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derarse bajo dos aspectos; uno privativo y peculiar á la ciudad de Valencia, y otro general respecto á toda la nacion. Para el primer caso, habia indicado la comision á los ministros de Guerra y Gobernacion de la Península, lo conveniente que seria la remoción del capitan general y gefe político de la península; á lo que no habian querido acceder los dos secretarios del despacho, manifestando que el gobierno no podia proceder á esta medida por noticias vagas, y que estando ya el asunto sujeto al poder judicial, cuidaria el gobierno que se procediese al castigo de los que apareciesen verdaderamente delincuentes. La comision en vista de esta negativa, habia tenido que ceñirse al segundo punto sobre las medidas generales que se deberian adoptar, las que proponia á la deliberacion de las Córtes, y eran las siguientes:

1.a Activar la organizacion de la Milicia Nacional voluntaria, tanto de infantería como de caballería, autorizando para esto á los ayuntamientos y diputaciones provinciales, encargándoles particularmente que buscasen recursos para armarlas inmediatamente, y promoviendo su pronta instruccion.

»Activar la conclusion de las causas de Estado.

3.a >Escluir á todo estranjero de los mandos de cuerpo, pla za ó provincia, á no tener dispensacion particular de las Córtes para obtenerlo.

4. Exigir la responsabilidad á cuantos hubiesen detenido, entorpecido ó dilatado el cumplimiento de los decretos de las Córtes, y hacer que los que estuviesen por cumplir, se llevasen á efecto dentro de ocho dias.

5. Que las Córtes avocasen á sí todos los espedientes de las secretarías de Gracia y Justicia y Consejo de Estado, relativos á los nombramientos de los tribunales y demas plazas de magistraturas, para que los examinase una comision especial.

6. Que las Córtes enviasen un mensage al Rey, para que manifestándole el estado de desconfianza y amargura en que se encontraba la nacion, se sirviese nombrar funcionarios públicos que mereciesen de antemano el amor y confianza de los pueblos, y

que en union estrecha con la representacion nacional, se tratase de calmar la ansiedad de las provincias, de consolidar el sistema constitucional, y de establecer de una vez la tranquilidad de esta nacion heróica, que tantos sacrificios habia hecho, que tantas lágrimas habia derramado, y que habia desplegado tantas virtudes, tantos sentimientos nobles y generosos.»

Habiéndose suscitado la cuestion sobre si el dictámen se discutiria en el acto, ó se dejaria para el dia siguiente, se decidió el primer estremo.

Rodó el principio del debate, sobre la negativa del gobierno á la separacion de las autoridades civil y militar de Valencia. Los ministros de Estado y de la Gobernacion de la Península, se encerraron en su próposito de no tomar medida alguna, que no estuviese justificada por lo que arrojase de sí la causa que se habia formado sobre el asunto. Por mucho que insistieron algunos diputados en la conveniencia de adoptar la determinacion contraria, la cuestion no salió de este terreno.

Se pasó á la segunda parte del dictámen, y en la misma sesion, se declaró haber lugar á votar sobre su totalidad.

En la del 24, se aprobaron la primera y segunda medidas que proponia la comision. La tercera fué retirada; y respecto á la cuarta se declaró, que no habia lugar de votar.

Sobre la quinta recayó votacion nominal, y fué desechada por 68 contra 62.

En sesion estraordinaria del propio dia, se aprobó la sexta medida, habiendo sido encargada la misma comision, de estender el proyecto de mensage.

Para concluir el asunto relativo á las cosas de Valencia, resolvieron las Córtes que se exigiese la responsabilidad al gefe político D. Francisco Plasencia; mas no por los acontecimientos del dia 17, sino por queja de un alcalde, á quien dicho gefe habia impuesto una multa de 2000 reales, por haberse negado á dar testimonio de un sumario en que entendia la referida autoridad municipal. A falta del pago de la multa, fué el alcalde suspendido.

Como el suceso de Pamplona ocurrió casi al mismo tiempo

en que se habia verificado el de Valencia, se mezclaron ambos puntos en las mismas sesiones de las Córtes. Nosotros hemos preferido hablar de ellos separadamente; tanto mas, cuanto que fueron de diversa índole.

Tratándose de los desafueros que allí tuvieron lugar, se quejó el general Alava, de que cuantos regimientos habian pasado á Pamplona de guarnicion, por mas meritoria que fuese su conducta, se habian convertido en enemigos de aquellos habitantes. El general citó varios cuerpos de los que tuvo á sus órdenes, y se habian visto en semejante caso. Echó la culpa al mal espíritu que animaba á la Milicia nacional de Pamplona, que estaba en inteligencia con los facciosos de Navarra; y que en una espedicion verificada contra estos, no habian queri do salir de la plaza, con ánimo, sin duda, de apoderarse de la ciudadela. «Para mí no cabe duda, dijo, de que si no se hubiesen hallado entonces en Pamplona muchos oficiales de los que se llaman exaltados (y cuidado que yo no pertenezco á esta clase, pues aspiro á ser moderado en todo), y no hubiesen ocupado la ciudadela, podrian haber sucedido lances muy funestos; pues sin duda hubiera dado mucho que hacer, que una ciudadela como la de Pamplona, tan inmediata á Francia, y habiendo en aquella nacion un ministerio como el actual, hubiese caido en manos del sistema anticonstitucional. Yo no puedo menos de pedir, como una medida precisa, que esta milicia sea desarmada, sin perjuicio de que se llame al gobierno, á informarnos sobre aquellos procedimientos.

