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tos? Son demasiado conocidos sus principios y sus máximas de gobernar, para que puedan reducirla otra vez. Ninguna persona sensata podria asociarse jamás á los fautores de contra-revolucion, porque no dejarian de conocer que inevitablemente serian envueltos en la ruina universal. La nacion ha recibido y aprovechado la terrible leccion de seis años de persecucion y de calamidades. Todas las promesas y todas las felicidades ofrecidas, solo han servido para hacer mas amargo el desengaño; y las tentativas que aun pudieran hacer los enemigos de órden constitucional, se estrellarian precisamente en la resolucion noble y generosa de ser libre, que ha tomado la nacion entera.

Los síntomas que hayan podido alarmar al público, y que parece han inspirado los recelos que produjeron la proposicion del Sr. Solanot, son hechos aislados, y poco más que manifestacion de deseos, que ni las Córtes ni el gobierno deben estrañar, pues la mayor parte pertenecen á épocas anteriores al juramento del Rey en el salon del Congreso. Este memorable suceso ha debido producir, y de hecho ha producido en la nacion un efecto tan grande, ha dado á la restauracion una fuerza moraf tan asombrosa, que quizá ni las Côrtes ni el gobierno pueden apreciarla todavía. »

Se ve por este discurso, y muy particularmente en su última parte, la confianza que el ministro tenia ó aparentaba tener, en la esperiencia de los seis años, en el cambio de la opinion, en -lo absurdo de las ideas y principios de los reaccionarios, en la resolucion que la nacion habia formado de ser libre, sobre todo en el juramento prestado por el Rey en el salon del Congreso, al que daba una importancia inmensa. Que la llamada de los ministros al Parlamento no fue såtisfactoria para su amor propio, se puede colegir de las siguientes espresiones del mismo secretario de la Gobernacion de la Península :

En la comunicacion de los señores secretarios, se han insertado otros dos puntos que están tan enlazados entre sí, que constituyen una resolucion única: su último estremo parece que podria envolver, no diré una verdadera residencia al gobierno; pero sinó esplicita, á lo menos virtualmente, sapit residentiam.

Pide cuenta á los secretarios del despacho de Estado, de las causas de Cádiz, Zaragoza y Burgos; y ademas, de cuáles sean las providencias tomadas por el gobierno contra los enemigos conocidos del órden constitucional. El gobierno ejerce legalmente la suprema vigilancia sobre el curso y administracion de la justieia. . . . . Recibe con frecuencia noticia y avisos del progreso de las causas pendientes en las provincias, y no tiene motivos. de tachar la condueta de los jueces que las sentencian, de lenta ni arbitraria. Los trámites legales exigen tiempo, y no permiten que la finalizacion de las causas se consiga con aquella celeridad que desea la noble impaciencia de los señores que hayan hecho la proposicion. El gobierno solo puede decir, que las causas todas se hallan en sumario; este por su naturaleza es secreto hasta su conclusion, y únicamente se conoce por algunos efectos el progreso de ella, como son, los exhortos para el arresto de personas, interrogatorio y declaraciones tomadas en diversos puntos del reino. En cuanto lo permitan los límites de su autoridad, activará siempre su marcha y conclusion; y esto es cuanto puede decir, para satisfacer el deseo de las Cortes. »

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El Sr. Solanot dijo: que de ninguna manera fué su intencion hacer reconvenciones al Gobierno, y que en su proposicion no habia tenido otro objeto, que calmar la opinion pública escitada por la dilacion que sufrian las causas, y los temores de que la lenidad é indulgencia diesen aliento para tramas nuevas.

El Sr. Moreno Guerra estrañó que el gobierno hubiese for- . mado queja y diese el nombre de residencia á su venida al Congreso, cuando no habia sido mas que un acto de confianza. por parte de los diputados; que por ningun estilo queria la sus pension del artículo 308 de la Constitucion, ni que se prendiese mas gente, pues harta habia sido ya presa; que lo importante era que se activasen las causas, y no se diese con la demasiada tolerancia, aliento á los enemigos de las instituciones: que echaba de menos al ministro de Estado, para que pudiese dar alguna razon acerca de la junta llamada Apostólica.

El señor secretario de la Gobernacion dijo: «Creo que el se ñor preopinante no debe lastimarse de la ausencia del ministro

de Estado, para saber la existencia y naturaleza de la supuesta junta Apostólica. Esta reunion es bien conocida, y está vigilada. El nombre de que usa, esplica ya su carácter, esto es, el de la impostura. Los varones que pudieron merecer en algun tiempo el nombre de Apostólicos, no fueron jamás ni perturbadores de los estados, ni abusaron de la sencillez y credulidad de los pueblos. Por lo demas, el gobierno ha hecho oportunamente las reclamaciones convenientes con motivo de esta reunion, y no des cuidará en ningun caso, el desempeño de sus obligaciones. >

No continuaremos en el estracto de esta sesion, que solo indicamos para hacer ver el estado de los ánimos de los dos bandos del Congreso. Habia en unos, tal vez, demasiada confianza en la firmeza de unas instituciones con sólidos cimientos levantadas; acaso en otros, demasiado temor, suspicacia y gran concepto de los medios formidables que estaban al alcance de sus enemigos. Se encastillaban los primeros en las leyes; de cuyo recinto no querian salir por medio alguno. Opinaban los segundos, que tal vez seria preciso prescindir de sus fórmulas y curso dilatorio. Mas de todos modos se vé por este corto estracto, que en los dos partidos ó bandos, no habia recriminaciones ni tono virulento. La discusion terminó sin resultado alguno. Los ministros salieron del salon, favorecidos con un voto de confianza por parte de los diputados.

