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que se cantára otro Te Deum, y ordenaron que se erigiera un monumento que inmortalizára la venida de Fernando, y propusieron que se le denominára siempre con el sobrenombre de El Aclamado.

Y Fernando torcía y variaba la ruta que le habian designado las Córtes; y en cada pueblo que pernoctaba se celebraba consejo para debatir el punto de si deberia ó nó jurar la Constitucion; y sus mas íntimos consejeros y privados opinaban franca y abiertamente por la negativa; y el presidente de la Regencia cardenal de Borbon, que en nombre y representacion del gobierno constitucional se habia adelantado á recibirle y felicitarle, era tratado por el mo. narca con brusco y repulsivo desden; y la llegada de Fernando á Valencia era solemnizada por el capitan general haciendo que sus tropas juráran sostenerle como rey absoluto; y á aquella ciudad afluian los personages de todas las provincias mas conocidos por sus ideas reaccionarias; y alli se celebraban conciliabulos para acabar con el sistema liberal; y allí un periódico desembozadamente enemigo de este sistema instigaba con descarada franqueza á Fernando á que proclamára su absoluta soberanía ").; y allí acudia

(4) Es curioso en su género, el siguiente artículo y apóstrofe del periódico Lucindo à Fernando.

en nuestro suelo, y á tu vista todo enmudece, tus enemigos forman planes, pero tu presencia los desvanece: cautivo saliste, y cautivo vuelves; cautivo te llevó Napoleon, y cautivo te llevan á Madrid las Cortes, segun el tesTe has presentado, Fernando, timonio de Canga Argüelles, en

Lucindo al rey N. S. D. Fernando VII.

un diputado á poner en las manos del rey la famosa representacion de los sesenta y nueve persas, haciendo el elogio de la monarquía absoluta, é induciéndole á anular la Constitucion de Cadiz y las reformas; y

la sesion del 17 de abril: las Córtes no quieren que te reconozcamos por nuestro rey, sin habernos refajado el juramento, que espontáneamente prestamos. Napoleon te despojó de la soberanía, las Córtes han hecho lo mismo, y con la misma razon que Napoleon. Napoleon envio al perfido Savary; las Cortes envan al inocente y candore30 cardenal, ó por mejor decir, á Luyando, ministro de Estado, para que igualmente te conduzca a las Cortes, y seas alli, cuando menos el ludibrio y el escándalo de los malvados, que no deja: án de concurrir á tu descrédito, y aun quizá á tu destruccion. No te quieren soberano, y los pueblos te reciben como tal; no te quieren rey, y los pueblos gritan: «Reine, y reine solo Fernando.» No se obedezcan las leyes de Fernando, dicen las Cortes; y los pueblos gritan: «Ya solo Fernando manda, y nadie más.» Danse instrucciones á los generales de los ejércitos para que no te permitan ejercer ningun acto de mando, hasta que jures la Constitucion; y el general Elio sale á tu encuentro, se arroja á tus piés, te besa la mano y te entrega el baston del mando de su ejército. Te resistes, y el intrépido Elío, lleno de fuego: «Empúñelo V. M., dice, aunque no sea mas que un momento.» Lo empuñaste, y en este solo acto, el ejército todo te reconoce por su soberano, y Elío y toda la oficialidad te proclaman, y renueyan el juramento que te presta

ron en 1808. Esto mismo ha hecho por medio de un edecan el valiente Abisbal con su ejército. Pero te diriges á Valencia, y á un cuarto de legua de Puzol ves venir al cardenal, encargado de entregarte la Constitucion, y de notificarte el célebre decreto de 2 de febrero. Ves, digo, llegar al cardenal, mardas que pare tu coche, te apeas y detienes, y el cardenal que se habia parado, á que tú llegaras, se ve precisado á dirigirse donde estabas. Llega, vuelves la cara como si no le bubieras visto; le das la mano en ademan de que te la bese. ¡Terrible compromiso! ¡besara tu mano! ¡faltará á las inst: ucciones que se supone que trae! ¡quebrantará el juramento que ha prestado de obedecer los decretos de las Córtes! terrible compromiso! vuelvo á decir. Fernando quiere que el cardenal le bese la mano, y no se quiere que el cardenal se la bese. Esta lucha duró como seis ó siete segundos en que se observó que el rey hacia esfuerzos para levantar la mano, y el cardenal para bajársela. Cansado sin duda el rey de la resistencia del cardenal, y revestido de gravedad, pero sin afectacion, estiende su brazo y presenta su mano diciendole: «Besa.» El cardenal no pudo negarse á esta accion de tanto imperio, y se la beso: entonces distes cuatro pasos hácia atrás, y te besaron la mano varios guardias y criados. Triunfaste, Fernando, en este momento, y desde este momento empieza la segunda época de tu

alli en fin se cargaba de electricidad la nube de que habia de desprenderse el rayo que instantáneamente habia de reducir á polvo el árbol de la libertad.

