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nidas en Madrid por orden de D. Fernando las Cortes del reino, juraron en 20 de junio de 1833 á doña Isabel, como princesa de Asturias, heredera inmediata del trono de las Españas. Ya no quedaron satisfechos los enemigos de D. Carlos con haberle alc jado de la corte, sino que pretendieron tambien que dejara la Pe nínsula, a cuyo objeto medió entre los dos hermanos una intere sante correspondencia, de la cual no inserto mas que una pequeña parte para no traspasar los límites que exige el presente opússi culo mond goba valguru ani cupel polus

Decia D. Fernando á su hermano en carta fecha 6 de mayo de 1835. El amor de hermano que te he tenido siempre, mei impele á evitarte los disgustos que te ofrecería un pais donde tus supuestos derechos son desconocidos, y los deberes de rey mel obligan á alejar la presencia de un infante cuyas pretensiones podrian ser pretesto de inquietud á los mal contentos. No debiendo pues regresar tú á Españía por razones de la mas alta politica, por las leyes del reino que asi lo disponen espresamente y por tu mise ma tranquilidad que yo deseo tanto como el bien de mis pueblos, te doy licencia para que viajes desde luego con tu familia á los Estados Pontificios, dándome aviso del punto á que te dirijas, y en que fijes tu residencia, Al puerto de Lisboa llegará en breve, uno de mis buques de guerra para conducirte.» A

A esta carta contestaba D. Carlos con la que sigue: of our de «Mafra 13 de mayo de 1833: Mi muy querido hermano mio de mi corazon, Fernando de mi vida. Ayer á las tres de la tarde recibí tu carta del 6 que me entregó Córdoba, y me alegro mu cho ver que no teneis noyedad, gracias a Dios, nosotros gozamos del mismo beneficio por su infinita bondad: Ite agradezco mucho todas las espresiones de cariño que en ella me manifiestas y cree que se apreciar y dar su justo valor a todo lo que salehde tu corazon quedo igualmente enterado de mi sentencia de no dec ber regresar a España, por lo que me das tu licencia para que viaje desde luego con mi familia á los Estados Pontificios, dándote

aviso del punto á que me dirija, y del en que fije mi residencia. A lo primero te digo que me someto con gusto á la voluntad de Dios que así lo dispone; en lo segundo no puedo menos de hacerte presente que me parece bastante sacrificio el no volver á su patria, para que se le añada el no poder vivir libremente en donde á uno mas le convenga para su tranquilidad, su salud y sus intereses..... estoy resuelto á hacer tu voluntad y á disfrutar del favor que me haces de enviarme un buque de guerra dispuesto para conducirme: peró antes tengo que arreglar todo y tomar mis disposiciones para mis particulares intereses de Madrid, viéndome igualmente precisado á recurrir á tu bondad, para que me con oedas algunas cantidades de mis atrasos; nada te pedí ni te hu biera pedido para un viaje que hacia por mi voluntad, pero este varia enteramente, y no podré ir mas adelante, sino me concedes lo que te pido. Resta el último punto que es el de nuestro embarque en Lisboa: ¿cómo quieres que nos metamos otra vez en un punto tan contagiado, y del que salimos por la epidemia? Dios por su infinita misericordia nos sacó libres; pero el volver casi seria tentar á Dios: estoy persuadido que te convencerás asi como te seria del mayor dolor y sentimiento, si por ir á aquel punto se contagiase cualquiera, é infestado el buque pereciéramos todos. Adios querido Fernando mio: cree que te ama de corazon, como siempre te ha amado y te amará, este tu amante hermano.M. Cárlos.

Puso fin á la correspondencia que entre los dos hermanos mediaba una carta de D. Fernando que terminaba con estas palabras, despues de haber referido sus disposiciones anteriores, que habia eludido D. Carlos.

«Os mando pues que elijais inmediatamente alguno de los. medios de embarque que se os han propuesto de mi órden, comunicando, para evitar nuevas dilaciones, vuestra resolucioná mi enviado D. Luis Fernandez de Córdoba, y en ausencia suya D. Antonio Caballero, que tienen las instrucciones necesarias para

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llevarla á ejecucion. Yo miraré cualquier escusa ó dificultad con que demoreis vuestra eleccion ó vuestro viaje como una pertinacia en resistir á mi voluntad, y mostraré como juzgue conveniente, que un infante de España no es libre para desobedecer á su Rey. -Ruego á Dios os conserve en su santa guarda.-Yo el Rey Madrid 30 de agosto de 1833. »

A esto sobrevino la muerte del rey, y quedó D. Cárlos sin cumplimentar sus órdenes, permaneciendo con su familia en Portugal, cuyos campos talaba á la sazon una encarnizada guerra civil de igual carácter que la que mas adelante habia de sostener él mismo en las provincias españolas. En estas se habia enarbolado ya la bandera que tenia escritos con el nombre de Cárlos V. Ios venerables de religion y fueros. En Talavera de la Reina, Bilbao y Logroño, en Cataluña, Aragon, Valencia y Murcia resonaba ya el grito de viva Carlos V., que entusiasmaba á centenares de combatientes. Diversa anduvo la fortuna, que entre muchas victorias hubo de ser algunas veces fatal al naciente ejército, falto de municiones y pobre de recursos.

