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a orillas de la quebrada del Choqueyapu, estando acompañado de dos alcaldes y cuatro regidores del ayuntamiento, ya designados, el 20 de octubre de 1548, primer aniversario de la batalla de Huarina, principió la fundación de la ciudad, con el nombre de Nuestra Señora de La Paz».

El emperador Carlos V, siete años después, en 1555, concedió a la nueva ciudad, como a tantas otras, el uso de un escudo de armas, con esta leyenda:

«Los discordes en concordia
En paz y amor se juntaron,
Y pueblo de paz fundaron
Para perpétua memoria».

Los españoles en el Río de la Plata, primera expedición al Pilcomayo y tentativas de comunicación con el Perú.- Volvamos a las expediciones y exploraciones del Río de La Plata en lo que se relacionan con la historia del Perú.

Ya digimos que cuando Balboa descubrió el istmo de Panamá y el mar Pacífico, comenzaron los españoles a formarse por primera vez una idea clara de que la América era un continente rodeado por dos grandes mares, y pudo desde entonces la corte suponer la comunicación que debiera existir entre ellos y entre las dos costas opuestas.

España aspiró al dominio exclusivo del mar occidental, para ocupar, antes que los portugueses, todas las costas del sud hasta donde le fuese posible hallar su confín. De este propósito nacieron las expediciones de que vamos a hablar.

Cuando Solís perecía en la costa oriental del Río de la Plata, había llegado a España Fernando de Magallanes, que, ofendido con sus compatriotas y con su rey, como digimos, había renunciado a su nacionalidad, y resuelto ofrecer sus servicios para buscar en el sud un pasaje de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico, que debía poner a los españoles en posesión de las islas asiáticas de la Especería y de la navegación exclusiva del océano occidental.

España puso a disposición del marino portugués las naves necesarias; y el resultado fué que Magallanes halló el estrecho del sud que lleva su nombre, habiendo he

cho aquella atrevida navegación en que perdió la vida, quedando en su lugar Juan Sebastián Cano, que navegó, según dicen, 14.000 leguas en la nave Victoria, por lo que se le dió un globo por escudo, en que tenía puestos los pies, con esta leyenda: Primus circumdedisti me.

Encontrado el pasaje, llegó a ser de una importancia vital para España la ocupación de todo el país; y el Río de la Plata, o Río Solís era un punto indispensable para hacer efectiva esa ocupación y limitar las posesiones de los portugueses a lo largo de las costas del Brasil.

Con este fin salió de España Diego García. Pero Sebastian Gaboto, a quien se le había encomendado otra expedición que debía seguir las huellas de Magallanes, varió ese derrotero y se entró por el Río de Solís, contando con que su curso podría llevarlo al interior del continente, hasta dar con algún imperio opulento. Entró pues Gaboto por el Paraná, y fundó en la confluencia del Carcarañaá el reducto de Sancti Spíritus. Cuatro aventureros de esta impetuosa soldadesca con un tal César a su cabeza, atravesaron desde aquí al Tucumán, hasta unirse con los conquistadores del Perú.

Entre tanto Gaboto subió por el rio hasta la confluencia del Pilcomayo, frontera de los guaranies, que se le sometieron y le presentaron planchas de plata, que considerando que eran una muestra de las riquezas del suelo, le dió el brillante nombre de Río de la Plata, quedando abolido el de Solís.

Hacia poco que el portugués Alejo García, auxiliado de los tupis y guaranies, se había internado hasta los confines del Perú, y volvió con gran cantidad de planchas de plata con las que alucinó la fantasía de Gaboto, recibiéndolas en obsequio o haciendo su rescate de los guaranies del Pilcomayo y del Paraguay.

Cuando creyó Gaboto haber concluido su campaña en tierra de guaranies, o sea por escasez de medios de subsistencia o falta de noticias sobre las riquezas que buscaba, volvió a Sancti Spíritu. Contando con que por aquella dirección debìa tocar con el Perú, se proponía solicitar la gobernación del pais y de los ríos en que había navegado, y reunir los recursos necesarios para persistir en su marcha al noroeste, y resolvió pasar prontamente a España con el fin de realizar sus pretensiones. La capitanía general del Rio de la Plata le fué conferida en titulo; pero esto no era más que una caricia de la fortu

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na para que le fuese menos amarga su desventura. mismo tiempo tuvo orden de no volver a este destino.

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En 1534 obtuvo don Pedro de Mendoza una concesión real para hacer a su costa la conquista y colonización del Río de la Plata, desde su boca hasta el otro lado de las cordilleras corriéndose al sud doscientas leguas por las costas del Pacifico, desde el punto o puntos que estuvieran en posesión de Pizarro. Se celebró un tratado público asegurando los derechos y prerrogativas entre el vasallo y el soberano; estas son las capitulaciones de Carlos V con don Pedro de Mendoza, cuyo artículo primero dice: «Y puesto que por aquella via se espera descubrir comunicación para el Perú, debe procurar ante todas cosas abrir paso por este camino penetrando por la tierra hasta avistarse con el mar del sud (art. 5o.) e instituír allí una nueva gobernación, que fuera de las provincias que baña el rio (de la Plata) se extienda por doscientas leguas de costa hacia el Estrecho de Magallanes».

Fué grande el empeño por alistarse bajo los estandartes de Mendoza, y se aceleró la partida sin poder satisfacer a la creciente concurrencia, con más de dos mil doscientos españoles.

