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acudirian mas tropas estranjeras; los otros tres gobiernos de la Santa Alianza se desplomarian sobre España con sus contingen tes. ¡Vanos fantasmas con que se quiso entonces alucinar á tanto incauto! No se mueven los ejércitos con tanta facilidad, y los del Norte estaban demasiado lejos. Aquellos soberanos al ver la cuestion empeñada con tanta seriedad, y que los españoles tenian valor para defender con las armas en la mano los principios que tan solemnemente habia proclamado, hubiesen abierto los ojos sobre su propia posicion, meditado sobre los compromisos en que se ponian, y los peligros que por todas partes los rodeaban. El ejemplo de España, combatiendo por su libertad, hubiese sido fatal para sus propios estados, donde fermentaban tantos sentimientos de emancipacion política: la misma Francia se hubiese conmovido al ver que sus ejércitos estaban sufriendo todos los males de la guerra, por defender la causa del absolutismo. La Inglaterra, que se la habia visto mostrarse tan pasiva sobre la invasion, hubiese al fin mediado; y no habria consentido en la prolongacion de una lucha que le ponia en precision de declararse por uno de los dos partidos, á menos de resignarse al triste papel de ser nula en conflictos de tanta trascendencia. Uniria sus armas á las de los aliados? Imposible para un gobierno que estaba á la cabeza de una nacion como la inglesa. En semejante situacion hubiese llegado naturalmente el tiempo de ajustar arreglos, de entrar en negociaciones: no antes, entregándose á merced de los enemigos sin combate.

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Asi en las respuestas del gobierno iban no solo envueltos el decoro y honor nacional, tan vilipendiados en las notas de la Santa Alianza, sino tambien la salvacion, la felicidad, la independencia y libertades de la nacion á cuyo frente estaba. Humillarse sin provecho, era un horrible sacrificio; negociar, era imposible, era una quimera, por las razones que hemos dado y que mas adelante desenvolveremos. El combate era tal vez inevitable, mas la única solucion de este problema: se acercaba el tiempo de defender con las armas, el derecho que tenia España de darse instituciones. La situacion era crítica y terrible; pero por ella habian pasado otras naciones, donde la actual genera

cion recoge el fruto de la sangre vertida por sus padres. Por ella habia pasado la nuestra á principios de este siglo. Mas la cuestion quedó sin resolver; el gobierno promovió un ensayo y creyó necesaria una esperiencia, para poner en salvo el honor de la nacion, para evitarle el baldon de postrarse de rodillas. La esperiencia no se hizo. Pronto esplicaremos los motivos, y tocaremos á las tremendas consecuencias de la falta de resolucion, en circunstancias tan solemnes.

Sobre esta conducta del gobierno español, se ensañó en todos tiempos la censura de amigos y enemigos. Muchos que antes habian aplaudido, vituperaron despues, en vista de los resultados; es decir, de los llamados resultados, sin examinar si estos tenian otra causa. Naturales y estranjeros, todos juzgaron generalmente por las reglas de la lógica vulgar, que no dá jamas razon á los vencidos; para quienes es falta y desacierto lo que va seguido de desgracias, aunque el llamado efecto no tenga relacion con la llamada causa. Es singular, que ninguno de los que tanto censuraron la conducta de aquel ministerio en situacion tan apurada, ha indicado cuál deberia haber sido, ni se ha tomado la molestia de bosquejar al menos las contestaciones que correspondia dar, las que ellos mismos hubiesen dado á verse en iguales circunstancias. Este solo silencio, prueba lo vago, lo infundado de las acusaciones; pues en casos semejantes, es hasta inepcio decir que una cosa se hizo mal, sin demostrar que se pudo hacer mejor, ó menos mal, de

otra manera.

Despues de estas indicaciones hechas con el interés de la razon y de la defensa propia, pasemos á la sesion solemne en que tan elocuentemente fueron esplanadas por insignes oradores, entre los que se distinguió Argüelles, á quien aquella situacion volvia á colocar en su elemento verdadero.

FIN DEL TOMO SEGUNDO.

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INDICE.

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Pág.