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Al mismo tiempo continuaba D. Cárlos en Portugal, en cuyo país los sucesos de la guerra no eran nada favorables al ejército de su débil aliado D. Miguel. Hallábase el pretendiente en CastelO-Branco, cuando el gobierno de Madrid en virtud del tratado de la cuádruple alianza, firmado en abril de 1834,y los artículos adicionales de 18 de agosto del mismo año, dió órdenes á D. José Ramon Rodil, capitan general de Estremadura, para que entrando en el territorio portugues se apoderase de su persona, empleando cuantos medios estuviesen á su alcance, y una vez preso, le condujera á una plaza española segura.

Triste y precaria era la situacion de D. Cárlos y su familia en el vecino reino, confiscados sus bienes, y perdidos para mayor desgra cia cien mil francos, producto de los vendidos diamantes de Doña Francisca y de la princesa de Beira. A pesar de esta penuria, del número comparativamente reducido de sus partidarios y del fuerte

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ejército que á las órdenes de Rodil vigilaba la frontera, tenia Don Carlos vehementísimos deseos de penetrar en España, y al fin hubo de presentarse al frente del ejército, de Rodil. Titubearon last tropas de este, segun dice un historiador, pero Rodil mandó hacer un movimiento á dos escuadrones de su caballería para envolver á la escolta de D. Cárlos, quien á este ataque tuvo que retirarse á Almeida, hasta donde le acompañó el general de Doña Cristina con el objeto de penetrar en la plaza. Aunque fué Rodil rechaza do, sin embargo Almeida dejó de ser suficiente garantía para D. Carlos, pues habiéndose pronunciado por Doña María de la Gloria, no tuvo el pretendiente español otro camino que una retirada, bien peligrosa por cierto, para librarse de los tiros del enemigo, que en su obstinada persecucion, logró apoderarse cerca jde Zamusca de parte de sus equipajes y de los de la comitival Continuó la familia de D. Gárlos algun tiempo en Zamused, aunqué con lan grave riesgo, por ser un punto aislado, sin defensa alguna, y hallarse Rodil á sus inmediaciones, que al fin tuvo que abandonarlo precipitadamente..mmgi oh padeg y zonoibirung 679 Asi Doña Maria Francisca de Braganza, el joven Carlos Luis y sus hermanos, corriendo fugitivos de pueblo en pueblo, algunas veces á pié sobre un terreno áspero y escabroso, perseguidos de sus enemigos, y abrumados de desgracias, pero llevando la valo rosa madre y el joven hijo a quien comunicaba la energía y el temple de su alma, el enorme peso del infortunio con résignación y constancia, despues de haber abandonado á Zamusca y Santarem llegaron por fin á Evora el 25 de mayo de 1854, donde, noticiosos de que Rodil se hallaba a las inmediaciones de Estremoz, determinaron abandonar el suelo de la Península, para ellos tan ingrato, con objeto de ir a buscar la paz y el sosiego en regiones estrañas. Entusiasmado por esto tiempo el hijo mayor de D. Cárdos con los ejemplos de valor militar y con el estruendo de la guerIrá, sentia nacer en su corazon un ardor, poco comun en su clase y tiernos años, que le hacia buscar con intrepidez los peligros, ya que

nopodia arrojarse á los campos de batalla. Asi esplica un escritor el particular cuidado que de la defensa de sus hermanos tuvo el jóven príncipe, en la precipitada fuga que se vieron obligados á emprender con motivo de la sorpresa de la Guarda, en que cayeron en poder de las tropas acaudilladas por Rodil, equipajes y municiones de boca y guerra, 19 long Fob qdo 15 kainą

Montados iban los tres en unas jaquitas á propósito para su edad, pero siendo mas vigorosa la de D. Carlbs Luis, se empeñaba en adelantar mucho terreno, procurando dejar atrás á la comitiva.

D. Carlos Luis retrocedia lá la retaguardia, y en aquel lugar llevándole sus hermanos bastante delanteral, permaneció tenaz mente durante la apresurada, marcha.toda ne bigdealbong sup

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Uno de los de la comitiva al notar este arrojo no pudo me nos de advertirle que corria, grave riesgo de daer en manos de enemigo: que debia adelantarse todo lo posible, y ponerse en sal vo, puesto que su vida era mas preciosa que la de todos los demás.

¿Y mis hermanos? dijo D. Cárlos, Luisly ena sobol is agturojo -Ellos y nosotros haremos lo posible para salvarnost Pues bien, contestó: yo quiero seguir su suerte, seria una infame cobardia alejarme de su lado hallándose en tanto peligro. »

En esto andaba tan mal parada la causa de D. Miguel, pretendiente de la corona de Portugal, que se vio obligado á firmar un humillante tratado á pésar de los consejos de su tip D. Carlos que le proponia emprender al frente de sus tropas una espedición á Andalucia, que sin duda habria sidó de muchos resultados ren aquellos momentos. Ondmoool, ovoalurgie nu asoisid com.and

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El misma D. Carlos, despues de haber comisionado al baron de los Malles para que consiguiera la proteccion del almirante Parker, y haber recibido del este satisfactorialo contestacion, salió de Europa el 18 de mayo y se embargo, el primero de judio de 1854 en el vapor inglés Donegal, que se aproximó con este objeto al puerto de Aldea Gallega habiendo precedido un tratado entre las partes beligerantes.

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