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CAPITULO XXXIII.

Celebracion del Congreso de Verona.-Plan.es de Francia, Rusia, Austria Y Prusia.-No envia el gobierno español agente, ni negociador á dichas conferencias. ¿Por qué?-Papel que representa en ellas fa Inglaterra.-Pratado secreto entre las cuatro grandes potencias, sin contar con esta última.-Euvian notas á sus encargados de negocios en Madrid, con órden de comunicarlas al ministerio español.-Conducta de este al recibirlas.-Sesion de las Córtes del 9 de enero de 1823.-Lee en ella el secretario de Estado las notas y las contestaciones.-Proposicion del Sr. Galiano. La apoya Argüelles. Se aprueba por unanimidad.—Aplausos en los bancos de los diputados, y en las galerías.-Entusiasmo de los liberales de Madrid.-Motivos de la conducta del gobierno español en este asunto. -Demostracion de que su conducta fue obligada, y no podia ser otra.--Probabilidades en pró y en contra, en caso de ruptura.

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Comenza

Jomenzaron á principios de octubre de aquel año las conferencias del Congreso de Verona, anunciado hacia dos meses, con estruendo, en todos los papeles públicos de Europa. Para nadie era un misterio, que el objeto principal de aquella famosa reunion se reducia á intervenir directa y públicamente en los asuntos de España; es decir, declarar la guerra á sus instituciones.

Ningun gabinete deseaba con mas ardor acabar con ellas que el de Francia, por la oposicion en que los principios de nuestro derecho público estaban con el suyo. Era, en efecto, de imposible amalgama la Constitucion de 1812, promulgada por los representantes de la nacion, y la carta otorgada por el Rey Cristianísimo, en virtud de su derecho divino, á la nacion francesa. De aquí la guerra sorda que hizo al partido liberal español, desde principios de marzo de 1820; la proteccion y ausilios dados á los facciosos armados contra la Constitucion, y el

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establecimiento de un ejército en la frontera, como para infundir nuevo aliento á sus numerosos enemigos. Cuando vió que nada de esto producia el efecto deseado; que la Constitucion se mantenia firme á pesar de tanto embate; que el 7 de julio habia dado al contrario nuevo aliento á sus sostenedores, comprendió sin duda la necesidad de hostilizarla por medios mas directos. La Francia tenia ademas el interés de esperimentar de un modo positivo, si podia ó no contar con su ejército, donde á pesar de mil depuraciones, se conservaban aun tan vivos recuerdos de las conquistas y glorias del imperio.

En cuanto á la Rusia, Austria y Prusia, no hay necesidad de indicar que se mantenian en los mismos sentimientos que habian dictado la declaracion de Laibach, es decir, la invasion en Nápoles. La causa y las circunstancias eran absolutamente idénticas. Se trataba ya de descargar sobre la Constitucion de España, el brazo que estaba alzado desde entonces contra ella.

No perdió un momento la regencia de la Seo de Urgel, en aprovecharse de aquellas conferencias. Inmediatamente envió á ella sus comisionados, quienes no escasearon ni súplicas ni humillaciones, para obtener una acogida favorable. Envolviéndose en términos vagos sobre convocacion de Córtes, como habian hecho en su declaracion ó manifiesto, propusieron sencillamente, que para arreglar mejor el porvenir de España, volviesen todas las cosas al ser y estado que tenian á principios de marzo de 1820, declarándose completamente nulo todo lo hecho desde entonces. Los soberanos no se esplicaron sobre el particular; mas los comisionados de la Seo de Urgel, tuvieron una acogida favorable. Ya antes habian acudido á cada una de las cortes, cuyos plenipotenciarios se hallaban en Verona congregados. La Rusia los recibió muy bien, con muestras de cordialidad y simpatías. Que la regencia de la Séo fué bien vista en el gabinete de las Tullerías, se colige del empréstito de ocho millones, moneda del pais que levantó en Francia, siendo el primer negociador Mr. Ouvrard, cuyo nombre sonó despues tanto con motivo de la intervencion francesa.

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El gobierno español no envió ni agente, ni negociador al

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Congreso de Verona, á donde no habia sido llamado, y de cuya celebracion no se le habia dado el menor conocimiento. Lo fismo habia sucedido en los Congresos de Tropau y de Laibach. Veamos lo que acerca de esta falta de asistencia, dice el autor anónimo de la Historia de Fernando VII. Y mientras el realismo intrigaba en Verona, y besaba el polvo para adular á los déspotas, los liberales se desataban en injurias contra los príncipes europeos, y no cuidaban de enviar un representante que defendiese en el Congreso la causa de la libertad, transigiendo con enemigos y evitando de este modo su muerte, etc..

