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la Francia estaba á punto de perecer en Europa cuando la estaba engrandeciendo en Asia, Sorprende la aparicion de Bonaparte en París, como la de un meteoro que la ciencia no ha pronosticado. El vencedor de las Pirámides encuentra la república en disolucion; pregónase que ha parecido la cabeza y la espada; todos los elementos de accion se agrupan en torno de ella, cada cual con su esperanza y su designio: Bonaparte da el memorable golpe del 18 brumario, cambia el gobierno de la Francia, hácese consul, y salva la república.

¿Cómo encontró Bonaparte las relaciones entre la monarquía española y la república francesa? Ducle recordarlo, pero la severidad histórica obliga á decirlo. Monarca y ministros lo habian sacrificado todo á aquella alianza desdichada. Nuestras escuadras se movian segun las órdenes de París, y nuestros navíos de guerra eran enviados á las costas de Europa ó á las islas de América, al Occéano ó al Mediterráneo, donde el gobierno francés lo disponia; no importaba ignorar el objeto de la espedicion con tal que lo supiera el Directorio, y una vez que Cárlos IV. reclamó el regreso de una de nuestras flotas á puerto español enojóse tanto el gobierno de nuestra buena aliada, que para hacerle desarrugar el ceño escribió Cárlos á sus grandes amigos (que asi llamaba á los directores) aquella humilde y bochornosa carta en que les decia: «Contad »siempre con mi amistad, y creed que las victorias

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»vuestras, que miro como mias, no podrán aumen>tarla, como ni los reveses entibiarla.....He mandado »á cuantos agentes tengo en las diversas naciones que miren vuestros negocios con el mismo ó mayor interés que si fueran mios......Sea desde hoy pues nues>tra amistad, no solo sólida como hasta aqui, sino pura, franca, y sin la menor reserva. Consigamos felices triunfos para obtener con ellos una ventajosa paz, y el universo conozca que ya no hay Pirineos que nos separen cuando se intente insultar á cualquiera de los dos. ¿Habria podido decir más á Luis XIV. su nieto el primer Borbon de España?

D

En cambio Rusia nos declaró al fin la guerra, y Cárlos IV. dijo al mundo que los vínculos de amistad entre Francia y España, cimentados en sus mutuos intereses políticos, habian excitado los celos de las potencias de la coalicion, que bajo el quimérico pretesto de restablecer el órden se proponian turbarle más, y despotizar las naciones que no se prestaban á sus ambiciosas miras. ¡Qué estraño lenguaje!

¿Podia suponerse que la córte de España fuese menos obsecuente con el gobierno consular que lo habia sido con el Directorio? Como el primer cónsul se disgustase de cierta repugnancia que halló en el gabinete de Madrid á ejecutar una de sus primeras pretensiones, dióse prisa nuestro gobierno á desenojarle poniendo á su disposicion naves y dinero, y enviando á Turquía un embajador con la mision espresa de persuadir al

Sultan á que hiciese la paz con Francia.-Y si esto acontecia cuando comenzaba á ejercer su influjo el planeta venido de Oriente, ¿qué se podia esperar cuando Bonaparte, vencedor del Austria en Marengo, dueño de Italia, omnipotente en Francia, trocado de enemigo furioso en amigo apasionado el emperador de Rusia, convertidas por maña y artificio suyo las potencias del Norte de aliadas en enemigas de la Gran Bretaña, sujeto y humillado el imperio austriaco con

la

paz de Luneville, desplegaba aquella fuerza de poder que amagaba ser irresistible?

Y sin embargo, no emplea Bonaparte ni la fuerza ni el poder para tener sumisos á su voluntad á los monarcas españoles. Halaga primero el gusto, la vanidad ó el capricho del rey, de la reina, y del príncipe de la Paz, que retirado en apariencia habia vuelto á recobrar la privanza. Crúzanse entre unos y otros regalos y presentes, ya de vistosas joyas y elegantes y femeniles adornos, ya de brillantes armas, ricos palafrenes y rozagantes caballos, de que acá los reyes y el valído hacen ostentacion pueril, allá el primer cónsul hace alarde político, mostrando al mundo cómo distingue y lisonjea un soberano de la estirpe de Borbon al primer magistrado de la república destructora de los tronos borbónicos.

Así fascinados nuestros reyes con este al parecer insignificante señuelo, esplota Bonaparte con astucia uno de los flacos de la reina María Luisa, su pasion

de familia: ofrécele para su hermano el infante duque de Parma un aumento de territorio en Italia, de aquel territorio que acababa de conquistar y le costaba poco ceder. Noble ofrecimiento, si fuese desinteresado. Pero en cambio pide, y el gobierno español le otorga la devolucion de la Luisiana á la Francia, poner á su disposicion en los puertos españoles seis navíos de guerra completamente armados y equipados, y hasta hacer la guerra al Portugal para obligar á este reino á ponerse en paz con la república y á romper con Inglaterra. El tratado de San Ildefonso de 1.o de octubre 1800 en que esto se estipuló, no fué menos funesto y humillante para España que el tratado de San Ildefonso de 18 de agosto de 1796: iguales las protestas de adhesion, é iguales poco mas ó menos los compromisos; pero el segundo no escandalizó tanto como el primero, porque no le firmó el príncipe de la Paz.

Si se queria encontrar la escuadra española, habia que buscarla en Brest, unida y como atada á la escuadra francesa, y á las órdenes del primer cónsul, pero costando á España caudales inmensos. Si el ministro Urquijo y el embajador y gefe de escuadra Mazarredo intentaban traerla á Cádiz, ó al menos impedir que sirviera para los planes de Bonaparte sobre Malta 6 Egipto, Bonaparte reclamaba de Cárlos IV. la separacion del ministro de Estado y la del célebre marino y embajador. Si el monarca español diferia un poco el

complacer al cónsul francés, venia su hermano Luciano, y presentándose con botas y espuelas en la régia cámara del real sitio del Escorial ante el rey de España y de las Indias, reclamaba el cumplimiento de la voluntad de su hermano: á poco de su brusca entrevista, el ministro Urquijo marchaba hácia el panteon de los ministros caidos, á la ciudadela de Pamplona, y el insigne Mazarredo era exonerado de sus dos cargos de embajador de París y de general en gefe de la escuadra de Brest, y se retiraba á Bilbao á devorar sus penas. Bonaparte era primer cónsul de la república francesa, y primer gefe y mandatario de la monarquía española.

El haber hecho Bonaparte á los infantes de España reyes de Etruria se pagó con los tratados de Aranjuez y de Madrid, el uno distribuyendo las fuerzas navales españolas en union con las francesas para las espediciones del Brasil y de la India, de Irlanda, de Trinidad y Surinam, el otro para hacer la guerra el monarca español á sus propios hijos los príncipes regentes de Portugal, porque asi convenia á la Francia. El ministro Cevallos que habia sucedido á Urquijo se lamentaba de las pretensiones desmedidas de la república, y del partido que sacaba de nuestra debilidad

y

de nuestra sumision, y sin embargo él fué quien firmó el tratado de Madrid. Quejábase de las debilidades de otros, y claudicaba como ellos. Tres ministros habian llevado el timon del Estado desde la caida

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