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una proclama que habia llegado á sus manos el dia anterior, procedente de Galicia, con un comentario puesto á su pie por el mismo Riego: se les vió hacer noche en un convento, donde se metieron todos, como entregándose á los sentimientos liberales de aquel pueblo. ¿Qué era, en efecto, su apatía aparente, mas que un profundo sentimiento de respeto hacia la Constitucion que aquellos hombres proclamaban, considerando sobre todo que estaban en completa rebelion contra el gobierno que entonces existia? Era verdaderamente simpatia lo que presentaba con tantos síntomas de indiferencia: era deseo del restablecimiento de la Constitucion lo que tuvo seguramente atadas las manos de aquel pueblo, que se hubiese sin duda abandonado á los arrebatos de la indignacion en otras circunstancias.

La columna se deshizo al fin el 11 de marzo, ya en Estremadura, cuando se vió reducida á cuarenta y cinco hombres. En cuarenta y cinco dias habia recorrido todos los pueblos de la costa desde la isla hasta Málaga, internádose en esta provincia, pasado en seguida por Antequera, Cañete la Real, Ronda, Grazalema, Montellano, Moron, Estepa, Puente de D. Gonzalo, Aguilar, Montilla y Córdoba. De aquí tomó la Sierra, y por los pueblos de Espiel, Belnez, Fuente Ovejuna, pasó á Estremadu, ra y llegó á Bienvenida, donde tuvo lugar una separacion y dispersion, cuyo carácter en aquellos momentos, mejor se concibe que se espresa. En todas estas poblaciones donde pudieron detenerse algo, y se ofreció ocasion, imprimieron y esparcieron proclamas, que no fueron perdidas para la realizacion de sus ideas. Sin duda la fama que adquiere fuerza á proporcion de lo que vuela, exajeró singularmente su número y cantó sus victorias, cuando acaso en mayores apuros se encontraba.

Lo que esperaba el ejército de la isla se verificó al fin. El ruido de su alzamiento habia resonado en todos los ángulos de España. Imitó la Coruña el 21 de febrero el movimiento de la isla. Hizo lo mismo Asturias á muy pocos dias: se repitió igual grito en Aragon, en Cataluña y Valencia. Pronunciamientos salvadores todos, de los que en la isla de Leon hubiesen sin ellos sucumbido. A principios de marzo tuvo lugar el de Ocaña, casi

á las puertas de la capital; el 7 del mismo mes, es decir, el dia en que se dispersó la columna de Riego, promulgó el Rey un decreto de convocacion de Córtes: el 9 del mismo se espidió otro, en que reconocia y juraba la misma Constitucion abolida por el de 4 de mayo de 1814. Asi á los dos meses y nueve dias despues del alzamiento de las Cabezas de San Juan, sin conflic tos, sin efusion de sangre, sin sacudimientos lamentables, reconocia toda la nacion una misma ley, y estaba reunida bajo unos mismos estandartes.

No comparemos, sin embargo, este movimiento con el de 1808, cuando se pronunció el grito de la independencia. Mas alto, mas ardiente fue este sin disputa; pero nada faltó al otro para que ofreciese todas las señales de un sentimiento arraigado y muy profundo. Fué el primero, hostil; pacífico, el segundo. El uno por precision, mas tumultuoso: el otro como de restauracion, dejaba en mas tranquilidad los ánimos. Tomaron las masas parte activa en el del año 1808. En 1820 no fueron las aclamaciones tan compactas y unánimes; mas bastante numerosas y sentidas, para darle el carácter de nacionalidad que efectivamente tuvo.

Antes de pasar al exámen de los efectos producidos por una revolucion ó reforma tan radical en el derecho público de España, consideramos de nuestro deber hacernos cargo de las acusaciones que desde entonces se le han hecho en diversas épo, cas, como argumento contra su validez ó legitimidad, tanto por estranjeros, como por muchos escritores nacionales.

A cuatro se pueden reducir los cargos con que se ha querido empañar el restablecimiento de la Constitucion en 1820: 1.°: que fué producido por un alzamiento, ó por una sedicion militar: 2.0: que fué provocado por tropas que se propasaron á este acto de violencia, por no esponerse á los riesgos de la espedicion de América á que estaban destinados: 3.°: que fué promovido por sociedades secretas: 4.o: que dichas tropas sublevadas, no tenian derecho de proclamar ninguna ley determinada, y debian haber dejado á la nacion que ella misma se pronunciase y decidiese, sobre un punto que no pertenecia mas que á ella.

Estos cuatro artículos de acusacion, han sido indicados, reproducidos varias veces durante la época constitucional, y con mas acrimonia aun despues de su caida. Examinemos un poco en qué se fundan.

