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de Zola: Monsieur, Madame et Bébé: pero el pobre Droz perdió el secreto y no sabe ya escribir. Pablo Feval tuvo talento y escribió mucho. Hubiera podido escribir obras literarias, pero no las ha escrito. Todo lo suyo no sirve ya sino para vendido al peso y envolver alcarabea. Las novelas de Elías Berthet están cortadas sobre un patrón, como corta trajes un sastre. Julio Claretie está tomado por Zola para ejemplo típico de lo que son, según él, casi todos los novelistas franceses, sus contemporáneos. Exhala inaguantable olor de mediocridad: está vacio: es un fruto verde que tiene gusanos y se pudre antes de madurar. Es un rutinario fabricante de prosa que carece de ideas propias y hasta de sensaciones. Vive de las ideas de los otros. Es como espejo que refleja á los otros autores y que por sí no es nada. Vamos, no hay vilipendio literario que Zola no arroje sobre el desdichado Claretie.

Tal es el juicio de Zola. Yo le tengo por más cruel que el escrutinio que el cura y el barbero hacen en la Biblioteca del Ingenioso Hidalgo. Pero, ¿dónde está el Quijote que triunfe de todas las antiguas novelas y las eclipse y acabe?

Ninguna de las novelas de Zola responde hasta hoy á la idea que tenemos del Quijote, aunque sobre el mérito y la significación del naturalismo le añadamos el mérito y la significación del simbolismo. Este simbolismo, en efecto, presupone muy eficaz y creadora imaginación, y puede dar á luz una nueva mitología. El medio ambiente produce casi al hombre. Luego el medio ambiente tiene algo de Demiurgo. Ahora bien, el medio ambiente es semi natural, semi artificial: es, por ejemplo, París vicioso, del cual nace Nana como flor emponzoñada: es la salchichería del vientre de Paris, de la cual proviene fatalmente una determinada salchichera. Desde este supuesto al de infundir en los barrios malsanos de París un espiritu, en tal mercado un hada y en tal cueva ó mina un gnomo ó un diablo, hay ya corta distancia.

Me he detenido tanto en impugnar á Zola, porque, lo repito, el arte de escribir novelas, el arte de ficción, como le llaman los ingleses, es de suma importancia, y yo deseo y es

pero que en España volvamos á brillar de un modo extraordinario en este género de literatura, para lo cual se requiere, antes que nada, no dejarnos embaucar, tener confianza en nosotros mismos y escribir, después de haber estudiado y meditado sin duda, pero con criterio propio y castizo y con imaginación libre, despejada y serena.

Si yo repugno que este arte sea ciencia experimental, no es porque le menosprecio, sino porque tengo de él más alto concepto que el que Zola tiene. Y á fin de ponderar, como quiero, la grandeza de este arte, contraponiendo la sana doctrina á la insana doctrina de Zola, voy á traducir y á extractar aquí, para terminar estos Apuntes, algo de lo mucho bueno y elocuentísimo que dice Gualtero Besant en su discurso titulado The art of fiction.

«Este arte, dice, es el más antiguo de todos, porque fué conocido y ejercido antes de que la pintura y las demás artes naciesen ó fuesen siquiera imaginadas. Su Musa es más antigua que las otras Musas, de cuya compañía la que cuenta cuentos ha sido á veces desdeñosamente excluída. Este arte es el más extendido por donde quiera, porque no hay raza humana, bajo el sol, que no le conozca y que no se deleite contando y oyendo contar historias. Es el más religioso de los artes, porque en todos los siglos, hasta el presente, las vidas, las hazañas y los padecimientos de dioses, diosas, santos y héroes, han sido su tema favorito. Es el más popular de los artes, porque no se exige ni cultura, ni educación, ni rara agudeza de ingenio para escuchar ó leer y entender un cuento. Es el más moral de los artes, porque las gentes han adquirido siempre la poca ó mucha moralidad que poseen por medio de cuentos, fábulas, apólogos, parábolas y alegorías.

>>Es el arte que tiene más extenso influjo, porque puede ser trasportado más fácilmente por donde quiera, á regiones donde nunca se vieron pinturas y donde nunca se oyó música. Y es el poder docente más eficaz que hay en el mundo, por la facilidad y prontitud con que sus lecciones son entendidas y aprendidas. La novela moderna enseña á la mayoría de la gente que

lee casi todo lo que sabe de vida y costumbres, de filosofía y hasta de religión y de ciencia. Convierte ideas abstractas en seres vivos; da nociones; corrobora la fe; predica una moralidad más alta que la del siglo: produce las emociones de la admiración, del terror y de la piedad; mantiene viva la simpatía humana; es maestra universal; es el único libro que lee la generalidad de los que leen; nos liberta del aburrimiento; nos enseña á hablar, y enriquece nuestra habla con epigramas y anécdotas. Y es inagotable manantial de deleite para millones de personas que por fortuna no son demasiado críticas. De todos los libros que hay en los estantes de las librerías públicas, bien se puede afirmar que las cuatro quintas partes son novelas, y que de cada ciento que se venden son novelas noventa y cinco. Comparadas con esta tremenda máquina de influjo popular, poco valen todas las artes juntas en una. Pudiéramos hoy alterar la antigua máxima, y decir con verdad: «haga »quien quiera leyes, con tal que yo escriba novelas que sean >>leidas.>>

