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ELEGIA

za, que las coloca en el género elegiaco. El Homero de Portugal brilló tanto en la epopeya como en la elegia. Las largas adversidades, la amargura del destierro, sus amores desgraciados y todas las aventuras caballerescas de una vida compartida entre la guerra y las musas, esplican la doble direccion que siguió el génio del pintor de las desgracias de Ines de Castro. Saa de Miranda compuso una elegía sobre la muerte de su hijo que pereció en una batalla en Africa, elegía muy notable por el tinte religioso que domina en ella. Antonio Ferreira á quien sus compatriotas llamaron el Horacio portugués consagró tambien escelentes poesías la muerte de algunos de sus amigos.

la ruina de llion: Neptuno ama siempre la ciu- | la pérdida de su amigo Quintilio Varo y del dad construida por sus manos, viene á llorar tierno Virgilio. La elegía es un género de literatura que ba sobre ella, y al resplandor de las llamas que la devoran la dirige sus adioses, en que respira la sido cultivado por los modernos tanto como mas profunda y tierna piedad por las desgra- por los antiguos. Durante los primeros siglos cias de Priamo, de su familia y de su pueblo, de la iglesia hallamos á Lactancio y San Amsepultados en la tumba. La introduccion de brosio tiernos cantores de la pasion de JesuHecuba, y un coro en la escena, parece haber-cristo: despues á Victorino entonando lamentase escogido de propósito para pronunciar una ciones por el martirio de los Macabeos y á Prutristisima elegía. Otra escena que termina el dencio por las víctimas de la fé cristiana: mas segundo acto, tiene el mismo carácter y al pa- tarde hallamos la musa de los trovadores con recer el mismo objeto. Es necesario recurrir á su carácter tierno y melancolico. Cuando llegala Biblia para hallar un canto de dolor igual al ron á formarse las lenguas de Europa, cuando del coro que parece repetir las lastimeras que- despues de la noche de la edad media comenzó jas de Hecuba, cuando en el momento de par-á lucir la aurora de las letras, casi todos los tir con Menelao provoca las iras de los dioses poetas exhalaron su inspiracion en producciosobre la nave que debe llevarla cautiva. En lanes marcadas con un sello singular de tristeBiblia, esta fecundisima fuente de donde han sacado bellezas inmortales Fenelon, Corneille y Racine, y Fr. Luis de Leon, hallamos pasages tierna ó elevadamente elegiacos; entre ellos citaremos los lamentos de los hebreos llorando su perdida patria «super flumina Babilonis: los salmos, que en su mayor parte pudieran llamarse lágrimas de David; el cántico de Ezequias, y otros muchos que se distinguen de todo lo antiguo y moderno por su carácter peculiar de tristeza. Pero la elegía entre los judios no pasó en su objeto de llorar las desgracias de la patria ó la muerte de los amigos, sin descender jamás á cantar el amor, como entre los griegos y sus imitadores los roma-á nos. Entre estos merecen citarse Propercio y Tíbulo como verdaderos modelos de clegia erótica. Propercio respira en sus versos el fuego de la pasion, sin que esta se resienta del trabajo y de la ciencia del poeta. Verdad es que la monotonia de sus cantos fatiga á veces; mas sin embargo, Propercio ha merecido compartir con el cantor de Delia el cetro de la menos ardiente y apaelegía latina. Tibulo sionado que su rival, es, sin embargo, mas tierno, mas delicado, y sobre todo, menos exagerado, llegando por eso mismo á escitar una simpatia mas viva y cordial en el alma del lector. Epicúrco, como Horacio, sabe sin embargo como éste ingerir en sus cantos el pen-blicas ó particulares. samiento de la muerte: se complace en preveer su última hora, y en anticipar las lágri-giacos. Las Noches de Young, son realmente mas que debe hacer verter sobre su tumba á Delia y Nemesis sus dos amantes, de quienes dijo:

Allera cura recens, altera primus amor.

