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APUNTES

SOBRE EL NUEVO ARTE DE ESCRIBIR NOVELAS (1)

IX

He terminado la lectura de Germinal, é insisto en creer que las trescientas primeras páginas pudieran reducirse á tres, y el libro ganaría. Desde un punto de vista imparcial y severo, nadie perdonará al autor aquellas trescientas primeras páginas. Son un grave delito de redundancia. Pero cuantos hoy escribimos para el público debemos ser indulgentes. Todos somos difusos.

Allá, en siglos pasados, cuando no había imprenta, cualquiera autor pensaba, al escribir, en el trabajo que había de costar copiarle, y en que la dificultad y carestia de las copias irían en aumento mientras él fuese más palabrero. Esto le refrenaba. Hoy, nadie se refrena, antes sirve como de acicate para que corramos desbocados, vertiendo tinta sobre el papel, la consideración de que el tomo impreso tendrá luégo muchas

(1) Véanse las REVISTAS de 10 y 25 de Agosto, 10 y 25 de Setiembre, 10 y 25 de Octubre, 10 de Diciembre y 25 de Enero.

páginas y, si se juzga por el bulto y por el peso, merecerá que se paguen por él tres pesetas y media.

Puede también mirarse esta prolijidad, previa é inútil, ya como el apretar de las clavijas, el estirar de las cuerdas y el rasgueo y trasteo con que el músico ensaya y templa su vihuela antes de tocar una sonata, ya como los manoseos y pases del magnetizador que preceden al momento en que nos magnetiza y nos hace ver visiones.

Aguantemos, pues, las trescientas primeras páginas sin murmurar, y lleguemos al grano.

Germinal describe una huelga, una de aquellas guerras entre el capitalista y sus jornaleros asalariados, que ya Adam Smith explicaba así:

«Los obreros llevan á veces el espíritu de rebeldía hasta la violencia y los ultrajes mas sin excusa. Impulsados por su furor, se conducen con toda la extravagancia y la locura de gente desesperada que se pone en la alternativa de morir de hambre ó de obtener pronto por terror lo que piden á sus amos.>>

Tal es el asunto, tal la acción de Germinal. Intervienen en esta acción millares de personas, y apenas hay más que tres que sean decentes y simpáticas. Las demás son todas asquerosas, bestiales, locas, frenéticas, malvadas, borrachas y patibularias. Aquello es una caricatura calumniosa del linaje humano. Y no es esto lo peor. La calumnia es más radical. Ninguno de tantos personajes puede ser mejor de lo que es. Un determinismo fatal los lleva á ser lo que son. Es evidente allí la ausencia completa de verdadero libre albedrio.

y

Una familia de la clase media, que vive de sus rentas, y que es lo menos malo, es vulgar, egoistona, hipócrita y tonta. El gerente, empleado de la compañía, es un marido sufrido consentido; su mujer, una viciosa sin vergüenza; su sobrino, un canalla, ingrato, que deshonra á su bienhechor; y los curas, ó no atienden á infundir ideas de religión y de moral á los obreros y los dejan como cosa perdida, ó los excitan, convertidos en demagogos de la peor especie, á todo género de atrocidades. Estas se cometen porque no pueden menos de cometer

se, y es menester echar la culpa de todo, ó á la mala organización de la sociedad, ó á la ineluctable naturaleza de las cosas, ó á Dios, si le hay.

Nadie negará, á no estar ciego de entendimiento, o lleno de mala fe y de injusticia, que en Germinal hay escenas de efecto pasmoso. Algo se debe al talento de observación del autor; pero se debe más á su poderosa fantasía, y al arte y al estilo. Concedido esto, concédaseme también que Zola apela á medios dignos de reprobación para producir el efecto. No se puede faltar más de lo que falta él al decoro ó al pudor, que manda velar un poco y referir de priesa los más horrendos crímenes, ya que estemos obligados á referirlos. Cuando un héroe de la antigua Roma moría á puñaladas, se cubría el rostro con la toga, para que nadie viese algún gesto innoble, alguna mueca descompuesta que pudiera hacer en la agonía. Horacio dice:

Nec filios coram populo Medea trucidet.

Zola dice lo contrario. Todo lo hemos de ver, y muy despacio y con todos sus ápices y circunstancias. Y luégo, ¡qué cúmulo de actos inmundos y feroces!

En las antiguas literaturas, cuando el pueblo para quien escribía el poeta estaba aún muy cerca de la barbarie, hay un héroe, por ejemplo, que mata á un niño, le hace pedazos, le guisa y se le da á comer á su padre: pero esto se cuenta á escape; se vela con cierto decoro. Ahora, no. Ahora hemos de ver cómo degüellan á la criaturita, cómo le sacan las entrañas, cómo la descuartizan, y la sal y pimienta y demás aliños que ponen en el guisote. El autor, si es un naturalista concienzudo, á fin de no apartarse una línea de la verdad en su descripción, irá dos ó tres días al matadero á estudiar cómo matan allí carneros ó cerdos, y luégo irá á la cocina, á estudiar también cómo se guisa, de suerte que la descripción de la matanza y guiso del niño esté hecha como si la hiciesen un carnicero y un cocinero reflexivos, dotados además de buen estilo;

por donde la bien estudiada receta podrá servir después, si se ocurre, para hacer cualquiera otra matanza y cualquier otro guiso del mismo orden.

El naturalista debe andar siempre á caza de lances tremendos para componer sus historias, bordando y recamando el hecho con los primores y filigranas de su pluma. Supongamos que una mujer, arrastrada por espantoso frenesí, matase á su hijo y luego se comiese crudos sus sesos. Supongamos que el lance salía en la gacetilla de un periódico. Feroz sería, contado así por cima; pero aún sería más feroz si un naturalista tomase el asunto por su cuenta y nos describiese con exactitud y reposo, sin apasionarse y conservando su impersonalidad, cómo la madre rompe el cráneo del niño, le saca con los dedos la masa encefálica, y luego se llena la boca, y le rebosa algo por la extremidad de los labios, y la sangre coagulada y la sustancia blanducha del cerebro le ensucian las manos y le embadurnan el rostro.

Alguien podrá censurarme de pecar, como Zola, al censurar á Zola; pero no me censurarán con razón de que exagero. Zola amontona en Germinal todos los espantos y todas las abominaciones, sin descuidar menudencia, sin dejar nada en la penumbra. Niños entregados á todos los vicios antes de llegar á la pubertad; niñas desfloradas, maculadas y prostituídas antes de ser viripotentes. Un niño, dotado de astucia diabólica, es tan animal, que no sabe lo que es bueno ni malo, y asesina á un pobre soldado para divertirse, como quien hace una travesura. Un viejo decrépito ahoga, sin comprender lo que hace, y como movido por un resorte, á una señorita que acude á socorrerle. Otra moza, para insultar á los militares y burgueses, va levantándose las faldas y enseñándoles el trasero. Toda esta gente amotinada emplea á cada momento las palabras más soeces y pronuncia las más brutales blasfemias. En el cadáver del dueño de un figón, que no vendía fiado, ó que cuando fiaba ó regalaba era para abusar de las mujeres, las cuales nada perdían, pues Zola no pone en ninguna de ellas el menor rastro de castidad ó de vergüenza, se ensañan esas mismas mujeres,

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