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ciencias naturales en España en la décimasexta centuria, que merece muy particular atención y examen.

Es una enciclopedia de medicamentos la que se consigna en este libro. Sin obedecer, como es consiguiente, á los principios que reconoce la ciencia moderna como fundamentales, lo cierto es que constituye una larga y minuciosa enumeración de sustancias, exponiendo detenidas consideraciones, que salen de los límites de la parte descriptiva para penetrar en otro orden de ideas, cuyo desarrollo exigiría no escaso número de volúmenes. Allí se ven muchos de los rudimentos de ciencias que han adquirido gran preponderancia con el trascurso de los años, semejantes á lo que acontecería con los embriones de gigantescos y potentes árboles que cubren con su sombra grandes extensiones de terreno ó alcanzan con su cima inmensas alturas.

La obra titulada Pedacio Dioscórides Anazorbeo acerca de la Materia medicinal y de los venenos mortiferos, que tradujo Laguna del griego al castellano é ilustró y anotó con multitud de datos, es indudablemente un monumento que la historia de la ciencia patria ha recogido y ha motivado el colocar, con justicia, á su traductor y comentador entre los mas notables naturalistas españoles de su época, en la seguridad de que, en tan meritorio trabajo, han de hallarse noticias que sean de alto interés histórico para el médico, el botánico, el farmacéutico, el· toxicólogo, el químico, el zoólogo, el escritor, el bibliófilo, el crítico y el filósofo, pues todos han de recoger en las páginas de la obra ideas de trascendencia suma y de interés de primer orden para la especialidad científica que cultiven. Con razón, pues, ha pasado á las edades sucesivas unánimente respetada y aplaudida.

La consideración de que todas las naciones de Europa habían traducido á sus respectivos idiomas la obra de Dioscórides, faltando una edición castellana, con mengua de nuestra fama y gran deficiencia en los estudios farmacéuticos y médicos, así como en los botánicos, fué la circunstancia que le movió, lleno de fe y entusiasmo, á emprender un trabajo para

cuya realización se necesitaban multitud de condiciones dificiles de reunir en una misma persona, pero que, por raro capricho de la suerte, se hallaban acumuladas en el sabio segoviano, que ya en la madurez de su razón, con sus conocimientos helenistas, su costumbre y hábito de escritor y sus estudios científicos, eran un conjunto de elementos apropiados para la perfecta realización de tan difícil empresa.

La producción de Dioscórides, de remota época, puesto que la existencia de dicho sabio data de los años primeros de la Era cristiana, habia ya sido, en efecto, comentada y vertida á idiomas varios por otros escritores que tomaron á su cargo tal empresa en siglos ya lejanos.

De ninguno se ha ocupado la historia y se ha detenido el examen crítico como en el trabajo de Laguna, que lo emprendió con verdadero entusiasmo y desco decidido del mejor acierto y la mayor perfección.

Dioscórides, que siguió en sus años primeros la carrera de las armas y ejerció después la profesión de medicina en concepto de facultativo militar, como médico de los ejércitos romanos, visitó muchos países, donde pudo observar las plantas y producciones naturales de los mismos, apreciando al propio tiempo muchas de las aplicaciones de esos cuerpos. Escribió varios libros, algunos de los cuales tienen dudosa autenticidad; pero la denominada Materia medicinal es el que le ha dado más nombre y donde se ha fijado principalmente la historia para recordar sus hechos, y los hombres de ciencia para dirigir gran número de investigaciones, ya con objeto de comprobar los datos citados por escritor de tan remota época, como también con el fin de hacer un examen crítico más o menos fundado de la antigua materia médica.

En épocas menos lejanas, El Pedacio de Dioscorides fué ya interpretado antes de Laguna, por Juan Ruelio, en 1518. Forma un tomo en 8.o mayor, sin paginación alguna. Libro suma mente raro en su primera edición, publicada en París, hasta el punto de figurar entre esas adquisiciones preciosas y apreciadísimas por los bibliófilos.

Otra edición es de Alcalá de Henares, debida al célebre latino D. Antonio Nebrija, que la adicionó con dos opúsculos, el uno titulado: De Dioscoride patria et ætate et professione ex variis auctoribus, ab Antonio Nebrissensi decerpta; y el otro es un Lexicon illarum vocum, quæ ad medicamentariam artem pertinent, el cual tiene la correspondencia castellana de muchos nombres griegos y latinos de las plantas. El título de la obra es el siguiente:

Pedacii Dioscoridis Anazarbei de medicinali materia... Joanne Ruellio sucessionensi interprete. Impressum Compluti Carpetaniæ in officina Arnaldi Guillelmi, atque absolutem ¡¡¡nonas februarii, anno à natali christiano MDXVIII.

