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Aquí terminaron las conquistas del rey D. Alfonso IX de León, á cuyo monarca debió Extremadura verse redimida de las gentes mahometanas.

Por un privilegio de D. Alfonso, concedido al monasterio de Valparaíso, fecha 8 de Enero de 1230, vemos que toma este monarca desde dicha fecha el título de rey de Batalloz (1).

En 1279 se encontraron en esta ciudad D. Alfonso X de Castilla, D. Dionisio de Portugal y su hermano D. Alonso, llamados por el primero para lograr de reconciliarlos. Badajoz siguió á D. Alfonso cuando su hijo D. Sancho tomó, en 1282, las riendas del Gobierno de Castilla, como regente del reino; el infante fué á reducirla á su obediencia, pero le rechazaron los ejércitos árabes que D. Alfonso había llamado en su auxilio. Más tarde D. Alfonso la cedió, con Sevilla, á su hijo D. Sancho, con el título de rey, aunque feudatario de los de Castilla; pero no tuvo efecto esta donación, porque su hijo le sucedió en todos sus estados.

Como Badajoz se pobló en tiempo de su conquista con gentes que pertenecían ó seguían á dos familias muy principales, denominadas, una los portugueses, y otra los bejaranos, y por el reparto de tierras que á cada una les cupo cuando la conquista, surgieron grandes disgustos, pues diferentes veces se vió toda la ciudad en armas, D. Sancho vino en 1288 á poner paz entre los alborotadores de uno y otro bando. Un año más tarde, reprodújose la rebelión, ahora con carácter más grave, pues los portugaleses lograron despojar de sus haciendas á todos los bejaranos y expulsarlos de la ciudad. Acudieron en queja al rey. Éste mandó resarcir sus bienes á los bejaranos y restablecerlos en su derecho. Los portugaleses alentados por D. Alfonso Godínez, favorito del monarca, se negaron á obedecer, y en

(1) Los árabes llaman constantemente á la ciudad Batalioz; y con muy poca diferencia, el Silense, la crónica de Alfonso VII y el cronicón de Coimbra la dicen Badalioz; pero hallamos en el siglo x nada menos que diez maneras diferentes para nombrarla, empleando cuatro formas el rey D. Alfonso X en las Cantigas.

gran

tonces los contrarios acudieron á las armas, matando número de ellos y lanzando de la ciudad á los restantes. Esto tuvo lugar en la mañana del 10 de Abril de 1289 (1).

Añadieron á esto otro acto más peligroso: enarbolar la bandera de D. Alfonso de la Cerda, á quien llamaron por su rey. Indignóse D. Sancho IV y mandó al punto sus ejércitos sobre ellos. Rindiéronse á partido, salvo las vidas; pero no se

(1) Se refiere una tradición popular á consecuencia de suponerse muerto en este día, celebrando misa en la Catedral, el obispo D. Alfonso I.-El P. Fita y Fernández Guerra, en su libro Recuerdos de un viaje, recogen esta tradición, y la cuentan en los términos siguientes:

