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de Roma, que hizo venir el expresado gobernador, en términos que los arrabales y casas de campo del Alba-regia emeritano, cruzado por el arroyo Albarregas, equivalían, si no excedían en número, á los habitantes de la ciudad circunvalada por sus mu. rallas. Los restos del Alba regia existen visibles hacia el Nordeste de la población, y á distancia de 3 á 4 kilómetros, á partir desde la puerta del Oriente ó de Santa Olalla.

Grandes recuerdos evoca este valle de Albarregas, en el cual-según el Sr. Barrantes y Moreno-plantaron sus tiendas las legiones eméritas, antes de ser trazada la demarcación de la ciudad por el surco del sacerdote de Carisio; y como los pelasgos, compañeros de Eneas, llamaron á su primera capital Alba. longa, para cuya defensa construyeron en el Palatino la fortaleza llamada Roma, llamaron también los eméritos Alba á aquella su primera mansión.

Esta etimología, la supone dicho autor más acertada y verosímil que las de Moreno de Vargas y Fernández Pérez, recordando el Alba regia que se incorporó con sus jardines y casas de campo á Roma en tiempo de Tulo Hostilio. Á nuestro entender padece error Moreno de Vargas. Lo que agregó este rey, del Lacio á Roma, fué el monte Celio, y Alba estaba en el Palatino, primer dominio de Roma, juntamente con el Capitolio, núcleo y tronco de la Ciudad de las siete colinas. Salva esta pequeña diferencia, cree el Sr. Barrantes y Moreno, que Albarregas es el Albam-rigas de los romanos, que deduce Fernández Pérez de la etimología de Moreno de Vargas. Pero no porque regase jardines, que verosímilmente no debieron estar en el curso del arroyo, sino porque regaba el primer asiento de la gente romana, el sitio que les recordaba su Alba-longa, y su Numitor y Amulio.

Que en Emérita se rindió culto á las tradiciones pelásgicas, más que en otras antiguas ciudades de la Celtiberia, lo confirma el hecho de haberse encontrado en ella monedas de la loba amamantando á Rómulo y á Remo, y tan perfectamente conservadas,

como acaso en la misma Roma no se encuentran. Esta prueba y esta tradición son indestructibles, por más que para impugnarlas se afirmara que el cantero Albar Egas, que en el siglo décimo tercio trabajó en algunas catedrales, había hecho obras de consideración en el Puente romano, ó en los restos de los acueductos, ó, porque según otros, ahogóse, tal vez, en las aguas de la ribera, pues en materia de etimologías á veces lo sencillo no dista mucho de la verdad, la cual difícilmente se descubre.

El lago de Proserpina no tiene menos recuerdos que el valle y puente de Albarregas. Este lago es formado por un gran estanque de aguas de dos kilómetros de circunferencia y tres metros de profundidad, á distancia de 5 próximamente de la población, llamado La Albuhera, situado en el punto donde se dió la batalla, con tal nombre conocida, que afirmó el trono de los Reyes Católicos en la dehesa de Carija, con un ex-lavadero de lanas, hoy propiedad de D. Alonso Pacheco y Blanes. Por alguien se ha dicho que esta charca está formada de lluvias torrenciales de los arroyos y valles que descendiendo la circundan; pero considerando que la mayor parte de estas riberas se pasan á pie enjuto casi todo el año, lógico es suponer que este vasto depósito deba su origen á la socavación ex-profeso para alumbramiento de aguas, hecha por los romanos, á semejanza de la cisterna de Aden, construída por los ingleses á las orillas del mar Rojo.

Confirma en cierto modo esta nuestra opinión, el haberse encontrado una piedra de mármol en un pilar del cobertizo de dicho lavadero de lanas, que induce á pensar en la existencia, contigua á aquel sitio, de algún monumento gentílico ó construcción religiosa, consagrado á la diosa Proserpina, que ha caracte rizado al estanque referido dándole su nombre.

La inscripción contenida en esta piedra se ha publicado por el anticuario señor Hübner en su obra titulada Inscriptiones Hispania latina bajo el epígrafe de: Tabla marmórea de m. 0,24, por 0,22. Esta inscripción, de que ya hicieron mérito Cornide,

Saavedra, Moreno de Vargas y Fernández Perez, dice el señor Barrantes y Moreno que después de sacar de ella una in prompta, renovados y enmendados algunos caracteres, ha podido leerse así:

DEA ATAECINA TUR BRIG PROSERPINA PER TUAM MAI ESTATEM. TE ROGO ORO OBSE CRO UTI VINDICES QUOD MI FURTI FACTUM EST. QUISQUIS MIHI MUDAVIT INVOLAVIT MINUSVE FÉCIT EAS.., Q-I-S-S-TUNICAS VI PANULA LINTEA H'IN IVN CUJIA I-C-V-M IGNORO IA... IVS VI.

