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mencion algunas veces. Estaba encausado y enjuiciado, 1.o: por infractor de sus juramentos á la Constitucion de 1812, habiendo sido el primero que proclamó á Fernando VII Rey absoluto, segun ya hemos visto: 2.° por las tropelías y crueldades que habia cometido durante los seis años del régimen despótico. El asunto era grave; la culpabilidad del general, bajo ambos aspectos, no sujeta á duda; las consecuencias de dicho enjuiciamiento ó proceso, no podian ser muy problemáticas. El negocio estaba parado y suspendido, hacia muchos meses. Ocurrió despues la sedicion del 30 de mayo perpetrada en la ciudadela de Valencia, y el intento de los sublevados de proclamar por gefe al general Elío, quien se negó á condescender, y se volvió al aposento de donde le habian sacado. ¿Estaba el general en dicho plan? ¿Se resistió á ponerse á la cabeza por no contar con buenos resultados? Es posible que de no, apareciesen de esto pruebas evidentes. Mas cualquiera comprende la escitacion de los ánimos, la efervescencia del movimiento popular, el pronunciamiento de la muchedumbre contra una persona culpable de tantas atrocidades, durante la época del despotismo. El general Elio, sentenciado ya á la última pena por el grito de la opinion, lo fué igualmente por el tribunal que entendia en su causa. El capitan general no quiso autorizar con su firma la ejecucion de la sentencia: á lo mismo se negaron dos o tres gefes en quienes recayó sucesivamente el mando, hasta que llegó á un teniente coronel, que de grado ó en la imposibilidad de resistir al clamoreo de la opinion pública que habia subido al mas alto punto de la exaltacion, estampó la firma indispensable. El general Elío oyó su sentencia con semblante sereno, se preparó á la muerte sin muestras de debilidad, la recibió con una firmeza que le atrajo simpatías hasta de sus mas encarnizados enemigos.

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El suplicio de este hombre que tan bárbaramente se habia ensangrentado en otro tiempo contra los que no participaban de sus opiniones, se presentó entonces con los mas negros coloridos de represalia y de venganza; tal es el espíritu de partido esclusivo, que reconcentrado en un sentimiento ó en una idea, no

toma en cuenta las que naturalmente existen en contrario. Si algun hombre público habia sido aminoso á los intereses del partido liberal, era el general Elío, sin disputa. A ser su conducta en Valencia el año 1811, hija de sus convicciones y principios, podria en los de la buena lógica, presentarse con algun favorable colorido; mas habia recibido voluntariamente aquel mando de la regencia constitucional, y voluntariamente habia prestado juramento al código de Cádiz, sin cuyo requisito no podia desempeñarle. No pudo pues proclamar el Rey absoluto, sin cometer el crímen de perjurio y de traicion á los intereses de la patria, confiados á sus manos. Fué cálculo y no convicciones, lo que se debe buscar en su conducta; y si á este abandono de deber se añade la violencia atroz con que queria imponer á los demas sus mismas convicciones, no se estrañará qué en marzo de 1820, fuese objeto de la mas enconada y sañuda antipatía. El trascurso de dos años dió treguas á tan acalorada pasion: todas se enfrian con el tiempo. La tentativa del 30 de mayo sobre la ciudadela, renovó llagás ya cerradas: la idea de que el general· iba á ponerse á la cabeza de la insurreccion, avivó los recuer-` dos de otra época. He aquí lo que esplica con toda claridad, el clamoreo y la agitacion del pueblo de Valencia. Por lo demas, juzgado el general por un consejo ordinario de guerra, segun la ley de 17 de abril de 1821, ningun tribunal superior, ni menos el gobierno, podia ser responsable de las faltas de formalidad ó de ilegalidad en el proceso.

Casi por el mismo tiempo acabó tambien sus dias en un patíbulo uno de los oficiales de Guardias, de nacion francesa, llamado D. Teodoro Goiffieux, implicado en los últimos acontecimientos. Pertenecia á los batallones que guarnecieron á palacio durante la primera semana de julio, y pasaba en la opinion pública por uno de los principales instigadores de los desórdenes que allí se cometieron. Goiffieux fue comprendido sin duda en la especie de capitulacion que se ajustó el dia 7. Se sabe como los Guardias cumplieron, apelando á la fuga y arrebatando las armas que debian entregar en la plazuela de Palacio. D. Teodoro Goiffieux, fué cogido de allí á unos dias en un camino, vestido de paisano.

TOMO II.

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Conducido á Madrid, se le juzgó en consejo de guerra y sentenció á muerte, fallo que fué confirmado por el capitan general de la provincia. Se dijo por los enemigos del ministerio, que no se habian atrevido à proponer su perdon al Rey, por temor de las turbas ó grupos que pedian su sangre; mas no hubo sobre el particular, manifestacion ninguna pública. Los ministros. estaban muy distantes de ser crueles; pero respetaban la opinion, y la opinion enconada contra los pasados atropellos y provocaciones, era justa.

