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IV

El Mariscal Soult primero y después el Gobernador Philippon, siguieron la política de hacer que sus subordinados tratasen lo mejor posible al vecindario y á la guarnición prisionera de guerra. Empero ni estas reflexivas determinaciones, que la prudencia imponía á los vencedores, ni nada, por entonces, era suficiente para apagar la oculta saña de los vencidos. Las armas de fuego, el rudo golpe de los instrumentos de labranza, y otros medios de destrucción, no perdonaron al pobre extranjero que presentó un momento propicio para que le hiciesen desaparecer de la escena del mundo.

Los pozos de las casas y las cisternas recibían á diario los inertes cuerpos de pobres soldados franceses que no tenían otro delito que el de seguir la suerte que le deparaba á sus generales la ambiciosa política de Napoleón.

El nombramiento del general Beresford para mandar el ejército aliado, fué un síntoma que se dejó sentir pronto en Badajoz. Puesto á la cabeza de las tropas principió por hacer que los franceses evacuasen á Campomayor, trayéndolos precipitadamente hasta Badajoz en derrota la caballería portuguesa.

Sitiada después Olivenza el 9 de Abril, se rindió el 15, cayendo prisionera la guarnición francesa que la defendía.

en el Sr. Hore, asi como no la sospechamos en D. José Imaz; pero es lo cierto que la plaza de Badajoz podía y debia defenderse y no hay que atribuirlo sino a que no se quiso ó no se supo defender.» En otra se lee: «El que conferenció y concluyó la capitulación con el Sr. Hore fué el jefe de estado mayor del mismo Mortier, al cual cuidó el gobernador de que se le preparara un buen refresco y á su acompañamiento, si lo traia.» Y en otro lugar dice: «Se habla de una conferencia reservada y misteriosa que el Sr. Hore tuvo en el cuerpo de guardia de la puerta de Trinidad, conferencia que dió lugar á juicios poco favorables.>>>

El 4 de Mayo emprendió Beresford el primer asedio contra Badajoz, acompañándole la 1.a división del 5.° ejército español al mando de D. Carlos de España. La brecha había de abrirse frente al fuerte de San Cristóbal, y mal estudiado el plan, hubo de levantarse el cerco la noche del 15, con la pérdida infructuosa de 700 hombres, á la noticia de que avanzaba Soult con numerosas huestes á socorrer la plaza.

Vencido éste en la batalla de la Albuera, mandada el 16 por los generales Beresford, Castaños, Blake y Ballesteros, vino otra vez sobre Badajoz el 18 la división de Hamilton, renovando el bloqueo por la izquierda del Guadiana, auxiliado de tropas españolas, á la orden de D. Pedro Agustín Girón.

El 25 embistió Houston por la derecha del río, auxiliando Hamilton á la división de la izquierda. El 29 principió á abrir trinchera al frente de San Cristóbal, entreteniendo al enemigo con acometidas y disparos de artillería hacia los baluartes contrarios por bajo de Pardaleras. El 31 se principió otra brecha al medio día del Castillo, después de haber tentado inútilmente asaltar la de San Cristóbal, de la que fueron repelidos con pérdida. El 9 de Junio se repitió aquí el asalto no con mayor fruto que el anterior. Vellington convirtió entonces en bloqueo lo que había sido sitio, en cuya ocasión se escapó el fuego de una hoguera á los artilleros portugueses que estaban á la izquierda del Guadiana, fuego que duró quince días, abrasando cuanto halló hasta cerca de Mérida. El 17, descercó Wellington á Badajoz, noticioso de que venían á defenderle los ejércitos de Soult y Marmont.

Unos 12,000 proyectiles habían arrojado dentro de la plaza los sitiadores. Su vecindario estaba consternado. Más de 400 casas habían sido pasto de las llamas. Las demás estaban en ruinas. El hambre se dejaba sentir, pues ya se comenzó á acortar las raciones. Y en este estado se retiraban las tropas aliadas. Un mes más de bloqueo, y sin otra agresión más enérgica la ciudad hubiese desaparecido entre el fuego y los escombros.

