Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Cyr para aquellos triunfos su inteligencia y la superioridad de su táctica.

Faltaba, para coronar este período de quebrantos, la ruda prueba de acendrado valor y sufrimiento, de inquebrantable constancia, de indomable fiereza y de portentoso heroismo, á que se puso por segunda vez una poblacion española, cuyo nombre anunciamos que habia de resonar y ser pronunciado con asombro en el mundo. Hablamos del segundo sitio de Zaragoza. Los pormenores de aquella memorable defensa quedan en otra parte referidos: cada uno de los lances de aquel terrible drama es una escena que admira y que conmueve: no repetiremos aqui ninguno: el conjunto de todos produce sensaciones encontradas, todas tan fuertes que no puede resistirlas mucho tiempo un pecho español: se siente á un tiempo admiracion, ternura, horror, indignacion, espanto, compasion, estremecimiento, gozo, ira y orgullo. Hoy que estamos ya lejos del suceso, prevalece sobre los afectos el del orgullo nacional; orgullo sobradamente justificado, y aunque nosotros no quisiéramos tenerle, nos le inspirarian los mismos escritores de la nacion enemiga, al decir que no encontraban en la historia moderna nada con qué comparar el heroismo patriótico de Zaragoza, y que para hallar algo parecido necesitaban remontarse á los tiempos de Sagunto ó de Numancia, de Esparta ó de Jerusalen. Lo han dicho ellos; no queremos añadir nada nosotros, Al fin entraron los fran

TOMO XXVI.

19

que

ceses en lo que ya no tenia forma de ciudad, y entraron por entre los escuálidos vivientes que habian dado, á tomar posesion de ruinas y escombros y de cadáveres putrefactos.

Asi acabó la segunda campaña, y comenzó el segundo año de la guerra con las pérdidas y desastres de Espinosa, de Burgos, de Somosierra, de Tudela, de la Coruña, de Uclés, de Rosas, de Llinás, de Molins de Rey, de Zaragoza, espulsados de España los ingleses, fugitiva la Junta Central, y el rey José instalado segunda vez en el palacio de Madrid.

Y todavía continuaron nuestras adversidades. A un contratiempo que sufrimos en Ciudad-Real sucedió una verdadera derrota de nuestro ejército de Extremadura en Medellin. Mandábale el mismo general Cuesta por cuya culpa se habia perdido la batalla de Rioseco. Fatídica parecia ser la estrella de aquel desventurado anciano militar para nuestra causa. Y sin embargo, la Central premió su desacierto elevándole á la dignidad de capitan general, y encomendándole el ejército de la Mancha. Díjose que era cálculo político. Aun oidas las razones, nos cuesta trabajo alcanzar la conveniencia de aquella política.

Con esto José, á quien muchos creian ya asegurado y firme en el trono de España, pero que en su clara razon no se dejaba deslumbrar, ni por las recientes victorias de las armas francesas, ni por las felicitaciones y plácemes que le dirigian las autoridades

y corporaciones españolas, eclesiásticas y civiles, de las provincias sometidas, porque bien sabia él que aquellos parabienes eran de real órden, esforzábase por hacerse acepto al pueblo español con providencias administrativas que no dejaban de ser beneficiosas, y quiso dar tambien un testimonio de confianza creando regimientos de españoles. Hubo no obstante una medida, la de la formacion de un Junta criminal estraordinaria, dictada para mengua nuestra por ún ministro español, tan ocasionada á vejaciones y tiranías, que irritó con razon sobrada, y exasperó terriblemente los ánimos. Por desgracia la Junta Central no daba muestras de mayor tino en el gobierno, y sin agradar al pueblo se enagenaba con prematuras modificaciones y reformas las juntas provinciales, de cuyo auxilio y cooperacion tanto necesitaba. Tuvo, sin embargo, la Suprema de Sevilla un arranque de firmeza, en que mereció bien de la patria, y merece hoy nuestro aplauso: fué la entereza y dignidad con que rechazó las proposiciones de acomodamiento que José en su carácter conciliador le habia hecho. Noble, enérgica y digna fué tambien la contestacion que el ilustre Jovellanos dió al general Sebastiani, que se atrevió insensato! á tentar su lealtad y patriotismo. Consuelan tales rasgos á vueltas de tales desventuras.

XII

La Providencia no quiso que siguieran luciendo dias tan infaustos para la infeliz España, y la permitió vislumbrar por lo menos alguna ráfaga de esperanza y algun síntoma de que no todo habia de ser adverso para ella. Ya la retirada de Napoleon desde Astorga, donde recibió la noticia de las novedades y peligros que se levantaban en Austria, pudo tomarse por feliz presagio para nosotros. El rayo de la guerra era empujado por el viento á otra parte. El eco del grandioso alzamiento del pueblo español, trasponiendo las inmensas distancias con que los mares le separan del Nuevo Mundo, habia resonado en aquellas dilatadas regiones de nuestros dominios, y todas, respondiendo al sentimiento de la metrópoli, se comprometieron á socorrerla con cuantiosos dones, y á ayudar con todo esfuerzo su patriótica causa, y la Junta Central en galardon de tan noble comportamiento las sacó de la categoría de colonias, las declaró parte integrante de nuestra monarquía, y dió participacion y representacion á sùs dipu

tados en el gobierno del reino. Y la Gran Bretaña, que aun no habia hecho pacto formal de alianza con la nacion española, le ajustó ahora comprometiéndose á auxiliarla con todo su poder, y á no reconocer en ella otro monarca que Fernando VII. y sus legítimos sucesores, ó el sucesor que la nacion reconociese. Consuelos grandes para quien tantos infortunios habia sufrido.

Otra parecia tambien comenzar á presentarse la suerte de las armas. Levantado el paisanage en Galicia y Portugal, enviado á este reino un nuevo ejército inglés mandado por Wellesley, el mariscal Soult que creyó dominar sin estorbo las provincias gallegas y el reino lusitano; Soult, que despues de marchar con trabajo desde Orense á Oporto y entrar en esta poblacion haciendo estragos horribles; Soult, que se intituló gobernador general de Portugal, y soñó como su antecesor Junot en una soberanía lusitana; Soult tuvo que emprender y ejecutar una retirada desastrosa desde Oporto á Lugo, metiéndose y derrumbándose hombres y caballos, y dejando los cañones, entre bosques, riscos, gargantas y desfiladeros, acosado por el ejército anglo-lusitano, y por los insurrectos paisanos portugueses y gallegos, pasando ahora él y su gente las mismas penalidades que pocos meses antes habia hecho sufrir á Moore y los suyos.

Dos mariscales del imperio, del nombre y de la talla de los duques de Dalmacia y de Elchingen, Soult

« AnteriorContinuar »