"... Los portugaleses apropiáronse ciertas dehesas que pertenecían á los bejaranos. Acuden éstos al rey Sancho el Bravo ó el Pravo, como se le dijo primero; y obtuvieron repetidas provisiones para ser restituídos. Pero como no se cumpliesen, por ser portugalés D. Alfonso Godinez, favorito del monarca, y el rey contestase á los bejaranos que á ellos les tocaba hacerlas valer, los bejaranos, cuando alboreaba el día de la Pascua, 10 de Abril, acometen en sus casas á los portugaleses, apellidando libertad, aclaman por rey á D. Alfonso el de la Cerda, y aquellas dos numerosas y prepotentes familias convierten la ciudad en horrible campo de batalla. Acércase la hora de la misa mayor, y ni canónigos ni servidores de la iglesia, nadie se atrevía á dirigirse al templo. Un santo y anciano sacerdote no puede llevar en paz que deje de celebrarse el oficio divino; penetra en la catedral, acompañado de un fiel paje, hace abrir las puertas, repicar las campanas, se reviste, sube al altar mayor, espera largo rato; pero la iglesia está vacía: ni un alma, excepto el preste y su monaguillo, atravesó los umbrales. Por fuera asordan el espacio gritos de venganza y enojo, maldiciones y blasfemias, y el incesante golpear de las armas. Comienza la misa; y en la plegaria que sigue al introito, pide con vehementisima caridad el celebrante que, al renovarse en tan glorioso día el sacrificio del Unigénito de Dios nuestro Redentor y Maestro, no falte devoto pueblo que lo presencie y ensalce y glorifique. Vuelvese para la salutación de rúbrica, y párase inmóvil y absorto al contemplar llena toda la iglesia de inmenso y devotísimo concurso. Renueva la salutación al principiar el ofertorio, y entre los asistentes ve infinitas damas con riquísimos brocados, próceres y magnates con garnachas y preciadas lobas, guerreros ilustres de acerina malla cubiertos, caba lleros en cuyos mantos resplandecía la verde cruz de Alcántara, dos ó tres monjes que ceñían mitra episcopal, y algún prelado á quien el mismo celebrante cerró los ojos en el lecho de muerte. Entonces conoció que los muertos se habían levantado de sus sepulturas para asistir á la santa misa; y en los momentos pidió con ardorosas lágrimas por los vivos y los difuntos. Pero al volverse y decir Ite, missa est, aquel inmenso pueblo de ultratumba desapareció como por ensalmo; y al inclinar sobre el altar el sacerdote la cabeza y pedir á la Trinidad Santísima que admitiese el tributo de su fiel servidumbre, espiró en aquel punto, quedando yerto cadáver. No debía permanecer ya entre los vivos quien se había ofrecido de esta manera en sacrificio con la hostia inmaculada para aplacar la justa ira del cielo.»

No hemos de añadir que la anterior leyenda no tiene el menor fundamento. La traemos aquí porque no despreciamos cuentos ni tradiciones que el pueblo acepta.

les guardó lo concertado, y con una crueldad sin ejemplo, los bejaranos, en número de 4,000 entre hombres y mujeres, fueron pasados á cuchillo en la mañana del 19 de Mayo de 1289, y sepultados frente á la puerta de Mérida, donde luego se edificó la ermita de San Roque. Tan sangrienta tragedia, que han refe rido á porfía poetas (1) y cronistas, mereció el anatema de las gentes honradas.

(1) Lorenzo Sepúlveda, poeta de Badajoz y romancero del siglo xvi, escribió sobre este hecho el siguiente romance:

«Bandos de Badajoz entre Portugaleses y Bejaranos.-D. Sancho IV los pasa á estos últimos á cuchillo porque le desobedecieron

Allá dentro en Badajoz

dos bandos hay muy contrarios, uno los Portugaleses

contra de los Bejaranos.
Acusan los Portugueses
á el su contrario bando
sobre el gozar de las tierras
queriendo ser ventajado.

El rey D. Sancho está en Burgos,
las querellas le han llegado;
el rey por los Portugueses

se mostraba aficionado.
Quitar los heredamientos
mandó á los Bejaranos

y que de ellos todos gocen
los que eran ajustados.
Los Bejaranos se quejan,
viéndose desheredados;
importunaron al rey
que revoque lo mandado,
porque andan muy perdidos
de sus haberes privados.
El rey, viendo su razón
y que eran agraviados,
mandó luego dar sus cartas,
en que de ellas ha mandado
que luego los Portugueses
vuelvan á los Bejaranos
todos sus heredamientos
sin haber cosa faltado.
A Badajoz se trujeron
y les fué notificado;
no lo quisieron cumplir.
ni volverles lo tomado.

Al rey tornara á quejarse todo el bando Bejarano.

El rey le dió por respuesta

que pues no cumplían su mando,
y habían tan gran poder
como tenían sus contrarios,
hagan por fuerza cumplirlos,
si no quisieren de grado.
Con esto que dijo el rey
gran orgullo habían cobrado;
llegaron á Badajoz,
apercibieron su bando.
Todos con armas secretas
con presteza se han armado;
dijeron que cumplan luego
las cartas que el rey ha dado.
no quieren los Portugueses,
mas aquesos Bejaranos
echan la mano á sus armas,
en ellos hacen estragos.
Alzáronse con la villa,
viendo el mal que habían obrado;
cobrando miedo del rey
que se lo habría demandado;
témense mucho de muertos
no podrán ser escapados.
En la villa, que es muy fuerte,
puesto han muy buen recado
de gentes y bastimentos,

y contra el rey se han lanzado.
Nombran rey á D. Alfonso,
que es hijo de D. Fernando.
El rey con crecido enojo
su mensaje había enviado

