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braron á representarla con una dignidad desconocida entre los pueblos modernos y sin ejemplo desde los mejores tiempos de Roma. Don Juan de Ribera desechando en Tours los magníficos regalos del rei Carlos de Fráncia; Antonio de Fonseca rasgando osadamente el tratado de alianza á preséncia del mismo y de su corte en Veletri, recuerdan las negociaciones de Fabrício con Pirro, y de Popílio con Antioco.

Mas la atencion de Isabel á esta parte ruidosa y brillante de la política, no embargaba la que le merecian los asuntos interiores del réino: aquel ramo de la administracion que influye mas de cerca en la felicidad y verdadero poder de los impérios; sin cuyo apoyo las operaciones diplomáticas pueden lucir y deslumbrar pasageramente, pero no producir ventajas sólidas y durables empeñando quizá á los Estados en empresas temerárias que los consumen inutilmente y arruinan.

El fomento de la indústria, del comércio y de la navegacion, fuentes inagotables de riqueza para las naciones, llamó hácia si todo el cuidado y solicitud de Isabel. Este fue el principal objeto de sus incesantes tareas, de aquella constante aplicacion á los asuntos del gobierno que no interrumpian ni las fatigas de los viages, ni los achaques de la salud, ni la vida agitada é inquieta de la guerra. Enemiga del ócio torpe, creia que todos los instantes de su vida eran otras tantas víctimas debidas al númen del bien público, y que no podia privarle de ellas sin sacrilégio. Despues de un dia laborioso solia pasar la noche despachando negócios con sus secretários y ministros, y sorprenderla en este ejercício la aurora. Si el acierto no coronó siempre la rectitud de sus intenciones, si la violéncia de las circunstancias ó la escasa luz de aquel siglo, en que no podia ni aun soñarse que estas matérias se sujetan á princípios científicos, hicieron incurrir en defectos que descubre la ilustracion del nuestro ; acusemos la condicion de las cosas humanas que no sufre la perfeccion sin que precedan ensayos y errores, o perdonémolos en consideracion á las grandes mejoras que se lograron, y á las miras luminosas y benéficas que campean en las leyes promulgadas por Isabel, y frecuentemente se elevan sobre los conocimientos vulgares de su era. El

plan de la Hacienda Real debia su origen y formacion á tiempos anteriores ignorantes y groseros y las alcabalas, género de multa impuesta sobre la circulacion y saludable movimiento de la indústria, componian la principal renta de la Corona. Isabel disminuyó sus perjúicios, estableciendo en las contribuciones el método de los encabezamientos pero huyendo en esto como en todo de la violéncia, no quiso obligar á sus vasallos á que lo adoptasen, se contentó con dejarles la eleccion. Los pueblos pudieron escoger á su arbítrio este médio de pagar al erário: médio suave y equitativo, que escusando las vejaciones de los recaudadores y los inconvenientes todavia mayores de los arrendamientos, reducia tambien los gastos de percepcion y suavizaba el impuesto, repartiéndolo y cobrándolo á gusto y conveniencia de los mismos contribuyentes. Á este amor ilustrado y sábio del bien público que resplandeció siempre en las providéncias de Isabel, se debieron las que dictó sobre construccion de caminos y puentes para facilitar las comunicaciones interiores y comerciales del réino; la supresion de portazgos y gabelas arbitrárias que las hacian embarazosas y dificiles ; la extincion de aduanas entre Aragon y Castilla; el establecimiento de contrastes que asegurasen la fé pública; las pragmáticas á favor de los plantios y de la cria de caballos; la abolicion de las restricciones que en várias províncias se oponian á la libertad del comércio y ejercício franco de la indústria; la lei para que los mercaderes extrangeros llevasen los retornos precisamente en productos nacionales; la jurisdiccion y privilégios concedidos á los consulados de Burgos y de Bilbao; las franquícias y prémios prodigados á la gente de mar y á la construccion de bajeles de mayor porte; y en fin la legislacion marítima que mejorando y dando mas extension á otras instituciones precedentes, produjo la prosperidad naval de España en el siglo XVI, y pudo servir de original y modelo á que ha grangeado despues á Inglaterra el título de primogénita de Neptuno título ilustre que debiera ser nuestro, y que lo seria sin duda, si los siglos inmediatos hubieran seguido el camino que les indicaba el ejemplo de Isabel, y perfeccionado progresivamente sus máximas con los auxílios de la experiencia y del sa

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ber, como lo han hecho otras naciones mas afortunadas aunque menos favorecidas de las circunstancias y de la naturaleza.

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Así fué que la labranza honrada y libre de muchas trabas gravámenes que antes la oprimian, suministraba largamente para el sustento de una poblacion que se aumentaba con rapidez; y la aplicacion y amor al trabajo crearon las fábricas y talleres que abastecieron por mucho tiempo las Índias, la Península y otras regiones. Viose al comércio español abrazando ambos mundos, sus factorias establecidas en todos los paises conocidos, el mar cubierto de nuestras flotas y dominado por nuestras escuadras. Y cuando á princípios del reinado de Isabel apenas corria moneda en Castilla, supliendo por el uso de ella la permuta, indício cierto de los atrasos de la civilizacion y de la prosperidad; á fines del mismo reinado Sevilla empezaba á ser el empório donde habian de cruzarse los tesoros del Oriente y del Occidente, y las ferias de Medina del Campo iban á ser el centro de los movimientos y operaciones comerciales de Europa, el banco donde se negociaban los cuentos á millares y se giraba todo el dinero del universo.

