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ahogos cuando habia llegado el caso de obrar con energía, y ponerse á la altura de las circunstancias; con tono cada dia mas amenazador, los periódicos de la Santa Alianza; los negocios públicos, en el desórden y falta de concierto que debia aguardarse de esta especie de disolucion fatal, de que estábamos amenazados; las sociedades secretas obrando siempre de un modo incompleto, agitadas ellas mismas por disturbios, y comprometidas no pocas veces por imprudencia ó mala fé de algunos de sus individuos; tal es el bosquejo del cuadro triste que presentaba la nation en aquellas circunstancias.

No somos nosotros de los que piensan que los tales disturbios de un pais, son todos producidos por manejos de las agitaciones estranjeras interesadas en vencer, á favor de estas disensiones intestinas. Bien sabemos que uno de los medios de combatir la libertad, es llevarla á escesos que la presentan con odiosos caractéres; y que los hombres que parecen mas ardientemente pronunciados por su causa, son instrumentos muchas veces, é instrumentos vendidos, de los que preparan de este modo el triunfo de la tiranía. Mas tambien creemos, y la esperiencia lo acredita, que hay en el corazon del hombre infinitos elementos de discordia, que en toda revolucion se abre bastante campo á las pasiones para que se turbe el órden público, para que se originen disturbios que comprometen la paz de las naciones. No atribuiremos por esto á manejos estraños, todo lo triste de la situacion que entonces nos llenaba de inquietudes; mas no por esto deja de ser cierto, que muchos de los citados males eran por las mismas provocados. Sin ellas, no hubiesen los facciosos llegado á tal grado de importancia y osadía: sin intrigas estranjeras, no hubiesen circulado tanto las ideas funestas de modificaciones ó de cambios, ni adormecidose tantos honrados españoles, mas tímidos y alucinados, con la idea tan halagüeña de que estos cambios iban á fijar de una vez nuestros destinos. Sin las intrigas esteriores, hubiesen sido siempre grandes nuestros disgustos; perjudicial nuestra inesperiencia, y funestas nuestras animosidades. Con el influjo estraño llegó todo á un estremo tal, cual nuestros enemigos deseaban.

Estos planes estranjeros eran los que les sujeria su política, los que podian llevar adelante sus designios en aquellas circunstancias. No habiendo decretado contra España en Laybach, la invasion armada que puso fin á la Constitucion de Nápoles, no les restaba mas medio, que fomentar entre nosotros las funestas disensiones que nos debilitaban y consumian. Era para ellos aventurado el envio de un ejército desde tan lejos, y estaban todavía muy frescos los recuerdos del modo con que habian sido en otro tiempo recibidas las legiones estranjeras, enviadas contra nuestra independencia. La intriga, la guerra indirecta, era, pues, un medio mas fácil, mas seguro, mas barato, menos espuesto á compromisos, y que les dejaba siempre espeditos para echar mano de otros mas violentos y eficaces, cuando se hubiese probado la inutilidad absoluta del primero.

Tal vez insistimos demasiado en estas consideraciones; mas sin ellas no se esplicaria bien por qué motivo no tuvimos invasion estranjera durante los tres primeros años de la época constitucional, y cambió el plan de aquellas potencias en el cuarto. Hubo necesidad de comenzar por fáciles ensayos, antes de empeñarse en otros dispendiosos. Fué prudente en ellos intentar destruirnos por nosotros mismos, sin darse el aire odioso de violentos opresores. A fuerza de trabajar en terreno tan fecundo, habian llegado ya las cosas á un punto en que pudieron creer, estaba muy pronto el desenlace deseado. Asi, se prepararon por los enemigos de la Constitucion movimientos de un carácter, de osadía, que no habian tenido en los dos años anteriores. Tres ocurrieron, dignos de consideracion y de recuerdo histórico. Mas el resultado hizo ver, que no estaban todavía las cosas en el punto que se figuraban.

Ocurrieron dos de ellos en un mismo dia, el 30 de mayo, y en puntos muy distintos; uno en Aranjuez, y el segundo en Vacia. Esta coincidencia, la circunstancia de ser el dia en que se celebraban los del Rey, y verificarse uno de ellos á presencia del monarca mismo, les dieron una significacion de grandísima importancia. Hacía ya tiempo que se susurraba el estallido de un compló en el Real sitio, con cuyo motivo acudió allí un grau

gentío, atraidos unos por mera curiosidad, otros por deseos tal vez de tomar parte activa en el negocio. La Milicia nacional estaba prevenida ; lo mismo se puede decir, de las tropas del ejército que pasaban por leales. Se creia por algunos, que divulgado en cierto modo el plan, ya no tendria efecto; mas el resultado no correspondió dicha espectativa. La mañana del citado 30 se dieron vivas al Rey absoluto, á vista del monarca, en los jardines, cuando mas llenos se hallaban de gente llamada allí por la solemnidad del dia. Fueron sirvientes de palacio, soldados de la Guardia Real y otras personas con que se contaba de antemano, los que enarbolaron este pendon de rebeldía, que hubiera producido fatales resultados á no haber acudido la Milicia nacional, y mostrádose la tropa contraria al grito sedicioso. Los gefes militares se mostraron como siempre fieles: el general Zayas, que se hallaba en el sitio á la sazon, contribuyó al restablecimiento de la calma, y á que no pasase adelante el conflicto que empezaba ya á empeñarse. Sosegado el movimiento de la mañana, se presentaron nuevos síntomas por la tarde, donde hubo iguales gritos, pronunciados por la misma clase de personas. Se temia que el lance llegase á ser mas sério, que el infante D. Cárlos, que habia salido á caballo aquella tarde, se pusiese abiertamente á la cabeza de la insurreccion; mas no tuvieron bastante audacia para ello. Contaron con un triunfo fácil, con que el grito general de la gente que habia acudido al sitio, corresponderia al dado en los jardines. No conocian bien el terreno que pisaban. Rotrocedieron delante de la actitud imponente de los unos, del silencio elocuente de los otros.