Desde esta fecha hasta la entrada de Felipe II en Portugal, en fines del siglo XVI, las guerras, pocas veces interrumpidas entre España y Portugal, tuvieron á Badajoz en constante alarma, siendo juguete de las veleidades políticas ó ambiciones de familia entre los monarcas de ambos reinos. En 1303 marchó á Badajoz la reina viuda de Castilla, para reclamar del monarca portugués lo que por razón de dote debió entregar á su hija, infanta de Portugal, casada con D. Fernando de Castilla. El monarca portugués le entregó 1.000,000 de maravedises. Al año siguiente fué también á Badajoz D. Fernando IV de Castilla, con intento de visitar al de Portugal, su suegro, con quien tenía algunas diferencias, y recobrar así los lugares que durante su menor edad le había empeñado. El portugués le facilitó una gruesa suma y le volvió á dar más dinero para proseguir la guerra contra los moros, empeñándole la ciudad de Badajoz.

En 1331 D. Alfonso de Castilla fué á Badajoz á verse con Santa Isabel, y cinco años más tarde el rey de Portugal cercaba á Badajoz y le combatía con gran denuedo, porque el de Casti. lla no había querido levantar el cerco de Lerma, según se lo habían suplicado los embajadores portugueses; pero hubo de retirarse, y para aquella ciudad, por cuya parte pensaba principiar

al maestre de Calatrava,
don Rodrigo era llamado,
y al gran maestre del Temple,
y á otros muchos hijosdalgo,
y á Córdoba y á Sevilla,
á todos les ha rogado
que cerque á Badajoz
todo el bando bejarano.
Como ellos lo supieron
al castillo se han pasado;
alzáronse con la Muela,
que era muy fortificado.
Los del rey allí los cercan;
mas luego se han concertado
que dén el castillo al rey,
y ellos les han segurado
que el rey los perdonaría,

sin castigar lo pasado.
Debajo de este seguro
luego se habían entregado,
ansí también el castillo
los del rey lo habían cobrado.
El rey con crecido enojo
mandó matar todo el bando:
entre homes y mujeres
cuatro mil han degollado.
Todos los mató en un día,
que ninguno no han dejado
que hobiese por apellido
sobrenombre Bejarano.
La justicia fué cruel
según que vos he contado;
pero los que son traidores
merecen hacer tal pago.»>

la guerra contra Portugal, hizo llamamiento de gentes, en 1337, D. Alfonso de Castilla, reuniendo 20,000 infantes y hasta 5,500 caballos.

Á una legua de Badajoz y dos de Elvas se vieron, en 1354, los infantes de Castilla, hermanos del rey D. Pedro, con don Juan Alonso de Alburquerque, tratando de sus haciendas y de ir á la mano al rey en sus desatinados y temerarios intentos. Veintiocho años después, D. Juan I de Castilla se dirigió á Badajoz con un ejército formidable, al saber que un ejército inglés y otro portugués acampaban á tres leguas de la ciudad. Las tropas aliadas contaban 6,000 caballos y 18,000 flecheros. Los castellanos excedían de este número. El tratado que se celebró en Badajoz puso paz entre ambos contendientes; pero dos años después, en 1384, un ejército portugués al mando del famoso D. Nuño Álvarez Pereira, acometió al ejército castellano en los llanos de Badajoz y logró vencerlo, matando á más de 3,000 com. batientes, y entre ellos al maestre de Alcántara D. Diego Gómez Barroso, siendo esta derrota para Castilla el comienzo de otras mayores, pues doce años más tarde el ejército portugués entraba victorioso en Badajoz, llevándose prisionero al gobernador, que era el mariscal Garci Gómez de Herrera, y se paseó por el interior de la comarca extremeña, subyugando á las ciudades y quemando los lugares pequeños que no aprontaban las sumas que les pedían.

III

Por esta época tuvo lugar un suceso sobre el cual se ha escrito mucho y se ha inventado más por los poetas y novelis. tas antiguos. Una tradición corre por los pueblos de la frontera que relata lo acaecido en Badajoz con motivo de haberse roba. do la bandera de la ciudad por los portugueses, en ocasión de

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