Siendo esto así, como lo es, salvo acaso muy ligera hipérbole, nadie extrañará que yo, con más de sesenta años de edad, y cuando debo emplearme en negocios graves, me haya detenido tanto, ya que no en escribir novelas, en discurrir teóricamente sobre el mejor y el peor modo de escribirlas. ¡Ojalá que la vejez, los achaques y los cuidados no me robasen aquella serenidad de alma y aquel buen humor que, según mi gusto, y presupuesto algún ingenio, se requieren para escribir novelas buenas, aunque sean muy trágicas! Entonces escribiría yo novelas aún, en las cuales, por trágicas que fuesen, había de haber un trascendental desenlace dichoso, que se sobrepusiese á todas las catástrofes y á todos los horrores. No concibo el arte de otro modo. Sin duda que la poesía debe curar. Apolo era médico y poeta: pero la medicina de las novelas no es la que Zola quiere.

Juan Valera.

LAS ORIGINALIDADES DE LA CONSTITUCIÓN DEL 12

La Constitución promulgada en Cádiz á los comiezos del presente siglo, es no sólo el punto de partida de la legislación política de la España contemporánea, si que la expresión más fiel y cumplida de aquella revolución social iniciada por los grandes reformistas del reinado de Carlos III, y que sacó á nuestra patria del verdadero secuestro del círculo de los pueblos cultos y progresivos, á que la habían llevado jadeante y maltrecha, el absolutismo político, la intolerancia religiosa y el exclusivismo mercantil y colonial de las tres últimas centurias.

Por todos estos motivos, sorprende el olvido en que nuestros políticos y nuestros escritores de derecho tienen á aquella obra, verdaderamente monumental, sobre la que corren con aires pretenciosos los errores y las vulgaridades más irritantes, y respecto de la cual no existe, que yo sepa, libro alguno de explicación ó comentario.

Bien es que podrían señalarse las pocas personas que entre nosotros han tenido la afición, generalmente poco estimada, ó se han tomado el trabajo, de ninguna suerte recompensado, de hojear los Diarios de Sesiones de las gloriosísimas Cortes gaditanas y de estudiar los orígenes de nuestra novísima vida parlamentaria. En tal concepto merecen particular aplauso, y yo aquí modestamente quiero tributárselo, los esbozos de los

Sres. Rico y Amat (de 1861) y Luque y Vincens (de 1857), así
como los recientisimos libros de los Sres. Fernandez Martín,
Calvo
Ꭹ D. Andrés Borrego.

No pretendo hacer ahora uu estudio completo y de cierto alcance de la Constitución gaditana; pero sí entiendo que puede ser de alguna utilidad como excitación á hombres más doctos y á plumas más desocupadas, el señalar algunos puntos que constituyen verdaderas originalidades de aquel Código politico, ya en relación con lo que en España existía la víspera de la Revolución de 1808, ya respecto de lo que por aquel entonces y dentro de la época reformista y revolucionaria del mundo contemporáneo se hizo por otros pueblos caracterizados por su cultura y su empuje. Estas modestas indicaciones pueden servir desde luego para estimar el mérito moral é intelectual de los inmortales doceañistas, y también para explicarnos el desarrollo de ciertas instituciones en todo lo que va de siglo, y la razón y fin de ciertas ideas y ciertos intereses que al parecer han arraigado definitivamente en nuestra España, y cuyo solo anuncio hace poco más de setenta años constituía un verdadero escándalo y un desafío al buen sentido, á la moralidad y á la inteligencia de la España tradicional y circunspecta.

Por tanto, mi empeño reviste un carácter modestísimo. Me propongo reducirme á meras exposiciones, referencias, comparaciones y comentarios brevísimos, naturalmente inspirados en el sentido radicalmente liberal y profundamente democrático que determina mi punto de vista político y sociológico. Pero sin pretensiones de propaganda y menos aún de debate.

Asimismo trato de contraer mis observaciones á cuatro ó seis puntos que á mi juicio constituyen lo más esencial de la Constitución gaditana, considerada bajo el aspecto que antes he indicado. Y aun dejo aparte todo aquello que viene á ser como el orden puramente doctrinal de la Constitución aludida y que determinan los dos primeros capítulos de aquel Código. Es decir, aquellos artículos que definen la Nación, proclaman la Soberanía de la misma, determinan la ciudadanía y condicionan la vida política con datos, influencias, reco

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