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•El movimiento de Valencia tuvo un carácter muy sério, y de un alcance prodigioso. Se trataba de poner en libertad al antiguo capitan general de Valencia, el general Elío, preso entonces en la ciudadela, y proclamarle gefe de la insurreccion, que por entonces se habia estendido en toda la provincia. Era el primer paso apoderarse de dicha fortaleza, y alzar allí el pendon, ya con el general á la cabeza. Se llevó esta operacion al cabo fácilmente. Un piquete de artillería que pasó al citado pun

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to á hacer las salvas de ordenanza, dió el grito de viva el Rey absoluto, y levantó en seguida el puente levadizo. Se dijo que el general Elío, desconfiando del plan, no quiso pronunciarse, ni aun salir del sitio de su encierro. Si esto fué asi, manifestó bien que era hombre previsor, y que conocia me jor que los artilleros el estado de las cosas. No correspondió, en efecto, el grito de la ciudad al suyo, como tal vez se imaginaban. La Milicia nacional, las tropas, entre las que se contaba el regimiento de Zamora y el mismo de Artillería, los jefes militares y civiles, todos se declararon en contra de los amatinados. Se cercó la ciudadela, y las autoridades se valieron de cuantos medios de persuacion estuvieron á sus alcances para reducir á los sublevados; mas estos les amenazaron con las armas. Entonces se mandó publicar el bando que prevenia la ley de 17 de abril de 1821, y se les dió media hora de término para que desistiesen de su propósito; y no habiéndose conseguido nada, se hizo un fuego vivisímo sobre los facciosos. Viéndose estos sin víveres, sin recursos, sin ninguna esperanza de que en la ciudad se secundase su intentona, pidieron capitulacion, y las autoridades mandaron suspender el fuego. En este intérvalo, algunos paisanos y milicianos nacionales penetraron por medio de escalas en la ciudadela, donde se cometieron desórdenes inevitables. Al amanecer del 31, eran las autoridades ya dueñas de la fortaleza, donde quedaron los facciosos encerrados. Habian tenido en la refriega un muerto y tres heridos, sin que por nuestra parté hubiese resultado mas que uno de estos últimos, que era miliciano nacional. Tal es lo que arrojaban de sí los par⚫tes oficiales.

El acontecimiento de Aranjuez, escitó en la capital sentimientos de grande indignacion: el de Valencia, que se supo tres dias despues, colmó la medida del disgusto. En la sesion del mismo dia, hizo el Sr. Salvá la proposicion siguiente: «pido á las Córtes se sirvan mandar, que inmediatamente se presenten todos los secretarios del despacho para instruirnos del estado de las relaciones diplomáticas con el gobierno francés, y de los últimos sucesos de Aranjuez, Valencia y otros de igual naturaleza. »

TOMO II.

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Las Córtes lo acordaron asi, y como una hora despues se presentaron efectivamente los ministros.

La discusion que provocó este asunto, tuvo el carácter borrascoso que habia distinguido á las anteriores en iguales circunstancias. Se pidió por el Sr. Bertran de Lís, que el gobierno presentase todos los partes, con motivo de la sublevacion de la ciudadela. Fueron en efecto presentados; y en lo sustancial, se reducian á lo que llevamos indicado.

Entonces se hicieron cargos al gobierno, y sobre todo al ministro de la Guerra, por su obstinacion en no sacar de Valencia al segundo regimiento de Artillería en pugna con la poblacion, sobre todo, desde el 26 de marzo. Acusaron á las autoridades de haber tenido noticia de lo que pasaba, y no haber tomado providencias sérias para prevenirlo.

¿En qué consiste, dijo el Sr. Bertran de Lís, que en el tiempo mismo del despotismo, cuando un cuerpo no estaba en armonía con un pueblo, se adoptaba la medida de relevar el cuerpo? ¿En qué consiste, que cuando la brigada de Carabineros Reales, nacionales ó como se quieran llamar, tuvo una disension con los milicianos de Córdoba, la hicieron salir de este pueblo? ¿Y en qué consiste, que cuando se ha tomado esta misma providencia en distintas épocas, ahora que han reclamado los batallones de Milicias que se relevase el segundo regimiento de Artillería, no ha querido el ministro concederlo? ¿Qué consecuencia sacaré de aquí, cuando veo que individuos de este cuerpo son los que se han puesto al frente de la revolucion?

La consecuencia es, que el ministro de la Guerra está complicado en el plan. (Aplauso en las galerías; varios diputados reclaman el órden) Yo me presento aquí como un diputado que acuso al ministro de la Guerra, y me dirijo contra S. S. La consecuencia que yo saco, es esta; y si sobre esto no le hago cargo, es porque no tengo mas que sospechas, porque no tengo todos aquellos datos justificativos para el efecto. Mas sí le haré un cargo terrible, de haber sido el autor de todas estas desgracias que han sucedido en Valencia, y de cuantas puedan ocurrir. La sangre que se ha derramado en aquella ciudad, sea

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