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tador. Una órden del gobierno imperial le prescribia que negociára con el general español del Principado don Francisco Copons sobre la entrega de las demás plazas del distrito, á escepcion, de Figueras que se le mandaba conservar. Conferenciaron pues ambos generales por medio de sus respectivos gefes de estado mayor: duras le parecian al francés las condiciones que el español le proponia: mas como quiera que el emperador le pidiese 10.000 soldados más de los suyos para enviarlos como los anteriores á Lyon, vióse precisado Suchet á proseguir las negociaciones, teniendo al mismo tiempo que abandonar á Gerona, la cual hizo desmantelar, y acogerse con las reliquias de su ejército bajo el cañon de Figueras (10 de marzo), evacuando tambien y haciendo volar los puntos fortificados de Puigcerdá, Olot y Palamós. En su consecuencia ocuparon nuestras tropas al dia siguiente á Olot y Gerona. Por último, el mismo Suchet recibió órden de pasar á Francia; con que infiérese el estado miserable en que quedarían para los franceses las cosas de Cataluña.

No les soplaba por la parte de Aragon viento mas favorable. La ciudadela de Jaca que tenian sitiada las tropas de Mina, y á cuyas inmediaciones se habian dado repetidos combates, capituló tambien el 17 de febrero, bajo las condiciones principales de que la guarnicion saldria con todos los honores de la guerra, depositando las armas á las 300 toesas y obligándose

á no tomarlas hasta el perfecto cange de igual número de prisioneros españoles que hubiese en Francia, clase por clase, é individuo por individuo; y de que gozaria de todas las ventajas que pudiera permitir un armisticio ú otro convenio que hubiera podido hacerse entre Napoleon y las potencias aliadas antes de la ratificacion de esta capitulacion. Ratificáronla el comandante de la ciudadela De Sortis y el general Espoz y Mina.

Las plazas de Tortosa, Peñíscola y Murviedro continuaban estrechamente bloqueadas, sufriendo todo género de privaciones y sin esperanza de que por parte alguna pudiera venirles socorro. Y como en todos lados aparecia eclipsada la estrella de la prosperidad para los franceses, la plaza de Santoña, única que en las costas del Océano conservaban en su poder, amenazaba tambien no estarlo mucho tiempo, apretado el sitio y apoderadas nuestras tropas de los fuertes del Puntal y de Laredo (13 y 21 de febrero), si bien con la desgracia, de todos muy sentida, de que pereciese de resultas de heridas el bizarro oficial general don Diego del Barco, al cual reemplazó don Juan José San Llorente.

De mas tamaño, y no mas propicios para los franceses, ni menos importantes para España, eran los acontecimientos militares que por este mismo tiempo se realizaban dentro del imperio francés y cerca de la frontera española por el Pirineo Occidental. Cuando

la marcha de los aliados del Norte habia obligado á Napoleon á salir otra vez de París, despues de dictar las disposiciones oportunas para la defensa de aquella capital, y despues de abrazar tiernamente á su esposa y á su hijo, no imaginando entonces que los abrazaba por la vez postrera; cuando con el escaso ejército que le quedaba se hallaba combatiendo á los confederados y venciéndolos todavía en la Rothiére, en ChampAuber, en Montmirail, en Chateau-Tierry, en Vaucham, en Nangis y en Montereau, alcanzando aquellos triunfos semi-milagrosos, pero que semejaban á los esfuerzos terribles de un desesperado ó á los arranques impetuosos de un moribundo; cuando para sostenerse él en aquella posicion necesitó llamar una parte de las fuerzas que defendian los Pirineos, las unas á Lyon, las otras á París, entonces fué cuando el generalísimo de los ejércitos aliados anglo-hispanoportugueses, lord Wellington, abonanzada la estacion y derretidas las nieves que tambien le detenian donde le dejamos en el capítulo XXVI, determinó embestir á Bayona, y llevar la guerra hasta el corazon de la Francia.

