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CRONICA POLITICA INTERIOR

5 de Abril de 1887.

Las Cortes suspenderán hoy sus tareas. Créese que, al reanudarlas, en los primeros días de la semana próxima, acordará el Congreso la celebración de sesiones dobles, para que queden discutidos, antes del 30 de Junio, los proyectos de ley que el Gobierno tiene presentados y el presupuesto para el año económico de 1887-88.

La Cámara popular se impondrá un sacrificio; pero esta legislatura será una de las más fecundas y más provechosas para el derecho, para las instituciones y para los partidos.

La ley de arrendamiento de la renta del tabaco ha sido aprobada en el Senado; la de autorización para renovar el contrato de servicios postales marítimos con la Compañia Trasatlántica lo será tal vez hoy en el Congreso. En la votación de aquélla quedó demostrado que ni el Sr. Camacho, ni ninguno de los Senadores ministeriales que combatieron el pensamiento del Ministro de Hacienda disienten de la política general del Gabinete, y que las cuestiones económicas son y deben ser cuestiones de criterio libre, en tanto que no afecten á la vida de los Gobiernos y á la disciplina de los partidos. En la discusión del contrato con la Trasatlántica se va viendo también que el Gobierno no hace de su proyecto una cuestión cerrada, y que la intervención de los Diputados de la mayoría combatiendo el proyecto del

Ministro de Ultramar ha sido tan libre y tan desembarazada como la de los oradores de la oposición.

Los tres discursos pronunciados contra la totalidad del dictamen de la Comisión han sido de verdadero mérito: el del Sr. Celleruelo, por el vigor de su argumentación; el del Sr. Laviña, por su espíritu analítico y por su sentido práctico (el Sr. Laviña ha revelado en estos debates gran energía de pensamiento y de palabra y gran habilidad como polemista), y el del Sr. Azcárate, por la profundidad de sus observaciones y por la elevación de sus juicios. Los oradores de la Comisión han defendido su dictamen con no menos brillantez. El Sr. García San Miguel, Marqués de Teverga, trazó las líneas generales en que el Gobierno y la Comisión habían encerrado su pensamiento y, á la vez que contestaba al Diputado posibilista Sr. Celleruelo, iba indicando los principales puntos de vista de este importante debate; el General Pando, que es una de las ilustraciones del Ejército, trató la cuestión de una manera técnica, probando minuciosamente la bondad y la utilidad del contrato; el Sr. Fernández Villaverde, resumiendo la totalidad, ha presentado la cuestión en su verdadero sentido nacional, haciendo de ella un estudio notable por su fondo y por las galas de su oratoria. El Ministro de Ultramar, Sr. Balaguer, ha recogido todas las alusiones que se han hecho al Gobierno, y ha empezado á contestarlas en un discurso de tonos templados y de puntos de vista altos y generosos.

La discusión ha correspondido á la importancia del asunto y al interés que éste había despertado en el Parlamento y en el país.

Pasadas las breves vacaciones de Semana Santa, el Senado empezará á discutir la ley de asociaciones, en la cual la minoría conservadora se propone hacer una campaña vigorosa; y el Congreso comenzará á discutir los proyectos de ley del Jurado y de Código penal. Entraremos, pues, de lleno en las reformas políticas judiciales y administrativas que constituyen el programa del partido liberal.

La política activa, la política que se revela en la actitud de los partidos, en las relaciones de éstos, en la firmeza de los Gobiernos y en la posibilidad más ó menos próxima de crisis parciales ó cambios de

situación, no ofrece gran interés. Se habla mucho de la organización del partido reformista; se dice que las dos fuerzas de que está constituído, la liberal izquierdista y la conservadora disidente, no andan muy acordes, ni en Madrid ni en las provincias; se discute sobre la contingencia de que este partido no fuera llamado á los Consejos de la Corona antes que el partido conservador, y se comentan, con diverso criterio, los discursos que, en la inauguración del Círculo Liberal Reformista, han pronunciado el Sr. Linares Rivas, el Sr. Romero Robledo y el General López Domínguez; pero, en el fondo de todas estas ideas y de todos estos comentarios, lo único real que se manifiesta es que el partido reformista se está organizando de una manera activa; que tiene una representación respetable en el Parlamento, en la prensa, en el ejército y en todas las clases del país; que tiene un programa más o menos definido y que ni la patria, ni la libertad, ni las instituciones, ni el orden social se resentirían si, en las evoluciones de la política, fuese un día llamado este partido á la dirección del poder; pero de esto á creer que el partido reformista esté hoy en condiciones de pretender el Gobierno, porque la opinión pública así lo venga indicando, media un abismo.

