgenes setentrional y meridional, como son Morona, Huállaga, Pastaza, Ucayali, Napo, Jaen, Putumayo, Yapurá y otros menos considerables, hasta el paraje en que, por sus saltos y raudales inaccesibles, dejan de ser navegables". [37]

Alfonso XIII, con la cédula de uno de sus antecesores en el trono, puede contemplar la clara y minuciosa fijación de la zona fluvial de que es dueño el Perú al norte, y tiene en la carta del general Mosquera á Bolívar una prueba evidente. de que las naciones que disputan al Perú, fiadas en circunstancias imprevistas y en las debilidades de los hombres, de las cuales no son responsables los pueblos, esa propiedad, se la reconocen en sus momentos de intimidad y honradez.

Sería curioso saber la opinión del P. Vacas Galindo, defensor acérrimo del Ecuador y consejero de sus Gobiernos en los asuntos de límites (algo así como Valverde fué consejero de Pizarro,) respecto á la declaración de don Tomás Cipriano de Mosquera que nos ha tocado en suerte sacar, por primera vez, á la luz de la discusión y de la historia. ]38]

J. A. DE IZCUE.

[37] Expediente original sobre la erección del Obispado de Maynas y su agregación al Vireinato del Perú. Archivos del Gobierno en Lima.

[38] El ex-Ministro de Relaciones Exteriores, doctor don Javier Prado y Ugarteche, á quien juzgamos una obligación patriótica comunicar el descubrimiento de la carta de Mosquera, trasmitió, en el acto, por cable los datos pertinentes á nuestro Plenipotenciario especial en Madrid, á fin de que los utilizase en el Alegato; y con el noble entusiasmo con que acoje siempre toda labor intelectual, nos indujo å que diésemos forma al presente artículo histórico.

Las llamitas de piedra del Cuzco

Bien conocidas son de todos los peruanistas aquellas figuras de llamas y alpacas, hechas de piedra, una de las formas más comunes en las colecciones que contienen objetos del Perú antiguo, especialmente del Cuzco.

Distínguense estas figuritas de otras parecidas que el hombre primitivo solía hacer imitando animales, en que tienen un agujero pequeño, del tamaño de un dedal, practicado en el lomo. El objeto de estas figuritas, no obstante la gran abundancia que de ellas hay en algunas colecciones, pues algunas veces se cuentan por centenares, ha sido un problema hasta ahora, y los poseedores de ellas andan tan intrigados por resolverlo, que raras veces dejan de inquirir á los que deberían saberlo, qué opinión tienen al respecto.

J. D. von Tschudi se expresa así en los Reiseskizzen, II. pág. 95.

"Los peruanos pagaron á las llamas y animales afiliados una adoración casi divina. Guardaban en sus casas, á manera de lares, vasos de piedra y de barro, que, aunque de una manera tosca, représentaban su forma.

Faltaba la prueba de esta aserción que, bien se vislumbra, no era sino una hipótesis. No habrían dado los peruanos muestras de cultura si hubiesen adorado figuras de llamas; y siempre hemos tenido razones para no juzgarlos á tan bajo nivel.

Wiener, Pérou et Bolivie, p. 527, dice: que "los consideraban como vasos sagrados para incienso." Pero en los

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