Con extensa erudición demuestra el mencionado epigrafista alemán, las modificaciones que ha sufrido esta inscripción, alterando en cierto modo su contenido, al cual, después de haberle añadido, por su parte, algunos suplementos, manifiesta que debe leerse en esta forma: Dea Ataecina Turig (ensis) Proserpina, pertuam mai estatem te rogo oro obsecro uti vindices quod mihi furtifactum est quisquis mihi imudavit involavit minusve fécit (e) a)s res quae i(nfra s(criptae s(unt: tunieas VI... (pa) enula lintea II in (dus) ium cuius... m ignoro.»

Rehecha de tal modo esta original leyenda, que se creyó votiva de un monumento sagrado, por los historiadores y hom bres versados en la interpretación correcta del idioma del Lacio, nuestra sorpresa sube de punto al considerar su verdadero sig. nificado, extravagante, como con mucha oportunidad lo demuestra Barrantes y Moreno, y cuya traducción se ha tomado la mo. lestia de realizar, concebida en tales ó parecidos términos: «Diosa Ataecina Turibrigense Proserpina, te ruego, pido y demando por tu gran majestad, que seas mi vengadora en cuantos robos me han sido hechos. A mí me ha escamoteado un quídam, en menos tiempo que se tardó en hacerlas, las cosas que abajo apunto: Túnicas, seis; capotes de paño, dos; camisas, el número ignoro. >

El conocido Hübner (1) advierte que al original de que pro

(1) Inscriptiones Hispania Latina (Berolini, 1869).

viene la versión que antecede, debe añadirse este suplemento: <<eum tu pessimo leto adficias sive consumas, ó algo equivalente, como se ve en otras inscripciones de su obra, en tablas voti. vas de la Grecia, y en los papiros egipcios.

Esta diosa Ataecina fué muy venerada en Lusitania, según lápidas votivas conservadas en el museo de Évora, y halladas también en Medellín y otras ciudades de Extremadura.

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Para terminar estas noticias sobre el Lago de la Proserpina, diremos que contiene el curso de sus aguas un sólido antemural de fábrica romana con dos grifones para producir fuerza motriz propia para un aparato mecánico de loción de lanas, que no funciona en el día, y su sobrante impulsaba las piedras de varios molinos harineros, y regaba algunas huertas. Las aguas de este Lago no son potables absolutamente, aunque sirven de abrevadero á los ganados en el estío, en aquellos parajes áridos, desnudos de vegetación arbórea, y en donde, no obstante su intensidad, los rayos solares no han podido evaporarlas hasta la se

quía de 1874 y 1875, en que con asombro general tuvo lugar la realización de este fenómeno.

III

De todos los edificios que tuvo Mérida en su antigüedad, como fragmentos de ellos sólo nos quedan hoy en primer término algunas inscripciones, que los eruditos y anticuarios han coleccionado en sus obras. Hasta el número de 66 publica el canónigo Fernández Pérez, en sus Antigüedades de Mérida (1), y 47 Viu, en su Extremadura (2). Morales, Pons, Moreno de Vargas, el P. Román de la Higuera, como otra multitud de autores copian otra diversidad de ellas (3) que nosotros no hemos de reproducir aquí porque haríamos interminable este capítulo. Sólo traeremos á él aquellas que no mencionan dichos autores por haberse descubierto recientemente, sin dejar por esto de citar alguna de las ya conocidas, que tiene suma importancia, como su

(1) Véase á las páginas 85 y 89.

(2) Véase el tomo I, págs. 24 á la 72.

(3) El lector que quiera conocer estas lápidas y otras muchas de Extremadura, puede consultar las siguientes obras:

1.a Del P. Román de la Higuera. - Historia de las antigüedades de Mérida. (Ms.) 2. Moreno de Vargas.-Historia de la Ciudad de Mérida (Madrid 1633).

3. Gómez Bravo.-Advertencias á la Historia de Mérida (Florencia 1638). 4. Gómez Bravo.-Explicación de la inscripción sepulcral de Saturnino, hallada en Mérida. (Ms. en la R. A. de la H.)

5.

Tamayo de Salazar.-Notas á la inscripción sepulcral de Saturnino, hallada en Mérida (Madrid, 1650).

6.

Salcedo Coronel.-Inscripción del sepulcral de Saturnino, que se halló en la ciudad de Mérida, año de MDCL (Sevilla, 1650).

7.a Solano de Figueroa y Altamirano.-Historia de Mérida y su partido. (Ms.) 8.a Guerra y Cumbreño.-Notas á las antigüedades de Extremadura, de D. José Viu (Cáceres, 1854).

9.a Hübner.-Inscriptiones Hispaniæ Latinæ (Berolini, 1869).

Y las de otros autores antes citados y que ya mencionamos varias veces en el curso de esta obra.

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