En Italia, Petrarca produjo un bello tipo de elegía erótica en su composicion que comienza por estas palabras: Di monti in monti. Sin embargo, aun cuando en ella se muestra el poeta siempre puro y elegante en su estilo, una crítica severa podria hallar censurable la afectacion de sentimientos que se nota en ciertos pasages. Alamani, Guarini y Chiabrera publicaron tambien bajo diferentes titulos magnificos trozos elegiacos. Y es de notar que los italianos en general, y en este género descnella Castaldi, han acertado á dar á la elegía aquella gravedad magestuosa que tan propia es de su carácter, cuando se lamenta de desgracias pú

Tambien Inglaterra ha tenido poetas ele

una coleccion de elegías marcadas con los mas sombríos y lúgubres colores. Milton ha dejado trozos de poesía llena de sensibilidad y que pueden reputarse como verdaderas elegías. Lord Lyttelton, William Mickle, y miss Seward se han distinguido igualmente por poesias elegiacas que honran á la literatura inglesa. Pero Tambien Ovidio se muestra frecuentemente entre todos se eleva en primer término Tomás poeta elegiaco en sus Heroidas, y sin embar-Gray, autor de la elegía que lleva por título go, nunca ó rara vez lo es en sus Tristes, como El Cementerio del Campo, obra maestra en su si le faltasen acentos para llorar sus propios género, y que al paso que respira una tiernídolores. Horacio, que sabe pintar el amor con sima melancolía, está animada de un profundo caractères de fuego. aunque nunca con ternura pensamiento filosófico. y melancolía, presenta sin embargo, un acabado modelo de elegía en la oda escrita sobre

En Francia podemos citar á Lafontaine como autor de una elegía compuesta á la desgracia

del superintendente Fouquet cuando perdió el un artículo de la indole del presente. Tampoco favor de Luis XIV. La composicion de Voltaire es de este lugar descender á dar reglas para á la muerte de su amigo Genonville es tambien las composiciones elegiacas como pudiera hauna bella elegía. Gilberto, que a pesar de haber cerlo un preceptista: y creemos que despues á hecho poco y haber muerto jóven, es tan cono- de lo que dejamos dicho, podemos concluir cicido, debe su nombre á la tierna tristeza de tando estos dos versos de Arriaza en su traducque impregnó sus escasas composiciones. To- cion de Boileau, que las resumen. dos saben de memoria aquellas estrofas compuestas en el hospital por Gilberto cuando sintiendo hervir el genio en su pecho, veia la muerte acercársele conducida por el hambre y la miseria, y comprendia que era forzoso ahogar sus aspiraciones y abdicar sus esperan-les, como su nombre declara, son aquellos que zas. La estrofa que principia asi:

Au banquet de la vie infortune convive
Je m'assis un jour, et je meurs.

ha bastado para hacer inmortal su memoria. Debemos contar entre los poetas elegiacos franceses, á Parry señalado en este género por los romances del poema titulado Isnel y Aslega: igualmente á Andrés Chenier, cuya obra sobresaliente es la conocida con el nombre de El enfermo; á Madama Dufresnoi, à Casimir Delavigne, y finalmente, á Lamartine, que en algu- | nas de sus Meditaciones ha hecho verdaderas elegias, en que el amor unido al sentimiento religioso establecen una comunicacion confidencial hablando únicamente al testigo inmortal de todo, al Ser Supremo que vela por todas las criaturas.

La literatura española puede competir dignamente en este género con las estrangeras. La mayor parte de nuestros romances caballerescos pueden considerarse como otras tantas elegías llenas de sensibilidad. Mas adelante Boscan y Garcilaso se distinguen por el carácter melancólico de sus composiciones. Hace dos siglos cultivó ese género con éxito señalado nuestro poeta Fernando de Herrera, autor de varias elegías, algunas de las cuales no pueden menos de citarse especialmente. Sobre todas descuella la que principia con estos versos:

Estoy pensando en medio de mi engaño
El error de mi tiempo mal perdido.

Esta elegía se distingue por su entonacion elevada y por la profundidad de sus pensa mientos. Igualmente es notable por su sencillez y delicada ternura, aunque es verdad que predomina en ella el carácter erótico, la que principia con este terceto

Pues la luz que escogi por cierta guia
Sombra obscura del cielo me defiende
Llora conmigo amor la pena mia.

