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carrera por la civil, en el ramo administrativo, llegando al alto puesto de Visitador general del Consejo de la Real Hacienda. En últimos del siglo XVI el Rey le nombró de su Consejo y Real Cámara. Estando visitando la Real Hacienda en los reinos de Andalucía, hubo de casarse en Málaga con doña Catalina Carrillo de la Vega-Lasso, de la noble familia de estos apellidos, de quien tuvo á D. Juan Chumacero y Carrillo, embajador de Felipe III en Roma, en tiempos del papa Urbano VIII, conocido por el cardenal Barberini.

Excmo. Sr. D. Juan Chumacero Sotomayor y Carrillo, primer conde de Guaro, nacido en 1588, hijo del anterior.

En 1604, pasó Juan Chumacero á Salamanca, en cuya Universidad hizo sus estudios literarios, como colegial mayor del arzobispado, recibiéndose de doctor en Leyes á los 23 años, esto es, en 1611, en cuya época vivía en Madrid con su padre, que servía en el Consejo Real y en la Cámara de S. M.

El D. Juan Chumacero entró á prestar sus servicios en la Secretaría del ministerio de Estado, que había sido creada en 1529 por Carlos V, organizando su archivo con los papeles que despachara el rey, informados por los Consejos, cuyos dictámenes originales custodian los expedientes.

Por la época en que servía este destino, que era la de 1628 á 1632, escribió, en colaboración con Pimentel, ilustre obispo de Córdoba, la siguiente obra: Memorial dado por D. Juan Chumacero y Carrillo y D. Fr. Domingo Pimentel, Obispo de Córdoba, á Urbano VIII, año de 1633, la Respuesta de Mr. Maraldi y Satisfacción á la Respuesta (S. 1. ni a.)

En 1633 fué nombrado por D. Felipe IV embajador de España en Roma cerca de S. S. el papa Urbano VIII, poco antes de la muerte de éste, y con su sucesor, Inocencio X, conservó grandes relaciones.

En 1646 vino de Roma á ocupar la presidencia del Consejo de Castilla, en cuyo cargo continuó hasta su muerte.

Fundó mayorazgo para su hijo Alonso en 1657, en Madrid,

ante Francisco Suárez, escribano del rey, muriendo á bien cargado de honores y de años.

poco,

Su Memorial es una obra notable, pues con gran energía atacaba los abusos de la Nunciatura en Madrid y los excesos cometidos en España por la corte romana.

En 8 de Setiembre de 1648, D. Felipe IV le nombró conde de Guaro.

Fué testamentario de la reina D.a Isabel de Borbón, primera consorte de Felipe IV, mereciendo grandes favores de este mo narca como cuenta Moreri en su Diccionario (letra C, folio 120), y D. Blas García en su Ley de Sucesión.

Á los títulos que gozó en vida este Chumacero, hay que agregar el de alcaide de Miajadas.

Su título de Conde pasó en el siglo XVIII al condado de Castroponce.

Al licenciado D. Diego López, afamado escritor humanista, nacido en la segunda mitad del siglo XVI. Estudió en Salamanca y fue uno de los latinistas más famosos de su época. Escribió muchas y buenas obras, algunas de las cuales no se han publicado. Conocemos de él las siguientes:

I.a Aulo Persio Flacco, traducido en lengua castellana... con declaración magistral (Burgos, 1609).

2.a Comento en defensa del libro IV... del Arte Gramática de Nebrija (Salamanca, 1610).

3.a Licentiato D. F. Carrillo Chumacero Regio Consiliario un Foro regio Vallesoletano Didacus Lopez saluten plurimam vitamque exoplat (s. a. ni 1. de i., pero seguramente en el de 1617).

Esta obra, que se compone de 16 páginas, en versos latinos, describiendo con elegancia la villa de Valencia de Alcántara, asegura el señor Barranta y Moreno que ha sido traducida al castellano por D. Felipe de León Guerra. No conocemos esta traducción que dudamos se haya hecho.

4.a Las obras de Publio Virgilio Marón en lengua caste

llana, con comentarios (Valladolid, 1620: Lisboa, 1627: Valencia, 1721).

a

5. Los nueve libros de los Exemplos y virtudes morales de Valerio Máximo, traducidos y comentados (Sevilla, 1631: otra idem, en 1632).

6.a Declaración magistral sobre los emblemas de Andrés Alcito, con todas las historias, antigüedades, moralidad, etc. (Valencia, 1684).

7.a Declaración magistral sobre las sátiras de Juvenal y Persio, principales de los poetas satíricos (Madrid, 1692).

El escritor D. Diego fué muy fecundo y figuró mucho en sus tiempos.

CAPÍTULO VI

La «Ambracia Vettonia» no fué Plasencia.

Fundación de esta ciudad y su escudo de armas.-Panorama artístico que presenta desde el exterior. La catedral de Plasencia y sus obispos. La obra escultural del Coro

I

ARA ir á Plasencia, desde Valencia de Alcántara, se hace el viaje con gran comodidad por la vía férrea, pasando por Herreruela, que se ve asentada en una ancha hondonada; la Aliseda, que asoma en las faldas de la sierra del Algibe, y que los romanos fundaron con el nombre de Isalacus, según Ptolomeo, aunque otros autores la llaman Sallæcus; el Arroyo de Malpartida, que apenas si moja el suelo que recorre en busca del Tajo; el Casar, mísera aldehuela, de pobre aspecto; Cañaveral, del que hablamos en nuestra expedición á Coria; y Mirabel, población romana, engrandecida en 1186 por D. Alfonso IX, reconquistada por D. Fernando III y uno de los pueblos más importantes del señorío de D. Luís de Zúñiga, que se tituló en tiempo de Carlos V mar

qués de Mirabel. Unos 21 hilómetros después de esta villa aparece Plasencia, la bella, la florida Dulcis Plácida, como la llaman algunos geógrafos antiguos, á nuestro entender con poco fundamento, ó la Ambracia Vettona, como la denominan otros, con menos razón aún. Ptolomeo cita á Plasencia en sus Tablas, por el nombre de Deóbriga Vettona, pero está probado que esta ciudad corresponde con la actual Béjar, de Salamanca.

En las inmediaciones de Plasencia se encontró una piedra que estuvo colocada en una casa de la calle del Rey, con la siguiente inscripción:

PAGVS. AMBACENSIS.

Esto es: aldea Ambracense, que debió ser algún lugarejo próximo á la Ambracia de los Vettones, acaso arrabal ó barrio extramuros suyo.

Á tres kilómetros de Plasencia está la iglesia de Nuestra Señora del Puerto, donde existe otra piedra, traída de Cápparra, con la siguiente inscripción:

SALTVS AMBRACENSIS.

que es lugar de montes ó de pastos de la Ambracia, y ambas inscripciones coinciden con el nombre de Ambroz que lleva el río que corre cerca de estos sitios, y que los romanos denominaron Flumen Ambraciæ, ó lo que es igual, río de Ambracia, que llaman Ambraca algunos, ó Amba otros; pero la Ambraca es variante de Ambracia, y Amba el nombre de una población de la Bética, que nada tuvo de común con Plasencia, aunque otra cosa diga Fr. A. Fernández, discurriendo sobre el origen y nombre primitivo de esta ciudad, con largas disquisiciones, en su Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia (Madrid, 1627), libro que han seguido Moreno de Vargas, Sandoval, Acuña, Tamayo de Salazar, Ramírez de Prado, y los im

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