Hay también otra edición de Dioscórides, que tradujo Ruelio, hecha en Valencia en 1626 por Miguel Sorolla; pero ni ésta, ni la anterior, ni algunas otras pueden compararse al trabajo de Laguna, que se propuso hacer una obra nueva, y á quien sólo sirvieron de motivo los pensamientos de Dioscórides para dar á conocer una copia de asuntos que revelaban á las claras el estudio, meditación, ingenio, consulta, detalles y aplicación del que debiera ocupar, más bien más bien que el secundario puesto de traductor, el protagonista de creador y principal papel de autor único.

II

Tenía Laguna por Dioscórides una verdadera veneración y decidido entusiasmo. Su repetida lectura llegó á hacerle apreciar en lo mucho que valía tan ilustre filósofo, cuyas ideas respetaron las generaciones que se habían sucedido durante quince siglos. Por eso no le agradaba, cuando veía interpretaciones y comentarios de las obras del gran maestro, que no se ajustasen á la exactitud y no revelasen con fidelidad sus ideas. Así es que criticó con razón el trabajo de Ruelio, si bien dice que las faltas en este caso procedieron de haberse servido el traductor de ejemplares apócrifos y erróneos, poco dignos de inspirar

confianza respecto á la veracidad de las ideas en ellos expuestas, que distaban bastante de ser las emitidas por Dioscórides..

La empresa fué largamente preparada y detenidamente meditada por Laguna, como no podía menos de acontecer, tratándose de un asunto de tal indole. Consultó con personas doctas y adquirió gran número de materiales para comprobar y hacer un minucioso estudio de sus propiedades; emprendió viajes, rebuscó en archivos y bibliotecas no pocos libros, manuscritos. y códices, á fin de que la obra llevase todo el sello de interés y perfección que merecía la popularización en España de unos. conocimientos tan indispensables al farmacéutico y al médico, como escasamente cultivados y no poco desatendidos por los que á estas profesiones se consagraban.

Porque dista mucho de ser un trabajo improvisado, ni obra de algunos momentos de entusiasmo y afición. Es, por el contrario, el resultado de largos años de estudio y de consulta, de meditación y examen, de comprobación y análisis, para realizar todo lo cual no bastan una inteligencia vulgar y un minucioso espíritu de pacienzudo trabajo, sino que han de hallarse reunidas, en quien se propone llevar á cabo empresa de tal magnitud, una suma de conocimientos y una elevación de miras, que estuviesen muy por cima del nivel de la generalidad y descollasen mucho de la talla de las inteligencias de su época, para reunir en un mismo individuo las condiciones de literato y hombre de ciencia, suficientes para dar á sus obras todo el atractivo é interés de la que nos ocupa.

Es de advertir también que hizo cuantiosos gastos para proporcionarse de Egipto, Grecia y Berbería muchos objetos raros, con el fin de comprobar sus propiedades, estudiar detenidamente sus caracteres, aclarar dudas y apreciar detalles que de seguro no habían sido estudiados ni conocidos por todos los que se ocuparon de aquellas sustancias. Fueron no pocas las dificultades que tuvo que vencer para llevar á cabo su obra con toda la brillantez y exactitud que se propuso, sin reparar en los sacrificios que tuvo que imponerse, ni en otra serie de obstáculos que hubo de allanar á satisfacción; todo lo cual hay

que tener presente al examinar este libro, por tantos títulos digno del aprecio y respeto de cuantos á estos estudios se dedican.

La aparición del mismo fué un verdadero acontecimiento que tuvo lugar para gloria de las ciencias naturales y de nuestra nación, y que puede considerarse cual glorioso triunfo alcanzado por un hombre de ciencia que demostró una suma de estudios y superioridad de criterio tales, que ha quedado como grandioso monumento de imperecedero recuerdo, digno de ser consultado y de ocupar honroso puesto en la biblioteca de todo el que desee conocer la historia de las ciencias naturales con aplicación á la farmacia y medicina, presentando á la faz del mundo sabio el ejemplo de un español que, en la décimasexta centuria, podía figurar en primera línea entre los naturalistas ilustres.

En el libro del inmortal Cervantes, ó sea en el Quijote, se hace mención honrosa de la obra de Dioscórides, ilustrada por Laguna, lo cual demuestra el eco y la importancia que en el mundo culto hiciera la producción referida en aquella época; porque la instrucción de Cervantes, con ser extensísima, no se hubiera fijado en este libro si no lo mereciera por sus condiciones especiales y á no poseer un mérito relevante para figurar en la biblioteca del docto y ser citado cual honroso modelo en conocimientos de la índole á que pertenecía (1).

Detengámonos algún tanto, por consiguiente, en el estudio del Dioscórides español, pues bien lo merece un libro que puede considerarse como la historia de la ciencia del siglo XVI, tal como en nuestra patria se concebía. Aquellas páginas necesitan ser muy despacio leídas, por todo el que se dedica á los estudios médicos y farmacéuticos, pero muy singularmente los segundos. Dominantes algunos sistemas ante los cuales era forzoso rendirse, se observa en muchos casos la tendencia reformista del que, conociendo los errores de sus contemporá

(1) El párrafo del Quijote en que se hace esta mención, se inserta al final, así como una nota de Clemencin.

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