CAPTULO XVIIInstalacion de las Córtes en Madrid.-Decreto
del 2 de febrero.-Manifiesto á la nacion española.-Acon-
tecimientos generales.-Fin de la guerra.-Abdicacion de
Napoleon.-Sale Fernando VII de Valencey.-Su entrada
en España.-Recibimiento en la frontera:-Escribe á la Re-
gencia. Proposiciones á que da lugar la lectura de la carta
en el Congreso.-Continuacion del viaje del Rey.-Se sepa-
ra de la ruta prescrita por las Córtes.-Acogida que se le
hace en todos los pueblos del tránsito.-Situacion de los
partidos. Llegada á Valencia.-Se declara Fernando VII
rey absoluto..
CAP. XVIII-Decreto del 4 de mayo.-Sale el Rey de Valencia, se-
guido de tropas.-Ciérranse las Córtes ordinarias de real ór-
den.-Prisiones hechas en Madrid la noche del 10 al 11.
Tumulto en Madrid-Entrada del Rey.-Id. del Lord We-
llington-Salida de este. Enjuiciamiento de los presos.-
Varias órdenes á que da lugar.-Arbitrariedades y violen-
cias.cometidas por los jueces.-Delaciones.-Algunos ex-di-
putados, acusadores de sus antiguos compañeros.-Ostola-
za.-Pasa el asunto à tres comisiones diferentes.-Nada de-
iden. Sentencia definitiva por un real decreto.-Castigos
arbitrarios impuestos á los presos.-Salen de Madrid la no-
che del 17 al 18 de diciembre de 1815.-Condenado Don
Agustin de Argüelles à servir ocho años de soldado en el Fijo

TOMO II.

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de Ceuta.-Llega á su destino. Su situacion y género de
vida.

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CAP. XIX.-Bosquejo del reinado de Fernando VII desde 1814 hasta 1820.-Principio favorito de gobierno.-Todo como estaba al comenzar el año 1808. Inquisicion.-Jesuitas.— Arbitrariedades -Pesquisas y persecuciones.-Desconsideraciones de España en los países estranjeros.-Descontents. -Se vuelven los ojos á la Constitucion, violentamente destruida. Esfuerzos por restablecerla. - Sociedades secretas. -Revoluciones.-¿Quién las causa?-Mina. - Porlier.Lagi.-Richard.-Nuevas persecuciones.-Inutilidad de los

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CAP. XX. -Plan de alzamiento en el ejército espedicionario.Frustrado al principio. — Renovado despues.-Riego.-1." de enero de 1820.-Principios felices.-Quiroga.-Se reunen todas las tropas alzadas en la isla de Leon. -Tentativas inútiles. Salida de la columna de Riego.-Su marcha azarosa. Se disuelve al cabo de cuarenta y cinco dias.-Pronunciamientos en la Coruña, Asturias, Zaragoza, Valencia y Barcelona.-Otro á las puertas de Madrid.-Desenlace feliz con motivo del juramento del Rey á la Constitucion.--Contestacion á varios cargos.-Semblante halagueño de los negocios públicos.

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CAP. XXI.-Sensacion que produce en la corte el movimiento de
las provincias. Decreto del 6 de marzo. -Efervescencia en
Madrid. Decreto del 9.-Reconocimiento de la Constitu-
cion de 1812-Formacion de la junta consultiva.-Aboli-
cion de la Inquisicion.-Juramento del Rey.-Su manifiesto
á la nacion.-Otro del infante D. Cárlos al ejército.-Nom--
bramiento de nuevos ministros.-Arguelles, ministro.-Su
traslacion de Ceuta á la Alcudia en la isla de Mallorca.-Re-
gocijo público.-Periódicos.-Sociedades patrióticas. - Con-
sideraciones sobre la situacion de los partidos.-Division
entre los liberales.-Exaltados.-Moderados...
CAP. XXII.-Instalacion de las Córtes. Apertura solemne.-Se-
sion régia.-Discurso del presidente.-Discurso del Rey.-
Alocucion de la junta consultiva, al cesar en sus funciones.
--Composicion de las Córtes.--Partidos.--Primeros trabajos
de las Córtes.--Política estranjera. --Santa Alianza.--Comu-
nicaciones.--Revolucion en Nápoles.--Tentativas reacciona-
rias en España.--Inquietudes y acriminaciones. --Proposicion
del Sr. Solanot.--Esplicaciones del ministro de la Goberna-

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