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El señor secretario de Gracia y Justicia pidió al Congreso, ques en virtud de aquella terrible inculpacion se formulase el acta de acusacion, haciéndose los cargos, para exigir la respon sabilidad al gobierno. Mas sin que esta indicacion pasase adelan te, volvió á tomar la palabra el señor ministro de la Goberna cion de la Península

De todos modos, quisiera que el Sr. Romero Alpuente fuese mas esplicito; en este caso, yo lo seria tambien. No me es tenderé á hablar de su doctrina, sobre el derecho del pueblo para hacerse justicia; pero obligado á combatir semejantes principios, que son de la mayor trascendencia, me ceñiré á decir que en ellos ha manifestado ideas, que estan en contradiccion con las que siempre ha profesado. ¡Desgraciada nacion, aquella en que se publica que el pueblo está autorizado para hacerse justicia p por sí mismo! Con tales principios, ¿qué nacion pudiera subsistir? Por lo demas, no siendo de mi cargo sino satisfacer á las indicaciones del Sr. Romero Alpuente, si aun tiene dudas si pesar de la honra que á manos llenas ha derramado sobre los secretarios del despacho que se lo agradecen, todavia vacilase en su juicio, quisiera que fuese mas franco, y me indicase el modo de satisfacerle. Este señor diputado ha sentado una verdad incontestable, cuando ha dicho que lo mismo és que una nacion se pierda por la impericia á insuficiencia de los que la gobiernan, que por malicia; y segun sea por uno ú por otro, podrá sér útil ó perjudicial a los conductores de ella; pero para la nacion, será siempre igual el resultado.

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En la última sesion à que tuve la honra de asistir, anúncié, que aunque en aquel momentò no tenia los documentos necesarios para hacer saber oficialmente á las Córtes lo que habia ocurrido en el asunto de que se trataba (las ocurrencias del 3), si se queria, saldria para recogerlos. No dije que inmediatamente volvevia, porque no podia ofrecer traerlos antes que acabase la sesion, cuando no sabia si esta se levantaria antes de yo salir de este sitio; ofrecí, sí, dar noticia al Congrèso así que el gobierno las tuviesc; y antes de ayer tenia en mi mano la pluma para firmar un oficio en que se anunciaba el suceso del teatro, con todas 21

TOMO II.

las circunstancias que le acompañaban, cuando supe estrajudicial, pero notoriamente, que el Congreso se ocupaba en una sesion importante, y no creí oportuno interrumpirle. Por lo que toca al incidente à que ha aludido el señor diputado, aunque con bastante delicadeza, incidente que pudo dar origen â aquel desgraciado suceso, quis ra yo que con mas claridad, con mas decision, se esplicase. Si el señor diputado quiere que haya aclaraciones, las habrá: en la inteligencia, de que el gobierno no viene á acusar á persona alguna. Pero hay cierta notoriedad en los hechos, que escusan toda justificación de parte del mismo gobierno, y basta para dar á los señores diputados y á todos los españoles, la luz necesaria para juzgar de ellos con acierto. Sin embargo, si las Córtes quieren que se abran las páginas de esta historia, el gobierno está pronto á hacerlo por mi boca... (Que se abran, dijeron, de una vez, y repitieron varios señores diputados.)

Habiéndose pedido por algunos que fuese permanente la sesion, hasta que se tomasen las providencias que se ereyesen oportunas, dijo el presidente que no habia necesidad, pues él prométia no levantarla, hasta que les amaneciese en aquel sitio el dia siguiente con el sol claro y sin eclipse (habia ocurrido uno de sol durante la sesion). « Abrase enhorabuena la página que nos ha anunciado el señor secretario del despacho, y descúbrasé á los ojos de la nacion entera el misterio que ia tiene envuelta en confusiones. »

El Sr. Romero Alpuente dijo: no sé qué proposicion es la que quiere el Congreso que yo aclare. Si es la de que el pueblo se ha tomado justicia por su mano, repito que se halla reducida á decir, que en el supuesto de ser cierto, como no puedo dudar, lo que ha dicho el Sr. Palarea, de haber ido los liberales al con traresto de los serviles por un movimiento bien combinado, es el mayor cargo que se puede hacer al gobierno; porque no administrando justicia, ha dado lugar al pueblo á que se la tome por sí mismo. No siendo esta la especie de que se me pide aclaracion, no sé cuál sea. ›

Habiéndose vuelto á pedir por algunos que se abrieṣe la

página de que hacia mencion el ministro de la Gobernacion, se opuso á ello el Sr. Martinez de la Rosa, diciendo que el gobierno que poseia el secreto del origen de aquellas turbulencias: de la faccion y los facciosos: del crímen y de sus autores, graduaria por sí mismo hasta dónde podria sin comprometerse, descubrir á la faz del Congreso y de la nacin, unos hechos que deben hacer patente la justicia de sus pasos y medidas.

