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mos días patrocinan los pueblos más adelantados y tranquilos y los publicistas de mayor nombradía en los centros científicos y políticos. La Monarquia moderada debía ser para los hombres de Cádiz la institución armonizadora, ya en el juego de los Poderes públicos y en el orden propiamente constitucional, ya en la esfera extrajurídica y social, donde se encontraban y rozaban los intereses históricos y las aspiraciones de lo porvenir.

Aquella institución debía ser lo que el Poder moderador de la Constitución del Brasil, y lo que el Senado en la Constitución norte-americana. A pesar de lo cual, por la fuerza de las circunstancias, por las exigencias de la Revolución y por los compromisos anejos á la representación del Rey Fernando VII, la Monarquía moderada sólo fué un objeto de prevenciones y reservas por parte de todas las demás instituciones constitucionales, y una amenaza constante de la libertad y del orden en España.

Pero el dato quedó, y quedaron, para producir excelentes efectos en el curso de nuestra agitada historia política, los valiosos detalles de aquel meritorio empeño.

En 1812 no era fácil que prevaleciesen, ni aun se formularan, aquellas ideas de correspondencia y armonía de elementos, intereses é instituciones que constituyen hoy el supuesto indiscutible de una Constitución política. Así como en otra época la libertad del ciudadano se había confundido con el derecho de éste á participar del Gobierno, en sus formas más elementales y hasta groseras, así la libertad se entendía como una serie de limitaciones, resistencias y acometimientos contra el Poder Real, cuya acción ó cuya inspiración se veía en todas partes.

Cómo y por qué se creía esto, no hay para qué recordarlo. Los abusos de la Corte y la licencia de los señores y de las autoridades, no podrían producir otra cosa. Pero, en cambio, no es tan sencillo poner en relación estas soluciones y estos rigores de los doceañistas con los arts. 179 y 180 de la Constitución, que aclaman como Rey de las Españas «al Señor Don Fernando VII de Borbón, que actualmente reina» (así dice), y á

falta de éste, «á sus descendientes legítimos, así varones como hembras,» etc., etc.

<«<Si llegaran á extinguirse todas las líneas, las Cortes harían nuevos llamamientos como viesen que más importaba á la Nación» (art. 482). Además, ya se ha visto cómo las Cortes se reservaban el derecho «de excluir de la sucesión de la Corona á aquella persona ó personas que fuesen incapaces para gobernar ó hubieran hecho cosa por que mereciesen perderla» (art. 181). Una batalla siempre en perspectiva. Pero un gran aliento siempre en la obra constitucional.

(Continuará.)

Rafael M. de Labra.

LAS ISLAS BALEARES

SU TERRITORIO, POBLACIÓN Y COMERCIO

I

Encierra el Mediterráneo dentro de su perímetro de 18.180 kilómetros cuadrados (1) multitud de islas exparcidas por su vasta superficie de 2.473.368 (2). Son tantas, que miden en conjunto 101.785 kilómetros cuadrados (3) y sólo las mayores, de 100 kilómetros cuadrados, ascienden á 46, á saber:

(1) Comprendiendo el mar Jónico y el Egeo, pero no el Adriático, cuyo litoral mide 3.865 kilómetros, de los que corresponden 1.410 á Italia, 2.04 á Austria y 401 à Turquía. De los 18.180 kilómetros que miden las costas del Mediterráneo, pertenecen 1.752 á España, 869 á Francia, 2.375 á Italia, 2.970 Grecia, 2.278 á la Turquía europea, 2.967 á la Turquia asiática, 752 á Egipto, 2.753 á Benghari, Tripoli y Túnez, 1.179 á Argelia y 284 á Marruecos.

(2) La extensión superficial de los diversos mares de Europa es la siguiente:

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(3) De estos 101.785 que mide en conjunto la superficie de las islas bañadas por el

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Mediterráneo, corresponden: 50.082 á Italia, 16.239 á la Turquía asiática, 10.026 á Grecia, 9.969 á la Turquía europea, 8.912 á Francia, 5.014 á España, 1.220 á Túnez y 323 á Inglaterra. Todos estos datos, lo mismo que los incluídos en las anteriores notas, están tomados del notabilísimo trabajo estadístico recientemente publicado con el título de La superficie de Europa, por el General ruso de Estado Mayor I. Strelbitsky.

Fácilmente se observa, al examinar el precedente cuadro, que entre las islas del Mediterráneo ocupan preferente lugar las antiguas Pitiusas y Gymnesias, que en conjunto miden 5.014 kilómetros cuadrados, como puede verse á continuación:

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Naturalmente, en la superficie de las predichas islas se halla comprendida la de todas sus dependencias geográficas; así es que en la de Mallorca está incluída la isla Dragonera, de 4.3 kilómetros cuadrados, y las más pequeñas de Formentor, Malgret, Plana, Larga, Pelada, Porrasa, Salas, Gavina y León; en la de Menorca se hallan comprendidas las islas del Aire, Den Colom y Dels Porros; en la de Ibiza, la isla Tagomago, de 1'5 kilómetros cuadrados, y las de Verda, Vedranell, Cunillera, Den Caldes, Santa Eulalia, Hormiga, Ahorcados, Den Pou, Grosa y los islotes Bledas; en la de Formentera, la isla del Empalmador, de 1'3 kilómetros cuadrados, y la de Espardell, y en la de Cabrera la de Conejera, de 1'7 kilómetros cuadrados.

Sabido es que las islas Baleares, no sólo pertenecen á España bajo el aspecto político, sino que constituyen una dependencia geográfica de la Península ibérica, por ser la prolongación de una de sus principales cordilleras, cuyas cimas van asomando á trechos sobre el nivel del Mediterráneo. Esta cordillera también lo saben nuestros lectores-es la que pasa por la sierra Sagra y que, cortada más al E. por el río Segura, continúa con fuertes interrupciones y compuesta de varias cumbres aisladas hasta los cabos San Martín y de la Nao, en la provincia de Alicante, que son los puntos más próximos á Ibi

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