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ñol, en otras nuevas, conformes con los principios equitativos de la Constitucion política de la monarquía, y adoptadas con buen éxito en las naciones mas cultas. »

El presidente le contestó con un discurso análogo, en que se vertian casi los mismos principios y sentimientos, que en otros pronunciados con igual motivo «En medio de tan vastas atenciones, tal fué su conclusion, limitadas las Córtes por la Constitucion á un período fijo en la duracion de sus sesiones, y á pesar de la prevision con que V. M. tuvo á bien prorogarlo, veian señor acercarse el término de él, dejando pendiente la resolucion de muchos de los graves negocios encomendados á su cuidado, y la nave del Estado fluctuando entre la esperanza de ver asegurado su futuro destino, y el temor de que nuevos pilotos le hicieran tomar un rumbo opuesto.

»V. M. participando de estos recelos, ha tenido á bien anunciarnos la convocacion de las Córtes estraordinarias; y manifestando de este modo sus ardientes deseos de ver consolidadas todas las partes del sistema constitucional, adquiere V. M. nuevos derechos á la gratitud de la nacion, y á la veneracion de todos sus súbditos. »

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Concluido el acto salió el Rey del salon con las mismas -ceremonias, con vivas y aplausos de los espectadores. Tambien los hubo muy sentidos para los mismos diputados. Conservaban las Cortes todavia su gran popularidad, y el prestigio que verdaderamente merecian por su celo, desinterés y patriotismo.

CAPITULO XXVII.

Nuevos disturbios.-Asesinato de Vinuesa.--Plan de República en Barcelona.Amagos de lo mismo en Zaragoza.-Riego en Aragon. Es exonerado del mando. Va destinado de cuartel á Lérida.-Sensacion que causa esta noticia, en Madrid y otras partes.-Procesion en que se pasea su retrato el 18 de setiembre.-Inquietudes -Division entre los moderados y exaltados.—Escritos en que se impugna la Constitucion, con el ostensible fin de mejorarla. Apuros del Erario.-Apertura de las Córtes estraordinarias. —Sesion régia.

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Con rep

on repungnancia dejamos las tareas de las Córtes, donde á lo menos se advierte el deseo vivo y marcado del acierto, paraocuparnos en hechos que quisiéramos borrar de la memoria; mas estamos en el deber de tomarlos y aceptarlos tales como nuestros anales los recuerdan, y no omitir ninguno sustancial de cuantos contribuyan á presentar un cuadro, sino vasto, fiel al menos de la época. No escribimos sátiras, ni tampoco panegíricos; no aspiramos, como habrá visto el lector, á elogiar á ningun partido á espensas del contrario; deseo inútil que se estrellaria contra el inflexible rigor de la verdad, que dá tanto relieve á las faltas de unos y otros, Ya se han indicado las causas de este desquiciamiento moral y político de nuestra sociedad española, por tantas pasiones y en sentidos tan contrarios combatida. Los que achacan y achacaron en su dia esta situacion tan desagradable y peligrosa, á la testura, á las faltas del código constitucional, se engañan y engañaron grandemente, por la sensiblísima razon de

que la ley mas perfecta en política, es nula y sin ningun efecto si carecen de celo, de amor á ella, de valor cívico, los encargados de su ejecucion; si no se vigila á todas horas sobre el flanco vulnerable, de que ninguna de ellas se halla exenta. Se rinden fá cilmente las plazas de primera clase, cuando no las defiende un gobernador de inteligencia y de bravura; mientras se detienen ejércitos enteros delante de un monton de ruinas, donde hay quien dé impulso á los arranques de la impavidez que desprecia los peligros. Eran enemigos de la Constitucion, comenzando por la corte, las clases del privilegio, poderosas, ricas é influyentes, que se hallaban con infinitos medios de dañarla; y si este ejem plo no era muy contagioso en sentido activo,, entibiaba, arredraba, y hacia obrar como enemigos de ella á muchos que tal vez pensaban bien, mas que vivian con temores de una reaccion en vista de esta liga formidable, y tenian vivos los recuerdos de la del año 14, tan famosa por sus atrocidades. Las Córtes conservaban su prestigio: en cuanto á los ministros, si no habia nada que decir contra su honradez, probidad y pureza como administradores, no pasaban por comprometidos, por identificados con la causa constitucional, por hombres decididos á ser mártires, por conservarla intacta y pura entre sus manos. Es un principio inconcuso, incontrovertible, de que se ha querido prescindir sobradas veces, á saber; que en situaciones dadas, no basta que los gobernantes sean probos, sean puros, sean honrados en la acepcion que se dá á estas voces vulgarmente, sino que por la clase de sus circunstancias personales, no haya mas alternativa para ellos, que el triunfo de las leyes á cuya ejecucion presiden, ó hundirse en un abismo. Parecerá tal vez demasiado dura y severa esta asercion; mas la esperiencia en mil casos la confirma. Ni los ministros se hallaban en semejante posicion, ni un gran número de altos funcionarios, entre los que se contaban gefes políticos de tanta influencia en los negocios públicos. La magistratura, despojada por la Constitucion de sus funciones administrativas, reducida ahora á las meras judiciales, era naturalmente desafecta al nuevo régimen. Los curiales en general, cuyos recursos pecuniarios habian venido á menos con el sistema de los

