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de María, que San Leandro trajo á Sevilla, donde fué objeto de suma veneración: hasta que después de la derrota del Guadalete, los fugitivos hispalenses la llevaron y escondieron en las sierras vetonas, donde luengos siglos estuvo oculta, cerca de las márgenes de un río, que los árabes llaman Gua-dal-upe 6 Rio de los lobos. Encontrada en 1330, por el vaquero D. Gil de Santa María, vecino de la villa de Cáceres, hízolo presente á los clérigos de esta capital, quienes habiéndola reconocido, levantaron una humilde choza, donde le consagraron modesto santuario. Sabido el caso por D. Alfonso XI, mandó se erigiese capilla en aquel lugar, hacia el año de 1366, y dotada de muchas limosnas, la adhirió á su real patronazgo, poniendo en ella capellanes y un prior, el primero de los cuales fué el cardenal D. Pedro Barroso, á quien dió posesión de su priorato el cura de la inmediata villa de Alia.

Como era por aquellos tiempos frecuente suceso, la piedad atrajo alrededor del santuario modestos hogares de familia, y quedó fundada la villa que desde entonces lleva el nombre de Guadalupe, y para cuya fundación no hay otro testimonio que la carta del Rey dada en Cadahalso en 1378, concediendo suelo, mantenimiento del prior é clérigos de esta iglesia, y >para ayuda de mantener los pobres de su ospital, la martinie›ga de los pobladores cerca de la ermita hasta el número 50, , dándoles suelo para que ficieran casas, plantasen viñas y labrasen, para que diesen el diezmo á la iglesia....

Es evidente que nació esta villa al calor de la iglesia y bajo los privilegios que se le otorgaron á sus primeros 50 vecinos, en la carta real de 1378.

Por otra carta real dada en Illescas en 15 de Abril de 1385, mandó D. Alfonso á Hernán Pérez de Monroy, que fuese al lugar donde estaba la iglesia de Guadalupe y señalase el término de tres kilómetros al rededor de ella, tomándolo de los de Talavera y Trujillo, y para cuya comisión llevó consigo á Ibáñez Pascual, Pascual Martín, Rodrigo Pérez y D. Gil de

Santa María, é señalóles término é les concedió á los homes > buenos é moradores de Guadalupe, para que tovesen con que › mantenerse é podieran así servir á la iglesia...›

Y este pueblo, así fundado, es hoy una villa rica que cuenta con 2,780 habitantes.

II

Conocemos ya á la Puebla de Guadalupe. Veamos cómo se formó su famoso monasterio, que en su origen fué una pequeña ermita. Durante cuarenta y nueve años el altar de la Virgen se encontraba en este sencillo santuario, hasta que en 1387 el rey D. Juan I expidió cédula en Alcalá de Henares con fecha de 1.o de Setiembre, concediendo la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe á los frailes de San Jerónimo de la Lupiana, cédula que fué confirmada por bula pontificia de Benedicto XIII fecha 9 de Noviembre de 1364, siendo sus primeros priores: El cardenal D. Pedro Barroso.

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2.o D. Toribio de Mena.

3.o D. Diego Fernández, deán de Toledo.

4.o D. Juan Serrano, á cuyas instancias el rey D. Enrique II aumentó con otros seis el número de sus capellanes.

El primer prior de frailes jerónimos que se constituyó en Guadalupe fué Fr. Fernando Yáñez, que vino á él acompañado de otros 30 religiosos. Desde la aparición de éstos, la comarca se transformó. El cerro de Altamira, los regueros y montuosos barrancos que le daban vecindad, se convirtieron en un pequeño paraíso por la fecunda vegetación, por la variedad de los cultivos y por la multiplicidad de sus frutos. Largas y sombrías alamedas, redes tupidas de parrales, campos cubiertos del rojo guindo, del morado moral, de la verde pera, alternan con los

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PUEBLA DE GUADALUPE. MONASTERIO DE NTRA. SRA. DE GUADALUPE

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sotos cubiertos de eterno verdor, donde pastaban los rebaños de la comunidad. Aún conserva algo de aquella lozana vegetación, que arrancó á la fecunda pluma de Fr. Gabriel de Talavera aquellos pomposos tonos descriptivos que D. Gabriel Azedo de la Berrueza quiso aplicar á la pintoresca Vera de Plasencia; sin embargo, ya en 1770el erudito A. Ponz decía: «que si á las cordilleras de los montes de Guadalupe se les diera otro cultivo » de que son capaces, podían ser tan útiles y productivas como ›una provincia entera (1).»

La actual iglesia es un edificio grandioso, de dimensiones dilatadas y como no habrá muchos templos en España. Se comenzó á edificar por el célebre escultor Juan Alonso. Se sube á él por una cómoda gradería de 23 escalones de piedra bien labrada.

Su fachada es gótica hasta su segundo cuerpo, pues sobre las ojivas de los arcos hay ampliaciones del peor gusto que estropean toda la obra. La torre del reloj no está terminada. Sobre su grueso muro han roto nuevas luces, para ventanas y balcones que desentonan toda la obra. Un edificio tan grandioso está todo él deteriorado por las obras y reformas que en él han obrado sus priores, sin plan ni concierto alguno.

El atrio y toda la fachada principal se amplió el año de 1469. Son de admirar las dos portadas del atrio, que son de cantería y de lo mejor que se conoce por su elevación y buena vista.

El claustro interior es de igual época. Es de estilo árabe, con dos órdenes de arcos, de rica piedra, unos grandes, en la planta baja y otros menores en el segundo cuerpo. Los antepechos de la galería baja, de piedra también, con menudas labores, son sorprendentes. Nos recuerda algo del Alcázar de Sevilla.

En el centro del patio hay una glorieta, denominada de

(1) Viaje de España, tomo VIII, carta IV, par. III, pág. 71.

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