En cuanto al primero haremos ver, que toda revolucion de la clase de la nuestra, su ne siempre un acto violento de resistencia á las leyes que están en vigor, ó lo que en la acepcion mas comun, recibe aqueste nombre. Las revoluciones pueden ser hechas de diversos modos, y tender á objetos diferentes. Unas veces son los muchos en abierta oposicion contra los pocos; en otras son los pocos los que violan abiertamente las leyes que tienen por objeto el bien de muchos. En todos casos se verifica que la fuerza material promueve estos actos de violencia momentánea, y que se debe al valor ó á la osadía, el principio y coronacion de empresas de esta clase. Hay siempre en todas ellas una fuerza motriz, y otra mas ó menos resistente. Lo que se debe examinar en toda revolucion, es la justicia ó injusticia, el bien ó mal que puede producir, no la clase de instrumentos con que se producen estos resultados. Del mismo modo que en el caso de ser injusta la revolucion no hubiese lavado tan gran mancha el uso de cualquiera instrumento que no perteneciese al cuerpo del ejército, asi fué natural, que hallándose en este un modo de accion fácil, se emplease. El espíritu de insurreccion no estaba precisamente en las filas: animaba al mismo tiempo á las otras clases del Estado. Las filas fueron instrumento, como pudo haberlo sido cualquiera otro. Dieron el primer impulso, el que se necesitaba para el desarrollo de los sentimientos públicos. Donde hay revoluciones, necesariamente los que están armados, si participan de los mismos principios, han de hacer el primer alarde de la fuerza. En 1808 fueron tambien los soldados los que hicieron causa comun con el pueblo: en algunas partes se presentaron como principales motores: en otras despojaron del mando á los que no querian tomar parte en el movimiento, para entregarle á los que se hallaban en opuestas circunstancias.

La segunda acusacion, es de una especie mas personal y mas

que

odiosa. Pocas consideraciones tendremos que hacer, para probar el ningun fundamento en que se apoya. Si el alzamiento de la isla de Leon hubiese sido el primer ensayo de este género, se hubiese podido dar á la acusacion cierto carácter especioso; mas se quiso perder de vista, que era el quinto de esta especie. Ni las tropas que produjeron el de Navarra, ni las de la Coruña, ni las de Cataluña, ni las que en Valencia estaban destinadas á ninguna espedicion de América. Los cinco movimientos tenian un mismo orígen, reconocian una misma causa motriz, tendian á los mismos resultados. Los peligros de la espedicion de América, pudieron ser á todo mas una circunstancia favorable; de que se supo hacer uso con habilidad, un medio mas de accion habia faltado á los cuatro movimientos anteriores. Pudo ser un resorte secundario, no el principal: influir en ciertas clases, mas no en los principales autores de la empresa. Les aguardaban en América trabajos y fatigas; en España peligros y padecimientos de otra especie. Para lo primero, bastaba el grado de valor y de resignacion con que todo militar se somete á su destino; para pronunciarse abiertamente contra el órden de cosas que existia, se necesitaba mas audacia, un arrojo no comun, un desprendimiento mas completo de todas las afecciones de las vida. Si los soldados podian esperar un perdon en caso de derrota, aguardaban á los oficiales, sobre todo á las clases superiores, los castigos mas severos y el horror de los suplicios. Recientes estaban á los ojos de todos los ejemplos terribles de sus predecesores. Esperiencia tenian de que el poder no perdona nunca acciones de esta especie, y que los mas pequeños descalabros en tales ocasiones, conducen á inevitables precipicios. Los que hacen acusaciones tan ligeras, no se han visto nunca en lances de esta especie. No pueden conocer por esperiencia la delicada situacion de un hombre que en un principio se haga enemigo de cuanto le rodea, que se vé considerado como hijo rebelde de una gran familia, que marcha entre la victoría y el cadalso, y para quien el menor revés abre la boca de un abismo. Diga todo hombre imparcial que entre un poco en sí mismo, sino es esta una situacion algo mas apurada y mas crí

tica que la de hacer la guerra, aunque sea en los lejanos climas de la América. En fin, diremos á los que tantas veces han repetido la misma acusacion: O la empresa era sumamente arriesgada, en cuyo caso cae por sí propia, ó sino lo era, aquel ejército no hizo en esta parte otra cosa que ceder á una opinion generalmente pronunciada Mas la esperiencia demasiado habia hecho ver lo arriesgado que era hacerse órgano de esta opinion, y romper las trabas que le impedian el manifestarse abier

tamente.

En cuanto a las sociedades secretas ya hemos hecho ver su orígen, su establecimiento y el objeto á que se les destinaba entonces en España. Las sociedades secretas tenian en su seno individuos de todas clases, de todas condiciones. Magistrados respetables, abogados, negociantes, propietarios, gente de la primera nobleza, miembros del clero secular y regular, individuos del ejército, desde la clase de general hasta la de cabos y sargentos; en fin, cuantas personas deseaban la restauracion de las leyes destruidas. Los mismos deseos animaban á la generalidad, y entre unos y otros no habia mas diferencia que el mayor ó menor grado de eficacia, la mayor ó menor decision á esponerse á los peligros que semejantes cargos envolvian. Existian, pues, entre estas sociedades y los que estaban, por decirlo asi, de puertas á fuera, reciprocidad de sentimientos; y como todas las clases tenian en cierto modo dentro sus represen tantes, resultaba un todo de partes homogéneas. La incorpora cion de tantos individuos del ejército en estas asociaciones, esplica bastante por sí solo, por qué motivo los movimientos que estallaron en España tuvieron todos la apariencia de sediciones militares. Era el modo mas sencillo de poner en práctica lo deliberado. Dentro, formaba planes el conspirador; fuera, los ejecutaba á costa de mil riesgos el soldado. Las sociedades secretas recibian el impulso de la opinion general, y le comunicaban: era un medio de accion indispensable en aquellas circunstancias, el foco adonde converjian las disposiciones de los ánimos, y que servian de resorte para estenderlas de nuevo en todas direcciones. No eran las sociedades secretas las que impulsaban la na

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