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mirante y mucha gente de la ciudad con grandes muestras de regocijo. Al anochecer pasó el príncipe á la casa de la princesa, y en la sala principal de ella se publicaron y ratificaron solemnemente los esponsales á preséncia del almirante, abuelo del nóbio, y de un numeroso concurso que habia atraido la curiosidad. El arzobispo proclamó que habia cesado el impedimento de consanguinidad entre los príncipes por dispensa del papa Pio II predecesor de Páulo II, á la sazon reinante; y se leyeron en público las capitulaciones matrimoniales otorgadas por Don Fernando y ratificadas por el Rei su padre. La suma de ellas era la obediéncia filial que el príncipe ofrecia al Rei Don Enrique, el amor y buen trato de los castellanos, el respeto a sus fueros y privilégios, la conservacion de las preeminencias y honores de los grandes y en especial de los arzobispos de Toledo y Sevilla, del maestre de Santiago, del conde de Plaséncia y del obispo de Burgos; la residéncia personal del príneipe en los réinos de Castilla, la promesa de no sacar de ellos á sus hijos cuando los tuviese, la provision de empleos en los naturales, el mantenimiento del honor y prerrogativas de la princesa cuando llegase á ser Réina despues de los dias de Don Enrique, la obligacion de no hacer guerra ni paz con otros príncipes sin consentimiento de su muger, y finalmente la protesta de no innovar cosa alguna en orden á los estados y bienes situados en Castilla que habian sido del Rei su padre, y pasado después á otras manos: condiciones todas dirigidas á hacer popular y grato generalmente el enlace, y que convenia publicar y esparcir para justificar la conducta é intenciones de los príncipes, y quitar pretextos de queja al Rei Don Enrique y á los grandes de su partido.

Concluida esta ceremónia, Don Fernando se retiró aquella noche á la posada del arzobispo; y el dia siguiente 19 de octubre por la mañana se celebró el matrimónio en el salon de la casa donde vivia Doña Isabel, siendo padrino el almirante, y madrina Doña Maria, muger de Juan de Vivero dueño de la casa. Asistieron el arzobispo, el almirante y sus hijos

con,

Don Alonso y Don Enrique, el conde de Treviño, Don Lope Vazquez de Acuña hijo del arzobispo de Toledo, adelantado de Cazorla, Don Diego de Rojas hijo del conde de Castro, Gomez Manrique y su hermano Garcia Manrique, hijos del adelantado Don Pedro Manrique, Alonso Carrillo señor de Mandayona, Sancho de Rojas señor de Cabrias, Gonzalo Chacomendador de Montiel, mayordomo mayor de la princesa, su sobrino Gutierre de Cárdenas, Mosen Pero Vaca (1), Don Tello de Buendia arcediano de Toledo, que fué despues obispo de Córdoba, Don Diego de Guevara canónigo de Toledo, criado del arzobispo, los licenciados Alfonso Manuel y Pero Alfonso de Valdevieso del consejo del Rei y sus oidores, los licenciados Pero Sanchez Surbano, Diego Rodriguez de Aillon, Gonzalo Gonzalez de Illescas, Gonzalo Garcia de Burgos y Benito de Valladolid, con otros muchos caballeros, eclesiásticos y gentes de todos estados y profesiones, que segun el acta del matrimónio pasarian de dos mil personas. Pero Lopez de Alcalá fué el preste que celebró la ceremónia. Al salir revestido para decir misa en la misma sala, los príncipes le presentaron la dispensa pontifícia, y le pidieron que los casase; y leida la dispensa y hechas las proclamas, los desposó, les dijo misa y les dió las bendiciones nupciales segun los ritos de la Iglésia. De este acto y todas sus circunstáncias se extendió instrumento público, firmado por Diego Rangel notário apostólico, y autorizado por Fernando Nuñez tesorero y secretário de la princesa, escribano de cámara del Rei, y por Fernando Lopez del Arroyo, asimismo escribano de cámara del Rei, vecino de Medina del Campo.

