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EL PIANO

Observaciones sobre su historia, sistemas de enseñanza y obras más notables compuestas para este instrumento (1).

I

Descripción del piano.

Cuando se examina un piano, sintetizando la impresión que en conjunto nos produce, parece un arpa aplicada á una tabla armónica.

Tomad las cuerdas, ponedlas en tensión sobre una tabla de pino para aumentar su sonoridad, percutidlas con un martillo pequeño, y tendréis un piano. Sin embargo, esta sencillísima definición, ¡cuánto dista de expresar la complicación del instrumento!

Estudiémoslo con alguna detención; figurémonos que estamos examinando un piano de cola, y para describirle brevemente podremos decir que se compone, en primer término, de una gran caja, cuya forma es ocioso describir, compuesta de una armadura ó esqueleto construído con fuertes barrotes de roble perfectamente ensamblados entre sí. Aunque esta caja ó esqueleto tiene por sí misma grandísima

(1) De la Memoria presentada para las oposiciones á la clase de piano de la Escuela Nacional de Música.

fuerza, es indispensable explicar materiales más resistentes para contrarrestar la fuerza de tensión de las cuerdas, que se calcula equivalente á la de diez y seis caballos, ó sean 20.000 kilogramos próxima

mente.

Por eso la parte curva de la caja está reforzada con una gran barra de hierro, y por otras de dos ó tres centímetros de altura y más de uno de espesor, fijas por sus extremos en los de la caja y que sirven como de arcos ó botareles.

Después de la caja, una de las partes más importantes del piano, quizá la principal y la que constituye, si se me permite la palabra, el alma del instrumento, es la tabla armónica. Plana por su cara superior y reforzada con barras por la inferior, la tabla de armonía ó el secreto, como la llaman nuestros fabricantes, debe reunir dos cualidades: ser fuerte, porque soporta en parte el tiro de las cuerdas; y muy ligera, porque su misión es propagar el sonido.

El arpa del piano está compuesta por las cuerdas. que se fijan por un extremo en el clavijero, y por el otro en la barra inferior.

El clavijero requiere también cuidados especialísimos en su construcción, de la cual depende que un piano conserve su afinación ó, por lo menos, que tarde en perderla el mayor tiempo posible.

A este fin se construye esta parte del piano con maderas de dos ó tres clases (generalmente plátano, aya y roble), superpuestas, y cuidando de que sus fibras sigan direcciones encontradas, para neutralizar el efecto de las variaciones higrométricas y termométricas. Muchos fabricantes revisten el clavijero de una plancha de hierro; pero, en realidad, las clavijas sólo están sujetas en la madera.

Sabido es que, de dos cuerdas sometidas á igual tensión, da sonidos más agudos la más corta, y en tal proporción que, siendo una doble exactamente de la otra, los sonidos de ambas se diferencian en una octava. Aunque esta desigualdad, en cuanto á la longitud, basta teóricamente para la construcción del arpa, como el número de vibraciones aumenta con la tensión á que se someten las cuerdas, y disminuye según aumenta su grueso, ha sido necesario combinar estas propiedades, de cuya combinación resultan las diferencias de diámetros y de longit des que se observan en las cuerdas del piano.

Además de emplearse hoy cuerdas de acero ó de hierro cementado, en vez de las de hierro que antes se usaban, y á las cuales fué preciso renunciar por su excesiva fragilidad, se ponen tres cuerdas para cada nota, excepto para las más agudas, con objeto de aumen

tar la sonoridad y evitar también que la rotura de una cuerda interrumpa el sonido de la nota correspondiente.

Compuesto el aparato sonoro del arpa, de la tabla armónica y de la caja, se necesita un motor, un plectro, un agente que, por decirlo así, ponga en movimiento las sonoridades que se han acumulado en él. A primera vista aparece fácil conseguirlo, y nuestra imaginación concibe desde luego la idea de un teclado, cada una de cuyas teclas lleve en su extremidad un martillo que corresponda á cada cuerda y, al herirla, arranque un sonido; pero no basta que las cuerdas entren en vibración, sino que se necesita además prolongar, detener y modificar estas vibraciones.

Si el macillo que hiere la cuerda quedase en contacto eon ella, interrumpiría las vibraciones; si rebotase después de percutirla, produciría otras nuevas; y si no se detuviesen una vez producido el sonido, éste se prolongaría demasiado.

Todo esto se remedia con lo que se llama la máquina del piano, la cual se compone de las teclas, el escape, la barra de los macillos, los macillos, compuestos á su vez de la nuez, el mango y la cabeza, y de la barra de descanso, donde los macillos se apoyan después de percutida la cuerda.

Para que funcione esta máquina, el dedo comprime la tecla, y ésta, como palanca de primer género, se eleva por el extremo opuesto, el cual eleva á su vez el escape; éste levanta la nuez, y con ella todo el macillo, hasta chocar con la cuerda; pero como apenas llega el escape á cierta altura, tropieza con la parada, que le obliga á separarse de la nuez; el macillo, que ya no está sostenido, cae sobre la barra de descanso, que le impide rebotar.

Para evitar la confusión de sonidos que resultaria de dejar que las cuerdas continuasen vibrando después de percutidas, se emplean los apagadores, que, como su nombre indica, tienen la misión de detener las vibraciones cuando las teclas dejan de comprimirse.

