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espresion ni figura, que pudiese presentarle con todos sus colores feos. La justicia estaba de su parte. Que semejantes actos, prescindiendo de su culpabilidad, no podian mas que redundar en descrédito de la causa constitucional; que sus enemigos los aducian como los argumentos mas fuertes á favor de la que ellos defendian, era demasiado notorio y evidente. Se acusó entonces, y algunos lo repitieron despues (1), á los Sres. Moreno Guerra y Romero Alpuente, de haber hecho en aquella sesion la defensa y apologia del asesinato de Vinuesa; mas el primero no habló; el segundo se limitó á proponer se dijese al gobierno, que las Córtes quedaban enteradas; y que informase por escrito, las medidas que habia tomado para precaver aquel suceso; indicacion que fué desechada. Asi consta del Diario de las actas y sesiones.

Infundió terror el asesinato de Vinuesa, que parecia precursor de atrocidades de la misma especie. Reunió el Rey su guardia en el patio de palacio, y la arengó apelando á los sentimientos de fidelidad hacia su real persona, que los habian distinguido en todas ocasiones. Respondió la guardia con acentos de sinceridad á tan solemne llamamiento. Mas la persona del Rey no estuvo nunca, ni entonces, ni antes, ni despues, en ningun sentido amenazada. El asesinato de Vinuesa fue un hecho aislado, como se vió luego palpablemente, producido por la estraordinaria efervescencia del momento. La sentencia de Vinuesa, se presentó como una infraccion de la ley, que como á conspirador contra la Constitucion, le conde

naba á muerte.

Por aquellos tiempos comenzaron las acusaciones de republicanismo, á sonar mas alto en las bocas de algunos moderados. La distancia entre estos y los exaltados, se iba aumentando cada dia. No habia tales planes de república, ni en las dos sociedades secretas políticas, se suscitaron jamas cuestiones semejantes. Tal vez, y sin tal vez, fermentó el sentimiento y la idea en algunas

(1) El autor anónimo de la vida de Fernando VII, lib. IX.

cabezas aisladas; mas la abolicion del trono en toda aquella época constitucional, no fue, no estuvo nunca en los principios de ningun partido.

que

Un plan de esta especie estalló, ó abortó mas bien, por aquel tiempo en Barcelona, centro comparativamente de mas exaltacion, que ningun otro de toda la Península. Contribuia á alimentar este calor la reunion de los napolitanos y piamonteses, que venian huyendo de los rigores á que los esponian en aquellos paises sus compromisos por la causa revolucionaria. Las pinturas hacian de los efectos de la reaccion, fieles unas, exageradas probablemente otras, debieron de encender sentimientos de indignacion en muchos ánimos. El carbonarismo cundió allí con mas fuerza y prontitud que en otras partes. El azote de la peste que se habia comenzado á declarar en aquella capital desde el mes de abril, contribuyó á dar creces á las turbulencias. Para impedir el contagio, hizo situar el gobierno francés en la frontera un cordon sanitario, sin duda con mas objetos que uno; disposicion que aumentó los recelos, y confirmó las sospechas de los que tenian al gabinete de las Tullerías, por enemigo del sistema político que nos gobernaba.

A la cabeza del plan republicano en Barcelona, se hallaba un francés llamado Bessieres, cuyo nombre sonó tanto despues en nuestra España. ¿Obraba por ideas, por sentimientos propios? ¿Era instrumento de los que trabajaban por destruir el sistema constitucional, promoviendo escesos? Aunque su conducta posterior favorece ambas hipótesis, nos atenemos con preferencia á la primera. Era el plan de Bessieres demasiado arriesgado, para acometerle por pura hipocresía. La trama fue, en efecto, descubierta, preso Bessieres, encausado y sentenciado á la última pena, segun el decreto reciente de las Córtes. Mas la exaltacion pública se mostró con tanta energía en pro suyo, como contraria en Madrid á D. Matias Vinuesa. Se pidió y reclamó en su favor, la amnistía concedida á los facciosos que se habian cogido en Salvatierra, aunque era el caso muy diverso. En aqueHa agitacion, que rayaba en alboroto, se tuvo á bien consultar la sentencia con el tribunal especial de Guerra y Marina, quien la

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conmutó en un encierro por diez años en la fortaleza de Figueras.

Se alegó la conducta diversa observada dos años despues por Bessiere's, y de que hablaremos á su tiempo, como una prueba de lo falso que habia sido en esta tentativa; mas es prueba de muy poca fuerza. Por desgracia es demasiado el número de los que en política no tienen opiniones y principios fijos, sin mas norte en su conducta que sus pasiones ó intereses del momento. No es tan raro ver convertidos en monárquicos puros, á republicanos fogosos; y en apasionados por esta institucion, á los que blasonaban antes de mas adhesion y acatamiento al trono. La historia de la época que vamos recorriendo, y la mas reciente que alcanzamos hoy, son harto fecundas en aberraciones de esta especie, designadas despues tan candidamente con el modesto lítulo de desengaños.

Aunque algo mas tarde, fermentó otro plan de república en Zaragoza, donde se hallaba de capitan general D. Rafael del Riego. Un francés refugiado de su pais, llamado Cugnet de Montarlot, se puso á la cabeza é inició en el designio á ciertos individuos, mas en corto número. Acusaron á Riego sus enemigos de pertenecer á los conjurados; una de las mil calumnias de que fue blanco este hombre, que en la demasiada franqueza de lenguage, y falta algunas veces de circunspeccion en su con ducta, presentaba mas de un punto vulnerable.