Que la prensa liberal española no se mostró panegirista con los monarcas que se reunian en Verona, erigiéndose en jueces y árbitros de sus destinos, era muy cierto y bastante natural; mas la imprenta era libre, y el gobierno ao tenia derecho de refrenar la emision de tan justos sentimientos. ¡Mas enviar al Congreso un representante que defendiese la causa de la libertad! ¿Para qué? ¿Para que pleitease el gobierno español con la regencia de Urgel ante aquel tribunal de soberanos? ¿Para transigir con sus enemigos, haciendo á los mismos soberanos árbitros de la contienda? Hubiese sido en el gobierno español una degradacion inútil, un acto tan humillador como insensato. Los soberanos de la Santa Alianza no pensaban ni se cuidaban de reformas. Con tal que destruyesen la Constitucion de España, poco les importaba el resultado. Sus simpatías eran bácia la regencia de la Seo de Urgel; sus antipatías, exclusivamente hácia los ministros constitucionales. Los absolutistas de España no querian reformas: los liberales miraban con ojos de aversion una carta á la francesa. Las transacciones eran imposibles en aquellas circunstancias.

La Inglaterra envió tambien su plenipotencio al Congreso de Verona. Fué el duque de Wellington el encargado de una mision, que no produjo ni podia produeir ningun importante resultado. La Gran Bretaña no queria tomar parte en ningun acto de agresion ni intervencion en España. A las insinuaciones que hizo de ofrecer su mediacion, se le dió á entender que no seria aceptada.

El gobierno español, á quien se aconsejó pidiese él mismo esta mediacion, no quiso hacerlo, teniéndolo por un paso inútil; y que infaliblemente lo hubiese sido, despues de la negativa de la Francia. Todo lo que hizo el ministro, fué pedir los buenos oficios de la Gran Bretaña. ¿Y qué significaba esto, cuando la cuestión era tan terminante, cuando las resoluciones estaban ya tomadas? De todos los ofieics, notas, contra-notas, instrucciones, memorandums y demas papeles que entonces se cruzaron, solo se desprenden dos ideas claras: 1. Que las cuatro grandes potencias continentales habian resuelto intervenir en los negocios de España: 2. Que la Inglaterra, no queriendo to. mar parte en la cruzada, no pudiendo mediar, no ponia resistencia y dejaba hacer, reservándose obrar en adelante como mas le conviniese. .

Con fecha de 22 de noviembre se ajustó entre las cuatro grandes potencias un tratado secreto, sin contar con Inglaterra. Por él se comprometian: 1.°, á emplear todos sus medios y á unir todos sus esfuerzos para destruir el sistema del gobierno representativo en cualquier estado de Europa donde existiese, y para evitar que se introdujese en todos los que no le conocian: 2.o, á adoptar cuantas medidas fuesen posibles para suprimir la libertad de imprenta, no solo en sus propios estados, sino tambien en todos los demas de Europa: 3., á sostener cada uno en su pais las disposiciones que el clero por su propio interés éstaba au. torizado á poner en ejecucion, para mantener la autoridad de los príncipes: 4.o, á confiar á la Francia el alto cargo de destruir las Constituciones de España y Portugal, asegurándola auxi liarla del modo que menos pudiese comprometerla con sus pueblos y con el pueblo francés, por medio de un subsidio de veinte millones de francos anuales cada una, desde el dia de la ratificacion de este tratado, y por todo el tiempo de la guerra: 5.o, á restablecer en la península el estado de cosas que existia antes de la revolucion de Cádiz, y asegurar el entero cumplimiento del objeto que espresan las estipulaciones de aquel tratado; para lo cual se obligaban mútuamente las partes contratantes, á que se espidiesen las órdenes mas terminantes á todas

las autoridades de sus estados y á todos sus agentes en los otros paises, para que estableciesen la mas perfecta armonía entre los de las partes contratantes, relativamente al objeto de este tratado.

Firmaron este importante y curioso documento; por Austria, Metternich; por Francia, Chateaubriand; por Prusia, Benstorff; por Rusia, Nesselrode.

Comenzaron las altas potencias la ejecucion de este tratado, enviando cada una á su ministro plenipotenciario ó encargado de negocios en Madrid, una nota esplicativa de las intenciones de su soberano respectivo, con órden de trasmitirla por escrito al ministro de Estado, y de pedir su pasaporte en caso de no ser satisfactoria la respuesta. Aunque con recelo de molestar algo al lector, nos es imposible dejar de insertar á continuacion la mayor parte del contenido de estos documentos, ¡ tan importantes y de tanto bulto son en los anales diplomáticos!

Hé aquí la comunicada al conde de Lagarde, ministro plenipotenciario de Francia.

Señor conde: pudiendo variar vuestra situacion política, á consecuencia de las resoluciones tomadas en Verona, es propio de la lealtad francesa, encargaros que hagais saber al gobierno de S. M. C. las disposiciones del gobierno de S. M. Cristianísima. »

«Desde la revolucion acaecida en España en el mes de marzo de 1820, la Francia, á pesar de lo peligrosa que era para ella esta revolucion, ha puesto el mayor esmero en estrechar los lazos que unen á los dos reyes, y en mantener las relaciones que existen entre los dos pueblos. ›

Pero la influencia bajo la cual se habian efectuado las mudanzas acaecidas en la monarquía española, se ha hecho mas poderosa por los mismos resultados de estas mudanzas, como hubiera sido fácil preveer.»

Una insurreccion militar sujetó al Rey Fernando á una Constitucion, que no habia reconocido ni aceptado al volver á subir al trono. La consecuencia natural de este hecho, ha sido que cada español descontento se ha creido autorizado para bus

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