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Pido, pues, á las Córtes (tal fué el tenor de una proposicion que hizo en seguida), que vistos los repetidos sucesos y desagradables acontecimientos de Pamplona, acuerden llamar á los secretarios de la Gobernacion y de la Guerra, para que oyendo á los diputados, tomen las medidas mas eficaces y activas para que acaben para siempre los disturbios en aquella ciudad, debiendo ser en mi concepto una, desarmar la Milicia Nacional de Pamplona.›

El ministerio, que se presentó en seguida, confirmó las noticias que ya circulaban en el Congreso; y dijo, que habia dado

órden al general Lopez Baños de que se trasladase inmediatamente á Pamplona, lo mismo que al brigadier Sanchez Salvador, á quien se habia encomendado el mando de la plaza.

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El general Alava volvió á indicar los esfuerzos que habian hecho en algun tiempo los facciosos para apoderarse de aquella ciudadela. «Gonozco, continuó, el fanatismo que hay en las actuales personas públicas de Francia, respecto de la Constitucion de España. Es preciso que las Córtes no pierdan de vista la conducta que observa el ministerio francés, y que bajo pretesto de sanidad, refuerza muy á menudo las tropas de la frontera. Yo desearia, porque lo considero de absoluta necesidad, que la guarnicion se quedase siempre en la ciudadela, y que en vista de la conducta que ha manifestado aquella Milicia Nacional, se la desarmase completamente.»

«Aplaudo la proposicion de mi digno compañero el Sr. Alava, dijo el Sr. Argüelles, y debo manifestar que estoy convencido, de que sin perjuicio de muchas personas beneméritas que hay en Pamplona, existe un espíritu hostil contra la Constitucion, fundado tal vez en un error que por desgracia existe. Digo que es un error, y que existe muchas veces de buena fé. En Pamplona no podemos desentendernos de que ha existido una Constitucion, y que los malévolos, tanto estranjeros como naciona les, se han valido de esta predileccion de los naturales hácia esta Constitucion, para hacerles creer: 1.° Que lo han perdido todo por lo que actualmente tienen: y 2.° Que es su interés, el restablecerlo á toda costa. . . . . . Pamplona, como ha dicho muy bien el Sr. Alava, no es lo mismo que Valladolid. Es la Have de España, y diré mi opinion francamente en este particular. Esta especie de fanatismo con que se ha querido mirar en Francia por las personas públicas, no solo la Constitucion española, sino sus principios, ha contribuído á que se involucre el odio hacia ella, y la persuasion de ciertas personas que han tenido parte en formar esta faccion. Este es el mal, y las Córtes no deben perder de vista este asunto. Un gobierno que mira. como un mal el que exista esta Constitucion en un pais vecino, ¿se contenta solamente con reprobarla? No señor: incita á su

odio, promueve à una guerra civil, y desacredita personas. Lo que promovió los males de la revolucion de Francia, no fué ella misma, sino la liga de la Europa en Pilnitz, formada por intereses particulares. Este es un cuadro que debemos tener presente, y que nos indica que debemos tomar medidas enérgicas. Soy franco; las persona que hay en el gobierno, me inspiran toda confianza; pero sin perjuicio de las medidas que ha tomado, se debe tomar alguna otra, porque Pamplona podria ser la base de cualquiera trastorno que pudiese haber en España. Ninguna plaza fuerte en toda la línea de los Pirineos, ofrece una base de operaciones militares como esta. Por consiguiente, cuando considero que en Bayona hay una reunion de personas, que no solo no han tenido ningun reparo en manifestarse, sino que han querido hacer ver que en España subsiste una liga, creo que el gobierno debe adoptar las medidas convenientes. La primera que se debe tomar por ahora, es la que manifiesta el Sr. Alava; esto es, desarmar aquella Milicia. Sin embargo de esto, si las Córtes lo consideran conveniente, puede pasar esta proposicion á la comision de guerra, por si tiene que añadir alguna cosa. Por lo demas, la apruebo y creo que las Córtes están en igual caso. »

Otros varios diputados la apoyaron. Al fin se aprobó la proposicion en estos términos: «debiendo ser la primera medida que se tome, la de desarmar la Milicia voluntaria de Pamplona, sin perjuicio de volverla á reorganizar cuando lo permitan las circunstancias. >

Se ve en estos discursos que acabamos de estractar, lo justamente inquietos que se hallaban, hasta los miembros mas moderados de las Córtes, por la conducta que con nosotros observaba el gabinete de la nacion vecina.

En la sesion del 19 de marzo propuso Argüelles, que en atencion à la solemnidad del dia, parecia conveniente celebrarla con la discusion y aprobacion del dictámen de la comision de premios, sobre los honores que debian hacerse á los beneméritos Padilla, Lanuza y demas que murieron en defensa de las libertades públicas.

TOMO II.

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