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CAPITULO XI.

Guerra civil en los años

1847, 1848 y 1819.

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Cuando fue resuelto en sentido contrario al Conde de Montemolin el asunto de la boda de D. Isabel II, y perdida ya por los carlistas toda esperanza de una reconciliacion, que tanto anhelaban para cicatrizar las profundas heridas de que era víctima la desgraciada nacion española, habia dado el hijo de D. Cárlos el grito de alarma, llamando á la lucha á los de su partido, todo el mundo conoció la proximidad de una guerra, y vieron los españoles ante sus ojos la renovacion de las lamentables escenas que habian presenciado en la guerra fratricida que durante siete años habia afligido á esta desventurada nacion. La alarma principió á la evasion de Bourges del Conde de Montemolin, tomó cuerpo á sú llegada á Londres, y creció con las distinciones de que era objeto, como hemos visto, por parte de los grandes personages políticos de aquella poderosa nacion, por la actitud amenazadora de las potencias del norte, qué continuaban sin reconocer al gobierno de la Reina, y finalmente por las muestras de atención y cariño con que las córtes europeas distinguian á la familia proscrita de D. Cárlos,

uno de cuyos miembros, el infante D. Juan, iba á contraer matrimonio con María Beatriz d' Este archiduquesa de Austria.

Fuerza es confesar que estaba profundamente disgustada una buena parte de España con el casamiento de la infanta con el Du-, que de Monpentsier, que nos esponia á estar mas ó menos ligados á las visicitudes de Francia, y hacia mas odiosa por mas manifiesta la influencia de Luis Felipe. El partide progresista, caido del poder, se agitaba, aunque sugeto por el partido moderado con terribles cadenas, y en todas las provincias rebosaban las muestras de descontento por el sistema tributario que se iba poniendo en práctica, y que como toda contribucion nueva ó nueva forma de impuestos se habia acarreado el aborrecimiento general. En Cataluña se unia á todas estas circunstancias el estarse exigiendo por primera vez, en contra de los fueros del antiguo Principado, el sorteo de los mozos para el reemplazo del ejército, medida que exasperaba á los altivos y fogosos habitantes de aquella provincia.

Fácil es concebir que en esta situacion cualquier grito de guerra hallaria eoo entre los españoles, sobre todo si era dado por una persona afecta y con alguna esperanza de triunfo, y en realidad no se hizo esperar, Cataluña fue el teatro destinado para la nueva guerra, en donde aparecieron, en noviembre de 1846, algunas partidas con la bandera de Cárlos VI. El haber sido en esta provincia la guerra mas importante que en otra alguna, y el haber presentado en todas igual caracter, hace que me concrete á referir tan solo la historia de esta.

- Á quien meditara con detencion las desgracias que podian seguir al reciente grito de guerra y midiera las profundas heridas que se renovaban de pasados disturbios, se le hubiera helado la -sangre en las venas, si por otra parte no hubiese visto, ya que no una medicina, un lenitivo á estos males en las lecciones que durante el infortunio habian recibido los nuevos carlistas, y en las humanas órdenes que desde luego se dijo haberles dado el Conde de Montenolin. Los defensores de este en 1846, distaban mucho

de algunos carlistas de otras épocas. Aleccionados en el destierro, habian aprendido á olvidar y perdonar; sosteniendo una bandera levantada por la culpa de un gobierno que no quiso la fusion de los partidos, debian dar muestras de desear verdaderamente una conciliacion y olvido de lo pasado; y asi lo hicieron en efecto. Nada de los antiguos recuerdos y apodos de otras épocas, nada de odios ni distinciones á los partidos; predicaban el olvido de lo pasadó y lo ponian en práctica abrazando á carlistas y liberales, á moderados y progresistas, respetándolos á todos, y poniendo por obra desde un principio el plan de antemano concebido, de desarmar á los soldados de la Reina que cogiesen, dejándolos luego en libertad. La circunstancia de no molestar á los particulares con exacciones, ni á los pueblos con tributos, hizo conocer al Gobierno que luchaba con un enemigo poderoso; asi es que, aunque en un principio habian sido despreciadas las partidas montemolinistas, llamaron la atencion de las autoridades militares de la provincia, y el mismo Capitan general salió de Barcelona á últimos de diciembre en persecucion de los sublevados.

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En la provincia de Gerona fue donde aparecieron los primeros carlistas, que recórrieron al principio libremente el terreno, y sufriendo despues una persecucion activa pero infructuosa de parte de las tropas, se batian cuando lo creian conveniente, se dispersaban para volver á reunirse al siguiente dia, y sintieron por todo efecto de la campaña del Capitan general, D. Manuel Breton, la pérdida de algunos hombres. Bernat votla

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Dos de ellos fueron pasados por las armas, y por circunstan- · cias especiales, no cupo la misma suerte á D. Narciso Gorgot, hijo de una noble familja de Figueras. Asi principiabadel Gobierno á hacer cruel una guerra, cuyos rigores hubieran podido templarse, á seguir las inspiraciones y la conducta de los carlistas.........