En nuestra literatura contemporánea poseemos modelos acabados de elegías que no citamos, ya porque viven aun su autores, para quienes no ha llegado aun la posteridad que juzga, ya porque no lo creemos necesario en

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Al corazon tan solo Toca dar blando aliento á la elegia.»

ELEMENTALES. (Libros.) Libros elementa

tratan de los elementos, ó partes constitutivas de cualquier arte ó ciencia.

De grande importancia esta clase de obras en todos ramos de los conocimientos humanos, es de absoluta necesidad en algunos de ellos, como las matemáticas, por ejemplo. A nuestro parecer seria completamente imposible comprender una obra estensa de esta ciencia al que no hubiese antes acostumbrado á ella su estudio con la práctica de los libros elementales.

En los libros elementales deben encerrarse todos los puntos principales y constitutivos de las materias que tratan: asi puestas, ó cual libro elemental puede existir siendo bastante estenso, por reclamarlo asi el arte ó la ciencia que él enseña.

No deben de manera alguna confundirse los libros elementales con los libros superficiales; los primeros se limitan en el modo de tratar las cuestiones; pero tocan todas las importantes que haya en cualquier materia; los segundos descuidan muchas ó casi todas, ya no tratándolas y haciéndolo á la ligera y confusamente; los primeros reclaman estudios profundos y una inteligencia vasta de parte de quien haya de escribirlos, los segundos como vienen á ser la muerte de la literatura no necesitan sus autores mas que decision y osadía.

Necesario es que quien haya de escribir un libro elemental posea muy á fondo el asunto de que va á ocuparse, puesto que para cumplir su cometido le es necesario abarcar en la esfera de accion de su talento todas las cuestiones de la ciencia y sintetizando, formar un solo cuerpo de los elementos que la componen. Por ejemplo: el escritor que haya de dar á luz una obra de elementos de historia necesita conocer todos los acontecimientos comprendidos en la época ó épocas que haya de tratar, estudiar las causas y efectos de estos acontecimientos; apreciarlos todos por la influencia que hayan tenido en la vida de la humanidad, y despues de hecha esta apreciacion, escoger aquellos mas culminantes y de mayor importancia para formar con ellos el cuerpo de su obra.

Deciamos que son de grande utilidad los libros elementales, y sobre esta verdad no puede caber desde alguna; para las inteligencias vírgenes en las materias de que ellos tratan, son indispensables; los pormenores aisla

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ELEMENTALES-ELEMENTO

dos, aparecerian revestidos de una gran im-formaban aqui el aire, alli el oro ó el diaman-
portancia á los ojos del que desconociese unte, ó un árbol, ó un hombre, etc? Esta física
El sistema de Espinosa ó la doctrina del
arte o ciencia cualquiera, y fatigarian su aten- es hoy absurda.
cion distrayendola, acaso, de las cuestiones
mas importantes; los elementos siembran, por panteismo, que parece dominar hoy en Alema-
el contrario, en su inteligencia los verdaderos nia con el nombre de filosofia natural, no ad-
gérmenes de tal ó cual clase de conocimientos, mite mas que una sola sustancia existente
la inician en lo que antes era para ella un se- en todo el universo, la cual es Dios, y que se
creto y ya se halla con capacidad para adqui- modifica para producir todas las demas sus-
rir, como por sí sola, los conocimientos que tancias. A semejante unidad sustancial, infini-
han de completar su instruccion. Entréguense, ta, absoluta por su estension y dotada de la
por ejemplo á una persona desprovista de co-propiedad de pensar, no puede oponerse nin-
nocimientos algunos sobre el derecho español gun principio diferente, ningun elemento hos-
nuestros códigos, para que estudiándolos pue-til, ninguna oposicion. Esta hipótesis es tan
da formarse una idea de la legislacion de nues-contraria á las nociones mas simples de la es-
tro pais, ¿qué resultado habrá de obtenerse? periencia diaria, que es menester atormentar-
A no ser el individuo en cuestion una escepcion la con esplicaciones forzadas para poder sos-
notabilísima, no se logrará otra cosa que sus-tenerla, por eso pareció despreciable à Huy-
tituir su ignorancia con una confusion mil ve-gens, Leibnitz, Newton, Bernouilli y á todos
ces mas nociva. ¿Y si hubiese estudiado ante-los ilustres geómetras que admiten el vacío y
riormente una obra de elementos del derecho están persuadidos de la multiplicidad de las
español? La lectura de los códigos ensanchará sustancias, como lo ha demostrado la química
en este caso la esfera de sus conocimientos y moderna. Ante esta, toda hipótesis se desva-
afirmará las ideas que germinaban en su ca- nece como un sueño.
beza.

