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por su arquitectura, ni por su decoración, detalle de mayor importancia.

Los edificios particulares de la población son, algunos de ellos, muy bellos. El mejor acaso lo es el palacio del marqués de Monsalud, edificado en los comienzos de la segunda mitad del siglo XVIII, por el señor Nieto, primer marqués que llevó dicho título, otorgado en 1762 por D. Carlos III. El segundo marqués D. Juan Nieto, fué un distinguido militar nacido en esta casa, el año de 1772.

Su afición á las armas le hizo seguir la carrera militar, figu. rando su nombre al lado del de los oficiales más valerosos de su tiempo.

Cuando los sucesos de la invasión francesa, acudió el primero ante la Junta de armamento y defensa de Badajoz, encargán. dose de la organización de los cuerpos militares creados en Mayo de 1808.

Por entonces ascendió á Teniente general, y más tarde, en 1814, desempeñaba el cargo de comandante general de Badajoz, habiendo hecho toda la guerra de la Independencia con gran nombre.

Terminada la invasión, fué elegido diputado por Extremadura, y nuevamente reelegido en 1834, falleciendo poco después.

II

Pero en Almendralejo han nacido otros genios ilustres que dan fama y esplendor al suelo extremeño por su saber unos, por sus virtudes otros, y todos por el nombre que han dejado á su muerte. Entre los místicos cuéntase al beato Fr. Alfonso de Almendralejo, franciscano y orador místico. Ignórase en qué épo

ca floreció. La Iglesia le reza el 4 de Abril como venerable santificado por sus virtudes. Síguele Fr. Pedro de Almendralejo, teólogo, nacido á los comienzos del siglo XVI. Fué orador

ALMENDRALEJO.-PALACIO DEL MARQUÉS DE MONSALUD

distinguido, pe

ro no sabemos que haya publicado ninguno de

sus sermones,

ni si los dejó escritos.

Más importancia que los anteriores al

canzó Fr. Fran

cisco de San Josef y Almendralejo, francis

cano, nacido en 1730 y de sumas virtudes, al decir del autor de la Crónica de San Miguel, Fr. Andrés de San Francisco y Membrío.

Es autor de

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una obra titulada Arancel de perfección, ó por otro nombre Arancel espiritual, y en 14 de Junio de 1782, con ocasión de haberse trasladado la comunidad franciscana que existía en el monasterio de San Gabriel á extramuros de Badajoz, á su convento nuevo, dentro de la ciudad expresada, pronunció el sermón inaugural, que se cita por los bibliófilos con el siguiente epígrafe: Colocación (inauguración?) de la iglesia de San Ga

briel de Badajoz, dia 14 de Junio de 1772.-Por Fr..., predicador general y morador en sobredicho convento (Ms).

Unidos á estos nombres irán siempre, como hijos de un mismo suelo, dos eminentes poetas contemporáneos, que han influído poderosamente en la regeneración de las letras patrias con saludables resultados. Es uno D. José Espronceda y Delgado; es otro D.a Carolina Coronado y Romero, y uno y otra por el nombre que gozan, por sus obras, por la finalidad de sus pensamientos poéticos, merecen alguna detención por nuestra par. te, pues no son vulgaridades sobre que deba pasarse una esponja para borrar sus nombres.

III

En la casa número 19, que fué de Vélez y hoy de Montero y Monsalve, sita en la plaza Mayor de Almendralejo, nacía en la madrugada del 23 de Mayo del año 1809 un niño, que los azares de la guerra hizo que viese la luz primera en aquella villa y en circunstancias azarosas para sus padres (1). Este

(1) «Era un hermoso día de primavera del año 1809. Los pájaros entonaban sus más alegres trinos, mientras los españoles lanzaban gritos de rabia ó exhalaban ayes de dolor en su formidable lucha contra los ejércitos napoleónicos. Por uno de los caminos más frecuentados de Extremadura cruzaba un coche de colleras escoltado por una sección de jinetes del regimiento de caballería de Borbónuno de los cuerpos que más se distinguieron en la memorable batalla de Talavera, -al mando de su bizarro coronel. Albergaria el coche algún prisionero de Estado? Todo menos eso. Los ojos del coronel, que cabalgaba siempre á la portezuela, se fijaban, unas veces con amor y otras con pena, en el interior del carruaje. ¡Ah! Es que dentro, lánguidamente reclinada sobre los almohadones, con la luciente y negra cabellera cayendo en desorden sobre su hermoso cuello, con los ojos brillantes y los labios temblorosos, dejando escapar algunos suspiros, se hallaba una hermosa joven que podría contar hasta veinte años: de tiempo en tiempo clavaba sus hermosos ojos en el gallardo coronel, buscando en los suyos consuelo y amor, hasta que, agotadas sus fuerzas, cayó en los brazos de la doncella que la acompañaba. El coronel no pudo resistir más, y sin reparar en el peligro á que se

