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nion de V. M. con sus ilustres representantes, una ceremonia pomposa que solo interesa á los sentidos; es sí, un acto augusto que habla al corazon, y que escita los sentimientos de este agente de nuestra conducta, cuyo poder y fuerza no tienen medida. Acto mas glorioso y de mas prez, que todos cuantos ofrece la historia de nuestra restauracion política, incluso el de 9 de julio del año pasado; porque al fin, todos juntos presentan la idea de una alianza eterna entre la nacion y V. M., en vez de que el acto de este dia termina á solemnizar su ratificacion, con hechos positivos de parte de las Córtes y de V. M.»

No insertaremos mas trozos de este discurso, que sigue casi todo por la misma cuerda. Volvemos á advertir, que era contestacion al discurso del trono que habian redactado los secretarios del despacho, no á todo el que habia salido de los labios del monarca.

Los ministros acompañaron al Rey á su salida, despechados, avergonzados, indignados del tiro que acababa de asestarles con tanta alevosía. No quedaba á su honor ofendido otro recurso, que presentar su dimision sin mas pérdida de instantes. Mas el Rey los previno, espidiendo un decreto que los exoneba á todos, á escepcion del secretario de Marina que se quedó interinamente, å fin de refrendar el documento.

En la sesion del 3 se leyó un oficio de dicho ministro comunicando el decreto anterior, y ademas la copia de otro, que por su singularidad copiamos en seguida. Queriendo dar á la nacion un testimonio irrefragable de la sinceridad y rectitud de mis intenciones, y ansioso de que cooperen conmigo á hacer guardar la Constitucion en toda la monarquía, personas de ilustracion, esperiencia y probidad, que con diestra y atinada mano remuevan los estorvos que se encuentren, y eviten en cuanto sea posible todo motivo de disturbios y descontentos, he resuelto dirigirme á las Córtes en esta ocasion y valerme de sus luces y de su celo, para acertar en la eleccion de nuevos secretarios del despacho. Bien sé que esta es prerogativa mia; pero tambien conozco, que al ejercicio de ella no se opone que el Congreso me indique, y aun me designe, las personas que mas merecen la

confianza pública, y que à su juicio son mas á propósito para desempeñar con aceptacion y utilidad comun tan interesantes destinos. Compuesto de representantes de todas las provincias, nadie puede guiarme en este delicado asunto con mas conocimiento, ni con menos riesgo de que el acierto se aventure. El esclarecimiento que no deberia negarme cada diputado en particular si se le pidiera, no me le negarán todos ellos reunidos, pues confio en que antepondrán las consideraciones del bien público, á otras de pura delicadeza y miramiento. »>

Era este un lazo armado con demasiada poca habilidad, para que cayesen en él hombres de algun entendimiento. Pedir consejo para el nombramiento de nuevos ministros, á los que se hallaban satisfechos de los exonerados, sin dar motivo alguno de haberlos despedido, afectar tanto candor y deseo de acierto, despues de un apéndice que habia llenado de público baldon á hombres tan eminentes por su integridad y patriotismo, envolvia alguna befa, y sobre todo, designio de crear embarazo, y de arrojar una manzana de discordia en el seno del Congreso.

Los diputados estuvieron unánimes en su modo de ver este negocio. En lugar de haberse presentado el dia anterior, segun prescribia el reglamento, los secretarios del despacho á dar cuenta del estado de la nacion, se encontraban las Córtes sin ministros; y ademas, con la peticion ó encargo del Rey, para que designasen las personas de sus sucesores. Los primeros habian merecido la confianza de las Córtes hasta el 9 de noviembre, dia en que cerraron su primera legislatura. ¿Qué habia ocurrido desde entonces?

Tal es el pensamiento del discurso del señor conde de Toreno, que fué el primero que usó de la palabra. Despues, dijo: los que han aconsejado al Rey, ¿á qué le han espuesto? A que digamos nosotros, que las personas que merecen la confianza de la nacion, son las mismas que S. M. ha separado de su lado; y en este caso se veria, ó espuesto á recibir un desaire, ó precisado á separarse de la propuesta de las Córtes. ¿Y no han podido preveer, que las Córtes en caso de tomar una resolucion, podrian tomar mas bien esta que la otra? Parece, pues,

TOMO II.

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que le han puesto en esta alternativa para causar una desunion, que debemos absolutamente evitar como el mas funesto de los males. Yo veo, que los mismos que de doce años á esta parte han conducido tantas veces el trono al precipicio, siguen guiándole hácia él. Quisiera que los que aconsejan á S. M., tuviesen el mismo espíritu y deseo de su conservacion, que los ministros que acaban de ser separados. Y pues, que ahora se puede hacer el elogio de las personas que han caido, séame lícito tributarles esta especie de homenage, y valiéndome de las espresiones de una boca sagrada para nosotros, esclamar: ¡ojalá que todos esos individuos venerasen tanto la Constitucion y fuesen tan adictos á ella, y tan dignos como los que acaban de ser separados! Porque á lo menos, nunca han vendido á su patria ni á su Rey.»

>Se ha visto que la Constitucion no producia los desórdenes que algunos creian, y no ha habido sino una série de intrigas para destruir de una manera segura, envolviendo la misma persona del Rey, el sistema que tanto nos ha costado.»