El general Breton volvió del Ampurdan á 24 de enero de 1847, diciendo que había concluido con los facciosos, pero dejando allí en realidad á los mismos carlistas que encontró La apari

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cion de Tristany y el Ros de Eroles, dos célébres carlistas de las pasadas luchas, simpáticos al país que los habia ocultado y prote gido, le llamaron luego á la montaña, pero se dispersarian á su aproximacion, como tenian de costumbre, por permitírselo asi el pais que les protegía.

Mientras perseguia Breton á Tristany y Eroles, otras partidas se dejaban ver en varios puntos del Ampurdan, llano de Vich, campo de Taragona etc. que se evaporaban á la llegada de las tropas, ó las hacian cara, segun conviniera á sus planes. Llamábanles, unos los de la rahó que espresa en catalan los de la razon, otros les llamaban molineros, pero prevaleció sobre todos los nombres el de matinés, madrugadores, con el cual se recuerda todavia en el pais, la guerra que sostuvieron.qld

A pesar de recorrer estas partidas todo el Principado, no lla-maron mucho la atencion en el mes de enero y principios de febrero, por estar á la defensiva y en completa inaccion en cuanto á operaciones militares, y por no ser perseguidas por las tropas de la Reina. Pero el 15 de febrero algunos de sus principales gefes, Tristany, Vilella, Ros de Eroles y Griset hicieron un alarde de fuerza con que cundió la alarma no solo en Cataluña sino en toda España. Presentáronse en dicho dia á las cinco de la mañana en la ciudad de Cervera los cabecillas referidos á la cabeza de unos 200 hombres, sorprendiendo á la fuerza que guarnecia la poblacion, que era de infanteria del regimiento de la Princesa. Dispersóse esta y solo encontraron resistencia los carlistas en un piquete de la guardia civil, que despues de un corto tiroteo en que quedaron fuera de combate algunos soldados de aquella arma, fueron los restantes hechos prisioneros. Abrieron las puertas de la carcel, y los pocos soldados que daban la guardia fueron desarmados en cuanto manifestaron que no les querian seguir, dejándoles luego en libertad. Las autoridades se escondieron, los caudales públicos fueron presa de los carlistas, que respetaron empero todo lo demas. Dé Cervera partieron á las diez y se dirigieron á Guisona,

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donde entraron triunfantes con la pasada hazaña que se hizo allí mas notable con rendírseles una pequeña fuerza de 16 soldados, cuyo gefe no queriendo seguir á los carlistas, fue soltado y se dirigió libremente á encontrar su regimiento. Los carlistas se llevaron de Guisona, como lo habian hecho de Cervera los caudales públicos, no incomodando á ningun vecino.i

La conducta seguida por los matinés que, soltaban ó trataban con consideraciones á los presos que caian en sus manos, contrasta tanto mas con los bandos de pena de muerte del general Breton, en cuanto éste se permitia llamarlos bandidos, facinerosos, ladrones, trabucáires y sanguinarios. Lós carlistas, siguiendo las órdenes de los que les dirigian, se portaron con dulzura y humanidad; si mas tarde hubo escesos, bien saben á que partido deben atribuirse los que conocen la historia de aquella guerrra.

Breton se trasladó á Cervera, y durante su permanencia en aquella ciudad dió una proclama en que despues de llenar de dicterios á los carlistas, confesaba que no podian las tropas acabar con ellos, y que no era imposible otro golpe de mano como el del dia 15. No se equivocó; solo que fué mas terrible, mas ruidoso. En Tarrasa habia de tener lugar; pero antes de referirlo bueno será hacer mencion de un documento importante que puede servir para evidenciará que partido deben atribuirse las atrocidades de aquella guerra.

Mientras los montemolinistas respetaban á todo el que no hiciera armas contra ellos, abrazaban á moderados y progresistas y hasta perdonaban á los enemigos presos, dejándoles en libertad, el general Breton, que los llamaba sanguinarios, dió un bando bárbaro é inhumano, cuya lectura subleva las conciencias y llena á uno de indignacion contra el que tuvo la menguada idea de ahogar la guerra con derramamiento de sangre. El 4 de marzo publicó Breton el bando feroz, con qué habia de llegar al colmo de las arbitrariedades, que le habían hecho odioso al principado durante su mando. Por su estension no lo copio integro; pero bas

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