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el convento referido, profesando en el de 1764 y distinguiéndose por su virtud y mansedumbre. En 1786 estaba de sacristán mayor, y su nombre figura en los inventarios de las alhajas que se custodiaban en el referido templo, uno de los más ricos de España.

CAPÍTULO V

Julia Contrasta.-Valentia de Alcántara.-La actual Valencia de Alcántara. Sus hijos ilustres

I

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N el sitio denominado vulgarmente Sexmo de Severo, á treinta kilómetros de Alcántara y á la derecha del río Sever, aparecen las ruinas de Julia Contrasta, importante municipio romano que algunos autores asientan en Valencia de Alcántara, situada á unos cinco kilómetros de estas preciosas y hasta hoy desconocidas ruinas. Los recuerdos de este destruído municipio, citado por Plinio y por Strabón, son bastantes para llamar la atención del erudito y del historiador.

Recorriendo estas ruinas y en los muros de una de las dos casas de campo, restos de lo que en otro tiempo fué municipio romano, se ve la siguiente lápida fragmentaria:

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Puede leerse en ella: Cilio.... de edad de veinticinco años, está aquí sepultado. Séate la tierra leve. Segunda, hija de Cilio, cuidó de hacer este sepulcro.

Rodean á estas dos solitarias casas una gran porción de Antas ó capillas votivas á Júpiter tonante, diseminadas por el campo y en el radio de cuatro kilómetros. Algunos de estos romanos edificios están en pie, destinados á chozas unos y á zahurdas otros. Compónense de tres ó cuatro enormes piedras en forma piramidal, en las cuales se apoya otra que sirve de techo.

Recorriendo todo el suelo de la Julia Contrasta, se hallan restos magníficos de arquitectura, como capiteles, especialmente corintios, muy acabados; trozos de bellos cornisamentos; muchas columnas mutiladas; infinidad de suntuosos monolitos y tres áreas de templos, uno al parecer de Diana, que presenta la forma de dos paralelas partidas en la parte norte por una línea horizontal.

El otro templo presenta un área que afecta la forma cuadrangular.

Parece que en su pórtico tuvo seis columnas y que la nave central contó diez, formando una paralela.

Diez metros mide el primero en su frente, por 16 de profundidad, en tanto que el segundo 17 de frente por 15 de profundidad. Las columnas de la nave central del segundo de estos edificios tienen un basamento de o'90 de diámetro.

En estas ruinas vírgenes, que aún no han sido estudiadas

por ningún arqueólogo (1), hemos visto vestigios de un buen acueducto (del que hablaremos después), muchos zócalos y basas muy bien labradas; pero como nunca se han hecho exploraciones en estas ruinas, no existen de ellas otras noticias que las que hemos podido recoger, á presencia de los fragmentos que examinamos en 1886, cuando recorrimos aquel país, convenci dos de que no existe en España otro sitio en que los arqueólo gos puedan aprovechar mejor el tiempo.

Á cinco kilómetros N.N.O. de estos preciosos restos se ven los de una población arruinada, y más abajo, en la misma orilla derecha del Sever, en jurisdicción de Herrera, hay casi en pie y murada otra ciudad evidentemente romana, que las gentes del país llaman Castello Vello (Castillo Viejo).

¿Serán, acaso, estas dos poblaciones la Aritium-Pretorium y la Bardum, que estaban asentadas en la hoy frontera de Portugal? ¿Serán Aqua Celena y Pelaquia, cuyas memorias geográficas son hoy desconocidas?

Los habitantes de Herrera se propusieron hacer excavaciones en Castello Vello, el año 1843, en vista de los utensilios domésticos y monedas antiguas que habían encontrado algunos pastores entre las ruinas, y puestos en movimiento bajo el pie de un repartimiento igual entre ellos de los tesoros que pretendían hallar, emprendieron la obra con gran entusiasmo durante diez días, encontrando por el muro y descubriendo un pequeño recinto ó barrio; pero en vista de que no hallaron más que efectos comunes (casi todos ellos de uso doméstico), sin llegar al gran tesoro de oro y piedras preciosas con que habían soñado, abandonaron aquellas ruinas que permanecen mudas y silenciosas. No iremos muy lejos en suponer que estas dos poblacio nes arruinadas serían dependientes de Julia Contrasta, porque no cesa de verse cantería labrada desde ambas á Julia Contras

(1) Nadie hasta hoy ha hablado de ellas más que Viu, y muy someramente. (En su Extremadura, t. I, pág. 247.)

ta, en una extensión de 10 kilómetros á lo largo sobre la orilla del río Sever.

Pero es extraño que godos y árabes hayan pasado por estos tres pueblos arruinados sin restaurarlos. La mano de estos dominadores no ha sido puesta sobre estas ruinas, que seguramente permanecen así desde mediados del siglo v, cuando con la caída de Rómulo Augusto, en 475, pereció el poder de Roma y surgieron las guerras con los invasores del Norte, que destruyeron los principales pueblos de la Península.

Cómo surgió, junto á las anteriores ruinas, la ciudad de Valentia (así se llamaba), no lo sabemos. Creemos que el origen de esta población es anterior á los romanos, si atendemos á su nombre, que es céltico, y es posible que con los despojos de los tres pueblos arruinados se engrandeciese Valentia, nombre scythico, que en su etimología (formada por la contracción de las voces Balentia, Entia 6 Antia), equivale á nuestra voz adjetiva ciudad, y quiere decir por tanto Ciudad de Alcántara, como dependiente que era de esta población en los siglos anteriores, al menos desde el siglo XII, en que admitió el adjetivo de Alcántara. Tiene, pues, Valentia de Alcántara su nombre definido, como lo tienen otras poblaciones que le son homónimas en Extremadura (1).

De la época romana no existen hoy en Valentia más que dos monumentos: la fuente llamada de la Dehesa, y el famoso acueducto que trae las aguas á la población, desde la fuente de San Pedro, á unos seis kilómetros de distancia, venciendo muchas dificultades, salvando barrancos por medio de un puente de diez y siete grandes arcos y otros veinte más pequeños. Esta

(1) Valencia del Ventoso, que quiere decir Ciudad del Aire ó de los Vientos; Valencia de las Torres, que significa Ciudad de las Torres, aludiendo á las que tuvo sobre sus muros (en tiempo de los romanos se llamó Turruptiana), y Valencia del Bombuey, que era antiguamente Ciudad del Monte del Buey, conservando su etimología romana del nombre que llevó entre los pueblos lusitanos de Valentiæ-Boni-Bovis, como le llamaron á una todos los geógrafos antiguos.

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