Delas palabras dichas se deduce de cuán inmensa importancia son estos libros para la enseñanza pública.

¿Pueden admitirse ya con Anaxagoras, las homeomerias ó particulas similares? En esta cosa, babria de todo en todo; asi es que las hipótesis, cada cosa estaria contenida en toda ELEMENTO. Esta palabra designa un cuerpo funciones animales de nuestro cuerpo estraesimple ó considerado como tal, por no haberrian de los alimentos los principios constitupodido ser descompuesto. Los elementos, ya tivos del cerebro, de los huesos, de la sangre, por si solos, ya combinados entre sí, constitu- asi como se encontrarian en nuestros cuerpos yen los diferentes cuerpos naturales. Los cuer-devueltos á la tierra en estado de cadáver, los pos compuestos pueden resolverse en sus ele-principios del oro, del hierro, del azufre, de mentos constitutivos; por ejemplo, el sulfuro la cal, de la sílice, etc.; pero está demostrado de hierro en azufre y en hierro: cada uno de estos dos cuerpos es reconocido por la química como indescomponible, y por consiguiente es un elemento ó principio particular que goza de propiedades especiales, con sus afinidades ó atracciones diferentes de las de otros cuerpos.

que las moléculas de oro ó de hierro no pueden por medio alguno de elaboracion química ni vital, producir en el cuerpo animado la materia del cerebro ó del fluido generador. Ademas no debe confundirse, como frecuentemenHeráclito y los estóicos establecian, por ejemte ocurre, un elemento con un principio. Cuando ele-plo, el fuego, como primer elemento constitutivo del universo, y miraban nuestro globo como un astro apagado ó reducido á ceniza, aquellos filósofos consideraban como matriz de las cosas, ó como agente constitutivo, lo que para otros fisicos no era mas que uno de sus elementos. Un principio, por otra parte, obra como causa, ó puede ser considerado como predominante; la fuerza nerviosa, por ejemplo, es el primer móvil del animal, la morfina

Los antiguos habian admitido cuatro mentos: tierra, agua, aire y fuego; pero los adelantos de las ciencias físicas y químicas han demostrado, que cada uno de esos pretendidos elementos se componia de otros varios: la tierra es una agregacion de cuerpos de diferente naturaleza; el agua es un compuesto de hidrógeno y oxígeno; el aire una mezcla de ȧzoe y oxigeno, y el fuego ó calórico puede ser una modificacion de la luz, ó desprendido de diversos cuerpos, ó desarrollado por cor-el principio activo del opio; pero estos principios no son elementos, sino una reunion de rientes eléctricas, etc. Los antiguos filósofos y físicos que se com- moléculas ya compuestas, no elementales, en placian en construir mundos con ingeniosos un estado especial ó propias para escitar acciosistemas, no conocian tan siquiera los elemen-nes enérgicas sobre los cuerpos vivientes. Por tos, pues aun los atomistas que suponian con el contrario, hay elementos inertes y pasivos Demócrito y los epicúreos á todos los cuerpos en su simplificacion primordial. El arsénico, del universo compuestos de corpúsculos inse- en estado metálico, no tiene esa horrible enercables, ¿podian creer acaso que la simple dis- gía ponzoñosa que desarrolla en estado de óxiposicion de las particulas bastase para consti- do blanco ó de ácido arsenioso. Lo mismo sutuir todas las modificaciones de las sustancias cede con el cobre y el mercurio metálico muy de la naturaleza, y que los mismos átomos | puro, que son tambien elementos simples. 1019 BIBLIOTECA POPULAR.