Se llaman apagadores unos pedacitos de madera revestidos de fieltro que se ven encima ó debajo de las cuerdas (pues de las dos maneras se los coloca), los cuales corresponden, por medio de uno ó dos alambres, con las teclas de un teclado pequeño situado en el fondode la máquina. Cada una de estas teclas corresponde con la una del teclado exterior, de modo que, cuando las de éste se comprimen, elevan ó deprimen las interiores, y con ellas los apagadores, separándolos de las cuerdas según la disposición en que

están colocados, y permitiéndoles su vibración, puesto que en el momento de herirlas el macillo no están en contacto con el fieltro de los apagadores. Pero tan pronto como el dedo del ejecutante abandona la tecla, ésta deja de comprimir la interior, y el apagador se pone de nuevo en contacto con la cuerda.

Descubierto el sistema de los apagadores, surgió naturalmente la idea de los pedales, que sirven para modificar y ampliar el sonido. Innecesario es decir que los pedales son dos palancas situadas debajo del piano y movidas con los pies, que hacen subir unas barras ó varillas de hierro que atraviesan el instrumento en toda su altura y vienen á fijarse: la de la derecha, ó sea la del pedal fuerte, en el teclado interior ó de los apagadores; y la de la izquierda, por otro nombre pedal celeste, en la base de la máquina. Por eso, cuando se comprime el pedal derecho, se pone en movimiento el teclado oculto, quedan todos los apagadores separados de las cuerdas y, por lo tanto, se sostiene el sonido de éstas; y cuando se pisa el pedal izquierdo, la varilla que comunica con la máquina la hace deslizar ligeramente de izquierda á derecha y, como los macillos sólo hieren entonces una ó dos de las tres cuerdas de cada nota, se producen sonidos menos intensos.

Después de lo indicado de los pianos en general y de los de cola en particular, poco necesitamos decir de los pianos verticales ó, mejor dicho, de los que tienen sus cuerdas colocadas en plano vertical.

Los pianos verticales, inventados con la idea de tener un instrumento que ocupe poco espacio, se hicieron al principio, y aun los hacen algunos fabricantes, con cuerdas colocadas verticalmente. Este sistema tiene el inconveniente de ser poco favorable á las vibraciones, puesto que la experiencia dice que, cuanto más se acerca la posición de una cuerda á la horizontal, vibra con más facilidad. A fin de corregir este inconveniente en el mayor grado posible, se imaginó colocar las cuerdas en dirección oblicua.

Algunos fabricantes han ideado también, para aumentar esta oblicuidad y, por consiguiente, la longitud de las cuerdas, ponerlas cruzadas; pero este sistema tiene el gran inconveniente de originar resonancias y confusiones de sonidos, por la influencia de la vibración de unas cuerdas sobre otras.

Los pianos verticales tienen un barraje ó armadura de pino ó de roble colocado en una dirección oblícua para contrarrestar el tiro, oblicuo también, de las cuerdas.

Como el piano de cola, el vertical de cuerdas oblícuas ó verticales se compone, además del barraje, del clavijero y barra inferior de las cuerdas, del teclado y de la máquina.

Para este piano se hacen dos clases de máquinas: primera, las llamadas de bayoneta, por la forma gue tiene el mango de los apagadores, que es la que generalmente adoptan los alemanes; y segunda, la máquina llamada de láminas, en razón igualmente al vástago de los apagadores, que se asemeja algo á la hoja de un cuchillo.

Este sistema, que es el más usado, se prefiere al otro, porque da á los macillos mayor fuerza.

En esta clase de máquinas los apagadores están encima de los macillos, y, por el contrario, en los de bayoneta están debajo.

La principal diferencia entre las máquinas de los pianos de cola y las de los verticales, consiste en que en éstos los macillos, como percuten las cuerdas de delante á atrás, para retirarse necesitan resortes, cuya resistencia hay que vencer por la presión del teclado.

El pedal fuerte obra del mismo modo en los unos que en los otros, es decir, haciendo separar un poco todos los apagadores, para que las cuerdas vibren en completa libertad; pero el pedal celeste varía por completo.

El que generalmente se emplea, y que se llama sistema traspositor, consiste en obligar á los macillos á que hagan un ligero movimiento lateral, para que hieran las dos cuerdas en vez de tres. Esto tiene el inconveniente de fatigar las articalaciones de los macillos, los cuales, al cabo de cierto tiempo, pierden su dirección. El otro procedimiento, que es debido á Erard, consiste en una serie de laminillas ó lengüetas de fieltro que, por la presión del pedal, vienen á interponerse entre las cuerdas y macillos, constituyendo una especie de sordina que da sonidos velados. En este sistema, los macillos no se mueven ni dislocan y, además, se desgastan con igualdad los fieltros que los revisten.

Cuando el artista ha estudiado bien los recursos de este pedal, llega á producir sonoridades variadísimas, que dan nuevos encantos al instrumento. Dicese que apaga demasiado el sonido; pero haciendo obrar muy ligeramente las lengüetas, se obtendrá con facilidad el efecto deseado.

Además de estos sistemas se emplean otros, en los que no nos detenemos porque su uso es muy limitado.

Algunas palabras pudieran decirse de los pianos de mesa, tan en

TOMO CXV

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