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ña, al lado de su padre que continuaba al frente del ejército en las provincias vascongadas. Este acontecimiento fué el matrimonio de D. Cárlos con la princesa de Beira, efectuado por poder, representando el marques de Obando, gentil hombre de D. Cárlos Luis al príncipe contrayente. Una vez celebrado el casamiento, la voluntad de D. Cárlos obligó á la familia á partir para España á participar de los azares y del estruendo de la guerra.

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D. Carlos Luis durante la guerra delos siete años,

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Al poner D. Cárlos el pié à bordo del Donegal para pasar á Inglaterra tenia ya noticia del estado de la lucha que sostenian sus partidarios en las provincias vascongadas y Navarra, y habia escrito al bravo Zumalacárregui que dentro de muy corto tiempo estaria en medio de sus valientes. Los prodigios de valor y de inteligencia que hasta entonces habian tenido que hacer estos para resistir el choque de las muchas y disciplinadas tropas que contra! ellos mandara el gobierno de Isabel, son bastante conocidos para que tenga que detenerme en su esplicacion. Guiados por el génio que supo encontrar en sí mismo recursos suficientes para organizar las desordenadas partidas de voluntarios, y ponerlas en estado: de resistir fuerzas mayores en número y de escelente organizacion y equipo, habian ya dado mas de una vez muestra de que eran un

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enemigo respetable, sino por su número, por su decision y por la intrepidez con que burlaban los cálculos de los mejores generales de la Reina.

Pero el rígor con que se llevaba á cabo la persecucion, y la infatigable actividad de algun gefe enemigo empezaban ya á dar en qué pensar á los insurrectos, cuando un acontecimiento vino á llenar á todos de júbilo, y á reanimar sus esperanzas. D. Cárlos en persona presentóse, burlando á los gobiernos signatarios de la cuádruple alianza, á mandar á sus leales soldados, teniendo muy pronto estos el honor de ser conducidos por él á la victoria. La noticia de su llegada, estendida por las provincias con eléctrica rapidez, fué causa de un aumento estraordinario en las filas carlistas: su presencia hizo que se restableciese la armonía entre sus generales y que se organizasen en todas partes juntas auxiliares; y sus revistas, en fin, animaron más y más á aquellas tropas, que con una palabra de benevolencia del que llamaban su Rey se tenian por pagadas de todos los sacrificios que á cada momento exijia de ellos aquella clase de guerra. Las fatigas de todo género, las privaciones y peligros por que pasó D. Cárlos durante los primeros meses de su estancia en España, esceden á toda ponderacion. Reforzado el ejército de la Reina con numerosas tropas venidas de otros puntos del reino, y falto D. Carlos de armamento que dar á las suyas, de dinero, y hasta de reposo que no le dejaban ni un instante las columnas destinadas á su captura, pasó su causa por una de las mas graves crisis que haya sufrido, pudiendo solo la constancia de aquel príncipe y la astucia de Zumalacárregui, burlar las eficaces medidas que para esterminar la insurreccion habia dictado Rodil. sh puanidag 19 m.

Pero bien pronto los desaciertos y discordias que destrozaron á sus contrarios, en union con una epidemia asoladora, permitieron al ejército carlista, no ya reponerse de los pasados quebrantos, sino aun tomar la ofensiva y adquirir sobre sus adversarios envi diables y ruidosos triunfos.

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Las escenas ocurridas en Madrid y en muchas capitales de provincia en 1835 en qué un populacho desenfrenado escaló los conventos, robó las celdas y profanó los sagrados templos asesinando á muchísimos de sus indefensos moradores y destruyendoTM los mas preciosos objetos de arte alli conservados, escitaron un grito de indignacion en toda la España y acrecentaron estraordinariamente las filas de los adversarios de un gobierno que tantos escesos dejaba impunes.

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No era ya solo en las provincias forales donde el pendon carlista paseaba triunfante las poblaciones de mas importancia y conducia á la victoria á los fieles y entusiastas partidarios de aquel príncipe. En Cataluña, Valencia, Murcia, Aragón y sobre todo en el Maestrazgo lanzáronse resueltos á sostener con las armas una pretension que otros muchos defendian en el terreno del derecho, y que resolvieron en sentido adverso á D. Cárlos las Cortes convocadas á nombre de Doña Isabel, declarándole excluido, con su inocente descendencia, del derecho de suceder á la corona, y privándole á él y a su familia de volver al territorio español.) 7 p

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Por este tiempo, la muerte privó á la causa carlista de un cau dillo á quien debia el inmenso auge que acababa de esperimentar, y cuyo renombre era ya européo. Sabido es el desgraciado fin que encontró Zumalacárregui en un reconocimiento que practicó de los alrededores de Bilbao, á los pocos dias de puesto el sitio á esta plaza: pérdida irreparable que dejando á D. Cárlos sin los atinados consejos que en lo militar y en lo político podia prestarle el héroe de cien combates, y al ejército sin la enérgica y acertada di rección de su respetado y querido general, despertó la envidia sen tre los que aspiraban á sucederle en el mando, y fué el primer golpe asestado á una causa que habia de morir tristemente á má nos de los mismos que estaban á su frente para dirigirla.

Estas mismas rivalidades fueron causa de que el ejército que por tercera vez sitiaba á Bilbao, y en cuya tomà habia puesto el mayor empero porque habia de facilitarle recursos de toda clase,

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se viese obligado á levantarle despues de una sangrienta y porfiada batalla en que perdió todo su parque y municiones

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Practicábase ya por aquel tiempo en el ejército carlista el sistema llamado de espediciones, alguna de ellas con ventajosísimos resultados; pero irritado D. Carlos con el célebre general Gomez por algunos hechos indecorosos que se le atribuyeron, púsose al frente de otra espedicion, acompañado de su sobrino D. Sebastian, de lo mas notable de su córte, de sus mejores generales y estado mayor, y de diez y seis batallones, ocho escuadrónes, y el correspondiente número de artilleros, bien que sin piezas porque espe raba encontrarlas en Aragon. A tal estado habia llegado su ejército, que quedaban apesar de esto en las provincias treinta batallones, doscientos caballos y cincuenta piezas de artis llería, da sap feier jong

-¿›› Vária fué la suerte que cupo en su dilatada marcha á este brillante cuerpo de ejército: despues de notables triunfos adquiridos en Aragon, siguió su paso por Cataluña y Valencia, y despues por Aragón y Castilla hasta llegar á avistar el Palacio Real de Madrid. La capital del reino pudo entonces ser ventajosamente atacada por aquella fuerza, y así lo opinaron entendidos generales; pero mo tivos particulares hicieron que se perdiese un tiempo precioso, dando lugar á que se aproximase el ejército cristino, y á que se hiciese por entonces imposible la reunion de las dos columnas les pedicionarias carlistas, con lo cual fueron mas facilmente batidas. Otra vez los odios y rivalidades entre los generales carlistas malograron aquella campaña, viéndose las espediciones, unidas ya, forzadas á volver á sus antiguos acantonamientos."!!

Algunas derrotas que por aquel tiempo sufrió el ejército, decidieron por fin á D. Cárlos á confiar su mando á D. Rafael Maroto, que habia incurrido antes en su desagrado por haber abandonado el mando de unas tropas puestas á sus órdenes.

En esto vino á complicar la situacion del ejército y causa car listas un hecho que, apesar de haber sido saludado con gritos de

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