Á vista de tantas ventajas debidas á las disposiciones gubernativas de Isabel × habrá quien dude de si realmente tuvieron por objeto el provecho comun de sus pueblos? ¿Llegará la maledicéncia á poner dolo en sus intenciones, atribuyendo á su conducta motivos menos dignos y generosos? Se sospechará que no fué insensible á los alhagos seductores del despotismo, y que su vanidad y engrandecimiento personal y no el bien de sus vasallos, fué el móvil que dirigió sus operaciones sobre el trono ? Y ¿ no bastará la consideracion del poder y felicidad que su gobierno dió á la nacion para desmentir sospecha tan odiosa? Cupo ser poderoso el réino y absoluto el Monarca? felices los pueblos y el gobierno injusto ?

Pero no lo disimulemos: una opinion harto comun, aunque tímida y sin atreverse á salir de la obscuridad que es donde se alimentan la malignidad y el error, imprime en la memória de Isabel la mancha de que las novedades que introdujo en el estado político y civil de Castilla fueron hijas de su ambicion, y de que

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aspiró al poder indefinido y arbitrário; á aquel poder que no reconoce mas límites que el incierto querer y humor de quien lo tiene; á aquel poder que arrogándose sacrílegamente los atributos de la Divinidad, exige que no se admita diferéncia alguna entre su voluntad y la justícia, que mira á los hombres como viles y despreciables insectos, y no reconoce en ellos derechos ni otro mérito que el de servirle y agradarle. Delito horrible! Solo pudieron con alguna escusa suponer capaz de él á nuestra Princesa, los que por comprendidos en sus reformas tuvieron ocasion de dar á su resentimiento el desahogo de la queja. En nuestros tiempos, lejos ya las causas del ódio y de la pasion, no pueden repetir acusacion tan infundada sino los que no tengan notícia de su vida y acciones; los que ignoren que respetó constantemente los pactos, la inferioridad y aun los errores agenos; que habiendo de ejecutar reformas notoriamente justas y necesárias, dejaba siempre el camino de la autoridad y de la fuerza por el de la persuasion y la dulzura; que autorizaba para resistir el cumplimiento de los volubles caprichos del poder cuando se oponian á las disposiciones legales anteriores; que lejos de atropellar los derechos de sus vasallos, no contenta con que en su reinado no se hubiese establecido contribucion alguna nueva para el erário, estaba solícita de si eran voluntárias y legítimas las antíguas. Extendió, sí, el influjo de la autoridad real, pero para sufocar la hidra de la anarquia: abolió las confirmaciones de los súbditos en los diplomas, pero dió mayor fuerza é importáncia á la consulta é intervencion del Consejo cerró á los Grandes la puerta de la guerra civil, pero , pero les abrió las de la verdadera glória, les confio las grandes empresas, los trató como á amigos, lloró en sus cuitas y duelos. El propósito de Isabel fué librar á Castilla de los males que causaba la incoheréncia y division de la autoridad, y tiró á concentrarla. Si hubiera sido al contrário, si Isabel hubiera nacido en un país despotico y bárbaro, donde el desmedido poder del que manda solo produce el terror y miséria de los que obedecen; no lo dudemos, Isabel hubiera templado las prerogativas del trono, y renunciado al poder de sus ascendientes por la prosperidad de sus pueblos.

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Amólos efectivamente Isabel, y no lo dejó dudar el esmero con que trabajó en procurar su ventura, introducir la opuléncia, crear, alentar, premiar la virtud y las letras. Bien al revés del déspota á quien hacen sombra los talentos, el mérito, la riqueza; á quien horrorizan las armas en manos de sus vasallos; á quien los remordimientos de su conciéncia hacen vivir rodeado de sobresaltos y de guardias. Isabel no las tuvo: temió solo que la nacion adormecida en el seno de la paz olvidase el manejo de la espada, y que el fin de la guerra de los moros apagase el ardor marcial en los castellanos. Para evitar esto, prescribió á los pueblos la práctica de los ejercicios militares, mandó que anualmente se hiciesen alardes asignó prémios á los dueños de mejores armas señaló penas á los omisos y negligentes. No, no son estos los síntomas de un gobierno arbitrário y tiránico; sino mas bien de un régimen paternal, en que el gefe seguro del amor de sus hijos, lejos de temerlos, se complace por el contrário en ver cual medran y se robustecen, creyendo que el poder y lustre de la família aumentan, como así es la verdad, el suyo.

Mas ¿á qué fin acumular pruebas de que nuestra Princesa no intentó abusar de su autoridad para darle una extension sin tasa, opuesta á la razon y al bien de la Monarquia? Mostremos mas bien que tal pensamiento fué incompatible con el temple de su alma; y para ello examinemos si sus inclinaciones la llevaban á menospreciar y deprimir á los demás ; si sus princípios morales favorecian el amor propio, el amor exclusivo de sí distintivo y calidad inseparable de los tiranos; si á la delicadeza de su conciéncia pudo acompañar el desígnio de romper todas las barreras para llegar al poder absoluto; si la escrupulosidad con que desempeñaba las obligaciones domésticas, si la moderacion y templanza de su caracter personal anúncian el desprécio rasgado de todo freno y de todo cuanto se venera y reveréncia entre los hombres.

Acerquémonos con un religioso respeto á descorrer el velo que cubre la vida privada de nuestra Princesa... ... Salve, matrona insigne, honor y corona de las hembras castellanas: permite que

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