El resto del dia se pasó en fiestas y regocijos: y el siguiente por la mañana, conforme á una costumbre que debió ser comun y ordinária segun el tono en que se explican las me

(1) Era Pero Vaca el embajador: persona diferente de Pero Nuñez Cabeza de Vaca, otro de los compañeros del príncipe en el viage, que ha. bia sido enviado desde Dueñas al Rei Don Enrique. Zurita los confun

dió en la relacion de estos sucesos (Anal. I. 18. c. 26). Es mui réparable que entre los testigos de la boda no se nombre á los demás caballeros que habian venido de Aragon.

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mórias de entonces, y proscribió la cultura y decéncia de los tiempos posteriores, se mostró con publica solemnidad y concurréncia de jueces, regidores y caballeros la ropa del tálamo nupcial. Siguieron siete dias de contínuos espectáculos y juegos, y al cabo de ellos, segun estilo de aquel siglo (1), salieron en público á misa los nóbios á la iglésia colegial de Santa Maria (2),

§. III.

El indolente Don Enrique se estaba en Sevilla mientras pasaban en Valladolid tan importantes ocurréncias. No tuvo notícia alguna hasta fines de octubre en que el maestre Don Juan Pacheco, que no podia entrar en la ciudad por el ódio que en ella se le profesaba, le hizo salir á Cantillana y le dió cuenta de los sucesos. Entonces conoció, aunque tarde, su falta y resolvió el viaje á Castilla: mas por complacer al maestre, rodeo por Extremadura y se detuvo para poner en posesion de Trujillo á Don Álvaro de Estúñiga, conde de Plaséncia, grande amigo y parcial suyo. La resistencia del alcáide de la fortaleza que no quiso entregarla, alargó la estáncia del Rei en aquella ciudad, donde recibió la carta que le escribió la princesa antes de su casamiento. La contestacion que se dió de palabra al mensagero, fué que el Rei estaria prontamente en Segóbia, y que allí determinaria lo que mas convíniese (3).

Con efecto el Rei despues de haber gastado mucho tiempo en Trujillo, continuó su viage y llegó pasada ya la mitad de noviembre á Segóbia. Luego que lo supieron los príncipes, dispusieron enviarle mensageros, participándole su casamiento é informándole menudamente del modo y condiciones con que se habia hecho para que se sirviese de aprobarlo. El cronista Diego Enrique del Castillo copió (4) la instruccion que llevaron por via de creéncia los mensageros, reducida á que hiciesen saber al Rei que la voluntad de los príncipes hubiera sido casarse con su con

(1) Crón. de Don Juan II, cap. 311

y 316, año de 40.

(2) Paléncia déc. 1. 12, cap. 5.

(3) Enriquez del Castillo, crón. cap. 134 y siguientes hasta el 137.

(4) Cap. 137.

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sentimiento y el de todos los prelados y grandes del réino, pero que siendo esto imposible por falta de tranquilidad y concór dia, y peligrosa para el bien público la tardanza, habian concluido su matrimónio con acuerdo y consejo de vários prelados y grandes, y siempre con determinado propósito de amar al Rei, respetarle y obedecerle, atendiendo al mismo tiempo al bien general del réino. Y en prueba de ello se insertaba un extracto bastante ámplio y circunstanciado de las capitulaciones ajustadas antes del matrimónio sobre el respeto y obediéncia que se ofrecia al Rei Don Enrique, la conservacion de las preeminéncias de la princesa, la seguridad de los honores y bienes de los grandes, y mantenimiento de las costumbres, libertades y fueros de Castilla, dirigidas todas al obséquio del mismo Don Enrique y á la tranquilidad y bien comun. Concluia la instruccion encargando á los mensageros que procurasen mitigar el enojo y desagrado del Rei, manifestando los graves inconvenientes que podrian seguirse de su continuacion, y suplicándole en nombre de los príncipes que los recibiese como á verdaderos hijos, certificándole del deseo que tenian de verle, hacerle reveréncia y probarle con las obras que sus intenciones no discrepaban de sus palabras (1).

