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>>En este momento el timbre del telégrafo llamó una, tres, muchas veces, frenéticamente; no me resolví á contestar: me puse malo y, sin fuerzas, permaneci sentado con las manos en la cabeza, sin tomar nada, hasta que sentí el ruído de la gente que me llamaba. Con miedo me oculté en un pozo; después, poco a poco, siempre escuchando y á tientas, me fuí por una galería perdida y, dando con una boca cerrada, la abrí, me meti por ella y salí á una escombrera, tirándome por el tajo sin hacerme daño, sintiendo voces tras de mí largo rato. Era de noche.

á

>>El aire del campo me refrescó; fuí á dar al río; no podía andar; amaneció, y casi no veía con el sol: busqué un torrente, me eché á descansar, me bañé luego para lavarme y despejarme, y me recosté á la sombra de un árbol, entreteniéndome en leer la carta de Marieta, que arrojé al río en pedazos, estando desfallecido, sin poder coordinar ninguna idea no sé cuanto tiempo. Cuando ví la guardia pensé en huir, pero no podía; luégo en defenderme para que me dieran un tiro; no me atreví; y en esta vacilación me sorprendieron, no respirando libremente hasta que me ví en la cárcel.

>>Sereno ya en este punto, calculé que no era fácil que me mataran, según mi abogado me dijo; pero temía al Juez, que obstinado en descubrir el delito y quiénes éramos, me acechaba á todas horas haciéndome largas visitas, con conversaciones variadas, algunas de las que me llenaban de terror, por lo cerca que andaba de mi origen y de las circunstancias del delito. Impresionado y lleno de zozobra, creyéndome perdido, porque me parecía insostenible mi posición en aquél asedio constante y atinado y la causa no se acababa, busqué el medio de evadirme y, hablando con los compañeros y á fuerza de dádivas y buena conducta, conseguimos salir á un patio, en el que no estábamos seguros y de donde nos fugamos pasando el río, teniendo pensado mandar un recado á la mina á un compañero, ó introducirme furtivamente en ella para sacar el dinero que guardaba oculto Marieta y que no tuve tiempo ó no me acordé de recoger. »

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Registrada la estancia de la mina, se halló, con efecto, una cantidad regular de dinero, pero ningún vestigio más que retratos de Marieta, de su hijo, de su hermano, votos cumplidos á la Virgen de Monserrat y otros que demostraban su devoción. Los antecedentes fueron cada uno á su destino. Antes de este período, aquel hombre, que aún no había dicho cuánto habia pasado en su vida, y á quien se prodigaron los mayores cuidados por el médico, murió por la lesión que había sufrido en el pulmón, que le originó una especie de tisis veloz, quitando un cuidado al sacristán.

La desgraciada Marieta y su hijo yacen bajo una losa de mármol blanco en el cementerio del pueblo próximo á la mina, que sus compañeras de industria, aun sin tratarla, condolidas de sus desdichas, coronaron de flores en su día.

El criminal también tiene en el Camposanto otro sitio, señalado con signos nefastos por los tribunales.

Por unos y otros ruega la Iglesia á expensas del dinero hallado.

Allá en el cielo acaso se confunda el espíritu de las almas que tuvieron simpatías en la tierra, transigiendo sus diferencias. Aquí en el suelo, entre los míseros mortales, siempre hay una barrera insuperable que separa, en su concepto, el asesino de la víctima... el sentimiento de la justicia.

Francisco Melero Ximeno.

Madrid, Marzo 28, 1887.

ESTUDIO HISTÓRICO

DE LA VIDA Y ESCRITOS DEL SABIO ESPAÑOL

ANDRÉS LAGUNA (1)

DOCUMENTOS IMPORTANTES

PROPOSICIÓN DE LEY PARA COLOCAR Á LAGUNA EN EL PANTEÓN NACIONAL

<<Los Diputados que suscriben tenemos la honra de presentar al juicio de las Cortes la siguiente proposición:

>> Pedimos á las Cortes Constituyentes se sirvan declarar dignos de ser colocados en el Panteón Nacional los restos del médico, naturalista y filólogo D. Andrés Laguna, y los de D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, Coude de Aranda.

