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Mas como esto lo hiciese de mal grado, y continuase en su estraño y reprensible desamor hácia Alfonso, difícilmente se hubiera evitado el escándalo de un rompimiento formal entre el padre y el hijo, si la muerte inopinada de éste (1260) no hubiera puesto término á un desacuerdo tan lamentable. Pero la discordia no se alejó del seno de la familia, y si grande fué la que hubo entre el padre y su hijo primogénito, no fué menor la que se suscitó entre los dos hermanos don Pedro y don Jaime, descontentos ambos de la particion de reinos que entre ellos se hizo, y de estas disidencias participaba el pueblo, divididos los ricoshombres y caballeros de Aragon y Cataluña en parcialidades y bandos en favor del uno ó del otro príncipe. Los enconos, las guerras, los insultos, los escesos y los desmanes que se cometian pusieron en tal perturbacion el Estado, que sin fuerza ni autoridad la justicia, el reino se llenó de ladrones y malhechores, al estremo que las villas y ciudades se vieron precisadas á proveer á su seguridad confederándose entre sí y constituyendo una hermandad con reglamentos y ordenanzas rigurosas, asi para atender à la propia defensa como para el castigo severo de los criminales. Esta hermandad, á cuyo sostenimiento contribuian todas las ciudades asociadas, mantenia cuerpos escogidos de gente valerosa y ejercitada en la guerra para la persecucion de los bandidos y salteadores, y restableció en gran parte el órden y la seguridad en el

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reino. El rey don Jaime por su parte creyó tambien remediar la discordia entre sus hijos, haciendo otra nueva particion de reinos, en la cual señaló Aragon, Cataluña y Valencia al infante don Pedro, su predilecto y el mayor de su segundo matrimonio, haciendo para don Jaime otro reino independiente compuesto de las Baleares, del Rosellon, la Cerdaña y Montpeller, sustituyendo un hermano á otro en el caso de no tener hijos varones, lo cual, si no restableció la concordia entre los hermanos, por lo menos la tripe corona de Aragon, Cataluña y Valencia ya no se desmembraba, y era un-adelanto hacia la unidad.

Por este tiempo, y mientras don Alfonso de Castilla y de Leon proyectaba pasar á Alemania y gastaba los recursos de su reino en gestionar con el papa y con los príncipes alemanes la validez de su eleccion y de sus derechos al trono imperial, una insur-reccion general de los moros de Murcia y de Andalucía le puso á pique de perder todas las conquistas de su padre. El rey Ben Alhamar de Granada, que aun aliado de Alfonso no dejaba de prepararse para el dia en que hubiera de romper con sus naturales enemigos los cristianos, recorria y fortificaba sus plazas fronterizas; hallábase reparando los muros de . Gibraltar cuando llegaron enviados de los musulma

(4) Zurita, Anal. III. c. 62, donde puede verse la organizacion que se dió á esta hermandad, y varias

de sus ordenanzas, con el órden que se prescribia para juzgar y castigar á los delincuentes.

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nes de Jerez, de Arcos, de Medina Sidonia y de Murcia, ofreciendo reconocerle por su gefe y emir si los ayudaba á sacudir la servidumbre en que los cristianos los tenian (1261). Ben Alhamar, despues de consultarlo con su consejo, invitó á los mensageros á que entendiéndose entre sí y con sus hermanos de Niebla y del Algarbe preparáran una sublevacion general para un mismo dia en todos los puntos de Andalucía y de Murcia, prometiéndoles que cuando Alfonso hubiera dividido sus fuerzas para combatirlos no faltaría él con sus granadinos al socorro de sus correligionarios. No fué menester mas para que se alzaran simultáneamente al grito de guerra, y al nombre de Mohammed Ben Alhamar, los sarracenos de Murcia, de Lorca, de Mula, de Arcos, de Lebrija, de todas las poblaciones desde Murcia hasta Jerez. En todas partes eran degollados los cristianos, ó arrojados de las plazas que ocupaban. Larga y heróica fué la resisteneia de los de Jerez: el conde don Gomez que la defendia murió acribillado de heridas despucs de haber presenciado la muerte hasta del último de sus soldados. Los moros granadinos partieron en auxilio de los de Murcia y los hicieron dueños de la ciudad. Los de Sevilla intentaron apoderarse de la reina de Castilla, si bien la tentativa se les frustró, y Sevilla y Córdoba permanecieron bajo el dominio de los cristianos. Ben Alhamar atizaba por bajo de cuerda la sublevacion y hacia venir en ayuda de los musulmanes españoles los

zenetas de Africa (1), que le suministraba el rey de Marruecos. Obraba el de Granada con tanto disimulo, que el rey don Alfonso creyéndole todavía su aliado le escribió pidiéndole le auxiliara en aquella guerra. Los evasivos términos de la respuesta del granadino convencieron al castellano de que tenia un enemigo en quien pensó hallar un auxiliar, y dió órden á sús tropas para que atacáran á los súbditos del rey de Granada. Cuando el mismo Alfonso avanzó bácia Alcalá la Real, ya los campos de esta ciudad habian sido talados por las huestes granadinas. Empeñóse alli un sangriento combate en que Ben Alhamar con sus zenetas quedó dueño del campo (1262). Asi se encendió de nuevo una guerra de esterminio entre los dos pueblos, cristiano y musulman, á riesgo de perderse el fruto de las conquistas del largo y glorioso reinado de Fernando el Santo.·

Declaróse, no obstante, la escision entre los mismos moros. La preferencia que Ben Alhamar daba á los zenetas africanos resintió á los walíes de Málaga, de Guadix y de Comares. Aquellos walíes llevaron su resentimiento hasta ofrecerse por vasallos del rey de Castilla, prometiéndole guerrear contra su propio emir, con tal que el castellano los protegiera y am`parára. Aceptó con gusto Alfonso aquel ofrecimiento, y mandó á sus caudillos que los tratáran como ami

(1) Los gineles, que dicen nuestras crónicas e historias.

gos y aliados. Cumpliéronlo asi unos y otros. Los walíes disidentes llevaron sus algaras hasta la vega misma de Granada, y Alfonso pudo con mas desembarazo hacer la guerra á los rebeldes de Andalucía y del Algarbe. Jerez volvió á rendirse á las armas de Castilla despues de cinco meses de asedio (1263). Sidonia, Sanlucar, Rota, Arcos, Lebrija, se fueron rindiendo igualmente. Los moros de estas poblaciones se diseminaron, refugiándose los unos á Africa, los otros á Algeciras, los mas á Granada, y de este modo Ben Alhamar, al tiempo que veia disminuir en estension sus estados, veia acrecer tambien la poblacion granadina, causa principal del gran poder y de la maravillosa duracion de aquel admirable reino. Recobróse tambien por este tiempo á Cadiz, que los moros, confiados en la posicion y natural fortaleza de la plaza, tenian descuidada y poco defendida. Una flota castellana al mando del almirante don Juan García de Villamayor, apareció de improviso en aquellas aguas, y se apoderó por un golpe de mano de la ciudad, rica ya entonces, y destinada á ser más adelante el emporio del comercio de dos mundos (4). Habia el de Castilla solicitado de su suegro don Jaime dé Aragon que le ayudara en esta guerra contra los moros (1264), y principalmente contra los sublevados de Murcia.

(1) Algunos difieren la reconquista de Cádiz hasta 1269. Mondejar (Memor., lib. IV., c. 13 y 44)

trae documentos que testifican baberse recobrado en la época á que nos referimos.

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