En los mismos términos habl aron los otros diputados. El señor Calatrava dijo: que si el Rey habia obrado con la libertad que le daba la Constitucion para la separacion de los ministros, no debian las Córtes acceder á la propuesta de los nuevos, pues en este caso serian responsables de su conducta á la opinion pública, y que privarian en cierto modo del derecho que les competia de examinarla y fiscalizar sus actos.

El Sr. Romero Alpuente: que se acababa de dar un golpe muy agradable para los enemigos del sistema constitucional, para aquellos que querian poner al Rey en el borde del precipicio. Que el Rey era inviolable por su persona; mas que esta, no cubria á los malos consejeros; que el resultado de todo habia sido dejar á las Córtes sin accion, que era lo mismo que abrir el Congreso con una mano, para cerrarlo con la otra; y que la dificultad esencial era, saber por qué no habia ministerio; por lo que pedia que en el momento se llamase á los ministros, y que oidos, se determinase lo mas conveniente, reservándose la palabra para hablar entonces.

Los Sres. Moreno Guerra, Giraldo, Martinez de la Rosa, Palarea, Zorraquin (hermano del mismo nombre que habia sido diputado), Cepero, Muñoz, Golfin y otros varios, se esplicaron en los mismos términos. No podia ser la cuestion considerada bajo otro aspecto, aun por hombres de matices encontrados.

Las Córtes se vieron despues en otro embarazo, promovido por el famoso apéndice del discurso régio. Tenian que contestar á este; mas no debian hacerlo, sino en la parte que era oficial, es decir, redactada por los secre'arios del despacho. Se encontró fácilmente esta minuta en la secretaría. En cuanto al apéndice, los ministros interinos nada podian decir sobre su verdadera procedencia. Como envolvia esta parte acusaciones graves, no podia desentenderse el Congreso de tomarlas en consideracion; pues al fin, habian sido leidas desde el trono. En este conflicto, no sabiendo á qué atenerse, resolvieron llamar á su seno á los ministros depuestos, á fin de que dijesen lo que en el particular sabian, ó que de otro modo ilustrasen al Congreso. Era el paso algun tanto estraordinario, mas lo creyeron las Córtes indispensable.

Los ministros depuestos se presentaron, pues, en la sesion estraordinaria que se celebró la noche del 4 de marzo. Despues de abierta, dijo el señor presidente que las Córtes en vista de las circunstancias en que se hallaba la nacion, y no pudiendo enterarse de su estado por la interinidad de los entonces secretarios del despacho, habian acordado que asistiesen á su sesion los señores ex-secretarios, no como hombres públicos, pues no tenian este carácter, sino para que en virtud de los destinos importantes que habian desempeñado, pudiesen ilustrar al Congreso y contestar á las preguntas que se les hiciesen por los mismos diputados, que habian manifestado este deseo.

El general D. Cayetano Valdés, ex-ministro de la Guerra, dijo que como individuo particular nada podia contestar, y que como ministro, nada tenia que decir, pues no lo era; y que cuanto habia hecho constaba en los espedientes de su secretaría, obligándose á responder en todo tiempo, siempre que hubiese cargo que hacerle.

El presidente preguntó de nuevo, si alguno de los que habian sido secretarios del despacho, tenia que esponer alguna cosa; á lo que manifestó el Sr. García Herreros, que mientras no se hiciese una pregunta determinada, no podia contestarse con precision.

Insistió el Sr. Calatrava, indicando la necesidad de que aquellos señores respondiesen á algunas preguntas, puesto que los actuales habilitados, habian manifestado no poder dar noticia alguna; y asi, que habiéndose espuesto en el discurso de S. M. que en medio de la satisfaccion que debian causarnos efectos tan saludables, como los iba produciendo el régimen constitucional, y en medio de la adhesion y consentimiento universal de toda la nacion, y de su resuelta disposicion á sostenerle, las tentativas de algunos descontentos, apoyados en las ilusiones de los que en todos tiempos se alimentan de esperanzas quiméricas y criminales, no habian dejado de alarmar momentáneamente la quietud de algunas personas de la capital, y llenar con esto su corazon de la afliccion mas profunda, deseaba saber el estado en que se hallaba la nacion, para que las Córtes tomasen las providencias oportunas, á fin de cortar estos males, etc.

El Sr. Argüelles contestó, que ni él ni sus compañeros podian suministrar las luces que deseaban las Córtes: que habian sido ministros, y separados despues por una órden que veneraban; que se habian convertido en ciudadanos particulares; y que solo en el caso de hacerles algun cargo, podrian contestar segun las leyes lo previenen que todas las dudas que tuviese el señor preopinante, eran muy fáciles de satisfacer, remitiéndose á los espedientes respectivos; los cuales daban todas las luces necesarias para aclarar la cláusula del discurso de S. M., que acababa de citar el Sr. Calatrava; y que si era factible que ellos pudiesen decir alguna cosa anticipadamente, siempre resultaria no ser mas que el dicho de un particular, que no tenia derecho para ello; que si la patria habia exigido de ellos algun sacrificio, les habia sido muy dulce el prestarlo; y que últimamente; no habiéndoles quedado mas que el honor, se atrevia á recomendarlo al Congreso.

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