Es que en esos momentos sonaba por toda España el afortunado y fabuloso hallazgo que Pizarro acababa de hacer del Perú (1531). Todas las fantasias estaban alzadas, enloquecidas, y se suponía que asi como había quedado una opulenta conquista para Pizarro, después de la de Cortés, habia vasto campo todavía para otras aventu ras, y fundadísimas esperanzas de tener igual suerte trando en el interior de la tierra por el Río de la Plata, cuyos canales, ya más o menos conocidos, se comunicaban con las comarcas del noroeste, inmediatas al centro imperial de los incas.

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La expedición entró en el Río de la Plata en enero de 1535, y después de hacer algunas exploraciones en una y otra banda, el adelantado y capitán general don Pedro de Mendoza, fundó la ciudad, dándole el nombre de Santisima Trinidad, y el de Santa María de Buenos Aires a su puerto, el 2 de febrero del mismo año.

Estaba entonces Mendoza resuelto a disputar a Pizarro con las armas toda la parte que es hoy Bolivia y Chile, y cuando postrado por sus dolencias vió que no podia continuar él mismo la conquista interior, dió a su teniente Juan de Ayolas algunas instrucciones categó ricas.

El desastre de la exploración de Ayolas.-Las tribus que ocupaban las costas del Río de la Plata resistieron a los españoles y les opusieron tan insalvable barrera que les impidió extenderse por la llanura. Como Mendoza no pudiera tocar pronto en sus esperados y opulentos ensueños, quebrantada su salud, abandonó la empresa en manos de Juan de Ayolas, y murió navegando de regreso a España.

Ayolas tenía sobre la importancia de los canales interiores, las mismas ideas que Mendoza; y partiendo de Buenos Aires tomó río arriba, buscando un punto de mayor aproximación al centro del continente donde creía encontrar las tierras opulentas que buscaba.

Situado en un punto del río Paraguay a cuyo frente se abrían los canales del rio Pilcomayo, pensó con tino que antes de comprometer sus recursos convenía

que fijase alli un apostadero que le sirviese de asiento para aventurar su exploración hacia las alturas donde suponia los confines del Perú, y de retirada o asilo seguro para el caso de verse obligado a retroceder.

Después de haber establecido allí el campamento donde se fundó poco tiempo después la Asunción del Paraguay, dejando cien soldados a órdenes del capitán Domingo de Irala, prosiguió su jornada con doscientos soldados, en 12 de febrero de 1537. Anduvo explorando los canales del Pilcomayo, y desconfiando de poder seguir la navegación por la división en diversos brazos del río o falta de fondo en las aguas, resolvió dejarlas al sud y hacer camino por tierra.

Ayolas atravesó el primero las dilatadas regiones del Chaco y los territorios llamados hoy Santa Cruz de la Sierra y Chiquitos, hasta llegar a las faldas de la sierra de Charcas. Cuando regresaba, cerca ya de la confluencia del Bermejo y del Paraguay, fué asaltado una noche por los indios payaguáes, y dieron muerte a todos los expedicionarios, habiendo salvado solo un indio chanės, criado de Ayolas, quien trajo la relación al capitán Irala, cuando éste le buscaba ansioso, y había salido a darle encuentro en el Pilcomayo.

Expediciones peruanas sobre el río de la Plata.-Volvamos la vista atrás por un momento, para mostrar que a la vez que los pobladores y exploradores del Río de la Plata buscaban empeñosamente la comunicación con el Perú, los conquistadores peruanos

también dirigían sus expediciones hacia aquella región, como buscando una solución en los secretos del porve nir que había de abrir y establecer las corrientes del intercambio comercial (1).

En los mismos días en que Juan de Ayolas atravesaba el Chaco y tocaba, según dicen, en la provincia peruana de Santa Cruz de la Sierra y de Chiquitos, Almagro, el afamado compañero de Pizarro, ocupaba Tupiza y bajaba por Jujuy y Cochinoca con 500 españoles y 10,000 quichuas a las tierras de los calchaquies, que fueron después territorio de la gobernación y virreinato de Buenos Aires. El territorio argentino fué pues, invadido en el mismo año de 1535 por Almagro al lado del norte, y por Mendoza en las orillas del Río de la Plata, estableciendo asi dos líneas de ocupación convergentes que más adelante debían tocarse en un punto del Paraná y crear un conflicto de jurisdicción.

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Los gobernadores del Paraguay, por razón de adherencia topográfica y de unidad en la primitiva ocupación, se creían con derecho e ese territorio; los de Chile lo miraban como anejo a la concesión y capitulación que Almagro había hecho con Pizarro; y los gobernadores de Charcas, señores de la provincia de Tucumán, lo miraban a su vez como una simple proyección de sus dominios, separada de Chile por la cordillera, y del Paraguay por los grandes ríos divisorios y por las pampas. Quedaba sin personalidad Buenos Aires, cuya posición marítima contenía, sin embargo, la solución del conflicto en los secretos del porvenir.

Los soldados de Almagro encontraron en las fértiles y pobladas mesetas de los calchaquies una resistencia vigorosa. Lozano y el deán Funes, que son los que mejor han caracterizado hasta ahora esa guerra, nos muestran los cultos municipios que habian dependido del imperio peruano defendiendo sus pueblos contra Almagro con cercos y murallas, lo que prueba con evidencia la adaptación que esas razas civilizadas y agrícolas habian dado a ese territorio, desde siglos atrás, para uniformarlo en la vida civil y administrativa de que disfrutaban.

Al mismo tiempo que Mendoza abandonaba la tentativa de poblar las orillas del Río de la Plata, abandonaba Almagro la conquista de Chile y del Tucumán para

[1]. Vamos a seguir en este párrafo a Vicente F. López. Historia de la República Argentina.

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