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juicios de conciliacion que evitaban tantos pleitos, no podian tampoco gustar de lo que rebajaba sus servicios é importan cia. A proporcion que aumentaba la tibieza, el desafecto, el retraimiento en unos, subian de punto en otros, el disgusto, los récelos, la suspicacia, los gritos de alarma, las declaraciones y vociferaciones de los que llamaban exaltados. Del mismo modo que algunos bajo la máscara de estos últimos, provocaban escesos con el solo objeto de hacer odiosas las instituciones liberales, se cubrian otros con el manto moderado, no por principios y convicciones, sino para tener un pretesto, de evitar todo género de compromisos. De miras tan opuestas, de pasiones tan en pugna, no podian resultar mas que conflictos lamentables. De las ocurrencias de la Coruña y Barcelona, hemos hablado en el articulo anterior; comenzaremos las que vamos á narrar en este, con un gran delito, con una verdadera atrocidad, que recordó dias aciagos en los anales de la revolucion francesa.

Desde el mes de febrero se hallaba preso en la cárcel de la Corona un capellan de honor llamado D. Matias Vinuesa acu. sado y convicto de un crímen de conspiracion que envolvia la ruina del sistema constitucional, aunque el plan tenia visos de desacertado. Se trataba, al parecer, de que el Rey llamase á palacio las autoridades de Madrid, y que se apoderase de sus personas, mientras el infante D. Cárlos saldria á caballo á concitar los cuerpos de la guarnicion, sobre los que se le suponia grande influencia. Cualquiera que fuese la mayor ó menor discrecion del plan era un hecho indudable su existencia, cuanto que por la delacion del mozo de una imprenta, habian caido en manos de un juez las proclamas que se estaban tirando, en el acto de presentarse en aquel sitio. Lo mismo confirmaron varios papeles, cogidos al citado Vinuesa: la prueba era plena; el conspirador no habia podido resistirse á tan fuertes argumentos. Tal era al menos la opinion del público, en quien hizo gran ruido la noticia, que con la rapidez del relámpago cundió por todas partes. De este asunto se ocuparon el periodismo, las sociedades patrióticas, las calles, los cafés y hasta las musas, en una cancion que fue muy popular en aquel tiempo.

Esperaba el pueblo acalorado, que el culpable espiaria su delito en un suplicio: que despues de tanta indulgencia, en favor de otros de su especie desplegada, se usaria de todo rigor tra tándose de una conspiracion de que habia tantas pruebas. Mas el juez que entendia en la causa, defraudó la espectacion de los que estaban ansiosos de venganza. E4 de mayo se hizo pública la sentencia, que condenaba á Vinuesa á ciertos años de pre-' sidio. Se agitó el público en todas direcciones, unos de impaciencia, otros de furor; quiénes, con el miedo de que se desahogasen pasiones que ya nada reprimia. Se pasó la mañana en este ruido sordo, precursor de tempestades. A eso de las dos de la tarde se reunieron en la puerta del Sol grupos de hombres resueltos, que con la velocidad del rayo se dirigieron á la cárcel de la Corona. Llegar, forzar la puerta que apenas fué defendida por la guardia, compuesta de milicianos, correr á donde estaba el preso y acabarle á golpes, fué obra de un instante. Perpetrada esta gran atrocidad, se retiraron. El famoso Abuelo que se hallaba en la misma cárcel, no padeció violencia alguna, ni aun los grupos preguntaron donde estaba.

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Poco despues se puso la guarnicion sobre las armas. Ya era tarde para evitar la violencia cometida; mas se temian otras nuevas. Ninguna tuvo efecto. Ninguna otra cárcel ni casa par. ticular, estuvo siquiera amenazada. Se habló, se cantó mucho; la gente permaneció bastante tiempo en la puerta del Sol y calles inmediatas; pero no hubo mas conflictos, ni necesidad de apelar á vias de hecho. La muchedumbre se fue dispersando poco a poco, sin mas alteracion del órden público.

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En las Córtes provocó este suceso una sesion acalorada, euando el dia siguiente 5 dió cuenta de él el ministro de Ultramar, por ausencia del de la Gobernación de la Península. Fue ron entre los diputados, los Sres. Martinez de la Rosa y conde de Toreno, los que se espresaron en términos mas fuertes contra una atrocidad, la primera de este género perpetrada durante el régimen constitucional, que llevaba mas de catorce meses de existencia. Abria, en efecto, un gran campo á la censura semejante rasgo de violencia, y los oradores indicados no omitieron

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