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La química antigua no pudo ser bastante esperimental ni el resultado de numerosas investigaciones, y por consiguiente debe borrarse del libro de la ciencia, relativamante á las bases elementales. Ni los azufres, los mercurios pretendidos constitutivos de todos los mistos, segun Paracelso ó Van Helment, ni los aceites y las sales, elementos de los vegetales y animales, segun Glaubero ó Lemery, ni el flogístico de Stahl, ni el ácido igneo, etc., pudieron conservar la inalterabilidad primitiva que debe pertenecer á unos verdaderos elementos. Dejaremos aparte los elementos hipotéticos de muchos filósofos modernos, como la materia canelada y la materia sutil de los cartesianos. Tampoco hablaremos de la quinta esencia que Aristóteles añadia á los cuatro mentos admitidos; esa quinta esencia ha pene trado igualmente en el lenguaje de la filosofia de la edad media, y se calificaron con ese titulo los productos mas útiles de los vegetales aromáticos, por ejemplo. Sin embargo, muchos fisicos célebres admiten entre los espacios celestes un éter, especie de elemento desconocido cuya resistencia, aunque débil, puede amortiguar los movimientos siderales á consecuencia de una duracion secular. Ese éter, segun ellos, penetra en todos los grandes cuerpos de la naturaleza, y pudiera ser la causa de los fenómenos magnéticos y eléctricos de nuestro planeta. La luz al menos atraviesa en todos sentidos los espacios celestes, sea despedida directamente por los soles y las estrellas fijas, sea reflejada sobre las esferas opacas de los planetas y de sus satélites.

el nombre de materia y que los afecta de diferente modo. Hay en esto un error importante que señalar. En efecto, hemos dicho que no basta admitir diversas disposiciones de los átomos de una sola y única sustancia, como lo hacen los epicúreos para constituir todos los elementos diferentes conocidos y hasta ahora inconmutables. Los alquimistas han trabajado bastante sobre los metales y sobre el mercurio para trasmutarlo en oro sin conseguirlo. Hay, por consiguiente, elementos diversos, porque las moléculas inalterables de un cristal de roca no podrán convertirse en partes constitutivas de un trozo de hierro puro. Por eso se ha supuesto primero un caos primitivo en que todos los principios mas contrarios se haele-llaban confundidos; la atraccion (ó el amor, segun el lenguaje poético de Orfeo, de Empedocles y de los antiguos sábios) desenredó tan embrollada mezcla. Evidente es que en la hipótesis de este caos primitivo, el agua no hubiera existido, sino el hidrógeno y el oxígeno por separado, y lo mismo los demas materiales elementales. Suponiendo, pues, que los diferentes elementos se hubiesen asociado entre sí segun el órden de sus afinidades recíprocas ó de sus atracciones por esa gran ley de la gravitacion universal que preside en todo, es menester reconocer que nuestros elementos estarian diversamente combinados ó en otro órden con calor diferente. Por ejemplo, el hidrógeno y el carbono se disputan la atraccion del oxigeno, segun la temperatura está mas o menos elevada: asi, en el planeta Mercurio y en Saturno, si la frialdad y el calor llegan á un grado escesivo, nuestros materiales no podrán subsistir en el estado en que se encuentran en la tierra. Ni uno ni otro de esos planetas podrian nutrir nuestros cuerpos organizados ni tener agua líquida.