V

El tercer sitio no se hizo mucho esperar. Comenzó el 16 de Marzo de 1812, cuando el gobernador Philippon había ya reparado las fortificaciones destruídas de los anteriores. El 19 hicieron los franceses una salida, causando bastante destrozo, y del 20 al 25 se llevó el Guadiana un puente de barcas que, para el paso de las tropas, se había colocado media legua por bajo de la población. El 25 se rompió el fuego contra el fuerte de la Picuriña, que fué tomado aquella noche por los ingleses, plantando allí baterías para batir la cortina de Trinidad y la de Santa María del Castillo. Para defensa de la primera habían preparado los franceses una inundación del Rivillas que cogía los fosos, la cual no pudieron inutilizar los ingleses. El 6 de Abril estaban practicables tres brechas: una frente á San Cristóbal; otra en Santa María del Castillo, y otra en la Cortina de la Trinidad. Á las diez de la noche dieron los ingleses simultánea embestida con su habitual denuedo. Su brío se estrellaba contra una tenaz resistencia, y no hemos de describir los horrores del asalto. Cuatro mil hombres perdieron, hasta que, luchando y reluchando, dentro ya del Castillo, un incidente feliz acabó de decidir la victoria. Las tropas mandadas por Walker, escalaron el baluarte de San Vicente, y se corrieron por la muralla hasta las brechas, atacando por la espalda al enemigo, cuya guarnición quedó prisionera con su general y principales oficia les que, escapados primero á San Cristóbal, capitularon al siguiente día.

Entraron los ingleses en Badajoz y sometieron á la ciudad á tres días de saqueo. La soldadesca inglesa, ebria de los excesos del vino, deseosa del placer y de la rapacidad, no respeta

ron nada. Las jóvenes doncellas de más tierna edad, las monjas de los monasterios, las matronas que por su edad eran dignas de mayor respeto, todas cayeron bajo la acción del soldado victorioso que en su exceso ni al obispo reconocieron y hasta del bolsillo del general aliado robaron el reloj y le saquearon el dinero. Así se portaron con los vecinos de Badajoz, cuando los esperaban como aliados, preparándoles regalos y refrescos. Sus infamias llegaron hasta el punto de tener que mandar Welling. ton tropas de fuera á contener el desenfreno. Las iglesias fueron saqueadas por ellos, llevándose sus riquezas, y lo mismo hicieron con las casas de la mayor parte de los vecinos.

Las cortes de Cádiz, no confundiendo el mérito de Wellington con las tropelías de la soldadesca, condecoró al general con la gran cruz de San Fernando, y mandó colocar un escudo de armas en el sitio de la principal brecha del castillo en conmeración de sus gloriosos hechos.

La ciudad fué entregada después por los ingleses al Capitán general de Extremadura, que lo era entonces el marqués de Monsalud, quedando el vecindario completamente atribulado con tan rudos golpes.

Restablecida lentamente la calma, principiaron á reedificarse los muros y edificios particulares, y cada cual fué volviendo á la vida del trabajo en su taller, en su comercio, en sus campos, en su despacho ó en sus oficinas.

CAPÍTULO X

Progresos de la higiene en Badajoz.-Sus paseos públicos. Noticia de los edificios más notables, de las murallas y de su Milia

Urban y Leal

I

EMOS expuesto, en capítulos anteriores, todo el pasado de la ciudad de Badajoz. Tócanos ahora conocer su presente. Ciudad antigua, plaza murada desde muy remotos siglos, residencia de las autoridades superiores en el orden militar, civil y eclesiástico, cuenta con una población de derecho que sube á 24,311 almas. Tiene buenas escuelas, tres bibliotecas (la provincial del Instituto, la del Seminario y la pública de la Sociedad de Amigos del País), un Instituto, una Escuela Normal, un Seminario, Museo arqueológico, buenos hospitales (el civil y el militar), Parque de ingenieros, Maestranza de artillería, cuarteles, establecimientos comerciales, cafés, teatros, paseos, etc., etc. Sus comunicaciones férreas con Lisboa, Sevilla y Madrid, hacen hoy de esta ciudad un pue

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