>>Palacio de las Cortes 19 de Junio de 1869.-Salustiano Olózaga.-E. Figueras.-Carlos Godinez de Paz.-Luis de Moliní.-Francisco Arquiaga.-Santiago González.-Bonifacio de Blas. >>

El Sr. Olózaga la apoyó en los siguientes términos:

<EL SR. OLÓZAGA (D. Salustiano): Reclamo por dos minutos la

(1) Véanse los números del 25 de Enero, 10 y 25 de Febrero y 10 y 25 de Marzo.

atención de las Cortes, mediante á la urgencia del caso, como acaba de indicar nuestro dignísimo Presidente.

>>Mañana se verifica una solemnidad de que no hay ejemplo en España, de que acaso no le hay en el mundo. Los restos de las dos personas para quienes hoy se pide el alto honor de ser trasladados al Panteón Nacional, están ya en Atocha; y es tan notorio el merecimiento de que se les conceda tan distinguida y elevada honra, que yo suplico á las Cortes tomen en consideración la proposición que acaba de leerse y la aprueben en seguida.»

Leída por segunda vez la proposición del Sr. Olózaga y hehecha la pregunta de si se tomaba en consideración, el acuerdo de las Cortes fué afirmativo.

Hecha la pregunta de si se pasaría á las secciones ó se discutiría sin este trámite, conforme á Reglamento, se acordó discutirse en el acto.

«EL SR. PRESIDENTE: Ábrese discusión sobre la proposición.>>

No habiendo ningún Sr. Diputado que pidiera la palabra en contra, se puso á votación y fué aprobada.

DECRETO DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE 1869, DISPONIENDO SEAN COLOCADOS EN EL PANTEÓN NACIONAL LOS RESTOS DE D. ANDRÉS LAGUNA Y DEL CONDE DE ARANDA.

Al Regente del Reino.-Las Cortes Constituyentes declaran y sancionan lo siguiente:

>>Se declaran dignos de ser colocados en el Panteón Nacional los restos del gran médico, naturalista y filólogo D. Andrés Laguna, y los de D. Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda.

>>De acuerdo de las Cortes se comunica al Regente del Reino para su publicación y cumplimiento. Palacio de las Cortes 19 de Junio

de 1869.-Nicolás María Rivero, Presidente.-Manuel de Llano y Persi, Diputado Secretario.-Julián Sánchez Ruano, Diputado Secretario.-Francisco Javier Carratalá, Diputado Secretario.

COPIA DE LOS PÁRRAFOS DEL «QUIJOTE» EN QUE SE HACE MENCIÓN

DEL DOCTOR LAGUNA

En el capítulo XVIII del tomo II, edición de la Academia de 1787, «Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas,» dice:

«¿Que te faltan las alforjas, Sancho?, dijo Don Quijote.-Si que me faltan, respondió Sancho.-Dese modo, no tenemos que comer hoy, replicó Don Quijote.-Eso fuera, respondió Sancho, quando faltaran por estos prados las yerbas que Vuestra Merced dice que conoce, con que suelen suplir semejantes faltas los tan malaventurados caballeros andantes como Vuestra Merced es.-Con todo eso, respondió Don Quijote, tomara yo ahora mas aina un quartal de pan, ó una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el Doctor Laguna; mas, con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras mí, que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y mas andando tan en su servicio como andamos, pues no falta á los mosquitos del aire, ni á los gusanillos de la tierra, ni á los renacuajos del agua, y es tan piadoso, que hace salir su sol sobre los buenos y malos y llueve sobre los injustos y justos...» etc.

En el Índice de las notas al Quijote de D. Diego Clemencin, formado por Carlos F. Bradford é impreso en Madrid, imprenta de M. Tello, 1885, 8.o, se halla la siguiente, relacionada con nuestro objeto:

«Laguna (Andrés).— Médico del Emperador Carlos V. Tradujo del griego, é ilustró con anotaciones y figuras el tratado de Pedacie

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