Un acontecimiento, al que podemos dar el nombre de desgraciado y fatal, vino á dar mas fuerza de espresion á esta especie de discordia, que animaba á las dos fracciones del Congreso: Aunque con sentimiento, necesitamos estendernos sobre sus pormenores principales, tanto por su importancia en el cuadro de nuestras disensiones, como por ser una parte no secundaria del trabajo biográfico en que nos hallamos entendiendo.

CAPITULO XXIII.

Formacion de un cuerpo militar de observacion en Andalucía.—Murmuraciones á que da lugar. Riego en Madrid.-Su presentacion al Rey.-Conferencia con los ministros. Aeriminaciones mútuas.Festejos á Riego.--Ovacion de 3 de setiembre.-Funcion en el teatro.-El Trágala.-Alboroto.-Exonerado Riego del mando militar de Galicia.-Enviado de cuartel á Oviedo.— Disgusto. Conflictos.-Disturbios la noche del 6.-Despliegues de fuerza el 7.-Sesiones de las Córtes, el 4, el 5 y el 7.—Reflexiones.

lgunas semanas despues del juramento del Rey á la Consțitucion, se dió la órden, con el parecer de la junta consultiva, para reunir en la Isla Gaditana y puntos inmediatos, un cuerpo militar de observacion que se llamó, Cuerpo de observacion de Andalucia. Se componia este de las tropas que formaban el ejército denominado de la Isla, y otros cuerpos que se le agre-. garon, llegando entre todos á una fuerza de nueve á diez mil hombres. Los mandaba en gefe el general Quiroga, y como segundo, el de igual clase D. Rafael del Riego; siendo gefe de Estado Mayor el general D. Felipe Arco. Agüero, que lo fué de las tropas de la Isla.

Se creyó que este cuerpo podia ser de alguna utilidad, tanto para imponer con su formacion á los enemigos del sistema constitucional, como por la conveniencia de tener tropas siempre á mano para emplearlas, si alguna exigencia material reclamaba su servicio. Ningun disgusto dió en todo el tiempo que estuvo

reunido. Se observó en él la mayor subordinacion y disciplina. Los gastos que originaba el mantenerle en pié de ejército eran pocos, si se atiende á su escasa fuerza; y no perdidos, por la utilidad que se pudiera sacar de su fidelidad probada. Con el tiempo,, fué blanco de murmuraciones y de hablillas. Cuanto mas se iba. ensanchando la brecha entre los confiados y los desconfiados, tanto mas era objeto de censura para o primeros. Les pareció inútil un cuerpo de observacion, supuesto que cuando ocurriese el alzamiento de alguna bandera enemiga, estaban dispuestas á marchar contra ella todas las fuerzas del ejército. Habiendo presta do todas, juramento á la Constitucion, no debia de existir ningu na diferencia entre unas y otras. Las del cuerpo de observacion de Andalucía, no tenian ningun derecho de considerarse como los tutores natos, los solos apoyos de las leyes fundamentales del Estado. Si sus gefes habian sido los primeros motores del restablecimiento de la Constitucion, no estaban menos resueltos á sostenerla y defenderla los que no habian tenido parte alguna en el levantamiento. Las razones parecian especiosas; que en ellas iban mezclados sentimientos de animosidad, de emulacion y otras pasiones de indole menos noble, salta á la vista de los que tienen un poco de esperiencia, y saben las miserias á que dan lugar conflictos de amor propio. Los individuos del mismo ejército de observacion, los que pertenecian al partido exaltado, que podemos llamar del movimiento, repelian los cargos con no menos virulencia; y los conatos de reaccion que en tantas, partes se observaban, les abrian un campo de censuras y acrimi naciones contra sus rivales.

Sea por esta circunstancia, ó por reclamaciones del gabinete francés, dió órden el gobierno para la disolucion del cuerpo de observacion de Andalucía, providencia que para unos fué objeto de grandes encomios, y para otros de amargas invectivas. Por ausencia del general Quiroga que se hallaba en las Córtes, como ya hemos visto, mandaba el general Riego su segundo. Los gefes del ejército representaron respetuosamente sobre lo impolítico de la medida, y mandaron diputaciones encargadas de apoyar sus razones de palabra. Representaron igual

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