• Continuó su discurso el señor ministro de la Gobernacion:

He dicho que el gobierno no viene á ser acusador, pero no, puede resistir á las insinuaciones del Sr. Romero Alpuente; tanto más, cuánto coinciden con los rumores y la agitacion pública que ocupa á Madrid en estos dias.. Si ha dado algunas providencias que han sido objeto de la animadversion de ciertas personas, no ha estado en su mano el remediarlo, porque es positivo, que todas las providencias en que se han de chocar grandes intereses, es imposible que deje de haber perso nas que no se resientan. De estas providencias se apodera la censura, las hace su patrimonio, y la mordacidad funda en ellas su subsistencia. El gobierno creyó que estando contenido desde que se reunió el Congreso, y aun desde mucho antes, dentro de los límites de la facultad ejecutiva, nunca podria causar en los ánimos mas que anhelos o curiosidad, pero que no pasase de los límites de una curiosidad moderada y prudente. El gobierno por casualidad se compone de personas que han sido diputados, y creo no han perdido el derecho; no á la gratitud, porque la nacion á nadie la debe, siño á la consideracion à que se hicieron acreedores. Ellos vinieron al ministerio, no por su voluntad, sino llamados por la opinion pública, y hace muy poco tiempo que pisan el palacio, para que las alusiones de la ambicion has yan inspirado en ellos ideas de ministerialismo y servilismo, que es el peor de todos los dictados, porque supone en el que profesa sus principios, miras de interés personal; interés al que rénunciaron los secretarios del despacho, al encargarse de sus destinos. Sentadas estas verdades, ¿cómo es que una providencia de poca ventura, pero justa y dictada por un gobierno que se compone de las persoñas, cuyas circunstancias acabo de es

poner, cómo es, digo, que haya podido escitar la censura, llamar la atencion pública de un modo tan estraordinario, y en el dia la del Congreso?

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»En un cierto punto de la Península, que no es necesario nombrar porque su celebridad basta para que todo el mundo adivine su nombre, permaneció por órden del gobierno (nótese esta circunstancia); p orden, digo, del gobierno, un ejército de observacion, compuesto exclusivamente de ilustres y gloriosos ciudadanos, de militares beneméritos, de los mismos, en fin, que proclamaron la Constitucion, la han sostenido y la sosten drán; pero por una disposicion del gobierno, fundada en las facultades que la Constitucion concede al Rey, cuando dice, que este podrá disponer de la fuerza armada, distribuyéndola como mejor le parezca (interrumpió al orador el Sr. Moreno Guerra, haciéndole ver que la cláusula decia, como mas convenga; mas el ministro le manifestó, que siendo el gobierno el juez de esta conveniencia, sino se habia espresado con exactitud académica, no habia faltado á la del Congreso).. Mas volviendo á mi propósito, el gobierno antes del 9 de julio, con arreglo á la facultad que he citado, y presintiendo la necesidad de formar un ejército de observacion, le compuso de esas ilustres y benémeritas tropas de la Isla. Las razònes que tuvo para ello, son demasiado notorias. Antes de reunirse el Congreso y jurar el Rey la Constitucion, habia motivo para creer que los enemigos del bien pudieran perturbar el órden; pero desde entonces, han variado las circunstancias...

» Renovado el pacto entre el Rey y la nacion, por medio del juramento solemne que S. M. prestó en este mismo sitio, reunido el Congreso nacional, y abiertas sus sesiones bajo los auspicios mas consoladores, preciso era que la nacion presentase en adelante el aspecto pacifico y conciliador, único que podia inspirar confianza de que los españoles gozarian ya de los benefi cios del reposo... La reunion de las Córtes, prenda de nuestra consolidacion política, no podia permitir sin una manifiesta contradiccion, el que se conservase por mas tiem po en un punto de la Península, un ejército con aspecto hostil,

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que pudo ser necesario ó conveniente, antes de aquella memorable época... Por otra parte, el gobierno no pudo desentenderse de la idea equivocada que formaron en Europa algunos gabinetes, al contemplar nuestra revolucion. La inexactitud con que á largas distancias se pintany califican los hechos, exigia que no se desatendiese la conveniencia pública, poniendo á cubierto nuestra gloriosa revocion de todas las im putaciones que pudieron desfigurarla. Y esto cuando la segu ridad interior del Estado en nada quedaba comprometida, con destruir de hecho la parte, principal de las cavilaciones con que se quiso imprimir un carácter poco legítimo al levantamiento de una nacion, digna de la libertad. Se ha querido sostener que el principio de nuestra restauracion reposaba en un mero movimiento, en una sedicion militar. Esta imputacion carece de todo fundamento. Hacía ya mucho tiempo que se manifestaban en todas partes sintomas evidentes de una terrible, esplosion, que pudiera haberse verificado por cualquier acontecimiento. El benemérito ejército de la Isla, no se alzó como rebelde contra la autoridad legítima de su Rey: manifestó solo de un modo enérgico y vigoroso, que la nacion reclamaba sus derechos, desatendidos por el funesto consejo de hombres pérfidos y desleales. El voto unánime de la nacion; el lenguage respetuoso y acertado de los valientes guerreros, de las autoridades y corporaciones que se pronunciaron casi simultáneamente en todas partes, fué uniforme; y esta consonancia de ideas y sentimientos, es incompatible con el principio de insurreccion y levantamiento parcial, bajo cuyo aspecto se ha querido considerar el restablecimiento del sistema constitucional. El empeño que aparece de presentar la resolucion de los valientes guerreros, como una sedicion ominosa, claro es que recaia con mas particularidad sobre el ejército de observacion; y no siendo necesario, como queda demostrado, el que mantuviese desde la reunion del Congreso la actitud hostil que ha conservado hasta el dia, la idea de su separacion, lejos de inspirar los recelos que se han inten tado justificar últimamente entre nosotros, formaba uno de los elementos principales que determinaron el juicio del gobierno,

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