El partido reformista es una garantía más para la Monarquía, pero no es una necesidad para el Gobierno, en tanto que el partido liberal que dirige el Sr. Sagasta no abandone voluntariamente su programa 6 no se considere impotente para realizarlo; por eso hemos dicho más de una vez que la importancia del partido liberal reformista no depende tanto de su acción positiva como de la inacción del partido liberal dinástico. Mientras éste siga, con varonil resolución, el camino emprendido; mientras vaya derecho al planteamiento de todas las reformas que consignó en su programa; mientras cuente, como cuenta, para realizarlas, con la confianza de la Corona y con el apoyo leal de la mayoría parlamentaria y mientras tenga, como tiene, un gran prestigio en la opinión pública, el partido reformista, que dirige dignamente el General López Domínguez, tendrá que ser, á pesar suyo, si es que esto pudiera apenarle, un auxiliar de la política gobernante, y hasta un factor importante de esta política. El día en que el partido liberal dinástico que dirige el Sr. Sagasta cambie de rumbo ó tropiece con dificultades insuperables para realizar su política libe

ral, progresiva, democrática, en toda la extensión que se propuso y que constituye su compromiso de convicción y de honor, ese día el partido reformista tendrá, en el concierto general de las colectividades políticas del país, una gran razón de ser.

La fuerza de los partidos no consiste solamente en el número y calidad de los individuos que los forman; es preciso, además, que éstos sean la representación de un orden de ideas y de aspiraciones que laten y fermentan y toman realidad y vida en la conciencia general del país. Grande, como ningún otro, es por sus elementos el partido liberal. Fuera de aquella inmensa conciliación de fuerzas, que contribuyeron á la Revolución de Setiembre y que vivieron y gobernaron juntas hasta la disidencia del Sr. Ruiz Zorrilla, no existe, en toda nuestra historia política contemporánea, una situación que más eminencias, más prestigios y más número de adeptos haya sumado. Ni Espartero, ni Olózaga, ni Narváez, ni O'Donnell, ni Prim tuvieron un partido de tanta extensión como el partido liberal dinástico que dirige el Sr. Sagasta; porque sus filas arrancan de la izquierda de los conservadores y terminan cerca de la democracia republicana; porque en él están representadas de una manera gallarda la milicia, las letras, la banca, la nobleza y todas las clases de la moderna sociedad; porque cuenta con un plantel de ex-Ministros, de oradores y de hombres de administración verdaderamente extraordinario; porque no hay capital ni pequeño pueblo donde no tenga una representación organizada de gran valía. Y, sin embargo, más fuerte que por estos elementos lo es por las ideas que representa, por la significación que tiene en la política y por la misión que se ha impuesto y está cumpliendo. Si abandonara estas ideas, si renegara de esta significación, toda su fuerza quedaría anulada; se destruiría á sí propio y, al destruirse, traería sobre el país la peor de las calamidades que pudieran afligirle: la de que existieran dos partidos conservadores. Pueden existir, sin que las instituciones se resientan, ni la máquina del Gobierno se rompa, dos partidos liberales, siendo el uno auxiliar del otro en el poder; pueden existir dos tendencias en un partido liberal.

Lo que no puede dar buenos frutos, es que un partido liberal abandone su misión, que es la de renovar y reformar el derecho, al

compás de las exigencias de la opinión pública, porque, desde ese momento, queda falseada la ley del progreso.

Y he aquí que hemos aconsejado siempre al ilustre jefe del partido liberal que no vacile un momento en sus propósitos de acometer las reformas liberales que el país espera, porque en ellas estriba el prestigio de su partido y la suerte de las instituciones.

¡Ojalá que al reanudar las Córtes sus tareas emprendan con pa

triótica resolución este camino!

Como nota final de esta Crónica, nota que revela la actitud en que dignamente se ha colocado el Gobierno respecto de la cuestión de la Trasatlántica, debemos consignar la elocuente y enérgica declaración que, á última hora de la sesión de hoy, ha hecho el Presidente del Consejo de Ministros.

Los oradores que han impugnado la totalidad del dictamen habían hecho, más o menos veladamente, algunas insinuaciones acerca del fondo de esta cuestión, viendo en ella algo que, á su juicio, no era diáfano y completamente inspirado en el interés público; y estas insinuaciones, que envolvían una censura para el Gobierno y para la Comisión, no podían quedar incontestadas de una manera terminante. Así lo comprendió el Jefe del Gobierno, Sr. Sagasta, apresurándose á resumir el debate sobre la totalidad con esta declaración:

«En vista del giro que se ha dado á última hora á este debate, yo me veo obligado á hacer uso de la palabra, y no para discutir, porque yo no discuto ciertas cosas, sino para rechazar con toda la energía de que soy capaz ciertas insidiosas reticencias y ciertas malévolas insinuaciones, enfrente de las cuales voy á contestar de una manera muy terminante al Sr. Celleruelo, como protesta contra semejante conducta.

»>Y voy á contestar haciendo esta solemne declaración: nunca pensé, no pensaba tampoco el Gobierno haber hecho de este asunto una cuestión de Gabinete; pero desde el momento que se quiere sembrar una duda y arrojar una sombra sobre la conducta de los amigos y de los correligionarios que en este proyecto de ley han intervenido, ¡ah! no sólo el Gobierno hace de aquél una cuestión de Gabinete, sino que yo personalmente lo hago cuestión mía, y declaro que

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