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papa Gregorio que lo haria, siempre que primero ratificase el feudo y tributo que su padre Pedro II. habia ofrecido dar á la Iglesia al tiempo de su coronacion, y que pagase lo que desde aquel tiempo debía á la Sede Apostólica. Tan inesperada proposicion desagradó al soberano aragonés en términos que con mucha dignidad y energía envió á decir al papa, que habiendo él servido tanto á la iglesia romana y á la cristiandad, mas razon fuera que el pontifice le dispensase á él gracias y mercedes, que pedirle cosas que eran tan en perjuicio de la libertad de sus reinos, de los cuales en lo temporal no tenia que hacer reconocimiento á ningun príncipe de la tierra; que él y los reyes sus mayores los habian ganado de los infieles derramando su sangre, y que no habia ido á la córte romana (copiamos las palabras de un ilustre y respetable historiador aragonés) para hacerse tributario, sino para mas eximirse, y que mas queria volver sin recibir la corona que con ella, con tanto perjuicio y disminucion de su preeminencia real (1). » Con esto regresó don Jaime á sus estados, harto desabrido con el papa Gregorio, de quien no habia de quedar mas satisfecho Alfonso de Castilla que á muy poco de esto pasó á verle en Beleaire, y por eso el de Aragon desaprobaba tanto el viage de su yerno, segun antes hemos manifestado.

El fallecimiento del rey de Navarra Enrique I.

(1) Zurita, Anal. lib. III. cap. 87.

llamado el Gordo (1274) y la circunstancia de no dejar sino una hija de dos años, proclamada no obstante sucesora del reino poco antes de morir su padre, trajo nuevas complicaciones á los cuatro reinos de Navarra, Francia, Aragon y Castilla. Dividiéronse los navarros mismos en contrarios pareceres, siendo el de algunos que la tierna princesa fuese encomendada al rey de Castilla, opinando otros por complacer á su madre, que se llevase á Francia, (que era su madre la reina doña Juana, hija de Roberto, conde de Artois, hermano de San Luis), y no faltando quien fuera de dictámen que se llamase á suceder en el reino al monarca de Aragon. No tardó en verdad don Jaime en enviar al infante don Pedro á requerir á los ricoshombres y ciudades de Navarra para que le recibiesen por rey, trayéndoles á la memoria todas las razonès y fundamentos de derecho en que apoyaba su reclamacion, que no eran pocos ni desatendibles, segun en el discurso de nuestra historia hemos visto. Por su parte don Alfonso de Castilla, vista la division de los navarros é invitado por alguno de ellos, resucitó tambien sus antiguas pretensiones al reino de Navarra, y muy poco antes de su viage á Francia encomendó al infante don Fernando que entrase con ejército en aquellas tierras para hacer valer con el argumento poderoso de las armas sus derechos. En tal situacion, temerosa la viuda de Enrique de que en las alteraciones que ya habia y amenazaban ser mayores le

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arrancasen de su poder su propia hija (1), tomó el partido de llevarla consigo á Francia.

Aunque el reino de Aragon se hallaba entonces tan conmovido y turbado como hemos dicho por las discordias de los dos hijos del rey, y el alzamiento de los ricos-hombres, era á la verdad la pretension del aragonés la que mas fuerza hacia á los navarros y á la que mas se inclinaban; por lo cual, reunidos estos en córtes en Puente la Reina, y oida la demanda del infante don Pedro, enviáronle un mensage pidiéndole por merced les declararse en qué manera pensaba gobernarlos, y cual era la amistad que queria tener con ellos. Respondióles el infante que con todo su poder y con todas sus fuerzas los defenderia contra todos los hombres del mundo; que les guar daria sus fueros, y aun los mejoraria á conocimiento de la córte; que aumentaria las caballerías de Navarra á quinientos sueldos de cuatrocientos que valian; que los oficiales del reino serian todos navarros; que en sus ausencias seria su gobernador el que la córte le aconsejase, y por último que don Alfonso su hijo habria de casar con doña Juana la hija del rey don Enrique. En su vista juntáronse otra vez los pre lados, ricoshombres, caballeros y procuradores de las ciudades de Navarra en Olite, y habida deliberacion ofrecieron que darian la princesa doña Juana en matrimonio

(4) Casi todos los historiadores Mondejar sostiene que su nombre nombran Juana á esta princesa; era Blanca.

al infante don Alfonso hijo de don Pedro; que cuando no pudiesen cumplir esto, se comprometian á pagarle doscientos mil marcos de plata, para lo cual obligaban todas las rentas del reino que don Enrique tenia cuando murió; que ayudarian á su padre y á él con todo su poder contra todos los hombres del mundo (que es la frase que por lo comun se usaba en aquel tiempo), asi dentro como fuera de Navarra; que salvarian al rey de Aragon y al infante y sus sucesores el derecho que tenian al reino de Navarra cnanto pudiesen con fé y lealtad y que harian pleitohomenage a infante. Pero este pacto, que juraron guardar y cumplir todos aquellos prelados, ricoshombres, caballeros y procuradores, quedó tan sin efecto como las gestiones del rey de Castilla, sin que le valiese al infante don Fernando de la Cerda haber entrado con ejército hasta Viana y tomado á Mendavia, puesto que habiéndose acogido la reina viuda de Navarra al rey de Francia su primo y entregádole su hija, determinó aquel rey, Felipe el Atrevido, casar con ella á su hijo primogénito Felipe, y con ayuda de la reina viuda que se hallaba todavía apoderada de los principales castillos fué poco á poco posesionándose del reino, pasando de este modo la corona de Navarra á la dinastía francesa.

La invasion de los Beni-Merines de Africa en Castilla (1275) produjo tambien efectos de consecuencia en Aragon. Despues de haber hecho el infante don

Pedro reconocer y jurar en las córtes de Lérida á su hijo don Alfonso sucesor y heredero del reino, para cuando faltasen su abuelo y su padre, partió apresuradamente en socorro de Castilla por la frontera de Murcia. Pero los moros que habian quedado en Valencia, alentados con la entrada de los africanos en Andalucía, y mas con algunas compañías de zenetas, que del reino de Granada se corrieron á aquella parte, levantáronse otra vez, y se apoderaron fácilmente de algunos castillos mal guardados por lo desapercibidos que sus presidios estaban. Al frente de esta sublevacion apareció de nuevo aquel Al Azark, motor principal de la rebelion primera de los moros valencianos. Procuró don Jaime remediar con tiempo este daño mandando á todos los ricos-hombres de Valencia, Aragon y Cataluña, se hallasen prontos á reunirse con él en la primera de estas ciudades. Dió principio la guerra, y en uno de los primeros reencuentros perdió la vida en Alcoy el famoso caudillo africano Al Azark, si bien cayendo despues los cristianos en una celada fueron acuchillados la mayor parte (1276). No fué este todavía el mayor desastre que los cristianos sufrieron. Apenas convaleciente don Jaime de una enfermedad que acababa de tener, habíase quedado en Játiva mientras sus tropas iban á combatir una numerosa hueste de moros que habia pasado á Luxen. El combate fué tan desgraciado para los aragoneses, por mal consejo de sus caudillos, que

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