niño vivió allí poco tiempo, pues su padre, que era militar, se trasladó luego á Madrid, donde el joven extremeño recibió una brillante educación literaria bajo la dirección de D. Alberto Lista, que con su severo clasicismo procuró, aunque en vano, templar la ardiente fantasía de su discípulo. Éste, en efecto, mostró desde un principio gran genio poético, que desbordando sobre los estrechos moldes de los antiguos cánones de los preceptistas, osó llevar á la literatura el mismo espíritu revolucionario que le animó en la política. Por eso fué siempre más admirador de Quintana que de su maestro, y la musa que le inspiró sus mejores cantos, fué la libertad. En su primera oda, compuesta á los doce años, celebró la victoria alcanzada por la Milicia Nacional de Madrid sobre la Guardia Real, que se sublevó proclamando el absolutismo en el memorable día 7 de Julio de 1822.

La exaltación creciente de sus ideas liberales le hizo afiliar. se, cuando sólo contaba catorce años, en la sociedad secreta llamada de los Numantinos; y esto le valió una prisión que sufrió en Guadalajara, y que el adolescente vate aprovechó para comenzar su poema titulado Pelayo, donde campean rasgos felices de su desenfrenada imaginación. Temiendo nuevas persecuciones, luego que recobró la libertad, se dirigió á Gibraltar y

exponía cuando el país estaba inundado de franceses, y sus fuerzas eran tan escasas, ordenó á la reducida escolta detenerse en Almendralejo, á tiempo que la Providencia, velando por él y por su enferma, acababa de hacerle padre. La viajera era doña María del Carmen Delgado, y el militar su marido, el valiente coronel D. Juan de Espronceda. Cuando los jóvenes esposos entraron en la villa habían cubierto de mil besos la frente de aquel niño que, nacido entre los azares de la guerra de la Independencia, debía ser más tarde el gran poeta D. José de Espronceda, su ilustre cantor. La valerosa madre, que no había querido abandonar á su querido esposo en aquella penosa campaña, con un heroísmo y un amor dignos del mayor encomio, continuó desde aquel día, tan hermoso para ambos, siguiéndole con mayor cariño en unión de aquel pedazo de sus entrañas; y el niño, educado con este ejemplo de raro valor, apenas le fué posible sostenerse á caballo, arrostró todos los peligros inherentes á la vida de su padre, familiarizándose así desde la infancia con todo género de penalidades.» RODRÍGUEZ Solís: Espronceda, su tiempo, su vida y sus obras. (Madrid, 1883.)

después á Lisboa. Cuéntase que, al entrar en esta ciudad, para pagar un derecho de puertas, sacó el último duro que le quedaba, y arrojó al mar la vuelta (dos pesetas), diciendo que era este muy poco dinero para entrar en tan gran población. > Muy mal lo hubiera pasado en ella si una dama, á quien supo inspirar una pasión vehemente, no le proporcionara recursos, con los cuales pasó á Inglaterra y después á Francia. Hallándose en este país al estallar su revolución de 1830, el emigrado español tomó parte en ella, batiéndose en las barricadas de París por la causa de la libertad, que es cosmopolita. El triunfo allí obtenido dió ánimo á nuestros liberales proscriptos para intentar algo contra el brutal despotismo que reinaba aquende el Pirineo: y uno de los que más trabajaron en este sentido, secundando la tentativa de Mina y Chapalangarra, fué el entusiasta y audaz Espronceda, que, habiéndose frustrado aquel golpe, se alistó en la legión de voluntarios que debía ir á luchar por la independencia de Polonia, aunque tampoco esta expedi ción tuvo resultado.

Nuestro poeta no pudo regresar á su patria hasta la muerte de Fernando VII (1833), y entonces entró en el cuerpo de Corps; mas habiendo escrito un poema satírico contra el Gobierno de aquella época, fué desterrado á Cuéllar, donde, aprovechando tradiciones locales, escribió (1834) su novela titulada Sancho Saldaña ó el castellano de Cuéllar, que es un animado cuadro histórico de la época de Alfonso el Sabio. Después de la publicación del Estatuto Real volvió á Madrid, entrando en la redacción de El Siglo y tomando parte en los acontecimientos políticos de los años 35 y 36, siendo esto causa de verse obligado á salir nuevamente de Madrid.

El advenimiento de su partido al poder, en 1840, le permitió retornar á la corte, y el año siguiente fué nombrado secretario de la legación española en El Haya. El voto de los electores de Almería le llamó al Congreso poco después; mas no pudo el gran lírico desempeñar mucho tiempo tan honroso car

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