La ciencia está destinada á propagarse muy lentamente entre los pueblos. Todavía leemos en autores modernos, si bien no son mas que literatos, que solo existen los cuatro elementos de los antiguos. Los chinos tienen tanto derecho como esos autores á considerar la Puede suceder muy bien, por lo tanto, que madera como un quinto elemento y quedar los materiales constitutivos de los cuerpos plaestraños á los adelantos científicos. En verdad netarios y otros de la naturaleza universal no que mientras no se habia alcanzado la última estén sino con condiciones transitorias y cordescomposicion de los cuerpos naturales, po- ruptibles en cada parte del universo. Sufren dia muy bien dejarse el nombre de elementos todo género de cambios y trasformaciones, å los materiales mas generalmente esparci- pudiendo quedar fija é inalterable la esencia dos en la naturaleza, y que se creian como de la materia que los constituye. Debe decirse constitutivos de los diferentes mistos. Nuestro ademas, que en la constitucion dada de una cuerpo, por ejemplo, parecia formado de tier- esfera planetaria, sometida à un órden regular, ra, agua, aire y fuego. Los temperamentos di- necesario y limitado, como la Tierra, Venus y ferian segun la proporcion relativa de esos Júpiter, etc., las atribuciones de sus elementos principios constitutivos, y cada uno hacia pre- químicos y naturales están encerradas tamdominar mas o menos sus cualidades. Toda- bien en un circulo fatal y obligatorio de accion vía puede decirse que los cuadrúpedos parti- hasta el término en que se modificase el órden cipan mas del elemento terrestre, asi como las universal. Es imposible establecer que podaaves del aéreo y los peces del acuoso. En fin, se mos profundizar la naturaleza intima de los comprendía con el nombre general de materia principios sobre los cuales obramos. Reconotoda sustancia cualquiera tangible, visible ó cemos, es verdad, cierto encadenamiento de capaz de afectar nuestros sentidos; pero cuyo | fenómenos químicos ú orgánicos con los eleorigen ó naturaleza primordial eran, segun los mentos asi dispuestos y subordinados à una filósofos antiguos, unos agregados diversos marcha obligatoria en nuestra esfera de actió principios compuestos de ese quid desco-vidad, ¿pero quién sabe si trasladada esta mánocido que obra sobre nuestros sentidos con quina admirable á otras condiciones de órden

Los cuerpos simples ponderables son setenta y dos, cuya enumeracion hemos dado ya en el artículo CUERPOS.

y existencia no se obrarian otro género de combinaciones? Entonces nuestra ciencia quedaria tambien destruida y confundida; nuestros elementos, que nos parecen tan simples, Los vegetales y animales no tienen por tan diferentes entre sí, podrian subdividirse ó elementos constitutivos mas que el carbono, el reunirse en diversas proporciones, constitu- | hidrógeno, el ázoe, el oxígeno y algunas susyendo otra série de trasformaciones y fenó- tancias metálicas que se insinúan en ellos, menos. El fondo de las cosas estará por con- como el hierro, el manganeso, la cal, la potasiguiente siempre velado para nosotros. sa, la sosa, el azufre, etc.

De los elementos conocidos de nuestro planeta segun la fisica y la química moderna. En lugar del término elementos, cuyo sentido es muy vago, se prefiere emplear en el dia el de cuerpos simples, lo cual solo significa que no han podido ser descompuestos por nuestros medios. Los cuerpos simples que conocemos se dividen en imponderables y ponderables. Los primeros son á veces incoercibles; á esa clase pertenecen la luz, el calórico, la electricidad y el magnetismo. Hay tal analogía entre ellos, que pueden confundirse ó trasformarse uno en otro, sin que hasta ahora podamos todavía afirmar su identidad. Algunos autores han creido deber añadir el fluido nervioso ó un elemento vital que presenta tambien alguna analogía con la electricidad voltaica. Otros añaden el eter celeste. En cuanto al pretendido fluido frigórico, no es mas que la negacion mas o menos completa de calor libre. Los antiguos conocieron imperfectamente la electricidad y el magnetismo.

La luz, y probablemente el calórico difuso, la electricidad, quizá son los elementos mas derramados en el ancho seno de la naturaleza, llenando la estension de los espacios.

Las voces elemento, elementos, elemental, se entienden tambien de los principios de una ciencia ó de los primeros rudimentos de un arte, de las leyes mas simples de gramática y literatura, etc. Se dice tambien en sentido flgurado elemento por una fuente de fortuna, de felicidad, de éxito, etc.

Elementos de una pila galvánica son los que concurren á formarla, constando cada uno de una plancha de zinc y otra de cobre ú otro metal.

Los tejidos elementales son los que no contienen otro alguno, y constituyen la trama primordial en que penetran ó se desarrollan por complicacion orgánica tejidos menos simples, y despues los vasos, los nervios, las láminas fibrosas, musculosas, etc.

FIN DEL TOMO QUINCE.

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