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CAPÍTULO VII

La independencia de Portugal.

Los fuertes de San Cristóbal y de Pardaleras.-El hospital de San Sebastián, el Seminario de San Athón y otras obras importantes. Nueva guerra con Portugal y venida de los Reyes á Badajoz

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I

EANUDAMOS en este capítulo los sucesos de la guerra con Portugal, interrumpidos para narrar acontecimientos íntimos de la ciudad de Badajoz.

Las cortes de Tomar, convocadas por Felipe II, desde Badajoz, para el 1.o de Abril de 1581, afirmaron la legalidad de la invasión española en el vecino reino, y Felipe II se creyó desde aquel momento que había afirmado para siempre en la cabeza de sus sucesores la corona de la monarquía española, que representaba la de toda la gran Península Ibérica.

Su política fué estrecha y miserable, lo mismo en el exte rior que en el interior del reino, llevándonos por derroteros inseguros, sufriendo descalabros nuestros soldados en mar y tierra

y dejándonos á su muerte multitud de conflictos por resolver. Felipe III no respondió á las esperanzas que tenía el país en su nombre y su reinado pasó por una serie de calamidades precursoras á las que inició, desde un principio, su sucesor Carlos II. Si la unión de Portugal y España fué en principio una obra meritoria por parte de Felipe II, parece que Felipe III y Carlos II se habían concitado, por su torpe administración y tiránicos actos, en justificar la rebelión de Pinto Riveiro, en Lisboa, el 1.o de Diciembre de 1640, proclamando la independencia del antiguo reino portugués, conspiración urdida en el antiguo palacio de Almada, de donde salieron los rebeldes á los gritos de ¡libertad y ¡viva D. Juan IV! arrollaron la guardia de palacio, dando de puñaladas al ministro Vasconcelos, al Teniente Corregidor de Lisboa y á otros personajes. La virreina D.a Margarita fué presa y obligada á dar orden para entregar la ciudadela.— Todos los fuertes, en suma, abrieron sus puertas á la armada muchedumbre, y D. Juan fué proclamado en todo el reino y sus dominios, volviendo éste á su antigua independencia.

Este suceso había de venir á refluir en Badajoz con graves resultados, porque siendo el comienzo de la llamada Guerra Peninsular, sostenida más de siglo y medio en la frontera de ambos reinos, á Badajoz tocó, como plaza considerada inexpugna ble y decisiva, jugar el principal papel en tan larga contienda.

II

La guerra extranjera y la de Cataluña absorbían por entonces la atención de Felipe IV, y en tanto comenzaban las incursiones de los portugueses molestando á los pueblos de la frontera.

La primera acometida del ejército portugués fué á Badajoz,

por la parte que da frente al Guadiana, pues las tropas portuguesas no quisieron, por entonces, ó no pudieron pasar el río.

Se habían terminado ya las fortificaciones por este lado de la plaza y estaban próximas á cerrarse por todas partes, pues sólo faltaban los baluartes de la puerta de Trinidad, que por fin quedaron terminados en 1680.

En el año 1641 se reunieron los ejércitos de Badajoz y Elvas, comenzándose las operaciones que duraron más de cuarenta años. El ejército portugués devastó nuestros campos, como el español los de Portugal.

Por órdenes del gobierno se aceleraron las obras de fortificación en Badajoz, y en primer término las del fuerte de San Cristóbal y las de defensa del Puente de las Palmas. Falta de guarnición la Plaza, frente á ella la de Elvas, donde se organi zaba un ejército completo, se formó entonces la célebre Milicia Urbana, reuniéndose dos batallones de más de 1,200 hombres, que con los 4,600 que había en la Plaza, formaban ya un buen contingente.

El fuerte de San Cristóbal, construído sobre el cerro de Orinace, y con los restos del palacio que en él tenían los condes ó duques de este nombre, era uno de los puntos más inexpugnables de Badajoz, por su elevación de 60 metros sobre el nivel del Guadiana, y su situación, coronando una roca caliza de difí cil acceso. Esta fortaleza la guarnecía la Milicia Urbana.

El ejército portugués dirigió desde un principio las operaciones sobre Badajoz, y emprendieron sus trabajos con gran tenacidad. Libraron batalla como la del Montijo, é intentaron sitios y asaltos como el de Badajoz, donde la Milicia Urbana logró un nombre imperecedero.

Especialmente en la defensa del fuerte de San Cristóbal y reductos de la cabeza del puente, los urbanos rayaron en la he. roicidad, inspirando los hechos de aquellos combates romances y obras dramáticas que el furor patriótico hacía representar para excitar los ánimos.

Simultáneamente españoles y portugueses triunfaban un día para ser vencidos otro; ganaban un pueblo para perderlo después; incendiaban una villa del lado acá de la frontera mientras del lado allá ardía otra.

Los horrores de la guerra se apuraban á cada momento y se apelaba á todos los recursos para vencer.

En 1658 ya tomó más proporciones la pelea.

El marqués de San Germán había ganado en el año anterior á Olivenza.

El conde de San Lorenzo intentó inútilmente recuperarla, y visto que sus tropas se diezmaban sin conseguir su fin, se vino sobre Badajoz, concentrándose en sus inmediaciones un grueso ejército portugués, que pasaron el Guadiana, y por consiguiente dispuestos á un formal sitio.

Defendía la plaza el marqués de Lanzarote, y el bloqueo se inició primeramente sin gran resultado, pero después con éxito, pues casi puede decir que existía el sitio, y en aquella época se repetía como aforismo: Plaza sitiada, plaza ganada.›

El general portugués Vasconcelos, tomó las baterías de los Mártires y del cerro de San Miguel.

La acción, pues, se venía á ejercer sobre el débil fuerte de Pardaleras, cuyas obras se habían terminado poco antes.

La esperanza de los españoles estaba puesta en aquellos muros, al parecer insignificantes, y que decidieron, no obstante y por aquellos tiempos, la victoria.

Un cronista de aquellos sucesos, cuenta lo acaecido entonces á nuestras tropas en los términos siguientes:

...... Estaba en Badajoz el regimiento de infantería titulado: Tercio viejo de Sevilla. Empezó el tercio de la Armada su existencia belicosa en el sitio de Badajoz. Cuando el tercio entró en el recinto de la plaza, constaba de quinientos cincuenta hombres, y se hallaba bajo las inmediatas órdenes de su primer Maestre de Campo, Marqués de Lanzarote (25 de Junio); en el asalto que dieron los sitiadores hizo este cuerpo prodigios de

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