Con este mensage fueron á Segóbia por parte del príncipe Pero Vaca, por la de su muger Diego de Ribera, ayo que habia sido del infante Don Alonso, y por la del arzobispo de Toledo Luis de Antezana. Oida su embajada, é dada la creéncia que así

(1) Enriquez del Castillo insertó la instruccion literalmente en el lugar citado de su crónica. Comparando el extracto que en ella se hace de los pactos matrimoniales con el texto auténtico de estos que se incluye en el apéndice, se echa de ver que la instruccion omitió algunos puntos, y que en algun otro se extendió mas que el texto, siendo facil de explicar las causas, atendido el objeto que se proponia la embajada. Por lo demás, en la instruccion de la crónica impresa se notan algunos defectos, sea vício original de la crónica ó de la copia que se siguió al imprimirla, como re

sulta de su cotejo con la cópia de la misma instruccion remitida por los príncipes al conde de Plaséncia, que se mencionará en adelante. En la cronica se omiten algunos artículos que contiene esta última; se calla la importante circunstancia de que el príncipe hizo pléito homenage de guardar los capítulos del ajuste en manos de Gomez Manrique, caballero castellano; y finalmente se incurre en el error de llamar muger del Rei Don Juan de Aragon á Doña Maria, que lo fué de su hermano y antecesor Don Alonso V.

traían, el Rei despues de haber hablado con los de su consejo, habló con ellos é les respondió que aquello que traian era cosa de mucha importáncia, é que requeria deliberacion é acuerdo: que convenia comunicarlo con los grandes de sus réinos que allí habian de venir, é que habido su acuerdo é consejo con ellos, él les mandaria responder. E así se tornaron sin respuesta ninguna los mensageros (1).

Los príncipes no se habian contentado con escribir al Rei Don Enrique. La cópia que se conserva entre los curiosos de la carta que en aquella ocasion dirigieron al conde de Plaséncia, acérrimo fautor del matrimónio con el Rei de Portugal y uno de los mayores antagonistas de los príncipes, indica que estos escribieron tambien en particular á los que tenian influjo en el consejo de Don Enrique, mostrándoles la mayor consideracion y pidiéndoles que contribuyesen al restablecimiento de la concórdia. A un despues de la vuelta de los mensageros á Valladolid, los príncipes deseosos de apurar todos los médios de conciliacion quisieron que el arzobispo de Toledo escribiese al maestre de Santiago, que era sobrino suyo, rogándole encarecidamente hiciese de forma que el Rei aprobase lo hecho, y tratase á los príncipes como á menores y obedientes hermanos. Así lo hizo el arzobispo, aunque con repugnáncia y solo por consideracion á los príncipes (2).

Pero todo fué inutil: y en la corte de Enrique no se respiraba sinó venganza, cuando vino á ofrecer ocasion oportuna para ella la propuesta que hacia el Rei Luis de Fráncia, pidiendo á Doña Juana la Beltraneja para muger de su hermano Cárlos, duque de Guiana, el mismo á quien antes habia desechado Isabel.

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La grata acogida que halló este proyecto en el ánimo de Don Enrique y su consentimiento en la nueva boda que se le proponia, pusieron en gran cuidado á los príncipes, que no podian duque todo se dirigia á suscitarles rivales y á destruir sus derechos á la sucesion de los réinos de Castilla. Alonso de Paléncia habia sido enviado á Aragon á princípios del mes de diciembre á solicitar del Rei Don Juan alguna cantidad de dinero para pagar el sueldo de mil lanzas que era forzoso mantener para seguri

(1) Enriquez del Castillo, crón. c. 137. (2) Paléncia crón. parte II.

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