Y en medio de estos hechos, casi todos públicos, si acaso cubierto alguno con muy trasparente velo, la mayoría liberal de las Córtes continuaba dirigiendo cartas de plácemes al rey, ponderándole su inquieta ansiedad por trasferirle cuanto ántes las riendas del gobierno, y su esperanza de verle labrar la felicidad de la monarquía tomando por norma la Constitucion política que la nacion habia jurado; cartas á que Fernando no se dignaba contestar: y nombraba una comision del Congreso, presidida por el obispo de Urgel, que saliera á cumplimentar al monarca y ofrecerle el homenage de sus respetos en el camino de Valencia á Madrid: Ꭹ trasladábansê las Córtes al nuevo salon de sesiones para dar mas solemnidad al acto del juramento del rey ante la representacion nacional; y designaban para esta traslacion el memorable Dos de Mayo, aniversario del glorioso alzamiento de la nacion española; y la traslacion se vcrificó, confundiéndose las descargas de la artillería, y el fúnebre sonido de las campanas, y las oraciones y responsos por los mártires de la libertad y de la independencia, con los dis

reinado. Tú das el santo y la órden, y el cardenal enmudece; porque espiró en los campos de Pazol su efímero reinado. Yo quisiera recordarte las obligaciones que te impone este estremado

amor de tus vasallos; pero toda advertencia es inútil à un rey que en las mas pequeñas acciones manifiesta que su divisa es la gratitud.

cursos de los diputados, que parecia no sospechar, ni de los hechos anteriores, ni de esta fatídica coincidencia, que asistian al mismo tiempo á los funerales de las ilustres víctimas del Dos de Mayo y á las vísperas de las exéquias del gobierno representativo. Inconcebible parece tanta confianza, tanta candidez, y tanta dósis de buena fé.

Encamínase el rey desde Valencia á Madrid, acompañado de los infantes y de la pequeña córte de Valencey. El presidente de la Regencia y el ministro de Estado han sido alejados de real órden. A la presencia de Fernando en los pueblos caen derribadas en las plazas públicas á manos de la frenética y delirante muchedumbre las lápidas de la Constitucion. La diputacion de las Córtes es desdeñosamente rechazada y no logra ser recibida por Fernando el Aclamado. Esto era poco todavía. Era menester que el plan que tenebrosamente se habia preparado, tuviera su complemento y se consumára en medio de las tinieblas de la noche.

En las altas horas de la del 10 al 11 de mayo, cuando los diputados de la nacion se hallaban entregados al sueño de la confianza, el nuevo capitan general de Madrid, nombrado secretamente por el rey, entrega al presidente de la Asamblea nacional el pliego. que contenia el célebre decreto y manifiesto fechados el 4 de mayo en Valencia, en que Fernando VII. de Borbon, el Deseado, declaraba ser su real ánimo no

reconocer ni jurar la Constitucion, ni decreto ni acto alguno de las Córtes, considerándolos todos nulos y de ningun valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubieran pasado jamás tales actos, y se quitáran de en medio del tiempo; y en que mandaba que cesáran las Córtes, y se recogieran todas sus actas y espedientes, declarando reo de lesa magestad, y como tál incurso en pena de muerte al que intentára impedir esta su soberana resolucion.

Y entretanto, en el tenebroso silencio de aquella misma noche, otros ejecutores de aquella autoridad militar iban arrancando de sus lechos y encerrando entre bayonetas en oscuras prisiones y lóbregos calabozos los mas ilustres personages y mas comprometidos por el régimen constitucional, ex-regentes del reine, ministros, distinguidos diputados, oradores elocuentes, literatos y hasta artistas insignes. Y con aquel decreto, y con estas prisiones, y con las instigaciones de personages fatídicos y furibundos buscados al efecto, desbórdase y se desenfrena al siguiente dia el populacho de Madrid, y á los gritos de: ¡Viva el rey absoluto! se ensaña contra los hombres del partido liberal, hasta contra los ilustres presos, destroza con brutal fiereza los emblemas, símbolos é inscripciones que representan la Constitucion y la libertad, y hasta los ornamentos y el menage material del salon de las Córtes. En tales momentos aparece en los parages públicos el famoso Manifiesto de Valencia de 4 de

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