Con tal carácter se anunció en Zaragoza desde el principio de su mando, y se conservó durante su residencia de ocho meses. Franco, abierto, accesible á todo el mundo, liberal por sentimiento, por convicciones, por lo enlazado que su nombre estaba con el restablecimiento de la Constitucion, no creia necesario mostrarse detenido, ni mirado, ni circunspecto, tratándose de la manifestacion, del despliegue de bandera á cuya sombra militaba. Asistia á las sociedades patrióticas; no era rara su presencia en los cafés, y con frecuencia se veia su persona en fiestas populares, en manifestaciones públicas, donde los li berales exalta los hacian alarde de sus sentimientos. Pertenecia, en efecto, á este partido, de lo que no se recataba mas en

su puesto de capitan general, que en otros cargos anteriores.

Con diferentes caractéres se mostraba la conducta pública del gefe político D. Francisco Moreda, paisano de Riego y amigo. personal suyo, antes de ser en cierto modo compañero en mando. Moderado puro en todo el rigor de la palabra, no ocultaba su desaprobacion de la conducta del general que tachaba de asaz ligera y poco circunspecta. A la frialdad que esta diferencia de ver las cosas introdujo entre las dos autoridades, sucedió una verdadera pugna y rivalidad, por ninguna de ambas ocultada. Varias quejas mútuas llegaron por distintos conductos al gobierno: las del gefe político debieron de hacer mas impresion en hombres como los ministros, que participaban en un todo de sus opiniones. Vinieron despues las acusaciones de república, que sino caian directamente sobre Riego, le hacian daño por suponer que su conducta demasiado franca, era la que daba alas á planes subversivos. Las inculpaciones, las insinuaciones del año anterior, se renovaron: se hizo creer que era incompatible con el reposo público, la conservacion de un hombre tan peligroso en aquel mando. Triunfó, pues, el gefe político, y se espidió la órden de separacion de Riego, mientras este se hallaba fuera de Zaragoza, recorriendo varios pueblos del distrito.

Sabida de oficio la disposicion del gobierno, parecia muy natural la vuelta de Riego á Zaragoza para recoger sus efectos, y hacer los preparativos de su viage: mas el gefe político, creyendo ó fingiendo creer que su vuelta ocultaba algun designio hostil, trató de evitarla á toda costa. El dia que debia ser de su llegada, se mandó poner la guarnicion sobre las armas, se tomaron todas las disposiciones militares, como si Riego estuviese resuelto á entrar en la ciudad á viva fuerza, con el auxilio de sus partidarios. Para dar mas aparato á la solemnidad, se publicó el plan de los conspiradores, y se puso en la cárcel á Montarlot y los principales indicados. Al mismo tiempo se mandó salir una partida de caballería á las órdenes de un oficial, con la de ir al encuentro de Riego, y hacerle detener en el punto donde le

encontrase.

Se habló de colision entre esta tropa y la que escoltaba al

general; de que este tiró de la espada contra el oficial que le comunicó la órden. Mil especies de esta clase se esparcieron por sus enemigos, empeñados en ennegrecerle. Mas no hubo conflictos, ni golpes, ni amenazas. En medio de su irritacion tan natural, comprendió bien Riego el terreno que pisaba entonces; y desde el mismo donde se encontraba, torció el curso hácia Lérida, á donde en clase de general de cuartel, estaba destinado.

Encendió esta noticia los ánimos de la capital, bastante agitada y conmovida desde el lance de Vinuesa; y sobre todo, despues que las Córtes habian cerrado sus sesiones. Era entonces capitan general de Castilla la Nueva D. Pablo Morillo, conde de Cartagena, hombre firme y de teson, que se hacia respetar de la gente acalorada. La corte estaba fuera; era en estos momentos de ausencia, cuando crecian los rumores de conspiracion, cuando se aumentaban los recelos. En proporcion que se descubrian en el Rey deseos de dejar la capital, mayor era la ansiedad, la impaciencia y el clamor del público para que volviese. Es inútil entrar en pormenores de aquellas agitaciones, que presentaban unas mismas fases y terminaban en iguales resultados. El asesinato de Vinuesa fué un hecho aislado de que no habia antes modelo, de que no se presentó ninguna copia. A varias demostraciones de disgusto y de indignacion habian dado lugar otras causas por el estilo, en que se habia creido ver la misma lenidad por parte de los jueces: mas no se procedió á vias de hecho, por mayor vigilancia de las autoridades.

La noticia de la destitucion de Riego puso en movimiento, como hemos dicho, los ánimos de los exaltados. Para desagraviarle en cierto modo, trataron de darle un testimonio público de sus simpatías, y para esto, idearon pasear un retrato suyo por las principales calles de la capital, en las horas de mas concurrencia. ¿Se propusieron con esto promover un motin, una sedicion, un movimiento de revolucion y de trastorno? No es creible que apelasen á un medio, á un anuncio tan solemne, en que no podian menos de coger apercibidas á las autoridades, y puestos en accion todos los medios de defensa. De otros modos,

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