Comenzaron las maniobras para el paso del Adour el 14 de febrero por un movimiento general sobre la izquierda del enemigo, siendo don Pablo Morillo el primero que con la primera division del cuarto ejército acometió por la izquierda del Nive las posiciones del general Harispe, obligándole á replegarse, si

guiéndole sobre Hellette, tomando á la bayoneta las calles de este pueblo, é incomunicando al francés con San Juan de Pié-de-Puerto, cuya plaza bloqueaban las tropas de Mina que ocupaban el Bastan y avanzaban por Baigorry y Bidarry. Por su parte los generales ingleses Hill y Stewart forzaban tambien las estancias enemigas, y reparando los puentes que el francés destruia y cruzando tras él los rios, pusieron á Soult en el caso de dejar la plaza de Bayona abandonada á sus propios recursos, concentrando él sus fuerzas detrás del Gave de Pau, y estableciendo sus cuarteles en Orthez ("). Continuaron las operaciones en los dias si

(1) Al hablar Mr. Thiers de este movimiento, en el libro 52 de su Historia del Imperio, con aquella malevolencia hacia los españoles que muestra siempre y no disimula nunca, dice que Wellington ano se atrevia á entrar en Francia sin los españoles, por miedo de no ser bastante fuerte, ni con ellos, por miedo de que subleváran á los paisanos dándose al pillage. Y que asi para volver á tomar la ofensiva aguardó el general inglés en primer lugar á que cesasen las lluvias á la sazon muy copiosas, y en seguida á que su gobierno le enviára dinero para pagar á los españoles, único medio de mantenerlos en disciplina.»

Para rechazar semejante ofensa al buen nombre del soldado español no apelarémos nosotros á testimonios ni á datos españoles; nos contentamos con suplicar á Mr. Thiers se tome la molestia de leer los partes oficiales de los generales británicos y del

mismo lord Wellington, y ver en ellos de quiénes se quejaban más en materia de indisciplina y de pillaje, de las tropas españolas ó de las inglesas, á cuáles tenian que reprimir ó castiga r mas á menudo, cuáles de ellas soportaban y sufrian mejor la falta de pagas y de subsistencias. Hacemos jueces á nuestros mismos aliados. No hubiera sido de estrañar ese temor de indisciplina y de pillaje, si se tratára de bandas desorganizadas, pero precisamente los auxiliares españoles de Wellington en Francia eran tropas perfectamente disciplinadas y regulares, era aquel cuarto ejército que nunca se cansaba de encomiar el mismo duque de Ciudad-Rodrigo.

Menester es confesar que asi como el emperador francés tuvo una especie de furor maniaco contra los ingleses, el historiador moderno de su imperio le tiene contra los españoles. Seria no acabar el rectificarle cada vez

guientes, quedando el 18 establecidos nuestros puestos sobre el Gave de Oleron. El paso del Adour por cerca de Bayona ofrecia dificultades que parecian invencibles, á causa de lo anchuroso del rio, del estado del mar y de lo desfavorable de la estacion, y porque además tenian los enemigos cañoneras y botes armados, y una fragata para impedir el tránsito con sus fuegos. Tambien los nuestros habian reunido en Socoa barcos costaneros para formar el puente que habia de echarse en el Adour, pero el viento y la marejada les impedia salir al mar. Difirióse por eso la operacion hasta el 23, dia en que entró tambien otra vez en Francia don Manuel Freire con dos divisiones del cuarto ejército vuelto á llamar de España por el duque de Ciudad-Rodrigo.

A pesar de lo arriesgado y aun temerario que parecia el intento de cruzar un rio como el de Bayona al medio dia, á la vista de la ciudadela, y sin el socorro todavía de las fuerzas navales, el general sir John Hope no tuvo tiempo para diferirlo más, y arriesgándose á todo logró que pasáran algunas tropas en botes que habia llevado sobre carros, con artillería y con cohetes á la congreve. Las baterías enemigas, la fragata y las cañoneras hicieronle un fuego tremendo, pero la vista de los cohetes á la congreve que serpenteaban como lenguas de fuego, y sus efectos de traspasar los costados

que se deja llevar de esta manía, por que es siempre que en su

Historia tropieza con España y con los españoles.

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