Dejaremos este campo lúgubre de las espiaciones, haciendo mencion de dos fiestas populares celebradas en Madrid durante el propio mes de setiembre. Fué la primera religiosa y fúnebre, en conmemoracion de los que habian perecido el 7 de julio, defendiendo la libertad con las armas en la mano. Tuvieron lugar el 15 estas magníficas exequias en la iglesia de S. Isidro, adon-de acudieron los ministros, las autoridades civiles y militares, las diputaciones de los cuerpos de la guarnicion y un concurso inmenso, en que desde la primera hasta la última es-taban representadas todas las clases del Estado. Se fijaban con particularidad las miradas sobre siete mugeres viudas de los muertos, vestidas de luto, con pañuelos blancos en la mano, que se hallaban en medio del Ayuntamiento. Celebró de pontifical el obispo ausiliar, y uno de los primeros oradores de Madrid, canónigo de aquella iglesia (1), dijo el sermon de honras. Durante la funcion se hicieron las salvas de ordenanza; y despues de concluida, todas las tropas desfilaron por delante de la lápida constitucional.

La segunda funcion fué meramente civica, y celebrada el 24 al aire libre. Bajo un toldo inmenso con que se cubrió el salon del Prado, se colocaron cerca de ochocientas mesas de 12 cubiertos cada una, á que se sentaron á comer de siete á ocho mil personas, que era el número de los que llevaban armas el 7 de julio, cuya celebridad se festejaba. Ocuparon las de preferencia los heridos y parientes de los muertos, mezclados con el

(1) D. Martin Navas, que habia sido diputado en las Córtes de 1820 y 21.

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Ayuntamiento y las autoridades á quienes estaban destinadas. Se sentaron en las demas, sin distincion de clases, todos los individuos de los cuerpos despues de haber formado pabellones de armas, confundidos los coroneles y brindando con los soldados rasos. Acudió todo Madrid á ser testigo de una escena de union y de fraternidad, nueva y única en nuestra historia. Despues de alzados los manteles y removidas las mesas, se bailó en el salon hasta muy entrada la noche. La capital se iluminó espontáneamente, y sus calles principales fueron teatro de música y de fiesta. Se imagina, pero no se espresa, el gozo, la alegría, el entusiasmo, las canciones, los brindis, las arengas, los versos que se leyeron y se improvisaron durante largas horas. Ninguna voz descompuesta, ni acento de cólera, nf espresion de ódio, ni muestra de amenaza, ni recuerdo de agravio, turbaron ni un solo instante la grata efusion de sentimientos tan patrióticos. Los madrileños olvidaron aquel dia sus pasadas amarguras: nadie tenia fijos los ojos en el velo fúnebre con que se iba cubriendo el porvenir de España.

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Mientras tanto ofrecian buen aspecto los asuntos de la guerra civil, que desde marzo del año anterior nos estaba atormentando. El espíritu público se iba reanimando poco a poco, y los ministros continuaban siendo objeto de confianza. En Navarra y en Aragon, recibian los facciosos golpes con frecuencia; y cada dia miraban mas lejano, el que debia ser testigo de su completo triunfo. Inauguraba el 'general Mina felizmente su campaña en Cataluña. Desde su entrada se mostró activo y vigilante, como lo fué siempre por instinto y hábitos; reconcentró el mayor número de tropas que le fué posible, para dar con ellas golpes de importancia. El gobierno habia reforzado aquel ejército que era el principal maniobrero, por la importancia del pais, por el número de facciones que le infestaban en todas direcciociones; pero antes de entrar en mas pormenores de esta campaña, nos llaman las sesiones de las Córtes estraordinarias, cuya convocacion era para el gobierno un asunto de gravísima atencion.

Despues de haber tomado la resolucion de convocarlas,

creyó el ministerio que seria conducente para la reanimacion del espíritu público, un manifiesto del Rey á la nacion alusivo á la situacion del pais, y á los sérios y gravísimos negocios que pesaban entonces sobre los legisladores y los gobernantes. Aunque con pocas ilusiones sobre el efecto que produciria, no le tuvieron por un paso completamente inútil. Hé aquí los pasages mas importantes de este documento.

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Españoles: Desde el momento en que conocidos vuestros deseos acepté y juré la Constitucion promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, no pudo menos de dilatarse mi espíritu con la grata perspectiva de vuestra ulterior felicidad. Una penosa y recíproca esperiencia del gobierno absoluto, en que todo suele hacerse en nombre del monarca menos su voluntad verdadera, nos condujo á adoptar gustosamente la ley fundamental, que señalando los derechos y obligaciones de los que mandan y de los que obedecen, precave el estravio de todos, y deja espe ditas y seguras las riendas del Estado, para conducirle por el recto y glorioso camino de la justicia y de la prosperidad. ¿Quién detiene ahora nuestros pasos? ¿Quién intenta precipitarnos en la contraria senda?

... Yo debo anunciarlo, españoles; yo que tantos sinsabores he sufrido, de los que quisieran restituirnos á un régimen que jamás volverá. . . . . Colocado al frente de una nacion. magnánima y generosa, cuyo bien es el objeto de todos mis cui dados, contemplo oportuno daros una voz de paz y de confianza, que sea al mismo tiempo un aviso saludable á los maquinadores que la aprovechen, para evitar el rigor de un escarmiento.

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Los errores sobre la forma conveniente del gobierno, estaban ya disipados al pronunciamiento del pueblo español, en favor de sus actuales instituciones. ... «Pero este ódio contra ellas, no llegó á ser estinguido; antes cobrando vehemencia, se convirtió criminalmente en ódio y furor contra los restauradores y los amantes del sistema. Ved aquí, españoles, bien descubierta la causa de las agitaciones que os fatigan............

>Las escenas que produce esta lucha entre los hijos de la patria y sus criminales adversarios, son demasiado públicas,

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